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MujeresCosmicasPDF

En este libro orgánico cuento la historia desgarrada, o sea, con estilo tipo diarreico, la historia de varias dizque amigas que conocí en mis frescos veintes. Mi precepción sobre sus perfecciones me hace crear un personaje que lo juzga todo, se llama Lucy, es una serpiente bien linda que no tiene reparo en emplear todo, el poder femenino a su alcance.

En este libro orgánico cuento la historia desgarrada, o sea, con estilo tipo diarreico, la historia de varias dizque amigas que conocí en mis frescos veintes. Mi precepción sobre sus perfecciones me hace crear un personaje que lo juzga todo, se llama Lucy, es una serpiente bien linda que no tiene reparo en emplear todo, el poder femenino a su alcance.

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ÍNDICE<br />

Agradecimientos<br />

1 Fantasmas<br />

2 De cocodrilos a delfines<br />

3 El beso<br />

4 ¿Macho yo?<br />

5 Sally: De piedras en el camino<br />

6 En varias lunas estrelladas<br />

7 Kawí<br />

8 El laúd de la serpiente<br />

9 Luna vieja<br />

10 Hada Afín


1. FANTASMAS<br />

El fantasma anunciaba su llegada exactamente el día 12 de<br />

diciembre de uno de esos años; el día de la Virgen de<br />

Guadalupe, la divina verde que extiende sus brazos lo<br />

traería, iría a Calafia, la reina amazónica a anunciarle la<br />

venta de sus casas en El Paso, Tx. Ellas lo observarían, ellos<br />

leerían sin resticciones, fuera de los límites. Seis largos<br />

meses sin saber de él, una encarnizada lucha se curtía en mis<br />

adentros, seguía. La culpa, el desasosiego, el haberlo<br />

convertido en hombre comprometido, transfigurarlo en<br />

intelectual, macho, libre, águila, guardaba el reencuentro.<br />

Yo estaba en Puebla frente a Marisol, habíamos asistido a la<br />

boda del Hijo contigo, la boda de la ilusión, testigos de la<br />

felicidad de otros departiendo el bien hacer, el buen decir,<br />

íbamos a perfeccionar el momento. Fotografías paredes<br />

1


Hilda Yaneth Sotelo<br />

rojas, sabores culinarios de altura, salón pequeño, grandes<br />

amistades, gente ataviada a lo Cholula, jueza cara de monja<br />

bigotona, leía la cartilla matrimonial, aseguraba que el<br />

hombre por si sólo sería infeliz, insatisfecho, -la tierra está<br />

llena de tentaciones-. Dijo la jueza. Los novios deberían<br />

permanecer juntos en pro a sostener las leyes, la institución<br />

en pareja, henchir la especie, la iglesia metida al cien por<br />

ciento en la constituyente del acta matrimonial, el estado<br />

subyugado por cuanta patraña patronal.<br />

La ceremonia era breve y eterna a la vez, la jueza con un<br />

dejo lesbio, recién regresada de la isla (olfateada a cuadras<br />

antes de su llegada), no sostenía la mirada de los presentes,<br />

iba a asegurar la mano de los amantes, la religión, el temor,<br />

el papel amarrados del tiempo en la tierra, -trámite, mero<br />

trámite - dijo la novia, pero su tremenda mueca de<br />

satisfacción, de mujer embarazada que atrapa marido, la<br />

delata, se lanzaba al novio con dulzura angelical, lo besa, lo<br />

llena de miel con la lengua, agradece y bendice que sus<br />

Mujeres cósmicas<br />

monos santeros le hubieran dado la providencia a salir de<br />

Cuba, y de pasada encontrar el amor en la buenaventura<br />

necesitada de nuestro amigo. Él, feliz y dichoso sembrado a<br />

las afueras de su apartamento, implantaba la semilla en en el<br />

patio de su casa, al igual que en el vientre de la rubia<br />

ojiverde cubana, al sueño de ser esposa y madre, libre, fuera<br />

de aquella isla que amaba y añoraba tanto atada dentro de sí<br />

misma. Quedamos prendados de su vida, de su estampa, de<br />

su belleza celestial, de su mirada de ensueño, sus dedos de<br />

cristal transparente amarillo, listos para programarle otra<br />

vida a nuestro mejor amigo Tomás, siendo ella<br />

programadora de computadoras. Los códigos sigilosos<br />

tomaban su curso. Ellas leen al revés, ellos patean el balón<br />

hacia el infierno, ellas se enemistan, abren y cierran puertas<br />

entre irremediables juegos.<br />

Marisol apuraba el paso durante nuestra estancia en el<br />

casamiento, necesitaba ver casas y rentar una. De día veía los<br />

periódicos, de noche soñaba; vio una casa, después otra y al<br />

2<br />

3


Hilda Yaneth Sotelo<br />

día siguiente otra. El fantasma vendía su alma entre las<br />

ánimas de las calles paralelas, la casa se fugó; Marisol renta<br />

la de al lado de los recién casados, así su familia estaría muy<br />

cerca de los enamorados y lejos del horror de Ciudad Juárez,<br />

la Ciudad del terror que ahora gesta mujeres y hombres<br />

cósmicos. Humanos que se han visto forzados a reinventar<br />

sus estructuras y volver al Ser.<br />

Una vez determinada la situación de ubicación de sus padres<br />

en Puebla. Marisol arde por hartar hamburguesas, fuimos a<br />

El Fogoncito en Cholula. A la par, los mensajes de texto del<br />

fantasma acosaban la realidad en mi celular, el fantasma<br />

electrónico, el hombre hechizo, el hombre mío, allá arriba,<br />

porque acá abajo le pertenecía a otra. Comíamos una frente a<br />

la otra. Mujeres de muecas resignadas comparten hombre.<br />

Ordené una jugosa carne roja y un vino tinto, ella su<br />

hamburguesa con queso, tocino y aguacate. Soñaba al<br />

fantasma en un autobús rumbo al aeropuerto hacia la Feria<br />

del libro en Guadalajara. Meses después yo tomaría otro<br />

Mujeres cósmicas<br />

autobús rumbo al pasado, en dirección al 1925 donde en una<br />

época de revueltas fuimos amantes. Años posteriores<br />

estaríamos en las mismísimas guerras, piedras, pistolas,<br />

iglesias, rezos, vestidos, lugares, creaciones de serpientes<br />

erguidas; protestas de Caravanas por la Paz, él, yo y la<br />

frontera, sin límites. Juárez en guerra, las pesadillas volvían,<br />

aparecieron en el decapitado del Puente al Revés, luego en el<br />

juego de fútbol donde las cabezas no valen nada. Donde la<br />

locura alcanza a la mujer de este siglo y ella pide morir, a<br />

cambio le dan la pluma de hilos de oro, teje sus redes<br />

neuronales emplea totems, rescata el dorado de su raza,<br />

extravía los miedos cuando la hechicera retiró el listón<br />

negro-amarillo amarrado en la cabeza.<br />

Ellos, la carne, el vino tinto, las ciudades gemelas, la<br />

máquina del tiempo, las memorias, las casas, la virgen y los<br />

sueños entramos en la esfera del amor, la esfera rosada,<br />

morada, blanca. Una historia sobre varias era vista por los<br />

dos enormes ojos ovalados sin pestañas, deambulaban<br />

4<br />

5


Hilda Yaneth Sotelo<br />

encima de la nubes, volaban sin las alas de aves, tenían la<br />

capacidad de ver el fuego azul de las escenas. Grave mi<br />

cuerpo sostenía el placer del bocato en el tiempo. El vino se<br />

consagró en mi sangre, corría a vapor, disfrutando plasmarse<br />

en esta mortal; esos momentos eran únicos, especiales,<br />

espaciados, una o dos veces al mes se presentaban. Lucy era<br />

la fiel testigo, mi amada Lucy. A veces el fantasma aparecía,<br />

llegaba a ver el momento del deleite culinario, el orgasmo<br />

propio de los mortales que disfrutan recrearse, refugiarse en<br />

un microcosmos que los salva de la guerra, las injusticias, el<br />

terror afuera, creado por otros microcosmos que se ignoran,<br />

violentan, odian, intimidan, se limitan. Terrores que<br />

requieren de protestas, más guerra en la búsqueda de la paz.<br />

En esas estaba, buscando a Lucy dentro de El Fogoncito,<br />

cuando Marisol de su muy desolado temple, de sus ataduras,<br />

sus marañas reclamaba saberme experta, sabia. Me odia pero<br />

en el fondo se odia ella misma.<br />

-Te crees saber todo, piensas que eres perfecta, no sabes<br />

6<br />

Mujeres cósmicas<br />

cuánto te he tolerado, por eso te sigo hasta aquí, por<br />

tolerancia- exclamaba a pecho tendido, desenfundando la<br />

espada color café rojizo, desde la hamburguesa aparecía esa<br />

negra, mosca muerta, aplastada en las volteretas de la carne;<br />

la extrajo, la mostró, la hizo a un lado y continuó con sus<br />

mordiscones a la triple carne. -Guácala-.<br />

Me vi forzada a bajarme de la esfera morada, solté la mano<br />

de la serpiente, apenas si había cortado tres trozos de carne y<br />

sorbido tres tragos de vino, cuando la ira contenida cegó a<br />

Marisol al mostrar el asqueroso insecto. Los ojos filtrando<br />

las nubes, nos seguían insistentes, elevados, perfectos. Lucy<br />

estaba a punto de poseer mi alma, varias noches atrás entró a<br />

mi casa mientras yo dormía plácidamente, me pidió<br />

acomodarse en el sillón café Luis XV, era clara, serpiente<br />

con rostro de mujer, la recuerdo querer besarme a cambio le<br />

presté temporalmente mi pluma dorada; oh no, ella prometió<br />

poderes, ella fue insaciable, me esclavizaba entre los cristos<br />

crucificados, me postraba al sufrimiento, rendida entre<br />

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Hilda Yaneth Sotelo<br />

culpas. Sabía ser macho, el peor de todos; llegaba a mis<br />

sueños, cercenaba mi clitoris y al amanecer mi hilvanado se<br />

mudaba a probar otros destinos. Marisol la llevaba enroscada<br />

en el estómago, necesitaba ayuda, la necesita.<br />

-Querida Marisol, yo no estoy contigo por tolerancia, solo<br />

por amor. Llevas una- pensé, regresado al estado del Ser,<br />

cerca del cuerpo de Marisol, pero completamente alejada de<br />

aquella, que cuando era atrapada por el figurín de la<br />

manipulación transpiraba el hedor propio del demonio<br />

controlador, era una especie de olor a cerdo revolcado en su<br />

propio estiércol. El juego apenas iniciaba, 1.<br />

Los Mayas presentaron orgulloso la ilusión de la vida, la<br />

realidad de las otras imágenes que yacen muertas en cada<br />

uno de nosotros, en algún lugar de la psique. Y al tanto que<br />

el cosmos conectaba esas realidades paralelas facilitadas por<br />

nuestros ancestros, ya en el mundo, en la andanza, en esta<br />

tercera dimensión, la mente inició el pleito, la irremediable<br />

guerra interior. –La culpa es de Marisol, tú eres perfecta,<br />

8<br />

Mujeres cósmicas<br />

hermosa- Susurraba Lucy. -No deberías ver a ese hombre<br />

casado, aléjate-.<br />

Al mismo tiempo, la mente traía colores de posibles<br />

encuentros con hombres comprometidos, amaba los<br />

obstáculos. El hombre casado y yo conversando en los<br />

sillones de algún bar, dejando el reloj, abandonados de reglas<br />

y encierros en líneas, círculos y cuadros de la mente,<br />

besando la eternidad, el infinito rodeado de verdad y certeza.<br />

El juego de la mente estaba cansando, los ecos de la cabeza,<br />

el reciente abandono de mi novio, el año en vuelta con lo<br />

mismo, Marisol y las otras arrastrando las cargas, las pesadas<br />

y aburridas cargas. Juegos milenarios que gritan trasmutar.<br />

Me propuse dejar hablar al entorno, era mucho más<br />

interesante cotejar los sueños y los pensamientos del minuto<br />

con los eventos espontáneos, como los anuncios, los colores<br />

de los autos, las conversaciones de la gente, esas comidas<br />

que ves y el andar en cada esquina leyéndole al inconsciente.<br />

Marisol circulaba en una camioneta verde, -sincronías y<br />

9


Hilda Yaneth Sotelo<br />

progresiones-, pensé. Allá en Oaxaca una camioneta la hará<br />

ver su suerte. La camioneta continuaba su ruedo y a mi<br />

derecha vi un tremendo espectáculo anunciaba a un tal<br />

“Salvador” que viene. Pff, el nombre del desgraciado de mi<br />

ex novio. Recogí mi cabello que agobiaba el cuello al calor.<br />

Lo sostuve muy bien con al broche, quedó un chongo, que,<br />

cuando Salvador lo veía solía llamarme La Corregidora de<br />

Querétaro. Al tiempo pasamos por una escuela preparatoria,<br />

llamada Josefa Ortíz de Domínguez. Visiones eran dictadas<br />

por los ojos, -el futuro de México en una corregidora-. Claro,<br />

la primer candidata a presidenta, Josefina.<br />

Bien que necesitamos auto borrarnos, necesitamos a la<br />

mujer cósmica en el poder, urge volver a empezar. –<br />

Reflexiones serpentinas-, me reprochaba.<br />

Entretenida en lo que la mente manifestaba y el universo<br />

inmediatamente respondía, la vida me era más complaciente,<br />

tan complaciente que inicié a experimentar la respuesta de<br />

los decretos con los eventos. Para entonces Lucy había sido<br />

10<br />

Mujeres cósmicas<br />

descubierta, era gigante, espantosa, fea, desaliñada, deseosa,<br />

incolora, rebelde, se arrastraba y en una ocasión intentó ser<br />

mujer y no lo permití. ¿Por qué la serpiente quiere ser<br />

mujer? Era animal rastrero, así debería de permanecer,<br />

mala... muy mala.<br />

Ignoré a Lucy y cambié al hecho de la próxima visita del<br />

casado a mi casa, eso era inminente, irrefutable, sin cambios<br />

ni alteraciones al igual que mi pleito interno. Pleito que dolía<br />

al alma, evoqué el alma de Sally -La única persona que me<br />

podrá persuadir de no ver a ese hombre casado y estar entre<br />

sus garras será ella. Ella ocupará el espacio total cuando él<br />

mueva su dedo índice exigiendo verme-. Predicho, una<br />

noche antes al 12 de diciembre, habiendo escrito la primer<br />

página, él me busca deseoso; vienen a vender su casa.<br />

Minutos más después la llamada nocturna de Sally; mis<br />

pensamientos se adelantaban tres horas, a veces días, ¿qué<br />

era me pasaba?. Sally había estado ausente por seis meses,<br />

exige verme, ofrece disculpas por su ridícula desaparición.<br />

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Hilda Yaneth Sotelo<br />

Sin anticiparme esperé el desenlace entre Sally y él, tenían<br />

un pleito pasado, tan sencillo como convocarlos a mi<br />

microcosmos y deleitarme en las conexiones, sin ejercer<br />

manipulación alguna. Qué belleza, la venganza estaba en el<br />

aire. Esa noche soñé a Némesis entre brazos varoniles del<br />

hombre casado. Tres horas transcurrieron antes de estar con<br />

Sally, placer. Y yo, yo veía los verdaderos pensamientos de<br />

las personas, experimentar el don del vidente me era<br />

novedoso; pensé leer el alma de Sally y arrojar su<br />

sufrimiento al Río Bravo pero entre la guerra por la Ciudad<br />

ella ganaba.<br />

Llena de lo mío seguí espléndida cuidando de no derrochar<br />

energía, que esa, últimamente había escaseado al igual que el<br />

entusiasmo. Salvador, partió los mundos: el real y el iluso.<br />

Él a capa ancha derribó las posibilidades románticas que yo<br />

había fabricado para su existencia. No quiso contraer<br />

nupcias, mucho menos traer un bebé a este mundo que le<br />

parecía cruel, despiadado, inhóspito, débil, nefasto, ridículo.<br />

Mujeres cósmicas<br />

- El matrimonio es obsoleto debe perecer en la tierra,<br />

volvamos a la aldea-. Alegaba firme y seguro el hombre<br />

rebelde y libertador. Yo aceptaba sus propuestas aunque<br />

distaran de mis verdaderos deseos. ¿Qué quería? Yo tenía en<br />

mi corazón imágenes de vestidos blancos, casas limpias,<br />

cocinas divinas, pianos de iglesias, manteles largos,<br />

sombreros elegantes; anidaba especialmente el día, el<br />

bendito atardecer de fiesta y anillos. El nido copiado<br />

amenazaban con regresar hasta la rabia si Salvador no<br />

proponía matrimonio. De pronto los enormes ojos ovalados<br />

soplaban, Lucy -conócete a ti misma, busca tus Dones-. Y en<br />

la búsqueda el hombrecito se escapó. Días más tarde las<br />

visiones en los sueños dirían que Salvador se casaría a vuelta<br />

de año y concebiría el hijo de nombre Jhonatán. -Ay, lo<br />

sabía, no era conmigo, el matrimonio era para otra-. Co<br />

creadora de mi destino, descubriendo a esa cósmica en mí,<br />

permití que los eventos siguieran su curso sin intervención<br />

de mi parte. Qué difícil es no entrometerte en tu propia vida,<br />

12<br />

13


Hilda Yaneth Sotelo<br />

ni con rezos, ni con decretos, ni con súplicas; salir del juego<br />

suele ser aburrido pero lo hice. Y para evitar que Salvador<br />

me fuese cruelmente arrebatado hube que escribir un correo<br />

electrónico, abrir mi corazón de mujer, hablar la palabra<br />

precisa, manipular. El hubiera existió muy a pesar de la<br />

omisión al predecir la lucha cansada de lo mismo. Dos<br />

mujeres en la cancha, pateando hechos, letras, vestidos de<br />

colores, sonrisas tiernas, comidas deliciosas, cuerpos<br />

esculturales, sacrificios, desveladas, entregas, todo, ¿para<br />

qué? El trofeo sería el hombre. Las cósmicas han dado la<br />

vuelta a esos partidos obsoletos, juegos añejos, los<br />

verdaderos cósmicos no permiten que eso suceda. Las<br />

cósmicas abandonan la cancha cuando es turbia y aburrida.<br />

Una vez lejos del juego el cuerpo se atrasaba al Ser y mis<br />

defensas bajaron, la cruel soledad en el ocular enfocaba las<br />

posibilidades del suicidio, la inocencia se convirtió en<br />

ingenuidad estúpida, había dejado de ser la niña de Salvador,<br />

ahora debería crecer. –Sí claro, andando con casados y<br />

Mujeres cósmicas<br />

lesbianas, ¿a eso le llamas crecer?, mira a Marisol que lo le<br />

tiene asco a las moscas en su comida-. La voz de Lucy era<br />

extraña, parecía juzgarlo todo.<br />

La idiota que creía en la fabricación de castillos y en la<br />

magia de convertir a un inmaduro en hombre había de<br />

perecer. Soñaba a un hombre real, de carne y hueso, buen<br />

amante, jefe de familia, proveedor. Me vi forzada a<br />

abandonar los crueles juegos; partidos de orígenes<br />

inhumanos, fabricaciones de instituciones ya estériles en<br />

estos tiempos. Ix-Tab urgía a la muerte de los egos<br />

estorbosos.<br />

¡Bah! Al diablo se fue. Ahora el día anunciaba la presencia<br />

de otro perfecto idiota, intelectual, casado; aunque éste, al<br />

menos, no prometía viajes ni ciudades encantadas, a él,<br />

fácilmente lo podía convertir en aparición que quedaba lejos,<br />

bien lejos en unos cuantos días, lo convertí en el fantasma.<br />

Y entre el desequilibrio que provoca el resquebrajar la moral<br />

14<br />

15


Hilda Yaneth Sotelo<br />

y atreverse a empezar de cero, un sinfín de amorfos seres<br />

fueron desfilando frente a un sillón café hasta poblar esta<br />

nueva visión, una nueva interpretación de un mundo que<br />

respeta profundamente la existencia cósmica y ayuda a otros<br />

universos semejantes a interpretarse, aunque ello signifique<br />

dejar de sufrir y la disolución hasta la transformación de<br />

relaciones humanas.<br />

Algo tenía bien claro, el fantasma debía saber que gracias a<br />

él mi amor hacia las letras sincrónicas renació. Justifiqué<br />

verlo, y antes de salir corriendo a ver a Sally que ya para<br />

entonces se había convertido en Nagual, pasé por El Aroma,<br />

un restaurante en la calle Mesa. Marisol y la boda quedaban<br />

en gratos recuerdos. Salvador reposaba en holograma dorada<br />

e hígado fuera del cuerpo, sin pene. Me vi pateando en la<br />

cancha, regresando al partido. Debilité al odio en la<br />

voluntad.<br />

El fantasma y yo hablábamos un poco en El Aroma, instante,<br />

un chispazo de tiempo que ardió fundido en la cobija de<br />

16<br />

Mujeres cósmicas<br />

algo, inmortalizándolo, él tocando con sus manos en mi<br />

trasero desnudo, algo lo vestía de blanco totalmente,<br />

gritando la nieve. La noche era fría, él manejó doce horas,<br />

venía de lejos a cerrar un trato, sus casas grandes y chicas se<br />

