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Hilda Yaneth Sotelo
Mujeres cósmicas
corrupción.
Ellos asoman su rostro por la tarde, llegan al apartamento en
la calle George Dieter, en la mano traen una bolsa de Doritos
Nachos, un refresco Sprite. A la mesa los espera un pastel de
carne explícito, unos panes de maíz recién horneados,
ensalada al gusto. Jubilosos ingieren lentamente lo que el
paladar disfruta, Karló recuerda que la hilvanadora de
palabras además de cocer, parece loca, departen sentados en
la silla amarilla con azul. A un lado reposa Arline
recordando a José. José le envía textos, la extraña, la toca en
la distancia. Arline revive las escenas una y otra vez, la
narrativa adquiere profundidad, llegan a Gastón las ya muy
vistas imágenes de Neptuno, el pene, los conjuros, se
emociona a la par de las sensaciones de la luna, ha recordado
imitarlas. Gastón es tranquilo, sabe escuchar con todos los
sentidos y más, es amable, aromático, sencillo, nada
complicado en apariencia, nada complicado a los demás,
sólo con él se complica. La charla en la reunión sube de
tono, hablan de posibles viajes al centro de la tierra, de
brujerías, orgías, risas de burla al ver el rostro de Arline
emocionada por la fealdad de su novio, la horrorosa mueca
de bruja que maldecía a dos hombres a verse amantes.
Gastón presintió la presencia de Persé en Arline, equivocado
al estar segregado del todo, fragmentado en sus visiones
viserales, Lucy pasaba desapercibida sigilosa. Lucy quien en
un futuro corto rompería el hechizo del bosque a petición de
la madre muerta de Karló. La madre Edna que aparecía a
placer en los sueños de Lucy, la psíquica, que habla en
dimensiones claras con los difuntos, mismos que alucinan al
pretender intervenir en un mundo que ya no les pertenece, un
mundo que ellos desean manipular al permitir que la persona
controle al ser, esos muertos han perecido en la idea del bien
y el mal que los persigue obstinado. Edna, advierte
permancer al lado de su hijo para guiarlo a su salvación
enterrándose ella misma en un limbo. Karló no la deja
marchar y juntos, uno vivo, otro muerto conviven en el ego.
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