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Hilda Yaneth Sotelo
trabajo y al apoyo de mi Lino, así le llamo. He aprendido el
poder de la oración, cada mañana bendigo el día. Soy
Mujeres cósmicas
entrar y salir de la mente dual. He elevado mi frecuencia,
siento encima de mi cabeza remolinos color violeta que
directora de una carrera en la universidad, en México, en mi
crean
realidades. Lucy me sueña vestida de amarillo,
país, desde ahí ayudo a mis paisanos. He aprendido el valor
de la justicia, del ahorro, del respeto, de la fraternidad y de la
compañía. Poco a poco develo el misterio de mi Ser, el
esplendor del mismo.
-No es cierto Marisol, eres hipócrita y mentirosa; ¿piensas
que has cambiando?. No, no. Tu sombra te perseguirá entre
tus amantes y el fingir de la vida perfecta. Jajajajaja, eres el
bicho raro, asqueroso.
-Lucy, vuelve al sillón a reposar y leer, se testigo de mi
historia y deja de fastidiar.
Últimamente he pensado en sonreír más franco, desde el
corazón. Siento que las capas no son tan necesarias. He
conocido gente muy interesante, conocí a La Negrita, conocí
a mi Yaya. Lucy mostró un camino extraordinario y cómo
delgada, cabello lacio largo, feliz, alegre, amante de la
libertad.
Volví a ver a Rosario, a través de la mesera, en Monterrey,
juro que era igualita a ella, con esa mirada escurridiza y
tierna. Llegó a tomar la orden, mi corazón dio un tremendo
vuelco, esa mesera es idéntica a Rosario, mi amiga de la
infancia, la que me marcó el rostro, la mesera se llama
Rosario. Juegos sincrónicos. La trato con calidez, mientras
escucho la sensible vocecita que guía a los eternos. No sé de
dónde viene, no sé quién es. No me pidas tanto. Rosario, la
mesera lleva una blusa roja marcada con el 1800. El día de
su asesinato, Chayo llevaba la misma blusa. Cuatro hombres
habían bebido varias botellas de tequila. Rosario fue invitada
a la reunión, eran cinco. Ella ingenuamente aceptó, le habían
encargado llevar un poco de pasta. Ignorando su futuro, se
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