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Hilda Yaneth Sotelo
La Yaya regresará con el perdón en las manos, tal vez decida
pasearme por aquellos lúgubres recovecos de la existencia,
tal vez vuelva a Monte Albán a La Primavera, tal vez.
Arrojé los trozos del aprendizaje en una alcantarilla, la
versión de la Yaya recorre los tubos del drenaje de mis
intestinos.
Ya no me toca, he aprendido. La Yaya se ha ido una vez
más, sé, la próxima vez la materializaré hermosa, bondadosa,
lumínica aunque lo dudo. Entre tanto, nos ayudaremos, aquí
en la frontera, vamos a salir de los abismos terrenales. De la
desgracia que ha caído sobre nuestros territorios en México;
vivimos en el susto minuto a minuto, viendo guerra, sangre y
desolación.
¿Chayo es luz? No lo sé. Soy humana sé muy poco.
Natividad lo es, eso si lo sé, lo vi. La Negrita también lo es,
la más hermosa de todas, la more pretty.
Natividad me ha dado su correo electrónico, quiere que
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continuemos la comunicación. Su correo lleva la palabra
“hermoza” con z. He llorado al descubrirlo. Natividad es
Triqui, habla Triqui viene de Chiapas, es virtual ahora,
increíblemente virtual. La sincronías, son esas conexiones de
las que tanto habla Lucy, aquí están, ahora las veo. Qué
perfecto es el momento, es divino. Conectarse con el futuro
es saber vivir el presente, estar al 100% en la realidad,
enfrentarse.
Ahí estarán Natividad y La Negrita siendo amigas, veo a mi
niña interior reconciliarse. Nati renace a La Negrita, la ama,
la quiere, lo dijo en repetidas ocasiones. Natividad y La
Negrita son eternamente niñas, puras en el amor.
Después del reencuentro con Rosario, el amor de mi
juventud, la luna, los pájaros, las oscuras aves, Neptuno, las
flores rosas, la sonrisa de Marco Vinicio, llego a la posada
de Suites del Centro en la ciudad de Oaxaca, es de noche.
Estoy agotada del meneado viaje. Ese mismo día por la
mañana hube escogido mal, abordé la camioneta verde en
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