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MujeresCosmicasPDF

En este libro orgánico cuento la historia desgarrada, o sea, con estilo tipo diarreico, la historia de varias dizque amigas que conocí en mis frescos veintes. Mi precepción sobre sus perfecciones me hace crear un personaje que lo juzga todo, se llama Lucy, es una serpiente bien linda que no tiene reparo en emplear todo, el poder femenino a su alcance.

En este libro orgánico cuento la historia desgarrada, o sea, con estilo tipo diarreico, la historia de varias dizque amigas que conocí en mis frescos veintes. Mi precepción sobre sus perfecciones me hace crear un personaje que lo juzga todo, se llama Lucy, es una serpiente bien linda que no tiene reparo en emplear todo, el poder femenino a su alcance.

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Hilda Yaneth Sotelo<br />

negro que has escogido te sienta muy bien, una día no muy<br />

lejano filmarás historias de tu gente y ese pantaloncillo te<br />

acompañará, irás despejada, fresca, apasionada, animada,<br />

plena-.<br />

Esa voz, esa voz era tenue, suave, seductora, convincente<br />

pero emanaba de mí, esa voz estaba dentro, ¿porqué no la<br />

había descubierto?.<br />

Quise botar a Natividad, después de pasadas las horas sentí<br />

ganas de decirle que ya se largara. Así como solía advertirle<br />

a La Negrita que se escondiera en cuanto le hiciera la señal.<br />

La niña, La Negrita que yacía muerta en algún lugar de mi<br />

interior, la niña que solía manifestarse a la terquedad, la<br />

manipulación.<br />

Natividad no se iba, por el contrario cada una de sus palabras<br />

aseguraban la presencia de aquella niña que fui. La Negrita<br />

se instaló. A mi izquierda llegó mi Yaya. Arline hablaba con<br />

la anciana sufrida, escuché claritito la voz de mi Yaya, juro<br />

Mujeres cósmicas<br />

que la escuché. Sonaba, se manifestaba, vendía la figura con<br />

penacho: a Moctezuma, estaban una, otra y otra vez. La<br />

Negrita y La Yaya. Mi estómago, brusco vuelco, pasmada<br />

por la evidente realidad, y revertida incredulidad. La lluvia<br />

cesó.<br />

Sí, la lluvia había hecho lo suyo, depuró a la nefasta Yaya en<br />

la anciana que seguía vendiendo a Moctezuma, eso es, movía<br />

con brusquedad los monos ataviados del gran penacho.<br />

Malinchista al fin, La Yaya se había casado con un gringo<br />

retirado del ejército estadounidense. Un víctima de sus<br />

pedorros anhelos, él se roció gasolina y se prendió fuego.<br />

Quemaba en loco fuego, mismo que apagaría su torturada<br />

vida en Vietnam, se consumió palmo a palmo mientras<br />

gritaba suplicando ser sacado de ahí. Deseaba intensamente<br />

salirse de inmediato de su cuerpo, ese infame cuerpo que La<br />

Yaya odiaba y usaba. El pobre gringo heredó<br />

involuntariamente su pensión a La Yaya quien jamás gozó<br />

de una moneda de la misma. La pensión fue peleada por los<br />

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