esfumaron. En vano resistí verlo. Aclamé la presencia de<br />

Sally, quien sin fuerza asistía. Intenté huir una vez más para<br />

refugiarme en mi segura morada de la conducta adecuada. Él<br />

envió un mensaje asegurando haberme atrapado ya. Presa de<br />

la libertad al atreverme, asistí sin resistencia a la cita, ahí le<br />

conté brevemente sobre la reciente aventura en Oaxaca y<br />

Puebla; el encuentro de Marisol, Arline, Sally y con las<br />

otras, en el verdadero amor. Sí, el amor universal transmitido<br />

gracias al trazo en letras en la escritura de realidades<br />

paralelas, algunas valientes decidieron entrar al juego de<br />

fútbol cósmico a seguir el pulso de la lectura y<br />

transformaron su realidad pasada hacia la paralela presente,<br />

que se apasiona, es libre. El fantasma había iniciado esta<br />

forma de cura del alma. El buscador de verdades ignoraba la<br />

17


Hilda Yaneth Sotelo<br />

que Lucy le implanta al besarlo.<br />

Frente a mí, el fantasma mencionaba no haber terminado de<br />

escribir la colección de cuentos espectrales. Solía dialogar<br />

con mujeres que al cabo de un rato le liberaban sus más<br />

íntimos secretos, escuchaba con desinteresada atención<br />

captado cada detalle en el interior de las damas,<br />

inmediatamente después, con su gran talento, su experiencia,<br />

su eterno amor por la vida, escribía los secretos en clave a la<br />

Kabbala, por lo general eran amores del pasado, redactaba el<br />

letra exacta, presentaba el tesoro, que al leerse, con<br />

inmediata soltura, cedían los nudos de la felicidad, para<br />

convertirse en lazos flojos, sueltos, expertos en vivir. Ellas<br />

reportaban tomar decisiones que debieron haber tomado<br />

hacía muchos años. Después de leer la magia, eran felices. A<br />

mí el fantasma me tocó de igual forma, pero yo, aparte de<br />

regresar al Ser, regresé al Don, ¿acaso estaba muerta?. De él<br />

aprendí el oficio. Iniciaba el fuego, la llama de Lucy. El<br />

fantasma fue mi maestro. Desatando mis manos, destraba mi<br />

Mujeres cósmicas<br />

pesada vida con Salvador, al detectar mis anhelos más<br />

profundos: -Ese hombrecillo, no te conviene- insistía, en lo<br />

delicado, el silencio, el arte, la buena vida, lo exquisito, la<br />

cuerda musical, el toque suave, lento al sostener mi cuello<br />

con su mano derecha, acercando su boca al beso, el fantasma<br />

susurraba: -has liberado a esas mujeres, las has liberado-.<br />

Llegando al espacio abandonado, frío por la ausencia de los<br />

dos; la ventana blanca impecable, ordenada, traía el recuerdo<br />

de su mano derecha acomodando la parte superior de la<br />

cortina. Con la misma mano, tallaba la tela de mi blusa, -tú<br />

no usas este tipo de tela, me gustó verte caminando por ese<br />

pasillo azul, buscando la blusa a verme-. Aseguraba. -La<br />

marca es Apt 9 y efectivamente las paredes de la tienda era<br />

azul. -Ahora sí apuntalaste-. Le respondí melosa a punto de<br />

estallar de júbilo al entretener El Aroma entre los besos<br />

libres. La temperatura subió hasta encender mis mejillas.<br />

Arriba en el segundo piso de la cortina recién acomodada,<br />

nos tiramos en la cama helada, la blusa, las camisas volando<br />

18<br />

19


Hilda Yaneth Sotelo<br />

para ser desabotonadas, la linterna nos observaba, mis manos<br />

apresurando el cierre de su pantalón hacia abajo, la parte<br />

superior de la cortina blanca. Derretidas las horas yo soñaba<br />

una alarma puesta en mi blusa, la misma que él tocaba<br />

durante la noche. Con fastidio removí el artefacto redondo,<br />

un líquido azul emergía, el azul raro jamás visto cuando<br />

despierta. Ya al costado al costado de la cama, Salvador<br />

prometía llevar la despensa, ser proveedor aunque<br />

mujeriego. -¡Uf! Salvador otra vez, qué fastidio-, las claves<br />

para cazarlo y cumplir la promesa a la niña emanaban desde<br />

mi fuente. Deseaba con toda mi alma dejar de soñarlo,<br />

sacarlo de mi vida, terminar la guerra. Salvador yacía en una<br />

versión dorada de otra, de otros.<br />

Mujeres cósmicas<br />

-¿Qué es todo esto? Pensaba al instante de la lectura de<br />

Mujeres cósmicas la novela. Al parecer llevaba varias horas<br />

con la cabeza reposando en el sillón café, frente a la mesa<br />

redonda donde Lucy solía visitarme pero ya no éramos dos<br />

entes separados. Una a una las páginas vivían y se<br />

manifestaban en la pantalla del partido de fútbol que a lo<br />

lejos entraba y salía de mis oídos casi sordos, los dedos<br />

veloces leyendo los puntos, olfateando a Lucy que insistente<br />

apuraba el paso a acomodarse en la trama. El teléfono<br />

sonaba repetido, la vibración era insoportable, contesté<br />

balbuceando las respuestas. Del otro lado, un hombre<br />

mayor, casado, voz ilegible, agobiada de compromisos,<br />

proponía sumergirnos en el aburrido cuento de juegos<br />

nocturnos, -¿Vas a ir a Chihuahua?- preguntaba. El frío<br />

diciembre transcurría a la conversación, el timbre de la<br />

puerta conectado a mi auricular pegado en el oído<br />

izquierdo, sonaba envidioso, trayendo a alguna enferma del<br />

alma que le urge saber su realidad paralela, interrumpiendo<br />

20<br />

21


Hilda Yaneth Sotelo<br />

los sincronismos de una historia que muy a pesar del<br />

esquizofrénico ruido, se lee.<br />

2 DE COCODRILOS A DELFINES<br />

La Yaya me enseñó a leer y escribir también la compleja<br />

división a la temprana edad de cinco años. Cuando ingresé a<br />

la primaria me exentaron, no tuve necesidad de cursar el<br />

primer año, así fue como, desde entonces inició mi carrera<br />

con el uso de la inteligencia académica y de la vida.<br />

La Yaya dentro de su retorcido amor hacia mí, guió los<br />

menesteres del arte de borrar y pegar. Siendo yo muy<br />

pequeña me encantaba ensayar en la actuación. Rayaba<br />

constantemente con los plumones, los crayones dejando su<br />

marca en cada superficie plana, una tremenda huella. Ello no<br />

me preocupaba en lo más mínimo ya que mi Yaya me había<br />

dicho que se borra de izquierda a derecha, así, semejante a<br />

las brujas que le tiraban las cartas del Tárot. Cartas que<br />

manejaban con gracia y oscura maestría. Ella distrajo tanto<br />

22<br />

23


Hilda Yaneth Sotelo<br />

su atención del bien que terminó en una ataúd rodeada de<br />

borrachos que festejaban su muerte. Su funeral concluyó<br />

repleto de botellas de Caguamas, botes de cervezas, Tecate<br />

y toda clase de brebajes embriagantes. Mi tía Bala y mi<br />

hermano El Cuervo, “el nini” porque ni estudia ni trabaja,<br />

fueron los encargados del festín de despedida. Me presenté<br />

al cortejo fúnebre por mera fórmula, además la despedida de<br />

la Yaya realmente movió el llanto de la negra bajeza de su<br />

vida. Lloré rumbo a al crucero que tenía previsto con mi<br />

ángel esposo. Lloré y lloré, no sabía si el llanto era por la<br />

muerte de mi Yaya o el reciente asesinato de mi padrino, el<br />

dueño de El Bar de Las Estrellas, bar amenizado por<br />

travestis trasnochados, tristes carcajadas emanadas de los<br />

pactos de mi padrino con el infra mundo. Pactos sellados en<br />

Ciudad Juárez, mi amada Ciudad. Pactos diabólicos en<br />

rituales llevados por el tiempo y el Horangután Marinero.<br />

Pataleaba la injusticia y a cada recuerdo mi esposo<br />

consolaba. El gran barco Royal Caribbean partía sin prisa, el<br />

Mujeres cósmicas<br />

viento confundido por el golpeteo de las veletas, de cuando<br />

en cuando devolvía el suspiro. Pasadas las horas le entregué<br />

las lágrimas a la mar, las mismas lágrimas que regresarían<br />

por otro puerto, por otra bahía. Bahía que transmutó los<br />

cristales en manifestaciones reales de La Negrita, la adorada<br />

nieta de La Yaya. Las lágrimas se convirtieron en una lluvia<br />

torrencial que materializó mi niñez acompañada por mi<br />

abuela. Me ubiqué a ocho horas de la bahía para distraer la<br />

memoria y, ni todos mis intentos de alejar la tristeza que<br />

manó durante el crucero, retiraron el enfrentamiento al<br />

recuerdo traído por el cielo, las nubes y las lluvias. Recordé<br />

que en cuanto mi madre se distraía, las hermosas manitas de<br />

La Negrita cogían los escondidos marcadores y hasta en la<br />

cara de mis amigas quedaba plasmado el reciente<br />

conocimiento adquirido. Las rayas que me enseñó mi Yaya a<br />

trazar actuaron despiadadas, feroces en mi retorcida mente,<br />

horrenda y meticulosa.<br />

Vi que los rayones un día se materializaron en mi propio<br />

24<br />

25


Hilda Yaneth Sotelo<br />

rostro. Un mal día una de mis compañeras de juego, víctima<br />

de mis dotes, se molestó tanto por mis gracias en línea hacia<br />

su cara, que un filoso broche de cabello fue incrustado en mi<br />

mejilla, en forma de curva, hasta sangrar. Recuerdo, me<br />

sostuvo con fuerza bruta de violador, se montó encima de<br />

mí, me sometió con una mano mientras con la otra me<br />

marcaba profundo y profuso el moreno y pequeño rostro.<br />

Fue tanto el impacto de mi madre al verme herida de tal<br />

forma que decidió enviarme a casa de mi tía hasta la<br />

desaparición de las marcas, temerosa de que mi padre<br />

descubriera el descuido y sangrantes rayones y no atinara<br />

otra cosa que culpar a mi Yaya de haberme permitido la<br />

amistad de Rosario. La tía cuidaba mi rostro con<br />

desenfadado esmero, sugería ponerme avena y canela molida<br />

para regresarle a la cara su natural lozanía.<br />

Veo perfectamente ese día. Chayo llegó a buscarme muy<br />

temprano, solía aparecerse de la nada, exactamente como lo<br />

hace en este momento años después del devastador<br />

26<br />

Mujeres cósmicas<br />

asesinato. Me dice que la recuerde bien. En este momento<br />

estoy pensando en las enseñanzas de mi Yaya, tengo que<br />

traer los días del accidentado aprendizaje, cuando Chayo<br />

dibujó tremendos surcos en mi rostro.<br />

Le sugiero a Rosario desaparecer, le digo que me despeje el<br />

campo para ver el día de la batalla que sostuvimos, le<br />

prometo verla más tarde, infinitas horas después. Otro día la<br />

encuentro y le sano la herida que alguien le propició hace<br />

mucho tiempo. Le advierto que estoy lista para llevarla al<br />

color rosa y azul, le suplico ser paciente.<br />

Al parecer comprende porque en este momento se esfumó<br />

del dolor. La visión ha sido desbloqueada. Rosario regresará<br />

exactamente siete días después.<br />

Doy paso al momento de las marcas en mi rostro, tienen<br />

todavía las heridas que brotan a ser apagadas por las bellas<br />

manos de la aquella Negrita linda que aprendió tantas<br />

destrezas en la tierna edad. -No, no, no, oh mi rostro, siento<br />

27


Hilda Yaneth Sotelo<br />

el picor, el ardor, estoy reviviendo el momento. Lucy, Lucy<br />

¿dónde están los ojos gigantes que me guiaban? No puede<br />

ser, los he perdido, he burlado los hilos dorados que tejías.<br />

Has desaparecido, no me abandones aquí. Ayúdame,<br />

ayúdame a salir, por favor. Ahora estoy sola, muy sola. El<br />

tiempo ha pasado, y las respuestas no aterrizan-.<br />

-Marisol cierra la mente, arroja la envidia, avienta el rencor,<br />

sube al elefante, viste el morado, perdona-.<br />

-No Lucy, no, tú eres fría, calculadora, eres la víbora que se<br />

desdoble, lo retuerce todo-.<br />

- Marisol, dame tu mano, encaminemos a Chayo hacia la luz,<br />

ven ahora, el tiempo se agota-. De pronto la voz de Lucy me<br />

invade, ella fue el ángel que me rescató de mis miserias y<br />

ruinas. Lucy estaba en todo, lo sabía, estalló mientras que<br />

Chayo iba a formar parte de mi experiencia en las buenas y<br />

en las malas. Yo hablo de mi pasado, Lucy lo ve, lo vive.<br />

Evoco la diminuta figura de Chayo, su risa inquieta, sus<br />

Mujeres cósmicas<br />

manos sobre mi rostro, un escalofrío lo recorre, avisando que<br />

la herida sana. Siento que las marcas poco a poco se<br />

difuminan entre las montañas de Monte Albán. Chayo es<br />

ahora una imagen morada, violeta, que transmite perdón,<br />

resignación, amor, plenitud. Chayo, la espantosa experiencia,<br />

las marcas en mi rostro se están yendo entre los temores, las<br />

oraciones y la presencia de mis ángeles, mis antepasados<br />

zapotecas que protegen cada paso de esta fantástica vida.<br />

Apenas anoche clarito vi a La Negrita y La Yaya llegando<br />

cada una por su lado, traídas por los espíritus del infinito<br />

tiempo, los símbolos, el amor y la interpretación de mi micro<br />

cosmos.<br />

Estábamos frente al restaurante Primavera, había ordenado<br />

unas quesadillas oaxaqueñas, venían acompañadas de<br />

aguacate y pico de gallo. Al lado reposaba el vino tinto,<br />

Casillero del Diablo. Frente a la Catedral de San José<br />

recorría una a una las sensaciones que deseaban ser filtradas<br />

por la eterna inteligencia.<br />

28<br />

29


Hilda Yaneth Sotelo<br />

De pronto una pequeña indígena de nombre Natividad<br />

ofrecía blusas, y cositas artesanales. No la atendí de<br />

inmediato pero mi amiga Arline insistía que Natividad se<br />

quedase a comer con nosotras. Conversábamos con ánimo,<br />

mientras llovía el canto de Lágrimas y lluvia de Juan<br />

Gabriel, La gata bajo la lluvia de Rocío entonaba con la voz<br />

que encantaba a mi Yaya, cada letra de la melancolía que a<br />

su vez aprehendía a la pequeña Natividad quien llevaba las<br />

destrezas de La Negrita.<br />

-Vete de aquí niña, no quiero tus mercancías- dijo el rechazo<br />

botando las gotas de la inocencia.<br />

Dejé correr el tiempo, me rendí, me entregué e interpreté el<br />

momento al hacerme consciente de la existencia pura de<br />

Dios en cada respirar, en cada segundo que olfateaba la<br />

tristeza abandonada en el mar durante el crucero, las gotas<br />

caían inclementes de mis atribuladas emociones, chorros<br />

escurridizos que manifestaban frente a mí a la pequeña<br />

Natividad; la pequeña vendedora recién comentaba su<br />

30<br />

Mujeres cósmicas<br />

enfermedad de las rodillas, que le sube a la garganta, hacía<br />

deleite de una inteligencia no común en niñas de su edad.<br />

-Me recuerda a mis años de primaria. -¿ Sabes quién es esa<br />

niña?- Me preguntó Lucy.<br />

-Sí, esa niña soy yo.<br />

Ahí estaba La Negrita, era ella, cada segundo lo avisaba.<br />

Encontré las emocionantes señales. Recién los déjà vu<br />

circulaban mi mente, mi ser provocaba, avisaban de la<br />

grandeza de mi alma, el alma de mi Yaya, Natividad y<br />

Chayo, -creo que hace siglos vivimos un episodio justo ahí,<br />

de eso se tratan los déjà vu, ¿qué no?-. En realidad la certeza<br />

no me importaba. Ni la definición, ni la ortografía de dayavu<br />

tampoco. Lucy dejaría su encanto conmigo.<br />

-Marisol, eres sumamente hermosa, no te imaginas cuánto,<br />

te acompañaré unas semanas al inicio de este partido pero<br />

después debes ir sola. Ahora soy tu espejo y no temo<br />

reflejarme. Sigue, trota con fuerza, sigue. Ese pantalón corto<br />

31


Hilda Yaneth Sotelo<br />

negro que has escogido te sienta muy bien, una día no muy<br />

lejano filmarás historias de tu gente y ese pantaloncillo te<br />

acompañará, irás despejada, fresca, apasionada, animada,<br />

plena-.<br />

Esa voz, esa voz era tenue, suave, seductora, convincente<br />

pero emanaba de mí, esa voz estaba dentro, ¿porqué no la<br />

había descubierto?.<br />

Quise botar a Natividad, después de pasadas las horas sentí<br />

ganas de decirle que ya se largara. Así como solía advertirle<br />

a La Negrita que se escondiera en cuanto le hiciera la señal.<br />

La niña, La Negrita que yacía muerta en algún lugar de mi<br />

interior, la niña que solía manifestarse a la terquedad, la<br />

manipulación.<br />

Natividad no se iba, por el contrario cada una de sus palabras<br />

aseguraban la presencia de aquella niña que fui. La Negrita<br />

se instaló. A mi izquierda llegó mi Yaya. Arline hablaba con<br />

la anciana sufrida, escuché claritito la voz de mi Yaya, juro<br />

Mujeres cósmicas<br />

que la escuché. Sonaba, se manifestaba, vendía la figura con<br />

penacho: a Moctezuma, estaban una, otra y otra vez. La<br />

Negrita y La Yaya. Mi estómago, brusco vuelco, pasmada<br />

por la evidente realidad, y revertida incredulidad. La lluvia<br />

cesó.<br />

Sí, la lluvia había hecho lo suyo, depuró a la nefasta Yaya en<br />

la anciana que seguía vendiendo a Moctezuma, eso es, movía<br />

con brusquedad los monos ataviados del gran penacho.<br />

Malinchista al fin, La Yaya se había casado con un gringo<br />

retirado del ejército estadounidense. Un víctima de sus<br />

pedorros anhelos, él se roció gasolina y se prendió fuego.<br />

Quemaba en loco fuego, mismo que apagaría su torturada<br />

vida en Vietnam, se consumió palmo a palmo mientras<br />

gritaba suplicando ser sacado de ahí. Deseaba intensamente<br />

salirse de inmediato de su cuerpo, ese infame cuerpo que La<br />

Yaya odiaba y usaba. El pobre gringo heredó<br />

involuntariamente su pensión a La Yaya quien jamás gozó<br />

de una moneda de la misma. La pensión fue peleada por los<br />

32<br />

33


Hilda Yaneth Sotelo<br />

hijos, los nietos, terminó dividiendo a los hermanos,<br />

dividiendo, así como la compleja operación que me había<br />

enseñado. Así como me encuentro ahora, fraccionada.<br />

Entre mi rechazo, mi asombro y mis ganas de abrazar a La<br />

Yaya y a Natividad, La Negrita se marchó. La niña se había<br />

ido pero La Yaya seguía ahí. Le demostré que sus tentáculos<br />

estaban lejos, ya no era chiquilla. Natividad se había ido<br />

dejando la frase: -Te quiero-, ni eso ni nada le indicaban al<br />

corazón el camino al perdón. La Yaya, me enfadaba, las<br />

manifestaciones a través de la anciana zapoteca, los<br />

mensajes del cosmos, la ayuda de Lucy a interpretar mi<br />

realidad paralela, mis sincronías, nada me preparó al abrazo.<br />

No la quise disculpar, no lo deseaba, no lo deseo y no estoy<br />

obligada.<br />

-Marisol el perdón tocará tu puerta en varias ocasiones, si no<br />

lo otorgas o lo pides, entonces habrá perdido el camino hacia<br />

ti. No temas al qué dirán, sólo los grandes de espíritu<br />

perdonan y se liberan. Toma tu tiempo el juego cósmico<br />

34<br />

Mujeres cósmicas<br />

sigue-. La voz, esa voz me divide, no, no soy yo, seguro es<br />

un embrujo, el hechizo, me tienen envidia, hasta mi mamá<br />

me envidia. Y sí, la división se manifestó una vez más. Me<br />

partían el alma en sofisticados quebrados que se posaban<br />

cada uno por su lado. Esa tarde no congraciaron, no se<br />

juntaron, se analizaban detenida, fría, meticulosamente antes<br />

del entero. Desde el menos mi Ser estaría en partes. No había<br />

sumas, hacía un buen tiempo que la adición había dejado el<br />

alma. Aparte de dividir, La Yaya me había enseñado también<br />

a pegar y eso estoy tratando de hacer. Después, el queso de<br />

las quesadillas se pegó al estómago. Me provocó vómito,<br />

tuve el impulso de salir corriendo de ahí, de ese pequeño<br />

limbo en la tercera dimensión aún estando en La Primavera.<br />

Me moví entonces a enfrentar los demonios, al lado, a la<br />

Catedral de San José.<br />

El Casillero del Diablo provocó risa, no sentía desafío ni<br />

nada, había vivido tanto que los santos, las Iglesias, las<br />

religiones y hasta el mismísimo vino no lograban atraparme.<br />

35


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Me dan risa, tanta risa que bromeo, pero a la vez mi<br />

