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MujeresCosmicasPDF

En este libro orgánico cuento la historia desgarrada, o sea, con estilo tipo diarreico, la historia de varias dizque amigas que conocí en mis frescos veintes. Mi precepción sobre sus perfecciones me hace crear un personaje que lo juzga todo, se llama Lucy, es una serpiente bien linda que no tiene reparo en emplear todo, el poder femenino a su alcance.

En este libro orgánico cuento la historia desgarrada, o sea, con estilo tipo diarreico, la historia de varias dizque amigas que conocí en mis frescos veintes. Mi precepción sobre sus perfecciones me hace crear un personaje que lo juzga todo, se llama Lucy, es una serpiente bien linda que no tiene reparo en emplear todo, el poder femenino a su alcance.

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Hilda Yaneth Sotelo<br />

pueblo. A través de los recovecos que formaban los troncos<br />

de madera, se filtró San Nepomuceno.<br />

Nepomuceno, en La Ciénega abordó el transporte. Aún no<br />

quiere bajarse. Se quedó instalado en el campo de las tres<br />

testigos, mujeres que atónitas presenciarían la magia<br />

realizable de los sueños fantásticos del viaje a través del<br />

tiempo. Arline no escucha todavía. La quietecita voz, taladra<br />

cada centímetro de la psique. De pronto, Lucy, sentada a la<br />

derecha desecha el nombrecito y dice:<br />

-Oye, tengo bien grabado en la mente el nombre de<br />

Nepomuceno ¿Qué significará? Es que siento que carcome<br />

llevo buen rato escuchando.<br />

-Pues vaya nombrecito . . . quesque, Nepomuceno . . . Ja-jaja.<br />

Arline suelta su característica carcajada de inframundo. Lucy<br />

decide continuar en el canal de la voces destinadas a la mujer<br />

que deambula perdida entre la luna artificial, hechiza en<br />

Mujeres cósmicas<br />

celdas que atrapan, atolondran. Pasadas las horas el<br />

transporte se detenía frente a una rústica cabaña. El<br />

restaurancito rupestre invitaba a deleitarse del auténtico<br />

alimento para el alma. Adentro las mujeres indígenas,<br />

ataviadas en sus delantales azul, movían las manos<br />

presurosas por el deseo de complacer a la multitud<br />

hambrienta. Arline con el sueño y el apetito ido se sentó a<br />

observar la notoria lluvia en las ventanas de cristal, aspira el<br />

olor a tierra húmeda perdiendo la mirada, se esfuma en<br />

instantes. Su aprensiva memoria la regresa al cuerpo, le<br />

exige tabaco urgente. Ella complació su vicio, abandona el<br />

alma, la entrega a lo incierto.<br />

En la cocina toda una gama de sabores, gustos, movimientos,<br />

colores; mejillas sonrojadas, aromáticas exigencias de los<br />

estómagos vacíos de buena comida, llenos de miedos por no<br />

saber entregarse, por no dejarse ir. Miedos que los persiguen,<br />

los acompañan, se instalan para terminar de cocinarse<br />

conviertiéndose en pesadillas vivas. En el restaurant rupestre<br />

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