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Hilda Yaneth Sotelo
peor estaba por llegar al paso de los meses, tragarme a
Arline no había sido muy buena idea. Lucy estaba al lado del
colmillo de la colorida serpiente. -Eso te pasa por no tener
identidad. Eres una novata, has venido a este mundo sin
basura, no tienes la menor idea de qué se trata la existencia.
Yo si tengo una vida real, dos hijos, ahora este amante.
Quítate de mi camino, Lucy. Eres un peligro andando.
-Arline, sólo intento ayudarte, has sufrido mucho, estás a
punto de suicidarte, permíteme cuidarte.
-No sé de qué hablas, sigue, cada vez que escucho tu voz,
Lucy, esa voz extraña, siento un ligero mareo, veo tus
palabras, tengo imágenes claras de ellas, cómo le haces. ¿
Acaso eres bruja? ¿Quién eres Lucy, quién?
Al palmar a Arline dentro, me aseguré no ser la mujer celeste
al instante, La Celestina, ese diabólico personaje que grita
ser encarnado. Abandoné el afán, despedí cualquier eco de la
obra de Rojas. En cambio Lucy movía sus inquietas manos
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Mujeres cósmicas
señalando el futuro. Arline reanuda el encuentro con su Ser.
Se ha encontrado bautizando la cabecita de un bebé. Ya no
está frente a un río, ahora está frente al mar. José la protege,
la abraza, la saluda, la invita a observar su propia belleza.
Esa misma noche después de la cena en el Dreams ella sueña
otra vez, sueña, sueña. Dice que hacía tiempo se le habían
espantado el descanso. Ahora después del reencuentro con el
amor las visiones son más claras.
Al desayunar cuenta su noche con José. Una a una las
esceneas pasan entre los espacios distantes de un rollo
fotográfico revelados en los cuerpos de mujeres que comen
fruta, pan con crema y café. Han desarrollado la capacidad
de ver sus anécdotas. -Es que he vuelto a soñar- Dice Arline
con insistencia, recién hablaba al tiempo de la figuras del
salir a tabaco, quería un café bien cargado. Había dormido
finalmente dormía dos horas.
- Estoy segura de que mi pequeño me llama, me extraña, lo
siento en mi corazón.
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