educación respeta a los esclavos de los santos, a los<br />

católicos, los respeta porque así soy: una mujer exitosa,<br />

académicamente preparada, he sacado a mis padres de La<br />

Sevilla en la San Antonio en Ciudad Juárez, para<br />

demostrarle a La Yaya que sé más. Mi Yaya insultaba a mi<br />

madre a placer, le advertía largarse de su territorio, la<br />

humillaba, la corría.<br />

Ahora, le gritó: -¡No necesitamos de ti, ni de tus oscuras<br />

artimañas para enseñarme a dividir, quítate de mi camino<br />

zapoteca, te odio!<br />

Mis padres, mis hermanos viven en una hermosa casa<br />

comprada con mi trabajo, mi esfuerzo.<br />

-Lucy, Lucy. Estoy confundida, no es cierto esa claridad que<br />

asumo poseer. La templanza era lo mío, ¿dónde está?<br />

¿dónde? Y este balón que viene directo a mí, no, no, qué<br />

imbéciles, han roto mis anillos, mis joyas, los sombreros<br />

Mujeres cósmicas<br />

elegantes, han arruinado mi cabello, mis uñas las rompen.<br />

Quiero salir de aquí ahora mismo.<br />

-Marisol, ve a tu fuerza, busca tus piernas, regresa a tu<br />

centro.<br />

-No, no. Tú estás loca, mejor conservo mis decretos diarios,<br />

mis plegarias, ahí estoy más cómoda. Eres la voz estorbosa.<br />

-Marisol necesitas escucharte.<br />

La anciana vendedora de Moctezuma, se fue una vez, la<br />

próxima mi amiga Arline me suplicaba abrazar a mi abuela.<br />

Rechacé la propuesta tajante, cortante. No, de ninguna<br />

manera iba a congraciarme con esa hipócrita mujer que<br />

simulaba el sufrimiento. La sufrida anciana vendedora<br />

regresó una vez más. Mi amiga a la derecha, mujer que en<br />

este instante decide abandonar su identidad, instó al perdón,<br />

dijo que mi Yaya estaba más allá del bien y del mal. No lo<br />

creí, no lo vi, no quise abrazar, no quise perdonar, no sentí,<br />

era demasiado. La Yaya se fue.<br />

36<br />

37


Hilda Yaneth Sotelo<br />

La Yaya regresará con el perdón en las manos, tal vez decida<br />

pasearme por aquellos lúgubres recovecos de la existencia,<br />

tal vez vuelva a Monte Albán a La Primavera, tal vez.<br />

Arrojé los trozos del aprendizaje en una alcantarilla, la<br />

versión de la Yaya recorre los tubos del drenaje de mis<br />

intestinos.<br />

Ya no me toca, he aprendido. La Yaya se ha ido una vez<br />

más, sé, la próxima vez la materializaré hermosa, bondadosa,<br />

lumínica aunque lo dudo. Entre tanto, nos ayudaremos, aquí<br />

en la frontera, vamos a salir de los abismos terrenales. De la<br />

desgracia que ha caído sobre nuestros territorios en México;<br />

vivimos en el susto minuto a minuto, viendo guerra, sangre y<br />

desolación.<br />

¿Chayo es luz? No lo sé. Soy humana sé muy poco.<br />

Natividad lo es, eso si lo sé, lo vi. La Negrita también lo es,<br />

la más hermosa de todas, la more pretty.<br />

Natividad me ha dado su correo electrónico, quiere que<br />

38<br />

Mujeres cósmicas<br />

continuemos la comunicación. Su correo lleva la palabra<br />

“hermoza” con z. He llorado al descubrirlo. Natividad es<br />

Triqui, habla Triqui viene de Chiapas, es virtual ahora,<br />

increíblemente virtual. La sincronías, son esas conexiones de<br />

las que tanto habla Lucy, aquí están, ahora las veo. Qué<br />

perfecto es el momento, es divino. Conectarse con el futuro<br />

es saber vivir el presente, estar al 100% en la realidad,<br />

enfrentarse.<br />

Ahí estarán Natividad y La Negrita siendo amigas, veo a mi<br />

niña interior reconciliarse. Nati renace a La Negrita, la ama,<br />

la quiere, lo dijo en repetidas ocasiones. Natividad y La<br />

Negrita son eternamente niñas, puras en el amor.<br />

Después del reencuentro con Rosario, el amor de mi<br />

juventud, la luna, los pájaros, las oscuras aves, Neptuno, las<br />

flores rosas, la sonrisa de Marco Vinicio, llego a la posada<br />

de Suites del Centro en la ciudad de Oaxaca, es de noche.<br />

Estoy agotada del meneado viaje. Ese mismo día por la<br />

mañana hube escogido mal, abordé la camioneta verde en<br />

39


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Mujeres cósmicas<br />

lugar de la azul, ahí iba, metida en el verde, ese color que<br />

detesto tanto, subí furiosa porque, el sofocante calor<br />

anunciaba un maltratado viaje. Llegué a la estación de<br />

camonicitos en la calle Salsipuedes, senté el delicioso trasero<br />

en unos viejos sillones. La pareja frente a mí departía<br />

palabras de agobio, nostalgia y aliento. Un tremendo<br />

¡gooool! emanaba por la tv, un ¡uuuhhh! desalentado rostro<br />

de la pareja. El gol de Argentina terminó por alentar mi<br />

desánimo ante el presentimiento de las próximas horas.<br />

Odiaba el fútbol sólo por el hecho del estrés que provoca ver<br />

a mi mexicano equipo jugar y luego perder.<br />

Deseaba con todas mis fuerzas desatarme del consciente<br />

colectivo mexicano. Yo no era una perdedora, había vencido<br />

incontables luchas, no entendía la razón de mi perdidizo<br />

equipo de fútbol. No lo comprendía. Decidí huir ante la<br />

derrota, ver el apagado y bello rostro indígena de la pareja<br />

frente a mí, aterroriza, ¿qué nos pasa a los mexicanos? ¿por<br />

qué perdemos, por qué permitimos que nos roben, nos<br />

40<br />

saqueen?.<br />

Quité mis contoneadas nalgas del sillón, las arranqué de ese<br />

lugar y mientras caminaba hacia un poco de aire fresco, en<br />

mi corazón tracé una realidad paralela para mi país, para mi<br />

equipo de fútbol. Una realidad paralela simultánea a la mía.<br />

Empecé por imaginar, fui al pasado, extraje memorias que<br />

luego conecté en el presente y solas se explayaron al triunfo<br />

futuro, pero necesitaba comprender el presente sin enterar a<br />

la razón, conecté con la algarabía, el miedo, la euforia propia<br />

de los mundiales de fútbol.<br />

Vi el encuentro entre México y Alemania, el de 1986 en<br />

Monterrey. Lo vi clarito en el 2014, habían pasado 28 años.<br />

México y los mexicanos vestían lúcidos, pacíficos y<br />

amables. La emoción desbordada había quedado atrapada en<br />

una máscara de luchador, la misma emoción le dio paso a la<br />

planeación, un poco de frialdad inundó la seguridad del<br />

triunfo. La máscara se revistió, sonreía tranquilamente<br />

conquistadora, sabía que en el fondo el mar de la<br />

41


Hilda Yaneth Sotelo<br />

transformación circulaba en los ríos del mundo entero, detrás<br />

de la máscara de hierro y del triunfo esperaba la fortaleza de<br />

la luna lista para el tranquilo y perenne festejo.<br />

Mujeres cósmicas<br />

triunfo de su equipo de fútbol. Es importante que México<br />

gane, es el entretenimiento que puede servir de guía para<br />

sostener otras áreas de la vida en pleno jubileo.<br />

Ahí, estaba Marco Vinicio, mi amor presente, mi amor extra<br />

marital, estaba en la victoria de su equipo local, ganaba los<br />

encuentros estatales y entre las filas de los miembros de su<br />

equipo , en la mira, los futuros integrantes del equipo de<br />

fútbol mexicano, los del 2018. Vi a Marco Vinicio sonriente<br />

rodeado de sus felices hijos sanguíneos y adoptivos, lo vi<br />

fuerte, seguro, delgado, amable y tranquilo mientras coreaba<br />

gooooooool a favor de México, contra Alemania. -México le<br />

ganará a Alemania en el 2018-. Lucy soplaba las visiones.<br />

Los jóvenes aún no sabían los hechos y decretos hacia la<br />

victoria. Ellos vistieron un monigote con la máscara de la<br />

muerte, la playera blanquiazul argentina, atrás del monigote<br />

rezaba un promocional de GANA DINERO sólo se avistaba<br />

el GANA y debajo el monigote argentino. Oh no. A la<br />

derecha un mono ataviado con el sombrero gigante típico<br />

mexicano, la playera verde, y sendo bigote seguidos del<br />

anuncio SE VENDE ESTE LOCAL, donde sólo se avistaba<br />

SE VENDE.<br />

Imaginando esa realidad paralela los minutos transcurrieron<br />

entre las advertencias de Lucy quien hablaba con un grupo<br />

de jóvenes desesperanzados por el reciente gol de Argentina<br />

en 2010. Escuché la vocecita de mi amiga Rosario que<br />

anunciaba manifestarse muy pronto. Entre tanto cambiaba la<br />

escenografía recién montada por los jóvenes ávidos del<br />

42<br />

Lucy llamó la atención de los jóvenes hacia la obvia<br />

manifestación de GANA y SE VENDE. Estos se llevaron las<br />

manos a la cabeza mientras se decían así mismos: -estúpidos<br />

. . . estúpidos- En cuanto se percataron del error<br />

inmediatamente cambiaron las posiciones de los monigotes.<br />

No era tarde para corregir. Los mexicanos habían olvidado<br />

43


Hilda Yaneth Sotelo<br />

los decretos hacia la victoria. Se siembra la semilla del éxito<br />

en mexicanos que yacían dormidos en la pereza mental e<br />

irresponsabilidad Dioses, altares de milagros que no llegaban<br />

al individuo borracho centenario, adicto al estado alterado de<br />

consciencia, perdido en el mitote del fútbol y las telenovelas.<br />

La semilla trazaba un triunfo imaginario. Una vez trazada la<br />

realidad paralela pasada, futura del equipo. Abordé la<br />

camioneta verde sin mayor tropiezo, regresaba a mis<br />

asuntos, al amor la compasión y el perdón. El regordete<br />

chofer emitía peste por doquier, mi mal humor se propagó al<br />

verificar que efectivamente el viaje iniciaba caliente,<br />

húmedo y movedizo. No había aire acondicionado, me senté<br />

atrás, sintiéndome revolcada hasta el fondo. Grité meneando<br />

mi voz, mientras el trasero se aplastaba en el concreto que<br />

dio alivio y pausa para sacar mi Nuevo Testamento.<br />

Ahí estaban mis miedos una vez más volaban en alas<br />

devoradas por los salmos. Insté a mis amigas repetir con<br />

ahínco el Salmo 29. Mientras enunciábamos las buenas<br />

Mujeres cósmicas<br />

nuevas, el chofer parecía exorcizar su furia, esta vez no la<br />

vomitaba, la pronunciaba en cada curva que caía al<br />

precipicio de la sierra oaxaqueña. Frente a mí, una enfermiza<br />

indígena representaba a La Flaca, la muerte que latía cada<br />

vez más palpable dentro.<br />

La muerte de mis miedos se aferraban a la leyenda que<br />

hablaba diario desde la montaña en Ciudad Juárez: LA<br />

BIBLIA ES LA VERDAD, LÉELA. Mis pánicos no se<br />

achicaban, emergían gigantes culpando a Lucy de mi<br />

desgracia.<br />

La negra flaca se paladeaba del sabor de la incertidumbre<br />

que provoca la velocidad atropellada hacia el desenlace fatal.<br />

Los rezos la incomodaban, jamás se incorporó a ellos.<br />

Abrazó con fuerza la mochila que llevaba, el bulto de los<br />

conjuros de la muerte, la Santa Muerte.<br />

La joven flacucha ofreció nuestros miedos a su Santa, los<br />

ofrecía a cambio de unas estúpidas vacas, unos retrógrados<br />

44<br />

45


Hilda Yaneth Sotelo<br />

videojuegos, unas arracadas de oro, una ropita de marca.<br />

Vaya tontería ofrecer nuestros miedos por nada.Un<br />

tremendo, oscuro, zancudo y un pegajoso mosco se<br />

encubaba en mi brazo derecho. Le supliqué a Lucy, retirarlo<br />

de mi presencia mientras pensaba en cómo deshacerme de<br />

esa cápsula asfixiante. Lucy abordaba a mi amiga sin<br />

identidad.<br />

-¿Por qué no tienes identidad amiga, por qué cargas ese<br />

espejo tan grande y estorboso, retíralo de mí, por favor,<br />

ahora no me siento bien.? ¿tus ojos son gigantes, se elevan,<br />

qué te pasa?- 1.<br />

A lo lejos vi a la mujer de rosa, una regordeta mujer que<br />

acompañaría la furia del chofer que vestía de azul. La mujer<br />

abordó la camioneta verde, ocupó el asiento del copiloto e<br />

inició la anécdota de su tío muerto en las curvas, mientras el<br />

chofer influido por las féminas palabras decidía disminuir la<br />

velocidad. Mi enfado aumentaba. Llevé las manos a la boca<br />

en señal de vómito y el chofer hizo una mueca de<br />

46<br />

Mujeres cósmicas<br />

comprensión, detuvo el auto, abrió las ventanas y aseguró<br />

que la parada de descanso estaba muy próxima.<br />

Creo que algunos de mis miedos se despiden, la inocencia<br />

regresa aunque esta niña es caprichosa y testaruda. Me<br />

sorprendió mi ausencia de apetito, pero igual ordené un rico<br />

atolito de maizena para aplacar mi revolcado estómago. En<br />

cuanto probé el primer sorbo divisé una camioneta azul a lo<br />

lejos, mi corazón se consoló pensando en abordar el<br />

ordenado vehículo. Planeé en silencio mientras Arline y<br />

Lucy pedían sendos platotes para comer. Igual el disimulo se<br />

asomó a mí, mis movedizos pensamiento delataban. La niña<br />

hablaba sin mi consentimiento.<br />

Lancé el deseo al viento, sugerí mudarnos de transporte. Uno<br />

de los comenzales dijo ser el coordinador de la salidas, le<br />

supliqué averiguar si había lugar para tres, el joven giró<br />

afirmativo, dijo que en tres minutos debería estar afuera, lista<br />

con maletas. Apuré a mis féminas, grité que necesitaba una<br />

de ellas por acá.<br />

47


Hilda Yaneth Sotelo<br />

La lluvia hacía lo suyo, no me importó. Bajé las pesadas<br />

maletas presurosa, huyendo de un desenlace fatal. La<br />

camioneta azul había partido de Pochutla hacía cuatro horas.<br />

Recordé al conductor del taxi cuando sugirió llevarme hasta<br />

Pochutla para conseguir una mejor salida, lo consideré inútil<br />

y abusivo por el cobro. Cuando abordé la camioneta azul,<br />

comprobé el pasado paralelo trazado, iba a gastar<br />

exactamente lo mismo, hubiera salido a la misma hora y<br />

vendría exactamente en la misma camioneta azul que ahora<br />

me lleva a ver a La Negrita una vez más.<br />

- Marisol, el hubiera no existe. Lo que sucedió es que<br />

escogiste el reto de enfrentarte, has corrido muy bien por el<br />

verde. Sigue, sigue.<br />

Viajo de copiloto, cierro mis ojos, faltan algunas horas para<br />

llegar a Oaxaca, tomo el ángulo más plácido posible, evoco a<br />

Marco Vinicio y su sonrisa, esa sonrisa, esa eterna sonrisa<br />

que se ha quedado plasmada en mis imágenes, imágenes que<br />

emanan del corazón.<br />

48<br />

Mujeres cósmicas<br />

Recuerdo la pequeña rosa de plástico que dejé olvidada en El<br />

Dreams. Ahí se quedó el ingenuo gesto de ese hombre, quien<br />

al ser él mismo me regresó la adolescencia, la juventud.<br />

Después de ver a La Negrita no me conformé con sentir la<br />

niñez, experimenté la juventud en unos cuantos días.<br />

Busqué en mis maletas algún objeto que evocara esos años<br />

donde decidí guardar la jovialidad, esos tristes años cuando<br />

las circunstancias, La Yaya, y padres obligaban a correr<br />

hacia la madurez. Recuerdo que forcé a La Negrita a ser<br />

adulta en un santiamén e impuse el destino de mi familia,<br />

siendo madre de mis padres y de mis hermanos.<br />

Encontré en mi maleta el prendedor de rosa roja. Ay pobre<br />

de mí , en plena flor de mi juventud me enamoré de un<br />

hombre mucho mayor que yo. Yo tenía 18 él, 68. Me<br />

enamoré perdidamente, no sabía nada del futuro, estaba en el<br />

desconsolado presente. Mi relación permaneció diez años.<br />

Diez rápidos años que se llevaron lo saltarín del ser fresco.<br />

49


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Los errores de mis amigos aburrían, las pláticas también.<br />

