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Hilda Yaneth Sotelo
través de Fátima quien abría sus delicados brazos a recibirlo.
En sus noches de amor, Joel absorbía la fuente en luna roja,
dejaba a Fátima desolada, triste, en espera de los ciclos
dolosos. La doncella amaba a ese hombre, lo amó y lo
amaría en el futuro. La fortuna la rodeaba cuando él
aparecía. La fortuna de encontrar el significado verdadero de
la existencia. Él reconocía haber estado perdido y cuando la
reencontraba se impulsaba de tal forma que la felicidad
perduraba hasta el terror y desear verla otra vez. Fátima tejía
el camino con la ayuda de su madre. Tejió el hallazgo desde
los sueños. Ella había adquirido poderes que siglos de amor,
dulzura, transparencia, les otorgan a las mujeres. Así
presentía el alma extraviada de aquel que un día fue
vampiro. Lo atraía, le mostraba, le acariciaba el origen del
amor, aún a pesar de su propio corazón humano, arriesgaba
estatus, ideas, formas de pensamiento, egos, y se disponía a
deshacerse de todo aquello que la atara a seguir su intuición
más elevada. Lo hizo en el pasado. En esta ocasión lo volvió
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al centro; esta vez Joel aterrizó con firmeza al estar a punto
de desmoronase en la vida actual. Fátima transmutó la
doncella que había sido y se entregó sin reservas.
La era de avanzar arrebató el placer momentaneo y la triste
repetición de patrones; no podía seguir siendo la
incondicional de aquel Ser que aferrado en su estadía la
obligaba a regresar una y otra y otra vez al ciclo vicioso de
su historia de vida. Fátima aprendería a soltarlo
infinitamente, desaprendería la forma del tejido hacia él,
sería completa sabiéndose alma sabiéndose mujer cósmica.
Joel se percataría de la decisión de Fátima y él descubriría
sólo el tejido hacia ella. Llegó un 31 de octubre por la noche;
entró por la puerta de atrás y olfateó el corazón de Fátima, lo
succionó, fue pasado, presente y futuro cuando en un acto
Fátima vio la cabellera lacia larga, la cabellera de los sueños
que se enredaba todo. El viento sopló meneando las esferas
abriéndose en cabellos dorados. Desde antes, desde ahora, se
enamoró arriba en el escenario de la experiencia, ignorando
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