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MujeresCosmicasPDF

En este libro orgánico cuento la historia desgarrada, o sea, con estilo tipo diarreico, la historia de varias dizque amigas que conocí en mis frescos veintes. Mi precepción sobre sus perfecciones me hace crear un personaje que lo juzga todo, se llama Lucy, es una serpiente bien linda que no tiene reparo en emplear todo, el poder femenino a su alcance.

En este libro orgánico cuento la historia desgarrada, o sea, con estilo tipo diarreico, la historia de varias dizque amigas que conocí en mis frescos veintes. Mi precepción sobre sus perfecciones me hace crear un personaje que lo juzga todo, se llama Lucy, es una serpiente bien linda que no tiene reparo en emplear todo, el poder femenino a su alcance.

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Hilda Yaneth Sotelo<br />

Me enamoré, en unas horas estaba perdidamente enamorada<br />

de Arline, enamorada de la creación. El beso cósmico<br />

estallaba. Sin piel. Lucy parecía sacada de una combinación<br />

de historias entre tejidos olivo, y Polvos de manzana.<br />

Suspiré arrastrando sus alargados pies hacia los míos,<br />

poseyendo sus blancas uñas, ordenando la eternidad del<br />

momento en la escritura, ella obedeció ciegamente, vaya<br />

ciega.<br />

Qué locura y cuánta verdad en el segundo. El flechazo había<br />

llegado sólo a mí y al parecer a otro idiota. Este tonto del<br />

Querubín que sólo lanza sin percatarse de los diálogos<br />

humanos. Lo odié por un instante. El Querubín lanzaba el<br />

flechazo hacia direcciones equívocas.<br />

-He usado a Lucy, he confesado sin inhibiciones, tengo que<br />

irme. Es mejor que huya de todo esto, no me interesa. Mis<br />

polvos de manzana han funcionado a la perfección.<br />

-Arline, no huyas. Esto no es lo que tu mente está<br />

Mujeres cósmicas<br />

fabricando. No temas, el beso cósmico está sucediendo, muy<br />

a pesar de ti, de mí.<br />

El editor llegó al restaurante justo en el clímax, ya flechado.<br />

Arline apuraba a Alberto a recogerla de aquel lugar, él<br />

llegaría a rescatarla de sí misma, sus hijos le pondrían los<br />

pies en la tierra, el fastidioso trabajo le absorbería el<br />

momento mágico. Ella sería silencio con su creación de la<br />

tarde. Hablaría del tema con el cuerpo, con sus actos, sin el<br />

habla. Olvidaría dentro de su ingenuidad que un día fue otra<br />

con Don Quijote, y San Valentín. Después en abril<br />

confesaría su odio hacia mí, tendría que morderme los labios<br />

para no gritar que lo que le pasaba eran espejos en reflejos<br />

del amor. Además hube de cargar al perrito chihuahua que<br />

una vez fue armiño, sobarle la espalda para que se tragase el<br />

erotismo de la escena bajo el árbol, la mesa de madera puesta<br />

de vinos y quesos, la dedicatoria en Andrea Bocelli en “El<br />

Silencio de la espera” que conjuntaban la perfección al beso<br />

que no llegó. Era sólo un beso, donde las tocadas musicales<br />

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