Negué a mi vida las experiencias propias de una joven, era<br />

mucho mejor manipular el entorno, el microcosmos de los<br />

adultos, vejetes maliciosos seductores de jovencitas.<br />

Crecí, mientras mi anciano novio me enseñaba lo que saben<br />

los adultos, las manías, los placeres, los miedos. Vivía por él<br />

y para él. Me instó a estudiar, me construyó independiente.<br />

Le agradecí haberme alejado de los peligros a que se<br />

expondría una joven de mi edad. Le agradecía tanto que me<br />

confundía al amarlo.<br />

Estaba por terminar mi maestría, le supliqué permanecer<br />

juntos por el resto de nuestras vidas. Lo seguía amando, le<br />

rogaba una vida en<br />

común, fuera de los moteles y su auto. Habían pasado nueve<br />

años, su auto se convirtió en nuestra casa, pero yo quería una<br />

casa de verdad, de esas que se ven en las novelas con<br />

perritos y lujos. Terminé comprando la casa del fantasma,<br />

Mujeres cósmicas<br />

luego la abandoné porque se aparecía por doquier.<br />

-Marisol, ¿recuerdas nuestro encuentro causal en Ardovinos?<br />

¿ Cuando entré del brazo del fantasma?.<br />

-Sí, lo recuerdo perfectamente. Te veías hermosa, radiante,<br />

me dio mucho gusto verte después de años sin hablar.<br />

-El hombre resultó casado, es mi fantasma. Yo creé la<br />

experiencia previamente. Tú y yo nos volvimos a encontrar<br />

porque tenemos una gran misión, fuera de nuestros egos.<br />

-Lucy estás consciente de que interrumpes, permíteme<br />

seguir.<br />

-Lo que vas a decir es muy triste pero si esa es tu voluntad,<br />

sigue.<br />

En vano empleé todas las artimañas que me aconsejaban mis<br />

amigas casadas. Me instaban a darle el ultimátum, lo hice y<br />

no funcionó, porque el viejo ni me creía capaz de terminar la<br />

relación. Un buen día me armé da valor y le leí la cartilla, le<br />

50<br />

51


Hilda Yaneth Sotelo<br />

dije que tenía hasta diciembre para proponerme matrimonio;<br />

muy paciente me permitió terminar el discurso, me abrazó y<br />

propinó tremendo beso, manoteaba, mientras él con su fiera<br />

mano hacía una llave de luchador que terminó por vencerme,<br />

un beso terminó la discusión. Me sentí ridícula y jamás le<br />

mencioné ningún ultimátum.<br />

Mujeres cósmicas<br />

Cansada de mi Yaya, mis padres, mis hermanos. Cansada de<br />

mantener a mi familia, cansada de suplicar ser sacada de La<br />

Sevilla en la San Antonio, ser extraída de ese mundo cruel,<br />

renté un departamentito por la Valentín Fuentes. Ahí<br />

enfrenté la oscuridad con garbo y valentía. Viví sola, muy<br />

sola.<br />

Otra estrategia sugerida fue la de embellecerme hasta<br />

volverlo loco, tampoco funcionó. Él apoyaba mis locuras de<br />

dietas, gimnasios y hasta me aprobó un pequeño negocio de<br />

ropa de marca, así podría vestirme a la moda y ser mercader<br />

al mismo tiempo. Como vi que eso tampoco lo motivaba a<br />

proponerme vivir juntos, opté pues por llorar a diario como<br />

una Magdalena, lloraba por todo y de entre la confusión y el<br />

llanto de pronto le recordaba lo longevo de nuestra relación<br />

y mi deseo de tener una casa.<br />

Su rostro mostraba cansancio, dominio, paternidad, a veces<br />

deseo pero no me daba la seguridad de un futuro que ahora<br />

comprendo no existía en aquel momento.<br />

52<br />

A veces mi novio me visitaba, mis sendas estaban a punto de<br />

tomar otros destinos. Inicié relaciones cibernéticas durante<br />

mi estadía en la maestría, quise aprovechar el tiempo y el<br />

medio. Mientras redactaba mis tareas me paseaba por el<br />

ciber espacio. Ahí reincidió mi juego con los amores, eso sí,<br />

no aceptaría un mocoso, un joven, un pendejo, así es que,<br />

como requisito primordial los requería mayores de 50 años,<br />

siendo yo una mujer de 28.<br />

Una breve relación logró lo que ni yo misma había logrado<br />

en tantos años. Logró distraer mi corazón de aquel<br />

atropellado amor. Me ilusioné anticipando el encuentro con<br />

aquel hombre que se plasmaba maravilloso por la red, mi<br />

53


Hilda Yaneth Sotelo<br />

hombre transcicional. Aquel que entrelaza el momento, lo<br />

entretiene mientras llega el verdadero amor. Mi madurez<br />

indicaba la otra versión, así que, tenía preparada la peor, la<br />

mediana y la mejor. Ya nada sorprendía.<br />

Conocí a mi ciber novio, llegué a la Ciudad de México un<br />

sábado por la tarde, él ansioso hacía surcos en el aeropuerto.,<br />

posó un ramo de rosas rojas en mis manos, apenas alcancé a<br />

cogerlas porque del nerviosismo casi, casi me desmayo.<br />

Fuimos a un motel cerca del aeropuerto, abandoné por un<br />

tiempo la terquedad de casar a mi ya ex novio. Regresé con<br />

una experiencia más, el hecho de haber entregado mi cuerpo<br />

a otro hombre ya le restaba ventaja a aquel huidizo novio.<br />

Pasados los meses, no dejaba de pensar en mi ex novio y en<br />

las remotas posibilidades del matrimonio, pero como mi<br />

ciber experiencia fue muy buena, pues me envicié en esas<br />

relaciones.<br />

Conocí a otro sujeto, quien asustaba por su manía con la<br />

limpieza, sus comentarios misóginos y sus obvias mentiras.<br />

54<br />

Mujeres cósmicas<br />

Éste era de Houston Tx., solitario, como andan algunos por<br />

la vida. Le di lo suyo pero al parecer el susto de quedarme<br />

con ese imbécil maniaco me alejó.<br />

Hasta que llegó el efectivo, el bueno, él, el guapo, la<br />

quimera, el despegue total. Llegó el soldado de la Yaya.<br />

Llegó Hell, ingeniero del ARMI estadounidense, de ese sí<br />

me enamoré. Me enamoré tanto que el primer novio quedó<br />

empolvado. Vaya sorpresa que se llevó, pensaba que era una<br />

más de mis bromas, de mis estrategias para atraparlo, dejé<br />

los días transcurrir mientras mi nuevo amor, la magia<br />

filtraban el cuerpo. Mi atención no pudo ser repartida y de<br />

un brusco le supliqué a mi ex novio no volverse a aparecer.<br />

Muy molesto amenazó con no amarme aunque le lloriqueara.<br />

Ni sus amenazas ni nada lograron que Hell se esfumara.<br />

Grité suspirando al percatarme que mi ex novio había sido<br />

sustituido finalmente por otro, claro. Ahí iba yo otra vez,<br />

balanceando la cuerda de Tarzán columpiando a uno y luego<br />

a otro y a otro, ¿ Y? Es mi vida, ¿No?. No me juzgues<br />

55


Hilda Yaneth Sotelo<br />

narratario. Pasaron las semanas y los planes entre mi nuevo<br />

novio y yo adquirían efervescencia, mientras mi corazón<br />

definitivamente se instalaba en él.<br />

Mujeres cósmicas<br />

músculos se contrajeron al sentir la ausencia de Dios. Ya<br />

nada importaba, nada valía la pena, ni el recuerdo de aquel<br />

amor reconfortaba. Ni siquiera quería casarme, ya qué.<br />

Mi ahora ex novio quería verme, lo vi. Quería amarme, no lo<br />

amé. Quería, quería, quería. Ya era tarde. Ya no. Lloró, lo<br />

consolé. Me cuestionó, oculté todo. Ya no deseaba hablar<br />

con él, me aflojaba su vida, su temple, su conversación, él<br />

dirimía. Fuera de los dos, dentro de mí, estaba Hell. Hell<br />

debería cumplir una misión en Irak, un buen día se apareció<br />

con las nuevas, me molesté tanto que casi le rompo una<br />

quijada de la tremenda cachetada que le propicié.<br />

Muy agringado, planeador, frío, meticuloso y tonto prometió<br />

regresar a mí en tres años.<br />

-Dentro de tres años continuaremos este romance, hagamos<br />

una pausa mientras cumplo con mi misión en Irak- dijo.<br />

Atónita, boquiabierta regresé a mi departamento. El frío<br />

afuera se trasladó hasta mis acongojados tendones, los<br />

Llegué a mi casa presa del desasosiego, llamé a mi mejor<br />

amiga quien recién terminaba su relación con su infiel<br />

esposo. No me respondió. Después supe que ella estaba muy<br />

entretenida experimentado el amor con mujeres. No le di la<br />

menor importancia, la depresión pesaba tanto que arrastré<br />

mis pies hacia la recámara. La idea del suicidio, la idea, la<br />

idea. Estuve encerrada en ese oscuro lugar, en la recámara<br />

sin ventanas, la recámara que no veía pasar el día ni la<br />

noche. La recámara donde se anidaban toda clase de<br />

imágenes vanas, borrosas, confusas. Ahí estuve no sé<br />

cuántas horas, no sé cuántos días. Hasta ahí llegaron mis<br />

visitas de Navidad, mi ex novio, mi madre, mi madre sin<br />

serlo, mi madre que era mi amiga, mi hermana menor, sólo<br />

eso. Las amigas de antaño, Sally, Fátima, Ramona, Giovana,<br />

Diamante, Diana, Mesifag; las universitarias que se besan en<br />

56<br />

57


Hilda Yaneth Sotelo<br />

la boca. Era diciembre, nos reunimos en mi casa, las<br />

cósmicas; festejé hasta los huesos.<br />

El cuerpo recostado no atinaba a sentir, el experimento había<br />

sido cruel y despiadado. Ese experimento oscureció mis<br />

sentidos, mi visión. El gravitacional juego, obeso, arrastrado,<br />

redondo, nada gracioso amenazaba con despacharme al otro<br />

mundo si algo no amarraba mi atención aquí, en esta vida.<br />

Pasados los días un olor a menudo atrajo la atención, ese<br />

olor a vísceras que pronto comería me puso en la cocina. La<br />

cocina tenía una breve ventana por donde se filtra la luz del<br />

sol que molestó a mis ojos.<br />

No soporto el sol, no sé desde cuándo, pero simplemente no<br />

lo soporto. Aventé una cobija para bloquear la luz, la cocina<br />

quedó a oscuras. Engullí tres grandes platos de menudo con<br />

tacos de aguacate ¿Y qué? Finalmente algo me ataba a la<br />

estadía. La idea del suicidio se desvanecía entre los sorbos<br />

del delicioso caldo rojo. Mi mamá bromeaba con su típico<br />

Mujeres cósmicas<br />

Una vez más saqué la capa protectora, nadie, absolutamente<br />

nadie iba a leer mi situación. Corrí al espejo del baño y<br />

ensayé una sonrisa, la sonrisa que emanaba de mi estado<br />

defensivo con la vida. Ya antes la había ensayado muchas<br />

veces y me salió bien, había ganado varios concursos.<br />

Esta vez la sonrisa se congeló, en el espejo del baño la<br />

máscara dictaba mi futuro, libre de mequetrefes, La Yaya y<br />

Hell.<br />

Fui honesta, dejé la pasión, las ilusiones. Me metalicé,<br />

finalmente esos humanos lo habían logrado, habían<br />

arrancado las flores blancas, rosas de mí. La jovialidad se<br />

fue a la basura. Ni sabía cómo o qué era. Años después la vi<br />

entre unos regalos que el árbol santo daba, era un cofre<br />

dorado muy muy hermoso, dentro, varias figuras de plantas y<br />

animalitos inigualables, eran pequeñitos, totems que<br />

emplearé para rescatar a nuestra juventud juarense. Seré<br />

precavida.<br />

doble sentido, hería mi vida, el origen de mi dolor.<br />

58<br />

59


Hilda Yaneth Sotelo<br />

El sufrimiento dio paso a una mujer pensante, sumamente<br />

pensante. Una mujer que describió en una carta su futuro<br />

marido. Igual, el deseo de estar acompañada no la había<br />

abandonado. La mente femenina delineó detalladamente<br />

cada letra.<br />

Acudí a una casa de amor, de esas que te encuentran la<br />

pareja perfecta. El hombre tenía que ser mayor de 50. Me<br />

llevaron a las citas, tres para ser exacta. Ninguno convencía,<br />

hasta que un bendito día, y digo bendito día, conocí a mi<br />

ahora marido.<br />

Recuerdo que nos abrazamos en la primera cita, nos vimos,<br />

juntamos nuestras soledades, deseos, amores y desamores.<br />

La tristeza se convirtió en alegre compañía. Durante el<br />

abrazo tuve la certeza de que jamás estaría sola. Mi marido,<br />

lo llamo mi ángel, él es fanático de la bondad, es un ángel<br />

que he merecido. Mis amigas sufren embates de la vida. Yo<br />

no.<br />

Mujeres cósmicas<br />

- Sí Marisol, eso es, tienes razón Salvador es joven y guapo<br />

pero de qué sirve si está cargado de soberbia, se cree un<br />

premio.<br />

-Ay Lucy te lo he dicho en repetidas ocasiones pero la<br />

necedad es lo tuyo, allá tú, aquí yo.<br />

- Marisol, Marisol. Han pasado meses desde nuestro último<br />

encuentro, estoy del otro lado de la cancha, me he mudado a<br />

Ciudad Juárez, estoy nublada, arrepentida de haberme<br />

metido con tus demonios, qué hice, cómo estás, cómo te<br />

sientes, ¿estás bien?. Yo casi renuncio al juego, mi rol era de<br />

observadora, y me han puesto a patalear estos balones<br />

sucios, son guindas tienen sangre por doquier, se esconden<br />

de pronto, ahora estoy sola completamente sola, sin<br />

protección; la comida es buena idea, iré al mercado. Tú sigue<br />

que yo de seguro regreso. Mira, ser atea es la mejor opción<br />

por ahora.<br />

Yo he podido sacar a mi familia de La Sevilla gracias a mi<br />

60<br />

61


Hilda Yaneth Sotelo<br />

trabajo y al apoyo de mi Lino, así le llamo. He aprendido el<br />

poder de la oración, cada mañana bendigo el día. Soy<br />

Mujeres cósmicas<br />

entrar y salir de la mente dual. He elevado mi frecuencia,<br />

siento encima de mi cabeza remolinos color violeta que<br />

directora de una carrera en la universidad, en México, en mi<br />

crean<br />

realidades. Lucy me sueña vestida de amarillo,<br />

país, desde ahí ayudo a mis paisanos. He aprendido el valor<br />

de la justicia, del ahorro, del respeto, de la fraternidad y de la<br />

compañía. Poco a poco develo el misterio de mi Ser, el<br />

esplendor del mismo.<br />

-No es cierto Marisol, eres hipócrita y mentirosa; ¿piensas<br />

que has cambiando?. No, no. Tu sombra te perseguirá entre<br />

tus amantes y el fingir de la vida perfecta. Jajajajaja, eres el<br />

bicho raro, asqueroso.<br />

-Lucy, vuelve al sillón a reposar y leer, se testigo de mi<br />

historia y deja de fastidiar.<br />

Últimamente he pensado en sonreír más franco, desde el<br />

corazón. Siento que las capas no son tan necesarias. He<br />

conocido gente muy interesante, conocí a La Negrita, conocí<br />

a mi Yaya. Lucy mostró un camino extraordinario y cómo<br />

delgada, cabello lacio largo, feliz, alegre, amante de la<br />

libertad.<br />

Volví a ver a Rosario, a través de la mesera, en Monterrey,<br />

juro que era igualita a ella, con esa mirada escurridiza y<br />

tierna. Llegó a tomar la orden, mi corazón dio un tremendo<br />

vuelco, esa mesera es idéntica a Rosario, mi amiga de la<br />

infancia, la que me marcó el rostro, la mesera se llama<br />

Rosario. Juegos sincrónicos. La trato con calidez, mientras<br />

escucho la sensible vocecita que guía a los eternos. No sé de<br />

dónde viene, no sé quién es. No me pidas tanto. Rosario, la<br />

mesera lleva una blusa roja marcada con el 1800. El día de<br />

su asesinato, Chayo llevaba la misma blusa. Cuatro hombres<br />

habían bebido varias botellas de tequila. Rosario fue invitada<br />

a la reunión, eran cinco. Ella ingenuamente aceptó, le habían<br />

encargado llevar un poco de pasta. Ignorando su futuro, se<br />

62<br />

63


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Mujeres cósmicas<br />

apresuró a obedecer la orden de su disque novio. La reunión<br />

se llevó a cabo en una casa abandonada donde estaba sólo un<br />

roto, largo y descolorido sillón. Algo llamó la atención de<br />

Rosario, eran unos resquebrajados cuadros del Macho<br />

Cabrío. Mientras veía la imagen que la atraía<br />

poderosamente, su hermana llegó al lugar. Inmediatamente<br />

el novio corrió a abrazar a la hermana. Rosario se enfureció,<br />

