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Hilda Yaneth Sotelo
Mujeres cósmicas
sueñame, transforma mi vida con tus poderes, me urge, lo
Del otro lado del pasillo una fila de hombres de playera
anaranjada entraban bulliciosos al Servicio Secreto. La
puerta frente a mi cuarto, no necesitaba timbre, se abría en
combinación al presionar algunos códigos instalados justo
encima de la manija.
El ruido me hizo levantar y asomarme a la mirilla.
Precavida de no ser pillada acomodé el volumen del auditor
para escuchar mejor, ellos, los de anaranjado, ritualizaban
como suelen hacerlo, los fanáticos del mundo, en gritos
repetitivos, y esbozos que yo analizaba al dormir. Regresé al
necesito ahora, sigue leyendo. Muy pronto te veré. Las amo
a todas. –Diamante ya no puedo más el dolor en el centro de
mi pecho es inmenso, a las las 12 de la noche despierto
hueca, imagino a mis hijos abortados, el dolor de las
violaciones a los niños, el espanto de la juventud extraviada,
los niños en Juárez vieron la guerra, fueron testigos de la
sangre derramada y las cabezas fuera. Veo la mueca
bailando retorcida entre los festejos de los presidentes de
México, manipuladores, saqueadores, asquerosos. Mejor
sueño, Diamante, sueño.
sillón sin ser olfateada, subí hasta el tope el volumen del
televisor, me perdí arrepentida de ser testigo de los libros
del odio humano. Lucy prometía regresar de noche. Mis ojos
se agrandaban anunciándola en el color almendra. -Qúe son
esas voces pegadas a la pared, Lucy, Lucy.
-Diamante, estás aquí. Has despertado a la otra realidad, no
has temido. Eres una auténtica cósmica. -Sueña Lucy,
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