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MujeresCosmicasPDF

En este libro orgánico cuento la historia desgarrada, o sea, con estilo tipo diarreico, la historia de varias dizque amigas que conocí en mis frescos veintes. Mi precepción sobre sus perfecciones me hace crear un personaje que lo juzga todo, se llama Lucy, es una serpiente bien linda que no tiene reparo en emplear todo, el poder femenino a su alcance.

En este libro orgánico cuento la historia desgarrada, o sea, con estilo tipo diarreico, la historia de varias dizque amigas que conocí en mis frescos veintes. Mi precepción sobre sus perfecciones me hace crear un personaje que lo juzga todo, se llama Lucy, es una serpiente bien linda que no tiene reparo en emplear todo, el poder femenino a su alcance.

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Hilda Yaneth Sotelo<br />

alguna queja. Continuaba el ruido afuera, alguien aventó una<br />

bazuca y derribó todo el edificio de enfrente, las piedritas se<br />

colaron por los huecos de las ventanas, el polvo nos llegó<br />

hasta el atribulado arrepentimiento de aquel primer<br />

encuentro amoroso. Suplicaba a Alán retirarnos, pero él me<br />

advertía del peligro afuera, igual fue adentro. Recordé al<br />

señor que vende tortas de jamón, apenas lo había saludado, a<br />

la gente en el supermercado, a las casas tan cerca de ese<br />

lugar, supliqué por todos, le rogaba a Dios, a San Lorenzo<br />

protegernos de la guerra ajena, de la guerra de la corrupción<br />

de mi país, de mis gobernantes, de la insurgencia de los<br />

mexicanos, la insurgencia repetida después de doscientos<br />

años. El crimen, los de abajo en sus filas. Los gobernantes,<br />

los militares ahí. El crimen, los gobernantes también. Una<br />

gran revuelta. Los civiles de clase media baja, amándose,<br />

víctimas, asustados. Pasaron minutos eternos Alán y yo<br />

sumergimos nuestros desnudos cuerpos en la tina del baño,<br />

abrimos la llave del agua fría, un torrencial nos bañó los<br />

Mujeres cósmicas<br />

ánimos, el susto del congelamiento se iba conforme el agua<br />

era derramada hacia abajo. Los cuerpos empapados entre una<br />

mezcla de horror, miedo, susto, lágrimas. Los corazones al<br />

rojo morir, latían al escucharse hasta el cielo. Alán brindó<br />

una toalla y delicadamente secaba mi espalda, mis senos, mis<br />

piernas. Un dejo de seguridad a regresar se quedó ahí en esa<br />

extraña aventura. Hemos vuelto, infinidad de veces a<br />

amarnos. Increíble, pero ni el enterarnos de la cantidad de<br />

muertos esa noche nos detuvo, veintiún cristianos<br />

asesinados, entre ellos el señor de las tortas. Cuando<br />

finalmente cesó el estruendo de la guerra, salimos corriendo.<br />

Por mi mente pasaban miles de pensamientos, entre ellos el<br />

haberle mentido a mi hermano esa tarde. Le dije que iba<br />

rumbo a Estados Unidos a pasar el fin de semana con mis<br />

amigas del alma, con La Negrita, me sentía culpable por<br />

usarlas de esa forma, prometí ya no mentir al querer<br />

escaparme con Alán. Muy arrepentida iba rumbo a mi casa,<br />

dolida, estremecida de mi atrevimiento, tanto, tanto que<br />

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