tomó el cuadro con gran fuerza, lo arrojó a la cabeza de su<br />

hermana que enfurecida emitía insultos y amenazas mientras<br />

salía del lugar, el novio la acompañó, tardó unos quince<br />

minutos. Regresó lleno de furia, vacío de candor. El novio se<br />

sentó doblado por las carcajadas que le provocaba darle el<br />

toque a la mariguana, inhalar el tiner. Rosario lo vio en<br />

crudo, se llenó de pánico, supo en un instante su fatal<br />

desenlace, intentó huir. El Puñal detuvo el diminuto y frágil<br />

cuerpo de Rosario mientras sacaba su cámara de vídeo.<br />

Chayo pataleó, se defendía. Era demasiado tarde. Ya los<br />

cinco estaban encima de ella. Cuatro hombres y el Macho<br />

Cabrío.<br />

Chayo fue una de las primeras muertas de Ciudad Juárez.<br />

Desapareció y su cuerpo fue encontrado mutilado y violado.<br />

En el lejano oriente están las imágenes de los últimos<br />

minutos de su vida. Eso ya no importa, eso es el infierno<br />

para quienes están inmersos en él. Dicen que la pesquisa<br />

para incautar ese tipo de imágenes ha llegado, se han borrado<br />

de la faz de la tierra y los culpables son castigados por sus<br />

mismos horrores y por las autoridades. Los abusadores,<br />

violadores y pedófilo se aniquilan lentamente, otros se<br />

cuelgan del armario, poco a poco la sombra del violador,<br />

asesino desaparecerá. La sonrisa de la mesera trajo la<br />

evidencia del perdón de Rosario. La justicia estaba por<br />

llegar. Ya todo había pasado. Rosario accedió, entró por el<br />

umbral de la paz y el olvido. Canceló una a una las palabras<br />

de la escena desgarradora de los aberrantes minutos de su<br />

vida, suplicó no ser replicada, suplicó jamás repetir esa<br />

horrible experiencia por ningún medio de comunicación.<br />

64<br />

65


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Rosario lleva la sonrisa de La Negrita, es eterna, es rosa, es<br />

azul.<br />

-Lucy, ahora comprendo cuando dices de nuestra misión<br />

más allá del bien y del mal. Debo enfocar mi atención a la<br />

Luz que te brinda el trabajar en los talentos. La dualidad<br />

poco a poco se desvanece, pero esto es nuevo y no sé cómo<br />

manejarlo, estoy desorientada.<br />

La Negrita llegó a la Macro Plaza caminado en búsqueda de<br />

algo, no sabía de qué. El sol penetraba implacable por sus<br />

ojos. Se cubrió el rostro con las manos y rogó ser sacada de<br />

ese lugar. Brillos saltaron de sus ojos al observar la rapidez<br />

del crecimiento de sus uñas. Asustada escondía las manos<br />

para no darse cuenta de su madurez mientras se quejaba<br />

amargamente del calor. Las uñas continuaron creciendo las<br />

adornó con girasoles.<br />

Ella adjudicaría poderes a las plantas y animales; adivinó el<br />

pasadizo de su amargura al encarar el agobio, el fuego en su<br />

Mujeres cósmicas<br />

cuerpo. Apretó el paso hacia la sombra que la esperaba<br />

ansiosa por acogerla. En la sombra extendió sus manos,<br />

juegan a atrapar demonios. Mueve sus brazos saturados de<br />

capas de la defensa, las deja caer, eran tres. La primera había<br />

cubierto a La Negrita, la segunda había protegido el dolor, la<br />

adolescencia, y la tercera se aferró de esquina pegada al<br />

pecho sin terminar de desperenderse, le sigue siendo<br />

necesaria. En su rostro, la risa del humor negro típico del<br />

juarense. Humor confiado que entregaba los secretos para<br />

formar una nueva identidad.<br />

El viaje a Oaxaca le indicaba a Lucy cómo crear nuevas<br />

identidades; ella debería deborar las almas de las incautas,<br />

¿cómo lo haría?. Tara Ma, le instruyó usar la energía sexual<br />

a cambio de comunicación telepática. Al concluir el último<br />

intento de relación amorosa, Lucy sufrió tremenda<br />

desepción, pidió morir. Su corazón fue carcomido por la<br />

serpiente y dos cuernos de chivo casi le vuelan los sesos.<br />

Estuvo en coma varios meses y los tratos arriba hechos no<br />

66<br />

67


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Mujeres cósmicas<br />

los sabás ahora.<br />

Los códigos secretos le fueron entregados, el libro de las<br />

almas le fue abierto, cuando salió del coma el velo azul<br />

volvió a cubrir su rostro.<br />

Años antes Lucy y Marisol departían en el café de los<br />

pájaros en el alambre; estaban en el segundo piso pero<br />

parecían estar en alguna dimensión mucho más elevada,<br />

desde allá, dos enormes ojos ovalados mecían y contaban la<br />

escritura en Polvos de manzana, soplaban la historia de<br />

Arline, una alargada figura que venía de Venus.<br />

Marisol ya leía las primeras tres páginas de Mujeres<br />

cósmicas, lloraba al encontrarse en cada palabra. Su corazón<br />

se estremecía latiendo con fuerza y certeza de comprometer<br />

a la mente a soltar el pasado, el poder. Ella se resistía,<br />

callada, a veces distraída, llamaba a la tarántula, al rescate<br />

del tejido de otras manipulaciones maquiavélicas, aún sus<br />

compromisos la ataban, sus demonios se empeñaba en ser<br />

68<br />

entretenidos. El puesto de coordinadora de la carrera de<br />

Sociología en la universidad, el matrimonio con un hombre<br />

mayor, el apoyo moral y económico a su familia,<br />

compromiso adquirido desde la infancia, las joyas, la pose,<br />

el cabello largo, el mantenimiento de las largas uñas, las<br />

pestañas postizas, la sonrisa perfecta, los viajes, el dinero, las<br />

ventas, las carcajadas, la comida, los suculentos platillos, no<br />

la soltaban. La tarántula gigante, madre de todos los enredos,<br />

tejía con nuevos hilos; desde adentro, necesitaba<br />

reinventarse y eso, eso dolía mucho porque las otras hiladas<br />

podrían lentamente.<br />

Lucy observaba el entorno, la otra realidad en la presencia y<br />

en la ausencia de Marisol, sentía un gran compromiso al<br />

amor fraternal, en la confianza que Marisol depositaba en<br />

ella, muy lejos estaba de imaginar lo que sucedería en la<br />

cancha del juego de la vida.<br />

Marisol escucha atenta el consejo de Lucy la tiene absorta al<br />

escribirle lo que sueña. Marisol admira el don de Lucy,<br />

69


Hilda Yaneth Sotelo<br />

quiere poseerlo y en sus fallidos intentos Lucy se divierte. La<br />

postura de Marisol es chingar a quien se deje pero con Lucy<br />

no puede.<br />

Mujeres cósmicas<br />

Marisol ve claro, no no no, es oscuro, es culpable, no puede,<br />

ya se va. En el silencio reza, medita, visualiza, el silencio se<br />

va, huye grita, huye.<br />

Decide retirarle la palabra y buscar amantes, jóvenes<br />

amantes. Marco Vinicio le comparte el amor y la danza de<br />

Camina al lado de Lucy de quien depende. Lucy accede<br />

verse en el parque de la esquina en la calle Zaragoza. La<br />

los delfines, esperada por su alma. Se conocen en Oaxcana y<br />

obliga a admitir la verdad. Marisol está enamorada<br />

de<br />

viven el romance encendido por el efecto fósforo, la luna<br />

sobre el mar.<br />

Marisol encuentra lo cierto abajo, en las trasnochadas, las<br />

fiestas, la debilidad del cuerpo. Una vez derribada la capa del<br />

miedo a vivir la juventud se entrega. No ha dormido en<br />

varios días, ha consumido todo el alcohol posible, han<br />

soñado por ella. Entregó su alma, está confundida. Llora<br />

desconsolada cuando tiene un minuto de paz, desea que las<br />

alas la abracen una vez más. Extraña a Lucy, siente que la<br />

ama. Duda de sus tendencias lésbicas, le habían prometido<br />

una nueva identidad, sueña besar a Lucy. La llama, no<br />

responde. Lucy se encuentra seduciendo a Arline.<br />

70<br />

Marco Vinicio y Lucy, siente culpa. Es una mujer casada, no<br />

debió permitir los besos. –soy una mujer enamorada de mi<br />

esposo- se repite hasta el cansancio. Así debe ser, así lo<br />

dicta la sociedad. Su voluntad se ha quebrantado. Entró en<br />

un laberinto, vuelve la confusión, se ahogo en este lago de<br />

culpas. Me ha enamorado, había prometido que sólo era con<br />

Marco Vinicio, una noche en Huatulco, así fue, ya no lo es.<br />

Marco Vinicio la besa continuamente, ve la rosa. Ve a La<br />

Negrita, ve esa adolescente besucona que hace siglos no<br />

veía. Marco Vinicio, guapísimo piel blanca, piel curtida con<br />

amor hacia afuera, ingenuidad plasmada en la sonrisa, chispa<br />

de aventura en su hablar, juventud al caminar, abrazo tierno,<br />

71


Hilda Yaneth Sotelo<br />

constante deseo de complacerme, darse en los orgasmos, la<br />

seguridad del varón.<br />

-Entregué el momento, le entregué la pasión de la vida, la<br />

inseguridad, la espontaneidad del hubiera, del haber. Es que<br />

sólo se trataba de unos días, unas micheladas, un tequila,<br />

miradas huidizas, risas eufóricas, toqueteos, jakuzi abrazado,<br />

humedad movediza, besos muchos, muchos besos.<br />

- Sueñas demasiado Marisol, lo has visto en tu pantalla<br />

personal. Esa pregunta constante de ¿qué hubiera pasado sí?<br />

Has llegado Marisol, has llegado a tus propias realidades<br />

paralelas.<br />

-Sí Lucy, aún así peleo ese mundo, el amor. ¿Y qué hago con<br />

lo que siento por ti?, yo no soy lesbiana pero tú me<br />

despiertas ira, pasión, comptenecia, odio.<br />

-¿Quién entiende a las mujeres? Sólo nosotras mismas,<br />

Marisol. No te enredes y si sientes que me amas, ámame,<br />

cuál es el problema.<br />

Mujeres cósmicas<br />

-Amor, amor, el de mi esposo, eso digo pero para qué le<br />

busco, no deseo pagar lo que hice, y eso del karma ¿qué?<br />

¿Por qué existimos por y para? ¿Por qué no somos libres,<br />

completamente libres?, mejor ahí le dejo.<br />

Marisol intenta huir una vez más y entre pláticas insiste en<br />

toparse con otra aventura, reflexiona. Admite haberse<br />

enamorado, fue el primer paso al reencuentro con Marco<br />

Vinicio, fue mucho más rápido que las lectura de estas letras,<br />

fue a la velocidad del rayo que se anuncia. Marco Vincio<br />

llama, habla. Él siente lo mismo. Marisol piensa en dejar a<br />

su esposo. El ruido del mar golpeado la piedra está en su<br />

corazón, no sabe cómo apagarlo, ha tomado alcohol harto<br />

alcohol. Marco Vinicio estaba huyendo, dice que le dio por<br />

jugar videojuegos, aventar la bola de golf, no sabe qué le<br />

pasa, no atina. Admirablemente se refugia en su mujer, su<br />

esposa. --Antes de lo nuestro, Lucy, él había sido uno en el<br />

aire, deambulando complaciendo a sus jefes, fornicando en<br />

cada esquina, borracho, imbécil. Desde nuestros besos, él<br />

72<br />

73


Hilda Yaneth Sotelo<br />

admite llevar seis meses de perfecta armonía con su mujer.<br />

Se lo dijo a Arline en una post reunión. Suspiré aliviada al<br />

saberlo conmovido, él aprovechó el encuentro de aquel<br />

verano, respondió a lo más elevado, ahora decide ser feliz.<br />

Contenta admito haber alineado a Marco Vinicio. Veo que<br />

filtrar mi enamoramiento, era tan sólo el primer paso hacia<br />

mi liberación. Mi cabeza ha dejado la maquinación, mis<br />

pensamientos son líquidos revertidos, surgen del corazón y<br />

después logró traducirlos al alma, llegan volando a través de<br />

las nubes que llevan el mesaje de nuestro inconsciente.<br />

Marco Vinicio se ha sentado a la orilla del mar, con su mano<br />

izquierda avienta arena, mueve las muecas de las figuras<br />

nuestras, traza besos de Marisol. Despierta y recuerda ese<br />

lugar de amor, ese rincón posado en la memoria. Resignado<br />

camina lentamente, sacude sus manos, las aprieta, a la par<br />

sus dientes rozan la furia, la frustración de saberse lejos,<br />

lejos ¿de quién?, no lo sabe todavía, no atina a concretar, ha<br />

bebido demasiado, apenas logra ver que el sol cierra sus ojos<br />

Mujeres cósmicas<br />

al sueño. Hay girasoles, delfines gigantes, ve un barco. Corre<br />

hacia el malecón, está Marisol, ahí con sus uñas que cargan<br />

los girasoles que él lleva en la mano para ella, esos girasoles<br />

que han revertido la historia para amar lejos, muy lejos de<br />

los egos, el qué dirán, los fríos planes. Marisol sonríe<br />

complaciente, su mente la traiciona, piensa en la última vez,<br />

esta será la última vez, calcula a Marco, lo analiza. Marco<br />

entrega los girasoles, entrega el corazón al momento, no<br />

analiza, no planea, ama. La mañana llega, Marco Vinicio<br />

despierta a la pesadilla del trabajo, decide permanecer sobrio<br />

por un momento, pero el recuerdo del sueño lo hunde al no<br />

saberlo real. Marisol espera despierta en El Paso, Lucy la<br />

acosa. Marco regresa tocado por la hermosura del amor puro,<br />

guarda a Marisol en lo más íntimo de su Ser, el secreto es<br />

custodiado por los santos del pasado, por la Virgen de la<br />

Montaña, la de los caireles y vestido azul. Marco vuelve su<br />

mirada a la belleza en sus hijas. Su mujer lo espera igual, a la<br />

usanza de las cornudas mexicanas, ellas hacen el<br />

74<br />

75


Hilda Yaneth Sotelo<br />

matrimonio, ellos se divierten y el ciclo continúa, los roles se<br />

repiten una y otra vez, siendo ellas enemigas de ellas, siendo<br />

ellos unos idiotas manipulables por el alcohol y aquellitas,<br />

las otras, las amantes. La diferencia es que en esta ocasión<br />

Marco no se topó con una aquellita, ahora Marco y Marisol<br />

habían ejecutado la danza de la liberación y al amor<br />

universal, convivieron muy pocas horas pero supieron<br />

guiarse. El alma percató el amor en la esperanza de verse<br />

felices, plenos, dichosos. Sus mentes no lo saben, mucho<br />

menos sus estómagos, sus sexos no añoran. Marco y Marisol<br />

tienen el reto, un amor digno de vivirse. La suerte será hasta<br />

que Marisol se percate de que ella tiene el bálsamo. Ella es<br />

dueña de su vida, su destino.<br />

-Decidí correr hacia Brasil y Paraguay, corría a recorrer el<br />

mundo donde las gracias esperaban. Iba tras la pista mía, esa<br />

pista que atraía a reconocerme. Soñaba en un mar confuso,<br />

pero real. Poco<br />

a poco aprendí a darle comunión a mi ceguera, abría los ojos<br />

76<br />

Mujeres cósmicas<br />

del subconsciente, el temor se alejaba. Mis ganas de volver a<br />

ver a Marco Vinicio acentuaban. La paz, esa paz que todos<br />

buscamos en este cuerpo, esa paz anhelada se había ido no sé<br />

a dónde, iba tras ella. Platicaba con Lucy, insistía que<br />

explorase mis motivos. Aseguró: Marco Vinicio era mi<br />

creación, sólo mía y que tal vez todo había sido un sueño, un<br />

removido sueño. Faltaban dos días para mi viaje a Brasil,<br />

iba a Paraguay a presentar la ponencia de los triunfadores la<br />

ponencia de mis mexicanos representando mi universidad.<br />

No miento, seguía huyendo de no sé qué, ahora lo<br />

comprendo, estoy segura. Miedo, miedo. No dejaré a mi<br />

esposo por anda del mundo, quiero que me herede su<br />

fortuna. No dejaré ir el dinero, no. El amor no existe, no, no.<br />

Lucy está safada, resulta que amo doble, ¿amar doble?. Eso<br />

es, al hombre, a la mujer. Amo a mi padre y a mi madre.<br />

-¿Lo ves?. No es de mí de quien estás enamorada.<br />

Marisol Llega a Brasil buscando la señales y ve lo que su<br />

alma necesita. Ve al taxista de nombre: Marco Vinicio !oh!<br />

77


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Marco Vinicio. Ella hubiera deseado la llamada de Arline,<br />

