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Hilda Yaneth Sotelo
mujer de la mesa redonda de madera y sillas blancas, la
mujer que se re escribe, la niña.
- Ya casi cruzo el puente, nos vemos a las 4:30. ¿Qué les
gusta tomar a ti y a tu hija? Yo tengo hambrecita.
Mujeres cósmicas
de estrellas estábamos un poco llenas.
Preferimos platicar frente a la mesa redonda, Lucy admira mi
cabello blanco, al menos así lo está viendo en este momento,
es
- -Lo k kieras k llevo de botana?
- Lo k kieras
- K?
- Algo rico, suave
-K?
- Inspírate , lo que traigas está rico
Dijo la mujer de la silla blanca con respaldo amarillo y
pequeños ángeles de frente. No sabía qué botana llevar a la
reunioncita, pero la inspiración me trajo a Kmart hablando
con tantas K pues me dirigí a comprar un rico, suave e
inspirador sushi. Había sugerido ir a Music under starts, pero
que la mujer sin identidad casi me convence de perder la mía
pero no, no, no, eso jamás, yo soy chingona. Ella piensa
piensa que soy longeva, piensa que traigo respuestas, además
de un muy señor lenguaje, consecuencia de mis infinitas
experiencias.
Había quedado de llegar a las cinco, pero mi atareada
memoria llegó hasta las cinco con quince. La mujer me citó
a las cuatro y media. No importa yo le iba decir que me
acompañara con uno de esos hombres que lo saben todo.
Él lo dijo, tengo un don, un camino que seguir. Eso del
matrimonio y de tener hijos no era para mí, pero aquí estaba
en aquel momento, el momento de mi desgraciado,
desgarrador divorcio. El chamán me recomendó
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