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Hilda Yaneth Sotelo
progresiones-, pensé. Allá en Oaxaca una camioneta la hará
ver su suerte. La camioneta continuaba su ruedo y a mi
derecha vi un tremendo espectáculo anunciaba a un tal
“Salvador” que viene. Pff, el nombre del desgraciado de mi
ex novio. Recogí mi cabello que agobiaba el cuello al calor.
Lo sostuve muy bien con al broche, quedó un chongo, que,
cuando Salvador lo veía solía llamarme La Corregidora de
Querétaro. Al tiempo pasamos por una escuela preparatoria,
llamada Josefa Ortíz de Domínguez. Visiones eran dictadas
por los ojos, -el futuro de México en una corregidora-. Claro,
la primer candidata a presidenta, Josefina.
Bien que necesitamos auto borrarnos, necesitamos a la
mujer cósmica en el poder, urge volver a empezar. –
Reflexiones serpentinas-, me reprochaba.
Entretenida en lo que la mente manifestaba y el universo
inmediatamente respondía, la vida me era más complaciente,
tan complaciente que inicié a experimentar la respuesta de
los decretos con los eventos. Para entonces Lucy había sido
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descubierta, era gigante, espantosa, fea, desaliñada, deseosa,
incolora, rebelde, se arrastraba y en una ocasión intentó ser
mujer y no lo permití. ¿Por qué la serpiente quiere ser
mujer? Era animal rastrero, así debería de permanecer,
mala... muy mala.
Ignoré a Lucy y cambié al hecho de la próxima visita del
casado a mi casa, eso era inminente, irrefutable, sin cambios
ni alteraciones al igual que mi pleito interno. Pleito que dolía
al alma, evoqué el alma de Sally -La única persona que me
podrá persuadir de no ver a ese hombre casado y estar entre
sus garras será ella. Ella ocupará el espacio total cuando él
mueva su dedo índice exigiendo verme-. Predicho, una
noche antes al 12 de diciembre, habiendo escrito la primer
página, él me busca deseoso; vienen a vender su casa.
Minutos más después la llamada nocturna de Sally; mis
pensamientos se adelantaban tres horas, a veces días, ¿qué
era me pasaba?. Sally había estado ausente por seis meses,
exige verme, ofrece disculpas por su ridícula desaparición.
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