esa llamada del reencuentro con Marco no llegó. Piensa en el<br />

hubiera, si ella hubiera sido sincera con Arline y aceptar su<br />

amor hacia Marco Vinicio, Arline le hubiera facilitado el<br />

reencuentro. A cambio mintió, dijo que amaba locamente a<br />

su marido, que estaba arrepentida por la aventura extra<br />

marital y Arline le creyó.<br />

- Lucy, Arline olvidó que yo también deseaba ver a Marco,<br />

no fui sincera con ella, no acepté mi enamoramiento,<br />

ocultaba una vez más mis emociones. Ella partió a Oaxaca<br />

ignorando mis deseos. Construyo historias en mi mente, no<br />

he logrado liberarme asumo hechizos maldiciendo mi amor<br />

con Marco Vinicio, una y otra vez y de pasada te maldigo a<br />

ti.<br />

-Arline tiene los hilos de tu historia en este momento, se<br />

sincera, grita tu amor adolescente. Entre las mujeres<br />

conjuramos para que tus deseos más elevados se cumplan, es<br />

nuestro tiempo, tenemos el poder del clarividente.<br />

78<br />

Mujeres cósmicas<br />

-No, no, además no estoy tan segura de lo que siento, esto es<br />

sólo un bello sueño. Arline no es mi amiga, no me importa.<br />

-Las ideas de que Arline sacudía con sus manos mi presencia<br />

se fueron hasta el subconsciente y en un sueño, ella lo dijo.<br />

La vi echándome fuera de una fiesta, en la calle París, en la<br />

casa de la Yaya. Arline me sacaba enojada, estábamos en la<br />

casa de mi Yaya. Todas festivas, las once que solíamos jugar<br />

fútbol, las cósmicas festejábamos el premio de Sally, el de<br />

Lucy, el mío, el de todas que ganábamos copas, trofeos<br />

bañados en oro. Tú no entrabas al juego. Lo observabas<br />

13/13.<br />

Sé que sólo era un sueño, pero se trasladó a mi experiencia.<br />

Cuando Arline y yo caminamos en el parque le confesé, que<br />

estaba muy agobiada de ti, confundida, o al menos así<br />

pretendía estarlo. Te critiqué, luego fuimos a tu casa.<br />

-Fuimos tu y yo las que conversamos en ese parque ayer.<br />

-Estoy enloqueciendo y tu voz tienen el mismo tono que el<br />

79


Hilda Yaneth Sotelo<br />

del Arline, es mejor que ye vayas de aquí.<br />

Mujeres cósmicas<br />

en el mismo patín sin darse cuenta.<br />

Camino a Brasil Marisol se quedó varada en el aeropuerto de<br />

la Ciudad de México, su visa se había atrasado, moría de<br />

cansancio, no supo a dónde ir. Arline gozaba de su amor con<br />

José en Huatulco Oaxaca, vio cuarenta y ocho horas,<br />

transcurrir entre la cerrazón de la terquedad, el figurín de la<br />

manipulación, y el fresco recuerdo del sueño. Odió a Arline<br />

luego la amó las dos eran una mortales, pero del otro lado,<br />

no eran humanas, poco a poco se transmutaban en<br />

hechiceras que había mal usado el Don en varias vidas.<br />

Marisol mudó, al igual que las víboras, cambiaba de ropa, de<br />

ideas, de ciudad, de identidad. Su intuición guía, confía.<br />

Arline no llamó, el sueño de salir de aquella celebración se<br />

hizo real. Es ahí donde inicia lo interesante. Marisol está sola<br />

con el interior, con el huerto de de dolores, sabores,<br />

sinsabores. Visitó el infierno.- Ahora ¿qué hago?- Buscó en<br />

revistas un lugar donde regresar a la paz y hojeó, vio lugares<br />

de meditación y relajación. Encontró uno en el centro. Sigue<br />

80<br />

-Una vez más enfilo mi alma hacia Marco Vinicio, estoy<br />

plenamente convencida de que allá en Oaxaca encontraré<br />

algo que he perdido, pero ¿qué es?<br />

- Tengo un trozo de tu realidad Marisol, estoy contigo. Te<br />

amo. Te lo devuelvo cuando estés preparada para ti misma.<br />

Una madrugada de octubre.<br />

El altavoz en el aeropuerto llama a Marisol la saca de su<br />

futura paz, está en lista de espera, el pasaporte ha llegado,<br />

piden preparar para abordar. Durante el interminable vuelo<br />

encuentra lo que buscaba. Al recostarse de lado el olorcito de<br />

su cuerpo le recuerda los dos días que lleva sin bañarse, los<br />

mismos minutos que lleva volando, buscando. Cierra los<br />

ojos, la azafata interrumpe el baile de su espléndido olor, el<br />

reconocimiento de su cuerpo. Ella abre sus ojos azul, de una<br />

bocanada aspira el ambiente y con su alegre sonrisa ofrece el<br />

consuelo, un pollo relleno de jamón y queso, un arroz<br />

81


Hilda Yaneth Sotelo<br />

blanco. Inhaló el olor a jabón Rosa Venus pensando que la<br />

azafata tuvo un encuentro sexual. Consoló el hecho de haber<br />

pasado ocho días sin placer. Los placeres se entregaban en<br />

una charola en un platillo delicioso; de una nada el Don de<br />

sanarse a través de otros entraba en su muy ajetreado Ser.<br />

Volvió a cerrar la intuición, a la vez bajaba la ventanilla que<br />

hasta el día de hoy no abre. Pasan las semanas, recostada<br />

abrió las palmas esperando, esperando. No tuvo que salir, no<br />

tuvo que ir a ninguna parte ni escuchar a nadie. Ha<br />

conseguido calmar el torrente, sonrió cuando se encuentra y<br />

no lo puede creer, ahora son otras vocecitas las que escucha.<br />

-Ya no tengo miedo, Lucy. He tenido pesadillas y las he<br />

vencido sin rezar el Padre Nuestro, el miedo se ha ido. Ahora<br />

entiendo aquello de que las respuestas están en mi interior.<br />

La felicidad inmensa me invade, no me importan los<br />

sistemas en el mundo, generaré mi propio planeta, soy<br />

arquitecto de mi vida. En paz. He decidido dejar la jefatura<br />

en la universidad, es un gran logro. Encargo a mi mejor<br />

Mujeres cósmicas<br />

amiga el puesto, ella deseosa de poder, acepta mover los<br />

hilos. Le estorbo, necesita zalamería, pleitesía. Aún no la<br />

nombran oficialmente jefa y ya ha mostrado ser desleal a la<br />

amistad y sumamente fiel al poder ¡Qué asco! En cada<br />

rincón de México, en cada institución se gestan estos<br />

muñecotes y muñecotas hipnotizadas por el poder.<br />

Enfermos, ciegos, son comandados por el figurín creado<br />

hace muchos muchos años. Ese figurín que tiene forma de<br />

capas largas, dedos cortos, uñas cenizas, que mueve un bote<br />

cada vez que quieren llamar la atención, la corona rellena de<br />

algodón, los ojos rojizos de tanta desvelada (porque tienen<br />

que estar alertas, de lo contrario alguien les roba el mando)<br />

da repetidas vueltas a sus manos enredando todo, mientras la<br />

espalda adquiere una anchura, se desproporcionan, el<br />

abultado estómago se confunde con el pecho, el hocico está<br />

listo para mangonear y emitir la palabra, le apesta el hocico y<br />

tiene la lengua viperina. El figurín del poder lentamente es<br />

femenino. ¿Cuántas mujeres admiran secretamente a Elba<br />

82<br />

83


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Esther Gordillo? pero en la mesa, ellas deben despreciarla.<br />

Yo estoy segura que el figurín ponzoñoso de la líder sindical<br />

las seduce, las busca y ella lo acoge, lo añora, desea ser. Ha<br />

dado muestra de ello. Apenas ocupó mi puesto en la UACJ y<br />

ya ha despreciado a las secretarias, les ordena por<br />

adelantado, les prohibe llamarla Pepa Botes, aquel personaje<br />

que deambula por las calles de J Twon, cargando todo a su<br />

paso, arrastrado tremendas latas de aluminio en el ruido<br />

ensordecedor de su extrema vida.<br />

El apodo le ha caído muy bien, mi amiga carga con decenas<br />

de objetos propios de su profesión, no se aleja de sus<br />

posesiones, por supuesto que refleja a Pepa Botes al saberse<br />

extraña sin cosas encima. Así es el poder, es como traer una<br />

carga pesada pesada, puede más que tu alma, ensombrece la<br />

mirada, disminuye las pestañas, entrecierra los ojos, infla las<br />

mejillas, adelanta las manos, los pechos los enaltece, la<br />

mueca la endurece, los labios junta, los hombros los atrasa,<br />

los músculos se complacen, el corazón es café rojizo, y no<br />

84<br />

Mujeres cósmicas<br />

conoce límites, nada, ni nadie lo satisface. Ahora que suelto<br />

el poder, lo veo, claro, clarito. Grito a la liberación mientras<br />

observo a mi amiga empoderarse a la mala. Ni modo, es su<br />

vida, son sus experiencias.<br />

Es diciembre, he subido veinticinco kilos, arrastro mis<br />

cansadas piernas. Estoy en Puebla he venido a la boda de mi<br />

mejor amigo, busco una casa para mis padres que huyen de<br />

la violencia que se ha desatado en Ciudad Juárez, estoy<br />

preocupada, sumamente triste al verme alejada de mi madre.<br />

Cargo a mis padres desde que tengo uso de memoria.<br />

Recuerdo a mi madre quejarse de infidelidades, desamores,<br />

golpes, pleitos de mi padre. Yo fui su mejor amiga a los<br />

escasos cinco años, desde entonces he sido su refugio.<br />

Mi padre trabajó para la policía municipal en los años<br />

ochenta, recuerdo haber manejado autos de lujo, veía un<br />

polvo blanco en la mesa, unas hierbas atoradas con un lazo.<br />

A La Negrita le han encomendado pesar el polvo blanco, ella<br />

sabe contar, y cuidadosamente pone la cantidad exacta en<br />

85


Hilda Yaneth Sotelo<br />

unos papelitos. La niña piensa que aquello es azúcar fina<br />

para preparar pasteles, la curiosidad la mueve a probar. Esa<br />

mañana La Yaya había salió a comprar los juguetes de<br />

Navidad, mis padres llegaron de madrugada después de una<br />

larga noche de juerga. La Negrita bajó a servirse cereal y al<br />

no encontrar leche combinó el polvo blanco con agua. Al<br />

probar la primer cucharada notó el sabor amargo y corrió a<br />

traer azúcar regular, en ese momento se percató de que<br />

aquello no era dulce para hornear pasteles y en cuanto La<br />

Mujeres cósmicas<br />

la cordura de aquella valiente mujer que llegó a ser La<br />

Negrita. Marisol narra y lee con asombro y detenimiento su<br />

propia historia en otra esfera de su existencia. Ella no daba<br />

crédito a la versión diferente de su vida, sin embargo las<br />

ganas de ver más allá y el intenso dolor la obligaban a<br />

depositar la fe hacia la explicación divina y la posibilidad de<br />

vivir su propia realidad paralela. De cocodrilos a delfines fue<br />

sólo el inicio hacia la aceptación, renuncia, aventuras,<br />

atractivos juegos y grandes carcajadas.<br />

Yaya arribó, La Negrita inquirió sobre la verdadera identidad<br />

de aquel polvo tan tan amargo. La Yaya la retiró de la mesa,<br />

probó levemente el cereal y a gritos despertó a los padres<br />

reclamando entre sollozos, el cruel abandono matutino. Los<br />

padres corrieron a la tienda a traer leche real para provocar el<br />

vómito que La Negrita jamás propició, desde entonces<br />

abandonó cualquier acercamiento a las drogas. En su<br />

corazón arrancaba la preocupación por aquellas almas de sus<br />

padres quienes habrían de depositar el resto de sus vidas en<br />

86<br />

87


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Mientras Marisol viajaba durante el verano, alucinada al<br />

