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Hilda Yaneth Sotelo
computadora, la virtualidad que a veces atrapa a los
distantes. Internet que mantiene a mi tierra, a mi familia
cerca, esa computadora que descansa sólo por temporadas,
ahí está, ahí está la hilvanadora, mi amiga del alma,
escribimos brevemente según el tiempo, tomo el vino sin
prisa, ya es tarde. Ella ha puesto algunas palabras claves en
la conversación, me agrada platicar. Ella comprende uno a
uno los tropiezos de una mujer del bosque. Una mujer que
antes fue hada, bella delicada, con suaves manos, con altura
a pino, con corset delgado, con ojos brillantes, sonrisa tierna,
amante de las bondades, concedía deseos, de toda índole,
siempre y cuando esas frecuencias de pensamientos llegaran
hacia el lugar que solía ser mi estancia, era un lugar que
estoy segura llevo adentro ahora. Ahí estuve por largos
periodos, estuve paseado entre los delfos, las ninfas, las
orugas, las mariposas, los escarabajos coloridos, las plantas
danzantes, las aves soñadoras, los árboles sabios, el sol,
estuve ahí y sin saberlo he regresado al mismo lugar, a ese
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lugar que antes veía frío, pero que ahora se presenta al abrigo
de mis ilusiones a través de los sueños que dictan aquel
pasado remoto, mágico de mi ser, hada, eso es, lo más
cercano a aquel tiempo es lo que conocemos como hadas.
Pero ¿qué hago? Trato de razonar la magia. Esa no se
razona, sólo se vive, se siente, se alimenta. Pondré un poco
de talco blanco bien oliente debajo de mi almohada, ese
mismo olor entrará en la comodidad del dormir, de ahí subiré
sentada en el algodón del fuerte, concentrado en forma de
nube y entraré a mi mundo paralelo. El mundo que ya quiere
vivir conmigo. Sólo así llegará el cambio que tanto añoro,
pero esta vez sin razón aparente, cargado de emociones que
no dudaré en vivir, haré de la vida presente un pasaje
colateral hacia la plenitud y la libertad. Dentro de la rebeldía
estará la voz más elevada que dicta vivir cada experiencia y
encontrar los tintes de amor en ellas. Tal vez dentro de mis
sueños vea alguna que otra verdad que había estado
negándome a sentir para partir de ahí, a partir de que mueva
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