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MujeresCosmicasPDF

En este libro orgánico cuento la historia desgarrada, o sea, con estilo tipo diarreico, la historia de varias dizque amigas que conocí en mis frescos veintes. Mi precepción sobre sus perfecciones me hace crear un personaje que lo juzga todo, se llama Lucy, es una serpiente bien linda que no tiene reparo en emplear todo, el poder femenino a su alcance.

En este libro orgánico cuento la historia desgarrada, o sea, con estilo tipo diarreico, la historia de varias dizque amigas que conocí en mis frescos veintes. Mi precepción sobre sus perfecciones me hace crear un personaje que lo juzga todo, se llama Lucy, es una serpiente bien linda que no tiene reparo en emplear todo, el poder femenino a su alcance.

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Hilda Yaneth Sotelo<br />

Mujeres cósmicas<br />

Nadie absolutamente nadie le da cobijo en este planeta, el<br />

ente, el siete hacia abajo que finaliza en forma de cuchara,<br />

13 RAMONA<br />

La propuesta era llevarlo a la mesa redonda del restaurante,<br />

estaría rodeado de cucharas plateadas colgadas de una cuerda<br />

café, unas nueve para ser exactos. Ahí le diría los planes del<br />

futuro inmediato, él con su usual ingenuidad aceptaría rentar<br />

una película cualquiera. Una vez en la estación pararíamos a<br />

ver los delfines que están justo ahí, en la entrada, después, a<br />

media noche, me diría de su enfermedad en la uretra. Yo<br />

optaría por sanarlo, no tendría un demonio que me dicta<br />

toquetear su ano y meterle el pene. Después de haber sido<br />

succionado por los hoyos negros en varias vidas, puedo en<br />

mí trasladar las historias infernales a otra parte, hacia los<br />

delfines de verdad los que bailan, cantan y son felices al<br />

llevarse la destrucción y convertirla en imaginación.<br />

Al día siguiente la luz azul ya se habría marchado muy lejos.<br />

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estaría en los abismos negros. Neptuno quien desolado, ya<br />

sin la luna, ni suicidios, no tendría más a qué llegar por estos<br />

rumbos.<br />

Ahora descubierto el lúgubre secreto de la herencia maldita<br />

humana; los niños, gozan uno a uno el minuto de su estadía.<br />

Era muy muy pequeña, tanto que duele el centro de mi<br />

frente, al forzar el recuerdo de los frijoles bailarines o<br />

saltarines, así les decía mi padre biológico a quien le debo el<br />

milagro del perdón, y mi baja estima. Bailaban formando<br />

figuras geométricas difíciles de creer o traducir. Permití que<br />

la pequeña Ramoncita, la niña de cinco años se distrajera<br />

ante la sorpresa de su otra pequeña amiga. La Negrita, en las<br />

semillas bailarinas a la noche, antes trató de llamar mi<br />

atención ataviando costosos collares. No, no lo logró. En<br />

cuanto puso los bailarines en las manos de Lucita y<br />

Ramoncita corrimos a hablar con ellos. Así la pasamos por<br />

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