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Hilda Yaneth Sotelo
-Tanto esperar para lo mismo. Encapsulado por los pactos de
los vampiros, enfermo adicto a beber sangre, muerto sin una
gota de la misma, haber pasado tanto tiempo en espera, en la
misma forma con el mismo cuerpo. Obsesionado con ver a la
doncella, el único ser que emanó amor puro, el único ser
cerca de la divinidad y sentir que ha sido víctima de sus
propias creaciones. Estaba listo para transmutar a humano,
esperaría el feliz embarazo de Fátima y Joel.
-Me han dicho demonio femenino cuando por primera vez
me extrajeron de una piedra en la montaña. Allá donde los
vampiros experimentaban los caminos hacia el desarrollo de
diferentes poderes. Desde entonces seguí a Joel. No sabía
que él iba a estar en un escenario, cuando llegó la verdadera
riqueza a su alma tan perdida por siglos. Cuando conoció a
la doncella en Florencia, ese día, ese momento fue para mí la
liberación. Joel desde su época de vampiro me había traído
en su cuerpo, pegado en diferentes formas. Primero me uní
con fuerza a su pecho mientras él tocaba el suelo para
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elevarse. Por accidente quedé en su mano derecha, quedé en
forma de pequeña piedra. Fui una piedra hasta que una
noche en un ritual llegó a mi un charco de sangre que
absorbí sediento, por eso es que fui rojo brillante, pero el
paso de los años me desgastó a una forma muy pequeña casi
invisible. Joel estaba a punto de sacudirse las manos cuando
notó mi presencia, me tomó con curiosidad y me llevó con él
a todas partes, él supo que con el paso del tiempo y la
admiración de los seres vivos yo crecía, eso lo dejó prendido
de mi desarrollo. Crecí y mi brillo encandilaba los ojos
humanos, el valor para intercambiarme aumentaba cada vez
más. Hasta que un día una adivina que quería comprarme
supo mi origen, me abrazó con calor y en un instante mi
deseo de estar vivo, de respirar, de correr se había cumplido.
La adivina quiso liberarme y me dio de alimento a un animal
salvaje. Al estar en el interior del animal estallé con tal
fuerza que penetré una de las crías que la hembra llevaba en
su vientre. Desde entonces navego en cuatro patas, algunas
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