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Hilda Yaneth Sotelo
Mujeres cósmicas
Descríbela.
-La infidelidad tiene cuatro dedos sin uñas, no rasca para no
dejar huella, es novia de la lealtad, la conoce perfectamente
por eso la desafía.
-Lucy, tú estás toda bonita, invítame al beso cósmico.
-En su momento Eloisa.
Eloisa lee a Eloisa, se ve. Ahora suspira pensando en la
belleza, sabe de su perfil zapoteco, su altura europea, su piel
canela, se conoce en el mejor momento, poder, poder.
Recuerda el sueño donde vio a Nepomuceno, y la infidelidad
de una mujer mayor, hermosa sin hijos, casada, es ella. Un
escalofrío recorre sus brazos, hasta la palma de las manos,
siente el golpeteo de la sangre en los dedos. Ha traducido esa
realidad previamente trazada, acaba de vivirla. Era ella, la
esposa abnegada con esposo infiel. Cada una de sus
realidades es ella misma, joven, madura, anciana. No pierde
noción de sus creaciones, no las pierde. En ese momento su
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decisión es más firme que nunca, ahora no se trata de unas
coloridas blusas, no se trata de las bolsas, ni de los zapatos
que tiene que escoger. Jacinto hubiera sido el hombre a
quien desea ver tan sólo como amigo, antes que convertirse
en la cornuda, la engañada, mucho menos en la amante joven
que tiene algo que aprender de la experiencia. La bola de
hilos arrumbada por Arline le fue devuelta. Reconoce la
identidad del rostro en penumbras, sabe la culminación. La
clarividencia la aborda, entra en el ritmo de las mujeres
cósmicas, anhela cumplir 40 años para ser bruja.
Queda la mujer casada, la esposa, es ella con ella, sin hijos,
hermosa, un poco amargada. La mujer joven infiel, es ella
también, dos roles, dos papeles, dos creaciones. ¿Cuál
escoger? ¿Ser mujer recatada, perfecta o ser joven, alegre,
quita maridos?.
Sabe que tiene su destino en la palma de las manos, decide
mientras conversa con Lucy entre las tolvaneras del Este de
El Paso. Rita sigue el juego tradicional, le es imposible jugar
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