descubrir su corazón en el quinto repaso de la lectura de<br />

Kafka y La metamorfosis, probando relaciones extra<br />

maritales; yo seguía en el sillón café claro, una de mis<br />

manos acariciaba la pequeña ventana que veía escurrir la<br />

nieve, entregaba una certera interpretación al cosmos de<br />

Marisol, le sugerí vivir las mariposas, y los grillos muy a<br />

pesar de las cucarachas que balbuceaba al hablar por<br />

teléfono con el sabio fantasma y la peste en el líquido<br />

femenino. Bajé la mano derecha, aventé el teléfono al piso,<br />

Mujeres cósmicas<br />

donde las dimensiones podían ver las delirantes<br />

imperfecciones. Lucy impaciente penetró al reflejarse en<br />

cada una. Marisol pateaba la primera esférica idea, el<br />

intercambio de experiencias, las mujeres sin identidad<br />

probaban la amargura de verse envueltas en una relación de<br />

hombres veinte años mayor, casado. Ella, la mujer que<br />

gozaba de identidad en el pasado, murió, recién terminaba<br />

una relación de siete años con Salvador, un amor en tantra<br />

de un joven apuesto quien le había enseñado el arte de<br />

enloquecer a los que se creían cuerdos.<br />

colgaba al hombre mayor hasta el perdón, una sensación de<br />

ira, y confusión se apoderó de mí. Yo tan sólo leía Mujeres<br />

cósmicas, no la vivía .Sentí una pestaña incrustada en mi ojo<br />

derecho. Al tallar con fuerza, las palabras obsoletas del<br />

anciano corrieron presurosas a esconderse, removí la<br />

pestaña que en realidad era una asquerosa pata de insecto.<br />

Sin éxito, abandoné la lectura, ellas, las mujeres me<br />

regresaban ofreciendo un gigante lago de agua trasparente<br />

88<br />

89


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Mujeres cósmicas<br />

intenciones de mi alma. La siguiente noche, el desnudo fue<br />

total, las mujeres posaban para las pinturas populares, las<br />

guitarras van al frente de los cuerpos, somos verdad y<br />

3 EL BESO<br />

Partimos de París con el corazón consternado al vernos<br />

dentro, lo peor, cerré los ojos del entendimiento. Pensé a la<br />

par del deja vu saturando en escalofríos mis piernas; los<br />

pasos apuran el encuentro. Deseaba ver. La palabra Kawí<br />

penetró el flanco, las imágenes disparaban. Ellas, Marisol y<br />

Lucy entraban a la fiesta, las desprecié con el dejo del odio<br />

en los siglos. Cerré el sentimiento, vi con la víscera. Seguí<br />

festejando en el color rojo chillante de mis labios y sobre la<br />

ruidosa voz de mi ego. Ellas se marcharon, no sé si vuelvan,<br />

no lo sé. Al instante yo cubría la mirada, la ocultaba de<br />

Lucy, ya no vería aquellas vidas pasadas de horror, los<br />

rituales de la bruja mala. Ocultaba algo bajo unos enormes<br />

lentes de marca. Lucy reprendía al demonio de la ignorancia.<br />

Caminamos en curva, platicábamos. Ahí se descubrían las<br />

90<br />

música, no hay nada que esconder, nos aceptamos puliendo<br />

nuestra belleza al tanto. He soltado a la bruja envidiosa que<br />

mata a las mujeres con venenos sutiles, polvos fatídicos<br />

disfrazados de una deliciosa roja manzana.<br />

Era martes a las 5:15 pm, Arline se preparaba para conocer<br />

gente interesante. Recién conversaba con La Negrita y La<br />

Yaya. Cada instante pasado evocaba el momento mágico<br />

vivido en Oaxaca. De tanto recordar los asombrosos detalles<br />

de la noche anterior, el extraordinario presente pasaba<br />

inadvertido. Arline se esforzaba en entender el pasado, sin<br />

comprender que el presente se fugaba.<br />

Iban rumbo a Bahías de Huatulco, paseaban hasta la parte<br />

trasera del pequeño transporte que se movía brusco en el<br />

desatino. Arline cerró los ojos tratando de rescatar el sueño<br />

perdido hacía más de diez años. En vano se esforzaba porque<br />

91


Hilda Yaneth Sotelo<br />

el dormir se fugó, se largó hacia donde las ideas<br />

devastadoras lo sustituyen, el sueño no conciliaba la tortura<br />

sentimental del divorcio.<br />

A su izquierda Marisol, le sugería escaparse de las A, las que<br />

inician el abecedario, las causantes de su desgracia, las que<br />

le habían quitado el sueño. Arline sonrió, no atinaba a<br />

comprender la gestación mágica del momento. El celular<br />

timbró, era su padre anunciando la reciente operación del ojo<br />

izquierdo de su madre. Arline gimió sobresaltada, por<br />

imaginarse algún desafortunado desenlace. Bajó apurada a<br />

encender un cigarrillo para calmar su acelerado y fatídico<br />

pensamiento.<br />

Lucy frotando su ojo derecho intentando remover la<br />

asquerosa pata de insecto incrustada por el tiempo. Arline<br />

absorbía el cigarro, las manos se movían presurosas al<br />

prender la punta del tabaco. Lucy escucha nombres y<br />

diálogos por suceder.<br />

Mujeres cósmicas<br />

-Es urgente que sepas quién eres ¿Podrás? El acento era<br />

extraño.<br />

Arline molesta por la incomprensión, suplicó saber quién<br />

era. Elevó su mirada desconcertada intentó descubrir su<br />

verdad, a lo lejos la luna yacía pálida y transparente al igual<br />

que la esquelética<br />

figura de Arline; desconocía su función, su origen, su rol, su<br />

plenitud, el vestido entallaba rayas negras y blancas, el preso<br />

emergía. Conocía perfectamente la tragedia, el<br />

entretenimiento, los colores, la bondad, el amor pausado, el<br />

amor sufrido y entregado. Ese mismo amor que la orillaba a<br />

seguir perdiendo el sueño; ignoraba quererse, amarse, vivir<br />

apasionada.<br />

Sin más, regresó a la camioneta verde que ahora se meneaba<br />

por entre las inigualables vistas de la Sierra de Oaxaca.<br />

Pasando La Ciénega la imagen dorada de una mujer indígena<br />

fumando, plasmada en la madera, anunció el nombre del<br />

92<br />

93


Hilda Yaneth Sotelo<br />

pueblo. A través de los recovecos que formaban los troncos<br />

de madera, se filtró San Nepomuceno.<br />

Nepomuceno, en La Ciénega abordó el transporte. Aún no<br />

quiere bajarse. Se quedó instalado en el campo de las tres<br />

testigos, mujeres que atónitas presenciarían la magia<br />

realizable de los sueños fantásticos del viaje a través del<br />

tiempo. Arline no escucha todavía. La quietecita voz, taladra<br />

cada centímetro de la psique. De pronto, Lucy, sentada a la<br />

derecha desecha el nombrecito y dice:<br />

-Oye, tengo bien grabado en la mente el nombre de<br />

Nepomuceno ¿Qué significará? Es que siento que carcome<br />

llevo buen rato escuchando.<br />

-Pues vaya nombrecito . . . quesque, Nepomuceno . . . Ja-jaja.<br />

Arline suelta su característica carcajada de inframundo. Lucy<br />

decide continuar en el canal de la voces destinadas a la mujer<br />

que deambula perdida entre la luna artificial, hechiza en<br />

Mujeres cósmicas<br />

celdas que atrapan, atolondran. Pasadas las horas el<br />

transporte se detenía frente a una rústica cabaña. El<br />

restaurancito rupestre invitaba a deleitarse del auténtico<br />

alimento para el alma. Adentro las mujeres indígenas,<br />

ataviadas en sus delantales azul, movían las manos<br />

presurosas por el deseo de complacer a la multitud<br />

hambrienta. Arline con el sueño y el apetito ido se sentó a<br />

observar la notoria lluvia en las ventanas de cristal, aspira el<br />

olor a tierra húmeda perdiendo la mirada, se esfuma en<br />

instantes. Su aprensiva memoria la regresa al cuerpo, le<br />

exige tabaco urgente. Ella complació su vicio, abandona el<br />

alma, la entrega a lo incierto.<br />

En la cocina toda una gama de sabores, gustos, movimientos,<br />

colores; mejillas sonrojadas, aromáticas exigencias de los<br />

estómagos vacíos de buena comida, llenos de miedos por no<br />

saber entregarse, por no dejarse ir. Miedos que los persiguen,<br />

los acompañan, se instalan para terminar de cocinarse<br />

conviertiéndose en pesadillas vivas. En el restaurant rupestre<br />

94<br />

95


Hilda Yaneth Sotelo<br />

quedan encantadas Marisol y Arline, hechizadas regresan<br />

años después a imitar a Lucy, a repetir la magia blanca entre<br />

Mujeres cósmicas<br />

cuando leyó el cartel turístico. Ahí adentro, en el vientre<br />

materno, en la madre tierra Arline reinicia sus miedos, sus<br />

dientes que expulsan negrura.<br />

fracción de las tres mujeres.<br />

Lucy lo sabe. Ahí quedó<br />

nervios grita desesperada, desea huir de ese lugar tan oscuro,<br />

le parecer ridículo haber seguido la sugerencia de Marisol,<br />

La cocinera de la montaña suplicó a Lucy: -Quédate ahí –.<br />

Le dijo mientras voltea la gigante quesadilla. Lucy ignoró si<br />

se refería al instante o a la presencia, pero sus deseos fueron<br />

órdenes. Hasta que presurosos pensamos seguir nuestro<br />

camino hacia Nepomuceno que nos atraía con la lengua roja<br />

en forma de fresa, esponjada de antaño. -El miércoles<br />

sucederá lo tuyo Arline-. Le dije; custodiaba a la mujer sin<br />

identidad, lista a penetrar durante los sueños, a instalarse<br />

dentro. Sus almas me pertenecían.<br />

-La mujer mexicana no es indígena, no es española, no le<br />

interesa ser mestiza, le interesa la nada y su rajada; no tiene<br />

identidad fija, sus pies flotan y ni qué decir de la Chicana-.<br />

Dos gays murmuraban, aventaban a la basura los platos<br />

llenos de chile y mortaja. Marisol, sugirió un Temazcal<br />

96<br />

escapa, escapa. Los Mayas lo sabían por eso incluyeron<br />

incienso en la preparación. Se vio mística y eterna. Sus<br />

miedos trasmutaron al poder y en un santiamén guiada por<br />

los antepasados Arline se convirtió en guía. Los aromas y las<br />

voces dentro disolvieron los temores. La memoria se activó<br />

cuando se recostaba envuelta en el calor, y los sonidos, los<br />

eternos sonidos que fueron traídos del año 1000 dC. Ahí se<br />

vio, era una doncella a punto de ser sacrificada en honor a<br />

los Dioses. Logró escapar de su verdugo con rostro de su ex<br />

marido. Logró bautizar la pequeña mollera de El Niño al<br />

tiempo se bendecía. Se vio en un río mojando la cabeza de<br />

un bebé, supo que era ella. También vio el dominio que<br />

Alberto, su ex marido seguía ejerciendo en su mundo actual,<br />

el terror regresó cuando la imagen de un sacrificio saltó<br />

97


Hilda Yaneth Sotelo<br />

desde sus archivos memoriales. Era ella doblada encima de<br />

la piedra, sus firmes pienas, su cintura ataviada de un cordón<br />

morado que prometía expulsarla al umbral de la muerte, fue<br />

visto por la inocencia de los presentes. Alberto enterraría el<br />

filo justo en el pecho. Arline abría sus manos entregando la<br />

palma al cielo. Salía airosa, regresaba en el halo índigo. Su<br />

belleza acentúaba. Cuando regresó aseguraba haber visitado<br />

Venus pero no dio detalles, gemía de placer. Se percató del<br />

sacrificio ejercido desde entonces por su ex marido. Él<br />

seguía aferrado a dominarla, a dominar la blancura del baño<br />

nocturno de la luna. Ella sufría por él, lloraba el matrimonio<br />

disuelto, las frustradas ilusiones, el dolor de saberse sola con<br />

dos críos, el dolor de saberse menos, gracias a él. Alberto<br />

estaba enamorado de otra, una china encantos que le hizo<br />

feng shui al hacer el amor la primera vez. Una ambiciosa y<br />

aseñorada china que lo motivaba a ganar 4000 dlls al mes.<br />

Esos 4000 dlls que Arline jamás había visto en Alberto<br />

mientras vivían juntos. -¿Por qué conmigo no pudo ser<br />

Mujeres cósmicas<br />

exitoso, por qué?- . Arline se escabuía en sus reproches,<br />

deseaba controlar hasta último pensamiento de Alberto, ya<br />

era demasiado tarde. Al salir del Temazcal decidió apartar el<br />

sufrimiento. Las abejas hacían lo suyo frente a la mesa de la<br />

comida, el mar observaba. Arline recordó el consejo de<br />

Marisol, deshacerse de las A en su vida empezando por<br />

Alberto, desordenar el abecedario de su pensamiento y<br />

reiniciar.<br />

Recordó el origen de su aberración a las abejas. Una le había<br />

picado ferozmente en el dedo pulgar, les temía, las odiaba,<br />

las apartaba bruscamente. Las abejas la seguían mientras el<br />

celular timbraba insistente. Era Alberto reclamando y<br />

gritando, macho, feroz, inseguro y dominante. Presentía la<br />

partida de su presa en esta vida, en este presente. Arline<br />

había destrabado el misterio. En silencio el macho no lo iba<br />

a permitir, se aferraba. Arline contestó la llamada sin<br />

alterarse, se refugió en el tabaco. Neptuno y Nepomuceno la<br />

esperaban. Ya no había tiempo, la transformación era<br />

98<br />

99


Hilda Yaneth Sotelo<br />

inminente. Frente al mar, profirió confesiones, una maraña<br />

de secretos eran escuchados por San Nepomuceno el patrón<br />

de la buena imagen, el santo sacrificado por guardar los<br />

secretos de la reina. Arline elevaba sus palabras, develaba el<br />

Ser, se desnudaba. Neptuno olfateaba en las fosas de la<br />

mujer sin identidad. Lucy prerapraba enroscarse en Arline.<br />

Se enamoraba.<br />

El mar se aquietó para presenciar las formas eróticas en la<br />

arena. Las tres mujeres fluctuaban en la identidad. Lucy<br />

sugiere esculpir en la arena lo que está en la mente. La<br />

Negrita forma unos senos, asemeja al desbordante deseo.<br />

Arline trazaba un gigante pene le sugería a Marisol trazar un<br />

pene. Tímida Marisol accede, su pene es pequeño, lo<br />

direcciona a las piernas entreabiertas. Lucy observa la<br />

complicidad de Neptuno. La fuerte y espumosa oleada<br />

sumergió desde el fondo de sus secretos, la movediza arena<br />

que casi la tumba. Marisol cruje los dientes, explota, afirma<br />

que el mar la acaba de penetrar, gime asustada.<br />

Mujeres cósmicas<br />

-¿Qué me está pasando, Lucy? No puedo controlar esto, qué<br />

es.<br />

-Es un orgasmo, Marisol, se lo entregas al mar, has dejado a<br />

la niña inmadura atrás, no lo controles, no deberías. De hoy<br />

en adelante le pertences a Neptuno. Lucy se incrustó en los<br />

tentáculos de Neptuno, morados de orificios absorbentes;<br />

acomodó su vagina en la de Marisol entraron en la unidad,<br />

volaron hacia la costilla izquierda de la mujer sin identidad. -<br />

Me agrada la sensación y no debo preguntar qué pasa, lo sé-.<br />

Aseguró que la violenta ola era Neptuno saciando el deseo,<br />

sus incontables vidas pasadas sabían de lúgubres pactos,<br />

espantaba su indolencia, nada la sorprendía, anhelaba<br />

regresar al origen, borrar los hologramas pegados a sus<br />

costados. Le tomaría varios años lograrlo. Ignorando la<br />

maldad abrió sus brazos. La Negrita cerró su centro, le<br />

sugirió retirarse y Neptuno se enfureció una vez más. La<br />

clara y segura sonrisa de La Negrita al decretar que Neptuno<br />

sólo había sido producto de su imaginación, retiró de<br />

100<br />

101


Hilda Yaneth Sotelo<br />

inmediato las fauces trazadas por él, este regresó triste,<br />

desolado, acongojado, lujurioso a su oscura y húmeda<br />

mansión. No le quedó otra opción que recordar a las dos<br />

mujeres frente a él. Así coexistiría entre los humanos, entre<br />

sus manifestaciones que cada vez eran más y más débiles.<br />

Lucy se frota los ojos, la arena movediza la había alcanzado.<br />

Los diminutos granos se acrisolaron, reflejan escurridizos<br />

brazos de Neptuno que desaparecía a seguir en otros planos<br />

donde los egos deciden reencarnar una y otra y otra vez en<br />

cuerpos de corta estatura, ojos diminutos, nariz ausente,<br />

manos de dos dedos, brazos de ternera al descubierto y<br />

piernas de elefante. Creaciones dignas del decadente cine<br />

norteamericano.<br />

Arline soltó algunos deseos al mar; asistía a Marisol en el<br />

orgasmoy decidida robó un trozo de la pasión. Sus decretos<br />

era tímidos, inseguros, olvidar, deshacerse de Alberto, llevar<br />

una sana relación, conseguir el sustento económico para sus<br />

hijos, vivir feliz, ser plena. Dijo sentirse aliviada al soltar el<br />

Mujeres cósmicas<br />

deseo al mar. De pronto un estridente y poderoso grito fue<br />

esbozado desde lo más profundo de sus entrañas : -¡Quiero<br />

sexo! Abrió la boca hasta el infinito. Una potente oleada<br />

penetraba a Arline con obsceno deseo. Lucy interpretaba<br />

cada segundo vivido por Arline, la ola anunciaba un<br />

encuentro sexual fuera de la moral, fuera de los cuadros<br />

cerrados. Muy alegres, al ver lo que les depararían los<br />

siguientes minutos, departieron a la luz brillante. Sentadas en<br />

la alberca, con extensión al mar y los límites confusos, la<br />

luna iluminaba el azul del cubo. Marisol flotó boca arriba,<br />

sentía la soledad. Las estrellas en su pecho eran sostenidas<br />

por Venus, de un azul casi verde.<br />

Marisol y Arline se dirigen al camino incierto. El hombre<br />

Maya del temazcal esperaba en el crucero para guiar a las<br />

tres mujeres que ya antes se habían encapsulado en el viaje<br />

del tiempo. Arline sugirió salir a buscar la cena. Marisol,<br />

segura y complaciente acompañó. El Maya señaló hacia un<br />

restaurante cruzando la acera en el segundo piso. Arriba las<br />

102<br />

103


Hilda Yaneth Sotelo<br />

esperaba una gran sorpresa. Al entrar al restaurante, las<br />

mujeres indecisas caminaron rumbo a la mesa del fondo, ahí,<br />

tres caballeros las invitaban a degustar con ellos la noche.<br />

Ellas se dejaron querer, accedieron, sentaron sus inquietos y<br />

mojados traseros. El traje de baño, las aguas, los pactos, las<br />

estrellas, la luna, los testigos, los aromas a incertidumbre, los<br />

olores de la aventura, se disfrazaron de risas, vestidos<br />

verdes, negros. Los cuestionamientos febriles no se hicieron<br />

esperar. Cada palabra alucinaba producto de la calentura del<br />

clima y de los cuerpos. -¿De dónde son? -¿Cómo se llaman?<br />

Me llamo Arline. Ella responde con el brillo de la lujuria y el<br />

deseo en su mirada. Del otro lado de la mesa un inquieto<br />

hombre bromeaba -Me llamo Nepomuceno y soy del lado<br />

derecho de la vía lactea-. Las mujeres sorprendidas por el<br />

sincronismo de las bromas anticipadas, de los eventos<br />

realizados y de la magia, abrieron sus bocas esbozado<br />

asombro. San Nepomuceno era real, de carne y hueso. Esa<br />

vocecita ya no era secreto, ese inquietante nombre, guiado<br />

Mujeres cósmicas<br />

por el más allá, estaba allí mismísimo.<br />

Aprendían a ver milagros, a interpretar un microcosmos pre<br />

diseñado, un universo cuyo futuro corto era completamente<br />

ajeno, impredecible, excitante. Nuevas identidades<br />

mexicanas estaban a punto de emerger. Ya en la mesa, el<br />

vino tinto llegó, era un vino francés. El joven francés<br />

también. Muy predecibles los tres aparentes alineados<br />

hombres, se encontraban aberrantemente desaliñados, hubo<br />

necesidad de dos, tres estrujones para que entraran en la<br />

magia que traían en su vocabulario. Los terremotos<br />

