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MujeresCosmicasPDF

En este libro orgánico cuento la historia desgarrada, o sea, con estilo tipo diarreico, la historia de varias dizque amigas que conocí en mis frescos veintes. Mi precepción sobre sus perfecciones me hace crear un personaje que lo juzga todo, se llama Lucy, es una serpiente bien linda que no tiene reparo en emplear todo, el poder femenino a su alcance.

En este libro orgánico cuento la historia desgarrada, o sea, con estilo tipo diarreico, la historia de varias dizque amigas que conocí en mis frescos veintes. Mi precepción sobre sus perfecciones me hace crear un personaje que lo juzga todo, se llama Lucy, es una serpiente bien linda que no tiene reparo en emplear todo, el poder femenino a su alcance.

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Hilda Yaneth Sotelo<br />

Mientras Marisol viajaba durante el verano, alucinada al<br />

descubrir su corazón en el quinto repaso de la lectura de<br />

Kafka y La metamorfosis, probando relaciones extra<br />

maritales; yo seguía en el sillón café claro, una de mis<br />

manos acariciaba la pequeña ventana que veía escurrir la<br />

nieve, entregaba una certera interpretación al cosmos de<br />

Marisol, le sugerí vivir las mariposas, y los grillos muy a<br />

pesar de las cucarachas que balbuceaba al hablar por<br />

teléfono con el sabio fantasma y la peste en el líquido<br />

femenino. Bajé la mano derecha, aventé el teléfono al piso,<br />

Mujeres cósmicas<br />

donde las dimensiones podían ver las delirantes<br />

imperfecciones. Lucy impaciente penetró al reflejarse en<br />

cada una. Marisol pateaba la primera esférica idea, el<br />

intercambio de experiencias, las mujeres sin identidad<br />

probaban la amargura de verse envueltas en una relación de<br />

hombres veinte años mayor, casado. Ella, la mujer que<br />

gozaba de identidad en el pasado, murió, recién terminaba<br />

una relación de siete años con Salvador, un amor en tantra<br />

de un joven apuesto quien le había enseñado el arte de<br />

enloquecer a los que se creían cuerdos.<br />

colgaba al hombre mayor hasta el perdón, una sensación de<br />

ira, y confusión se apoderó de mí. Yo tan sólo leía Mujeres<br />

cósmicas, no la vivía .Sentí una pestaña incrustada en mi ojo<br />

derecho. Al tallar con fuerza, las palabras obsoletas del<br />

anciano corrieron presurosas a esconderse, removí la<br />

pestaña que en realidad era una asquerosa pata de insecto.<br />

Sin éxito, abandoné la lectura, ellas, las mujeres me<br />

regresaban ofreciendo un gigante lago de agua trasparente<br />

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