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MujeresCosmicasPDF

En este libro orgánico cuento la historia desgarrada, o sea, con estilo tipo diarreico, la historia de varias dizque amigas que conocí en mis frescos veintes. Mi precepción sobre sus perfecciones me hace crear un personaje que lo juzga todo, se llama Lucy, es una serpiente bien linda que no tiene reparo en emplear todo, el poder femenino a su alcance.

En este libro orgánico cuento la historia desgarrada, o sea, con estilo tipo diarreico, la historia de varias dizque amigas que conocí en mis frescos veintes. Mi precepción sobre sus perfecciones me hace crear un personaje que lo juzga todo, se llama Lucy, es una serpiente bien linda que no tiene reparo en emplear todo, el poder femenino a su alcance.

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Hilda Yaneth Sotelo<br />

apegada a su abuela, una niña que jugaba con muñecas de<br />

trapo, un trapo morado, otro rosa, otro azul, un trapo de otros<br />

trapos que la misma abuela sacaba al zurcir la forma de la<br />

mona, al tiempo que zurcía con la diminuta aguja, sus dedos<br />

afirmaban cada puntada, metían con ahínco la punta del<br />

filoso utensilio que su boca salivosa, saltaba de chirriantes<br />

chismes. Los desgastados trapos de colores que ella<br />

previamente había usado en sus vestidos comprados por un<br />

hombre en el pueblo, los trapos que sacaba a la par de las<br />

frustraciones de cada mujer de mi casa, enteraban a la<br />

pequeña de detalles que ella, la chiquita no alcazaba a<br />

comprender.<br />

De pronto quise olvidar y ubiqué a mi abuela en una<br />

hacienda, una de esas donde la humanidad ha tejido las<br />

leyendas. Cuando las haciendas llegaron a México entraron<br />

por mi nuca, y ahí se quedaron, los paseos a caballo, las<br />

largas botas de charol de mi bisabuelo, la infinidad de<br />

sirvientes que les hubiera gustado tener, todo eso entró por<br />

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Mujeres cósmicas<br />

atrás, como ladrón a robarnos la identidad. Es que estoy<br />

segura que cuando nos presentaron el espejo, el alma quedó<br />

atrapada, ahí, en el embeleso cristiano, en la Virgen, no sé<br />

dónde, sólo recuerdo que mi abuela mandó construir una<br />

gigante Virgen color barro, en la entrada de la hacienda. No<br />

es cierto, mi abuela vivía en una choza de adobe, tejía con tal<br />

rapidez como ahora escribo. El muñeco que más recuerdo es<br />

el indio, que en mi pubertad busqué para besar, pero que<br />

cuando encontré, era demasiado tarde, debíamos estar en Los<br />

Ángeles<br />

Cada vez que estoy frente al espejo, carísimo traído desde<br />

algún lugar remoto de La China, alucina los corazoncitos.<br />

Las muñecas torciendo el cuello dando vueltas, inician con<br />

el rostro cansado, desgastado, sucio, triste y lloroso, luego<br />

doblan la cabeza hacia su<br />

izquierda y lentamente giran, giran, giran, y cuando regresan<br />

con la frente al espejo ya no son aquellas caritas mugrosas,<br />

ahora son de fina porcelana, llevan el rostro rosado, las<br />

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