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MujeresCosmicasPDF

En este libro orgánico cuento la historia desgarrada, o sea, con estilo tipo diarreico, la historia de varias dizque amigas que conocí en mis frescos veintes. Mi precepción sobre sus perfecciones me hace crear un personaje que lo juzga todo, se llama Lucy, es una serpiente bien linda que no tiene reparo en emplear todo, el poder femenino a su alcance.

En este libro orgánico cuento la historia desgarrada, o sea, con estilo tipo diarreico, la historia de varias dizque amigas que conocí en mis frescos veintes. Mi precepción sobre sus perfecciones me hace crear un personaje que lo juzga todo, se llama Lucy, es una serpiente bien linda que no tiene reparo en emplear todo, el poder femenino a su alcance.

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Hilda Yaneth Sotelo<br />

mosquitos llegaba a visitar a los tres caballeros que ufanos<br />

canturreaban: - Mufana . . . mufana..mufana . . . mufana . . .<br />

me . . . tiro . . . de rana . . . Mufana . . . usana . . . me tiro a tu<br />

hermana-. Bastante graciosos, un canto que recién habían<br />

aprendido en el mundial de fútbol en África. Los tres<br />

monigotes eran movidos por esos pequeños mosquitos que<br />

los incitaban a tener el cerebro de un insecto, con ese mismo<br />

cerebro maltrataban al mesero francés.<br />

Los tres caballeros continuaban la fiesta africana en tierras<br />

mexicanas, no se habían desprendido aún del despilfarro, de<br />

la desfachatez, de la fiesta pagana. Mientras los moscos<br />

revoloteaban la cabeza de los comensales, los tres hombres<br />

repasaban los detalles de su famoso y divertido viaje a tierras<br />

sudafricanas se humillaban entre ellos, se reducían y al final<br />

comprendí que tanta brusquedad era la manifestación del<br />

amor reptiliano que se pronunciaba en la boca de los<br />

machos, los mamarrachos.<br />

Así tenían que gritarse, así tenían que tratarse, de lo<br />

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Mujeres cósmicas<br />

contrario extrañarían la palabra maltrato que equivalía a<br />

amor. Esos insultos, esa brusquedad formaban parte de su<br />

ritual. En La Crema, un lugar situado en el segundo piso de<br />

la playa, con sus manos lava las horas, cocina encuentros.<br />

Se conocieron Arline y José, se vieron, platicaron, tomaron<br />

vino, horas más tarde estaban enlazadas en el beso, el beso<br />

del pacto presente. El sueño contemplaba una realidad<br />

paralela en el restaurante Dreams. Un lugar de ensueño<br />

instalado frente al mar. Estando en el Dreams, tomé la copa<br />

que sudaba la frialdad de los cubos de hielo, del agua. Quise<br />

verlos, quise ver a José y a Arline, pero no fue permitido, en<br />

cambio, me guiaron a presenciar la felicidad de los recién<br />

enamorados, los enamorados pasmados de incredulidad.<br />

Fingí mi duda al vivir por Arline siendo el custodio de su<br />

alma, dejé el sufrimiento compartido, me despedí de su vida,<br />

de su mirada fumando el último cigarrillo ofrecido por José.<br />

Las ganas de fumar no se marcharon hasta varios días<br />

después. Increíble. Había Arline en mí. No, no, eso no. Lo<br />

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