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Hilda Yaneth Sotelo
del Arline, es mejor que ye vayas de aquí.
Mujeres cósmicas
en el mismo patín sin darse cuenta.
Camino a Brasil Marisol se quedó varada en el aeropuerto de
la Ciudad de México, su visa se había atrasado, moría de
cansancio, no supo a dónde ir. Arline gozaba de su amor con
José en Huatulco Oaxaca, vio cuarenta y ocho horas,
transcurrir entre la cerrazón de la terquedad, el figurín de la
manipulación, y el fresco recuerdo del sueño. Odió a Arline
luego la amó las dos eran una mortales, pero del otro lado,
no eran humanas, poco a poco se transmutaban en
hechiceras que había mal usado el Don en varias vidas.
Marisol mudó, al igual que las víboras, cambiaba de ropa, de
ideas, de ciudad, de identidad. Su intuición guía, confía.
Arline no llamó, el sueño de salir de aquella celebración se
hizo real. Es ahí donde inicia lo interesante. Marisol está sola
con el interior, con el huerto de de dolores, sabores,
sinsabores. Visitó el infierno.- Ahora ¿qué hago?- Buscó en
revistas un lugar donde regresar a la paz y hojeó, vio lugares
de meditación y relajación. Encontró uno en el centro. Sigue
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-Una vez más enfilo mi alma hacia Marco Vinicio, estoy
plenamente convencida de que allá en Oaxaca encontraré
algo que he perdido, pero ¿qué es?
- Tengo un trozo de tu realidad Marisol, estoy contigo. Te
amo. Te lo devuelvo cuando estés preparada para ti misma.
Una madrugada de octubre.
El altavoz en el aeropuerto llama a Marisol la saca de su
futura paz, está en lista de espera, el pasaporte ha llegado,
piden preparar para abordar. Durante el interminable vuelo
encuentra lo que buscaba. Al recostarse de lado el olorcito de
su cuerpo le recuerda los dos días que lleva sin bañarse, los
mismos minutos que lleva volando, buscando. Cierra los
ojos, la azafata interrumpe el baile de su espléndido olor, el
reconocimiento de su cuerpo. Ella abre sus ojos azul, de una
bocanada aspira el ambiente y con su alegre sonrisa ofrece el
consuelo, un pollo relleno de jamón y queso, un arroz
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