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Hilda Yaneth Sotelo
estudiantes, atenuan mis ánimos, me sacan de la depresión,
son esperanza rosa de la vida que quiere mi vientre gestar.
La fascinación ancló, ahí, con adolescentes, los puros. Ellos,
los artistas que transcienden en sus colores, sus vidas, sus
amores, sus amarguras, sus sufrimientos, sus penas, sus
glorias, atusadas de alcohol, de comida, de sexo, de tabaco,
de amor, de locura. Empecinados y obstinados egos, de
mentes locas, perversas, enfermas, de cuerpos con boca de
alientos fétidos consecuencia de sus abusos a la decisión de
vivir al pintar la apurada vida con sus dedos, sus manos, sus
vísceras al dividirse sus espíritus a trasladarse desde donde
están. La nueva generación tiene la capacidad de verlos,
trasladarse en el tiempo y entrevistarlos, creen y crean; son
heraldos del amor, empatía, respeto y tolerancia. Buscan el
cordon umbilical que los regrese a México, su madre.
Transforman el pasado. Los artistas hablan siguen hablando,
exigen la repetición de la fascinación mientras se encorajinan
cuando alguien los interrumpe creando.
Mujeres cósmicas
Llevan el lujo de trasladar su presencia a Arline quien ahora
sueña de día y de noche, al sentirse única, reina amada que
se fotografía en ridículas poses subiendo su feo y altanero
rostro al perfiles de Feisbuk. Los asquerosos le anteceden, la
fascinan, la seducen, le muestran algo en secreto. Arline se
instala entre los estudiantes de preparatoria, su mente se
detuvo a los 16, es adolescente, inmadura, le conzco el tono,
Lucy me ha enseñado a chupar voces. Arline culpa a Lucy de
sus desgracias, la aborrece y planea caricaturizarla. No se
devela. Lucy la muy tonta envía los párrafos anteriores a
Arline, idealizando el futuro que pinta original, diferente y
único. Arline patea una a una las letras, las golpea hasta
sangrar.8. Había soltado el hilo rojo de la costura, lo dejó ir y
a cambio se tejió un vestido entallado juvenil. Caminaba
apurada hacia la música y el ruido, mientras los tacones
blancos de plataforma asfixiaban sus cansados pies. Unos
gigantes lentes de sol protegían la mirada oculta de las
enemigas. Se veían alucinadas por las marcas, la frivolidad y
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