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Hilda Yaneth Sotelo
blanco. Inhaló el olor a jabón Rosa Venus pensando que la
azafata tuvo un encuentro sexual. Consoló el hecho de haber
pasado ocho días sin placer. Los placeres se entregaban en
una charola en un platillo delicioso; de una nada el Don de
sanarse a través de otros entraba en su muy ajetreado Ser.
Volvió a cerrar la intuición, a la vez bajaba la ventanilla que
hasta el día de hoy no abre. Pasan las semanas, recostada
abrió las palmas esperando, esperando. No tuvo que salir, no
tuvo que ir a ninguna parte ni escuchar a nadie. Ha
conseguido calmar el torrente, sonrió cuando se encuentra y
no lo puede creer, ahora son otras vocecitas las que escucha.
-Ya no tengo miedo, Lucy. He tenido pesadillas y las he
vencido sin rezar el Padre Nuestro, el miedo se ha ido. Ahora
entiendo aquello de que las respuestas están en mi interior.
La felicidad inmensa me invade, no me importan los
sistemas en el mundo, generaré mi propio planeta, soy
arquitecto de mi vida. En paz. He decidido dejar la jefatura
en la universidad, es un gran logro. Encargo a mi mejor
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amiga el puesto, ella deseosa de poder, acepta mover los
hilos. Le estorbo, necesita zalamería, pleitesía. Aún no la
nombran oficialmente jefa y ya ha mostrado ser desleal a la
amistad y sumamente fiel al poder ¡Qué asco! En cada
rincón de México, en cada institución se gestan estos
muñecotes y muñecotas hipnotizadas por el poder.
Enfermos, ciegos, son comandados por el figurín creado
hace muchos muchos años. Ese figurín que tiene forma de
capas largas, dedos cortos, uñas cenizas, que mueve un bote
cada vez que quieren llamar la atención, la corona rellena de
algodón, los ojos rojizos de tanta desvelada (porque tienen
que estar alertas, de lo contrario alguien les roba el mando)
da repetidas vueltas a sus manos enredando todo, mientras la
espalda adquiere una anchura, se desproporcionan, el
abultado estómago se confunde con el pecho, el hocico está
listo para mangonear y emitir la palabra, le apesta el hocico y
tiene la lengua viperina. El figurín del poder lentamente es
femenino. ¿Cuántas mujeres admiran secretamente a Elba
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