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Hilda Yaneth Sotelo
Sabiendo que no gozaría de las simpatías de mis allegados,
entré sin testigos ni custodios al cuarto pre operatorio, me
inyectaron al resetear los óganos, al poner mi cuerpo en cero
corrí a ver a Sally. Nos encontramos en el limbo, la brecha
entre el cielo y la tierra; ella y yo acordamos vernos menos
en la tierra y más en los sueños. Ciudad Juárez pasaba por la
sangrienta guerra y ella al parecer tenía sus días contados;
mal intencionados planeaban tenderle un cuatro pero
afortunadamente los descubrimos a tiempo y Sally pudo
escapar varias. Lo nuestro fue la hisotria de amor en los
sueños, el regreso a la inocencia, la ausencia. Nuestros
fantasmas se encontraron una noche en la alfombra del
apartamento sobre la calle Mesa Hills. A la mañana siguiente
Lucy, la fría, lo observaría todo desde el ojo serpentino del
periodista que se cree vidente, justiciero.
A Sally difícilmente la reconocía; creció, y se infló las
nalgas al igual que sus egos y deseos exasperantes. Le perdí
la pista en el limbo, era tiempo de regresar a la realidad de
Mujeres cósmicas
las desiciones - ¿es verdad que anhelan morir?- Nos
preguntaba un anciano, - sí, el amor no existe entre los
hombres de la tierra, la vida es aburrida y monótona-,
respondimos al unísono. Sally salió primero del corredor del
hospital, estará anotando sus pulgares en otros planos. Años
varios la vi entre el ondulado viento y los espacios del
cabello. Hablábamos confuso, imprimíamos al futuro ya los
hechos. Yo callaba con desánimo, hurgué la mentira en mis
palabras, funcionaba al igual que en el onírico, con los ojos
cerrados y los abismos allá adentro -¿a dónde vamos
mujeres? Los hombres llegan-. Distraída preguntaba. Me
resistía a bajar al sótano del pasado, habíamos estado juntas
una y otra y otra vez. Inocentes en la pubertad jugábamos en
el verde pasto, ¿nuestros vestidos? Blancos. Una casa de La
Ilustración, enfrente. Ya adentro, precipitadas, inclinábamos
los rostros manifiestos. Animaba sumergirme en la espiral.
Olfateaba atraída por su voz. Preferí desmayarme sin
regreso.
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