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Hilda Yaneth Sotelo
Mujeres cósmicas
durante un sueño, me dicta que ser libélula de alas rápidas y
ágiles, ver a Giovana, deshacerla de la ilusión y salvarla de
la antesala de la muerte. Obedezco, ciega en la realidad
terrenal obedezco. A Giovana le urge reconocerse, la mitad
12 GIOVANA EN LA CAMA.
Abre a la pintura del siglo XV testigo del fétido olor que
emanaban los tercos cuerpos aferrados a trascender el
espacio y el tiempo. La bocanada, el soplo del egocentrismo,
la falsedad vitalicia reconociendo arte donde sólo los ojos de
la zalamería ven.
Arte distribuido en su alcoba, sus caricias, sus entornos.
Patios amplios necesarios para acumular obras buenas,
bellezas auténticas, estilizadas porque su mirada las saborea,
sólo su vista. Ignoraba la grandeza escondida, las llaves le
fueron negadas. La razón, no lo sé. Deseo mío tan obvio
enlaza la clave a la llave que abre la puerta de sus
estremecedoras experiencias en el tiempo. Lucy se incrusta
de la semana, miércoles, el día quince, la mitad del mes,
hicieron el entero, el entero esperado por siglos. Cinco para
ser exactas, cinco karmático destrabado aquí, desde la cama
dorada y blanca que encausa las nobles sin nobleza. La
misma cama que sueña las realidades trazadas desde otro
plano, realidades al fin. Realidades que me son
bondadosamente abiertas. Ellas, asumen, ellas pelean las
historias enlazadas, ellas defienden el punto de sus egos
mientras corazones quedan atrapadas para seguir en el
cuatro, el cuatro, el cuarto del truco alcanzado al cinco del
cinismo. El cuerpo les encierra, las agobia intentando
imitarse, intentando seguir el sarcasmo, la ironía tragándolas
completas, será mejor se tragado por la serpiente. Es que, al
instante, cuando sus ojos se leen, ignora los alcances, los
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