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Hilda Yaneth Sotelo
Mujeres cósmicas
Fátima, Eloisa, Sally, Ramona, Ileana y las otras danzaban
en mis ojos perdidos. El paseo en el triunfo merodeaba.
Éramos trece, jugábamos siendo expertas en cada una de las
posiciones, las posturas, las caretas, las verdades, con sus
11. LUNA LLENA
Antes del Sabbath mis dedos bailaban presintiendo la danza
sobre el teclado, las letras impresas en los pequeños cuadros
de la computadora, la excitante danza de las vidas paralelas.
Lo supe con los soplidos del viento en la ventana del sexto
piso del hotel. Mi estómago avisaba de lo suyo. Llegué a la
comilona, esperaba pizza con harto queso cuando mis ojos
suspendieron el baile en el teclado. Caminé buscando la
presencia requerida, vi los autobuses, vi a la delgada mujer
universitaria que inflada de ideales me esperaba. Ondulando
el cabello, sentada en la ventana, agachaba la cabeza,
cansada. Imaginaba escribirse en el futuro y del cuerpo vivir
las experiencias. Las siluetas de la reunión en la kawí
emanaban. Marisol, Ariana, Mariana, Diamante, Diana,
experiencias hasta el dos mil diez. Tomábamos el rol sin
hablar, leíamos el pensamiento las emociones desde antes,
sabíamos al amor en las vivencias, llegábamos ahí todas al
deseo de una. Sellado en el minuto, la huída del bosque
acentuaba los pasos que aplastaban los pies en la tierra. Las
voces se mezclaban, interrumpían la versión original, los
pareceres son varios, tantos como cabezas. El eco ubicó las
huellas que aplastaban los pies, el sonido se imprimió. Las
rivales arrojaron las coartadas, dejaron de competir, no
corrían, ni trotaban. Sobre el plano vimos nuestras aberrantes
historietas. Arline escribía la negrura de nuestras almas, en la
mofa con desbaratadas estrofas. Éramos interesadas,
manipuladoras, sufridas, todo, todo menos diosas en la tierra.
Caminaba sobre las hojas arrastradas por el viento que
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