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Hilda Yaneth Sotelo
tiene la capacidad de omnipresencia. Ella diseña, a la par de
la desesperada Arline, una historia atrapada de besos, los
hechizos, las confusiones, el llanto, la amargura, los espejos,
los espejos.
2. Arline y Lucy en San Valentín.
El pulpo seguía movedizo, llamando la atención,
hipnotizando el ambiente, había sido enviado por Neptuno,
advirtiendo que El Maya presentaba unos atractivos espejos,
sin inquietarme recordé el domingo por la tarde. Mi mejor
amiga ilusionó el encuentro antes soñado por ella. Por la
tarde yo, ajena a todo, estaba en mi sumida fantasía, pintaría
a Lucy. Mi teléfono sonó, Arline con voz melosa, dijo
roncando en la pesadilla:
-Hola corazón, ¿vamos a festejar el Día de los enamorados al
Garufa?
Mmmmhh, eso de decir el “Día de los enamorados” la estaba
delatando pero está bien, se vale entre amigas. Así es que
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acepté el camuflaje al interpretar la tarde de San Valentín de
sus fantasías.
-Muy bien, ¿dónde nos vemos?
-Estoy en el centro comercial, Cielo Vista, pasa por mí.
Llegué en cuanto pude. Estacioné mi auto frente a Macys,
ella salió de entre los otros coches, en cuanto la vi, mis ojos
no daban crédito, ella movía el cabello largo con gracia, con
determinación, el lacio le iba perfecto al caminar ágil,
flexible a la posibilidad del suceder, en la mano llevaba unas
compritas de Victoria Secret, demasiadas señales, pensé.
-Ella está dentro del coche, me observa, sus ojos penetran mi
talle del rojo, sus labios se abrieron lentamente, tuve el
impulso de meter mi dedo índice entrar a su boca e iniciar un
jugueteo. Me contuve.
-Lo mejor estaba en el próximo minuto, entró al auto
dispuesta a todo, conversaba mientras su usual maternidad
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