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Hilda Yaneth Sotelo
Hay un destello insistente reflejando el lente derecho, es
entretenido verlo proyectado en el televisor apagado. Al
parecer suspendieron el juego, Lucy así lo dispuso, nadie
sabe la razón. La oscuridad cae, son las seis cuarenta y
ocho, han pasado horas, mis brazos se han alargado,
pueden alcanzar la macana en la mesita de centro, a pesar
de estar recostada en el sillón café, puedo presionar el botón
de encendido y apagado, estoy con el objeto equivocado,
esto es una linterna, ¿Aquí no hay linternas? Mucho menos
encima de la mesa, aquí solo estaba un mantel redondo
guinda, una Atalaya, y la macana que olvidaron
acertadamente las mujeres que llegaron esta mañana. Hay
cera derretida todavía caliente encima del pequeño mantel
guinda, ladridos de cachorros. ¿Habré dejado, encendida la
linterna? No, no, que tonta, aquí no hay velas, ni linternas.
El encierro es un juego diferente, la mente me traiciona,
pero los objetos no mienten, la oscuridad tampoco, debo
encender una vela al menos, igual mi cansada vista apenas
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si siente la negrura, la caída del sol. No, no con la linterna
es suficiente, escucho los ladridos muy cerca, alguien se
aproxima ¿Dónde estoy? Tengo un fuerte dolor en el pecho,
insoportable, me estoy tragando el humo de la quema, la
quema en el bosque, pero eso es fantasía, auxilio, era un
juego, un lindo juego de letras.
Arline ha logrado convertise en la sombra, la hilvanadora
debe tener el control, ni a Arline ni a Lucy le es permitido
guiar, son creaciones de la mente; la hilvanadora es guia.
El hada mostrará el camino hacia la salida de este
laberinto en el que estoy metida. ¿En qué momento se me
ocurrió recostarme en el sillón y tomar el libro de otras?.
Los hombres de anaranjado cruzando la puerta cantan,
dicen que el calambre en el tobillo derecho es la señal de
que debo regresar al cuerpo, el calambre no llega, estoy
acariciando un grillo, un enorme grillo, el cruza conmigo.
Odio a los personajes por mí que se pudran en el infierno,
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