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Hilda Yaneth Sotelo
Mujeres cósmicas
intenciones de mi alma. La siguiente noche, el desnudo fue
total, las mujeres posaban para las pinturas populares, las
guitarras van al frente de los cuerpos, somos verdad y
3 EL BESO
Partimos de París con el corazón consternado al vernos
dentro, lo peor, cerré los ojos del entendimiento. Pensé a la
par del deja vu saturando en escalofríos mis piernas; los
pasos apuran el encuentro. Deseaba ver. La palabra Kawí
penetró el flanco, las imágenes disparaban. Ellas, Marisol y
Lucy entraban a la fiesta, las desprecié con el dejo del odio
en los siglos. Cerré el sentimiento, vi con la víscera. Seguí
festejando en el color rojo chillante de mis labios y sobre la
ruidosa voz de mi ego. Ellas se marcharon, no sé si vuelvan,
no lo sé. Al instante yo cubría la mirada, la ocultaba de
Lucy, ya no vería aquellas vidas pasadas de horror, los
rituales de la bruja mala. Ocultaba algo bajo unos enormes
lentes de marca. Lucy reprendía al demonio de la ignorancia.
Caminamos en curva, platicábamos. Ahí se descubrían las
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música, no hay nada que esconder, nos aceptamos puliendo
nuestra belleza al tanto. He soltado a la bruja envidiosa que
mata a las mujeres con venenos sutiles, polvos fatídicos
disfrazados de una deliciosa roja manzana.
Era martes a las 5:15 pm, Arline se preparaba para conocer
gente interesante. Recién conversaba con La Negrita y La
Yaya. Cada instante pasado evocaba el momento mágico
vivido en Oaxaca. De tanto recordar los asombrosos detalles
de la noche anterior, el extraordinario presente pasaba
inadvertido. Arline se esforzaba en entender el pasado, sin
comprender que el presente se fugaba.
Iban rumbo a Bahías de Huatulco, paseaban hasta la parte
trasera del pequeño transporte que se movía brusco en el
desatino. Arline cerró los ojos tratando de rescatar el sueño
perdido hacía más de diez años. En vano se esforzaba porque
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