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Hilda Yaneth Sotelo
gritan tejer desde las vidas pasadas, ella suda en la confusión
de verse obligada a hilvanar sin remedio, ni negativas. Los
grillos se han ido, la serpiente seguía ahí, necesitaba aparecer
en el hilvanado. Gastón despierta al timbrar el despertador,
Karló anuncia que lo ha visto, anuncia el sueños, ellos
fueron dos almas deambulado en el dormir, Lucy los atrapa
volando, sonrie sarcástica. En este momento todos se han
ido. La hilvanadora desea un descanso pues este último
tejido le ha dejado la boca seca, la vista cruzada y la mente
confundida.
Mujeres cósmicas
De qué habla, he leído tres veces el capítulo VIII y solo los
dormidos lo entienden, jajaja, no sé si llorar o reir.
Siento abultada mi espalda, el asianto ha visto frío y
cemento, los resortes del sillón café están a punto de saltar y
enterrarse dentro, no sé cuánto tiempo he pasado recostada
aquí soñando. He sido víctima de mi propia historia, qué
espanto. No soy quien creía ser.
El partido ha sido suspendido porque alguien en la banca
aventó aceite de oliva en la cancha, varias jugadoras
resbalaron y están heridas, una de nombre Arline, la llevan
en camilla. Esperaré el desenlace, mientras tanto apago el
televisor antes de que pasen las mujeres por aquí y quieran
entrar, esta pantalla me pertenece.
Los hombres vestidos de anaranjado se han marchado, no
escucho nada. ¿Mis anteojos, donde están mis anteojos?
Apenas si puedo tocar los puntos de esta historia que había
sido prohibida hace siglos, ahora a nadie le importa,
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