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Hilda Yaneth Sotelo
El sufrimiento dio paso a una mujer pensante, sumamente
pensante. Una mujer que describió en una carta su futuro
marido. Igual, el deseo de estar acompañada no la había
abandonado. La mente femenina delineó detalladamente
cada letra.
Acudí a una casa de amor, de esas que te encuentran la
pareja perfecta. El hombre tenía que ser mayor de 50. Me
llevaron a las citas, tres para ser exacta. Ninguno convencía,
hasta que un bendito día, y digo bendito día, conocí a mi
ahora marido.
Recuerdo que nos abrazamos en la primera cita, nos vimos,
juntamos nuestras soledades, deseos, amores y desamores.
La tristeza se convirtió en alegre compañía. Durante el
abrazo tuve la certeza de que jamás estaría sola. Mi marido,
lo llamo mi ángel, él es fanático de la bondad, es un ángel
que he merecido. Mis amigas sufren embates de la vida. Yo
no.
Mujeres cósmicas
- Sí Marisol, eso es, tienes razón Salvador es joven y guapo
pero de qué sirve si está cargado de soberbia, se cree un
premio.
-Ay Lucy te lo he dicho en repetidas ocasiones pero la
necedad es lo tuyo, allá tú, aquí yo.
- Marisol, Marisol. Han pasado meses desde nuestro último
encuentro, estoy del otro lado de la cancha, me he mudado a
Ciudad Juárez, estoy nublada, arrepentida de haberme
metido con tus demonios, qué hice, cómo estás, cómo te
sientes, ¿estás bien?. Yo casi renuncio al juego, mi rol era de
observadora, y me han puesto a patalear estos balones
sucios, son guindas tienen sangre por doquier, se esconden
de pronto, ahora estoy sola completamente sola, sin
protección; la comida es buena idea, iré al mercado. Tú sigue
que yo de seguro regreso. Mira, ser atea es la mejor opción
por ahora.
Yo he podido sacar a mi familia de La Sevilla gracias a mi
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