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Hilda Yaneth Sotelo
avecina, que la preparación se está dando aún en medio de
esta competencia que carcome el alma, aún entre los deseos
de ser yo la que trascendió aquel lugar que ahora parece tan
cercano. El lugar que ahora me trasciende. A veces siento la
presencia de los seres elevados, de esos seres mitológicos de
mis religiones, de los Dioses que han de venir uno a uno a
presentarse de lo contrario no les creo. Eso, eso es lo que
entorpece el cambio, de querer filtrar toditito por la mente
que estalla llena de datos añejos, nombres, clasificaciones,
estatus de prestigio rodeando una pieza que no tiene vida, así
como los números encerrados en el infinito de mi
consciencia que ha quedado estancada en algún lugar, no sé
dónde.
Las comparaciones fueron mi fuerte, en matemáticas solía
descartar los valores de una y añadírselos a otra operación
sin percatarme jamás de la abstracción que después formaría
parte de mi forma de ver el entorno, comparando el árbol con
el pino al no saber de la bella individualidad que encierra
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cada especie en la tierra. Fue agobiante tratar de entender las
fracciones, cuando la maestra dijo que comparara, entonces,
un foco se prendió en el centro de mi frente, un foco que
hasta hoy no se cómo mediar, a veces quema, quiere
compararlo todo. ¿He de vivir con ello siendo inconsciente?
No, claro que no, necesito aclarar el origen de semejante
infierno, o demonio, estoy en el proceso, caminado mientras
las ideas de las producciones rondan por mi cabeza. Llego a
mi silente casa, recorro las cortinas para ver por infinitésima
ocasión la nieve que cae implacable, enciendo una veladora
aromática, me sirvo una copa de vino, el que sea, da lo
mismo, reflexiono como es costumbre, encuentro el centro
de mi pecho encendido, es la llama de Dios dentro de mí, de
vida, ese Dios de sensaciones, no de culpas ni juicios, ese
Dios que encamina uno a uno a mis ángeles que lentamente
se han instalado en mí al igual que las hadas verdes, celestes,
ese verde que se parece a la botella del vino blanco que
recién he servido. Está la copa frente a mí, enciendo la
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