siguientes fueron cómplices de los estrujones, uno de 5.0<br />

removía las entrañas de la tierra y los sesos masculinos.<br />

Pusimos los hombres al día en tres frases. Comprender la<br />

dimensión del momento. Reconocer el machismo<br />

internalizado. Respetar la naturaleza. En el minuto, Arline<br />

se vio envuelta en la espiral de los deseos concedidos;<br />

conoce a José y el deseo sexual se le concede pero la<br />

realidad no siempre está rodeada de miel. El zzzz de los<br />

104<br />

105


Hilda Yaneth Sotelo<br />

mosquitos llegaba a visitar a los tres caballeros que ufanos<br />

canturreaban: - Mufana . . . mufana..mufana . . . mufana . . .<br />

me . . . tiro . . . de rana . . . Mufana . . . usana . . . me tiro a tu<br />

hermana-. Bastante graciosos, un canto que recién habían<br />

aprendido en el mundial de fútbol en África. Los tres<br />

monigotes eran movidos por esos pequeños mosquitos que<br />

los incitaban a tener el cerebro de un insecto, con ese mismo<br />

cerebro maltrataban al mesero francés.<br />

Los tres caballeros continuaban la fiesta africana en tierras<br />

mexicanas, no se habían desprendido aún del despilfarro, de<br />

la desfachatez, de la fiesta pagana. Mientras los moscos<br />

revoloteaban la cabeza de los comensales, los tres hombres<br />

repasaban los detalles de su famoso y divertido viaje a tierras<br />

sudafricanas se humillaban entre ellos, se reducían y al final<br />

comprendí que tanta brusquedad era la manifestación del<br />

amor reptiliano que se pronunciaba en la boca de los<br />

machos, los mamarrachos.<br />

Así tenían que gritarse, así tenían que tratarse, de lo<br />

106<br />

Mujeres cósmicas<br />

contrario extrañarían la palabra maltrato que equivalía a<br />

amor. Esos insultos, esa brusquedad formaban parte de su<br />

ritual. En La Crema, un lugar situado en el segundo piso de<br />

la playa, con sus manos lava las horas, cocina encuentros.<br />

Se conocieron Arline y José, se vieron, platicaron, tomaron<br />

vino, horas más tarde estaban enlazadas en el beso, el beso<br />

del pacto presente. El sueño contemplaba una realidad<br />

paralela en el restaurante Dreams. Un lugar de ensueño<br />

instalado frente al mar. Estando en el Dreams, tomé la copa<br />

que sudaba la frialdad de los cubos de hielo, del agua. Quise<br />

verlos, quise ver a José y a Arline, pero no fue permitido, en<br />

cambio, me guiaron a presenciar la felicidad de los recién<br />

enamorados, los enamorados pasmados de incredulidad.<br />

Fingí mi duda al vivir por Arline siendo el custodio de su<br />

alma, dejé el sufrimiento compartido, me despedí de su vida,<br />

de su mirada fumando el último cigarrillo ofrecido por José.<br />

Las ganas de fumar no se marcharon hasta varios días<br />

después. Increíble. Había Arline en mí. No, no, eso no. Lo<br />

107


Hilda Yaneth Sotelo<br />

peor estaba por llegar al paso de los meses, tragarme a<br />

Arline no había sido muy buena idea. Lucy estaba al lado del<br />

colmillo de la colorida serpiente. -Eso te pasa por no tener<br />

identidad. Eres una novata, has venido a este mundo sin<br />

basura, no tienes la menor idea de qué se trata la existencia.<br />

Yo si tengo una vida real, dos hijos, ahora este amante.<br />

Quítate de mi camino, Lucy. Eres un peligro andando.<br />

-Arline, sólo intento ayudarte, has sufrido mucho, estás a<br />

punto de suicidarte, permíteme cuidarte.<br />

-No sé de qué hablas, sigue, cada vez que escucho tu voz,<br />

Lucy, esa voz extraña, siento un ligero mareo, veo tus<br />

palabras, tengo imágenes claras de ellas, cómo le haces. ¿<br />

Acaso eres bruja? ¿Quién eres Lucy, quién?<br />

Al palmar a Arline dentro, me aseguré no ser la mujer celeste<br />

al instante, La Celestina, ese diabólico personaje que grita<br />

ser encarnado. Abandoné el afán, despedí cualquier eco de la<br />

obra de Rojas. En cambio Lucy movía sus inquietas manos<br />

108<br />

Mujeres cósmicas<br />

señalando el futuro. Arline reanuda el encuentro con su Ser.<br />

Se ha encontrado bautizando la cabecita de un bebé. Ya no<br />

está frente a un río, ahora está frente al mar. José la protege,<br />

la abraza, la saluda, la invita a observar su propia belleza.<br />

Esa misma noche después de la cena en el Dreams ella sueña<br />

otra vez, sueña, sueña. Dice que hacía tiempo se le habían<br />

espantado el descanso. Ahora después del reencuentro con el<br />

amor las visiones son más claras.<br />

Al desayunar cuenta su noche con José. Una a una las<br />

esceneas pasan entre los espacios distantes de un rollo<br />

fotográfico revelados en los cuerpos de mujeres que comen<br />

fruta, pan con crema y café. Han desarrollado la capacidad<br />

de ver sus anécdotas. -Es que he vuelto a soñar- Dice Arline<br />

con insistencia, recién hablaba al tiempo de la figuras del<br />

salir a tabaco, quería un café bien cargado. Había dormido<br />

finalmente dormía dos horas.<br />

- Estoy segura de que mi pequeño me llama, me extraña, lo<br />

siento en mi corazón.<br />

109


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Arline se había decidido ser feliz sólo por unos días, dejó sus<br />

hijos a cargo de Alberto, eso, le había costado lágrimas,<br />

dudas, eternas dudas. De pronto se sentía mala madre, sentía<br />

que faltaba a su sacrificada misión.<br />

-Creo que estás confundiendo las imágenes. Siento que ese<br />

bebé que has abrazado es el joven de anoche, el sentado<br />

frente a ti en el restaurante Dreams. Le hablaste con infinita<br />

ternura, le dijiste que debería encontrarse a sí mismo y que<br />

se cuidara. Ese bebé de blanco rostro a quien abrazaste con<br />

bañada luna, es Marco Vinicio el amigo menor de José.<br />

Quita la culpa que te carcome por ser feliz, borra ese<br />

sentimiento de extrañeza que tu hijo está bien resguardado.<br />

Lucy ejercía un extraño poder sobre Arline, la convencía<br />

plena e inmediatamente.<br />

-Sí, es cierto, ese bebé se parece al amigo menor de mi José,<br />

tienen la misma sonrisa. Es que ahora entiendo, yo vine aquí<br />

para encontrar quién soy, soy la femineidad, la mujer, la<br />

Mujeres cósmicas<br />

-¿Cuántas verdades somos, Lucy?<br />

-Somos dos, amor, odio, luz, oscuridad, sólo hay dos<br />

verdades. Cónocete.<br />

-Será muy difícil. ¿Y después?<br />

-Ahora estoy aquí, conociéndome a través de ti.<br />

La próxima verdad seguía ignorándose. Las tres regresan a<br />

El Paso, Tx y en su taller de pintura en su mesa redonda,<br />

Arline huye, traza en el lienzo la escala hacia la sofisticación<br />

llevando consigo el detalle, unos meses la perdieron, está<br />

entretenida en la celebración, el vino, los labios rojos, el<br />

sexo. Los placeres inmediatos la atrapan antes que la<br />

búsqueda del origen divino, el arte del trazo. Se ha negado a<br />

besar a Lucy y con ello ha renunciado a la puerta de una<br />

dimensión bañada en ríos fluidos, libertad al resquebrajar las<br />

ataduras de la ilusión. Sufre del incontenible dolor en el<br />

centro del pecho.<br />

protectora.<br />

110<br />

111


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Mujeres cósmicas<br />

1. Juegos ocultos.<br />

Lucy y Arline entran en una batalla añeja. Arline se<br />

confunde, se satura al leer la tarde de sus sueños, sus<br />

defectos del alma comen a las 5:15pm, letras, después, llena<br />

de pavor al descubrirse, las expulsa en esferas de horrendos<br />

pelos del pasado, cabellos incrustados en sus corvas de vieja<br />

bruja hechicera que había usado la clarividencia para mal<br />

durante varias vidas. En París cargaba sus pócimas, las<br />

vaciaba a las puertas de sus víctimas, su fama de bruja negra<br />

se extendió hasta Ámerica, una vez en Estados Unidos, los<br />

objetos se convirtieron en pínceles, dibujaban los odios,<br />

incrustaba cuchillos en la espalda de sus enemigas, y asumía<br />

controlarlas en las redes virtuales terminó atrapada en sus<br />

propias ideas.<br />

Ve el terror en el hecho de no saber canalizar su verdad, ve<br />

sucio, oscuro, su moral triunfa a pesar de ella ser<br />

completamente atea, escéptica en extremo creyente de<br />

cualquier santo o milagro; las emociones, el hígado vencen<br />

112<br />

al corazón en la mayoría de sus decisiones, piensa que posee<br />

todas las respuestas, es soberbia y sufre de delirios de<br />

persecución constante, no conoce la humildad ama la<br />

humillación.<br />

-Lucy, necesitas un cambio inmediato, te dibujaré graciosa,<br />

serás mi juguete.<br />

-Estás hablando contigo Arline.<br />

-No, no. Me refiero a ti. A mí déjame en paz. Creo que eres<br />

esquizofrénica, no te eleves tanto, te vas a quedar arriba.<br />

-Voy a reposar mis manos en tu cabeza, este frío es inmenso,<br />

me han cortado la luz, hay un apagón en esta ciudad. Respira<br />

profundo, inhala. ¿Dime qué ves? Ah, placer, es la sensación<br />

de un orgasmo pero en el corazón.<br />

-Lucy, veo la cabeza Pakal, lo están diseñando, mira, tengo<br />

los ojos abiertos y está afuera, además veo el dragón, sí es un<br />

dragón hermoso, blanco, oh no, es una serpiente que vuela,<br />

113


Hilda Yaneth Sotelo<br />

es lo mismo. No creo lo que veo.<br />

Jajajajaja, estoy viendo el figurín del esceptisismo, aparece y<br />

desaparece. Jajajaja, qué locura, qué miedo. Lárgate de aquí<br />

Lucy, vete inmediatamente, yo no entiendo nada. Por tu<br />

culpa le fui infiel a mi Alberto; oh no, mi adorado Alberto.<br />

-Arline, no quieres ver la realidad de ese hombre que te<br />

maltrató, sigue culpando a medio mundo de tu propia<br />

desgracias. Yo me marcho.<br />

-No Lucy, no me dejes, José fue solo una aventura. Alberto<br />

tiene novia, estaré sola con mis hijos, no me dejes, por favor.<br />

Arline es una mujer cabello rizado, sonrisa escandalosa,<br />

manos toscas, potencia al amar en la cama, ignoraba sus<br />

poderes de otrora; la bruja formada en serpiente morada<br />

resquebrajada. Pretendía eliminar a las que consideraba<br />

enemigas, las eliminaba enredando el cuerpo hasta hacer<br />

tronar las vertebras, trazó en el lienzo a incontables mujeres<br />

con serpientes en el torso; su energía se fugaba en luchas<br />

Mujeres cósmicas<br />

incoherentes, e iba al otro intento de eliminación de<br />

enemigas que sólo ella veía, y alucinando en sus fantasías<br />

mentales las sacaba, expulsaba de las reuniones, las fiestas,<br />

empobreciendo su entorno.<br />

A Lucy la sacó del partido, un año después, Arline no se<br />

imaginó que muy pronto ella sería expulsada, derribada, más<br />

de una vez, el karma manifiesto, implacable, certero. Las<br />

mujeres dentro de los esquemas duales, juegan, aún no se<br />

agotan. Pero el tiempo vuela. Gaya ha dado el paso<br />

definitivo, se alinea para mecer a los humanos a la<br />

evolución, la mujer ahora debe ser el sol, el hombre recupera<br />

su corazón, dentro de un laboratorio descubre que los latidos<br />

hablan, piensan. Avanza.<br />

-Lucy, te amo, Lucy el dolor en el pecho no cede, qué hago;<br />

solo tú sabes, dime.<br />

-Tal vez debes perdonar haber destruido tu propia felicidad<br />

en pro a quedar bien con la sociedad. El hilado te había sido<br />

114<br />

115


Hilda Yaneth Sotelo<br />

otorgado desde el cielo. Perdona la intención de diluirte en el<br />

olvido, la amnesia robótica de la guerra que vives en la<br />

rutina. Perdona haberte vuelto ceniza a la quema de árboles<br />

rotos, arrancados de raíz. Retira tu rostro de las redes<br />

sociales; ahí no hay nada alentador para ti; te dejas<br />

influenciar al menor logro de otras.<br />

Ellas se envían mensajes dolosos, tuertos, ciegos, permiten<br />

que una red social virtual las comunique y pasee entre los<br />

cables los pequeños balones del veneno de sus creadores, la<br />

enemistad, el capitalismo rabioso.<br />

Así permanecerán largos días, extensas semanas, sin hablar<br />

frente a frente, sin verse a los ojos por miedo a ser desnudas.<br />

Siendo ridículas, están perpetuadas en la mofa, la burla, la<br />

herida, la sorna publican mensajes desafiando sus<br />

personalidades, enalteciendo el ego, luego anuncian que sin<br />

embargo se aman, se aceptan, se quieren. Las mujeres se<br />

alejan del cosmos, se acercan al infierno de la tierra, el<br />

árbitro está a punto de expulsarlas<br />

116<br />

Mujeres cósmicas<br />

- Arline quiero verte, quiero ver a la Arline de mis<br />

creaciones, a esa que Neptuno revistió.<br />

-Te odio Lucy, no tengo nada que hablar contigo. Has<br />

enredado los hilos, los has torcido. Este juego cansa. Marisol<br />

y tú son increíbles. No las soporto. Hípocritas. La magia no<br />

me interesa, es para ignorantes.<br />

Lucy, la serpiente convertida en águila escribe desde el<br />

punto del sueño en el intermedio, cuando las Mujeres<br />

cósmicas sucumbían a sus propios hechizos, regresaban al<br />

tiempo de la Medieval en Facebook, donde la suciedad, la<br />

maldad, las mentes maquiavélicas, irónicas, vanidosas,<br />

frívolas chismosas, y falsas las guiaban. Lucy auxiliada en el<br />

Zen sugería la palabra sabia, inocente, permitía a las Mujeres<br />

cósmicas alejarse, separarse, volar, usaba la red social virtual<br />

para comunicarse en la cancha de pasto sintético.<br />

La multicolor serpiente Lucy emerge, de entre las cenizas,<br />

ella vio en sus sueños árboles desprendidos de raíz, después<br />

117


Hilda Yaneth Sotelo<br />

vio aviones de papel que enviaban mensajes amigos,<br />

reconciliadores de la existencia. Lucy fue gigante, lenta, con<br />

luces incandescentes, después tuvo rostro femenino, cabello<br />

largo oscuro, escupía aceite verde, besaba para comer los<br />

demonios de los demás. Con el beso de Lucy los animales<br />

ponzoñosos eran exorcizados, quemados, y los humanos<br />

quedaban libres de mala suerte, de brujerías, de estrés que<br />

provoca estar en el caparazón del robot y las balas de la<br />

Ciudad y el miedo. Lucy, al cabo de besar a cientos<br />

desarrolla el estado avanzado de materia, sabe ser águila,<br />

saber ser dragón, ángel, cósmica está en el todo si así lo<br />

prefiere. Cuentan las gentes que se forman serpientes de filas<br />

en las ciudades, las/los millones de lectores esperan besar y<br />

tocar a Lucy para que ella los trasmute a cósmicos. Lucy,<br />

puede atrapar a cuelquier mujer sin identidad, prefiere a las<br />

que nacen ángel en la tierra, a las que han sido atropellada<br />

Mujeres cósmicas<br />

cuerpo erguido, cintura breve, senos firmes, sonrisa<br />

oportuna, mirada al calor, piernas ágiles, pies de cuatro<br />

dedos, brazos que le cuelgan hasta las rodillas, manos<br />

medianas, uñas cortas, blancas completamente blancas, su<br />

cabello fue negro, now, castaño al dorado con los rayos del<br />

sol, ojos rasgados, aceituna en iris diamante, es colorida y<br />

suele ser peligrosamente venenosa cuando se le provoca,<br />

viste un chaleco negro al atacar a los irremediables<br />

ignorantes, sectarios, ávaros, zalameros, arrogantes,<br />

soberbios, amantes del poder, éstos, al ser bombardeados por<br />

los delicados pies, las finas manos, la mirada penetrante, las<br />

palabras de Lucy, son retirados de las escenas, son<br />

refugiados a la pared de la retención hasta la quema de su<br />

persona y el resurgimiento del hombre o la mujer cósmica.<br />

Logra lo que ningún otro ente ha podido, despertar al amor a<br />

la mujer que yace en el poder y la ambición. Lucy también<br />

desde la niñez, a las que<br />

han crecido dolientes, a las<br />

es ángel, es bondad, es aventura, es travesía, es risa, es<br />

influenciables. Lucy vive es diabólicamente hermosa, de<br />

pasión transformadora, desafiante, intensamente creativa,<br />

118<br />

119


Hilda Yaneth Sotelo<br />

tiene la capacidad de omnipresencia. Ella diseña, a la par de<br />

la desesperada Arline, una historia atrapada de besos, los<br />

hechizos, las confusiones, el llanto, la amargura, los espejos,<br />

los espejos.<br />

2. Arline y Lucy en San Valentín.<br />

El pulpo seguía movedizo, llamando la atención,<br />

hipnotizando el ambiente, había sido enviado por Neptuno,<br />

advirtiendo que El Maya presentaba unos atractivos espejos,<br />

sin inquietarme recordé el domingo por la tarde. Mi mejor<br />

amiga ilusionó el encuentro antes soñado por ella. Por la<br />

tarde yo, ajena a todo, estaba en mi sumida fantasía, pintaría<br />

a Lucy. Mi teléfono sonó, Arline con voz melosa, dijo<br />

roncando en la pesadilla:<br />

-Hola corazón, ¿vamos a festejar el Día de los enamorados al<br />

Garufa?<br />

Mmmmhh, eso de decir el “Día de los enamorados” la estaba<br />

delatando pero está bien, se vale entre amigas. Así es que<br />

Mujeres cósmicas<br />

acepté el camuflaje al interpretar la tarde de San Valentín de<br />

sus fantasías.<br />

-Muy bien, ¿dónde nos vemos?<br />

-Estoy en el centro comercial, Cielo Vista, pasa por mí.<br />

Llegué en cuanto pude. Estacioné mi auto frente a Macys,<br />

ella salió de entre los otros coches, en cuanto la vi, mis ojos<br />

no daban crédito, ella movía el cabello largo con gracia, con<br />

determinación, el lacio le iba perfecto al caminar ágil,<br />

flexible a la posibilidad del suceder, en la mano llevaba unas<br />

compritas de Victoria Secret, demasiadas señales, pensé.<br />

-Ella está dentro del coche, me observa, sus ojos penetran mi<br />

talle del rojo, sus labios se abrieron lentamente, tuve el<br />

impulso de meter mi dedo índice entrar a su boca e iniciar un<br />

jugueteo. Me contuve.<br />

-Lo mejor estaba en el próximo minuto, entró al auto<br />

dispuesta a todo, conversaba mientras su usual maternidad<br />

120<br />

121


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Mujeres cósmicas<br />

alcanzaba un Sal de Uvas para mí, remedio oportuno al<br />

preguntarle por un chicle. La siguiente clave materna fluyó<br />

horas más tarde.<br />

-Ella pide una goma de mascar, veo el tejido verde de su<br />

ropa, un pantalón ajustado, sus botas perfectas ciñendo sus<br />

tobillos, esas botas negras me encantaban, quería unas igual<br />

pero verlas en ella era mucho mejor.<br />

-Por lo pronto el vestido rojo también le iba increíble, se lo<br />

dije en repetidas ocasiones. Entre las dos existía una<br />

profunda amistad que llamábamos amor puro, jamás<br />

competíamos, muy rara vez nos molestábamos, apoyamos<br />

nuestras ilusiones y ésta debió ser una de ellas porque una<br />

vez en el restaurante, ella ordenó la botella de vino tinto,<br />

frente a mí, un buen cuadro de Don Quijote de ojos<br />

completamente oscuros observaba la escena. Platicábamos,<br />

ella hablaba de José, yo le hablaba del capítulo del editor, le<br />

presentaba, a tientas a San Hacedor de Hombres. Ella<br />

con su actual amor.<br />

- Ella pasea mis días desde mi doloroso divorcio, estar ahí,<br />

escuchando sus palabras de consuelo, admirando mis ojos,<br />

mi rostro, atenta a mis deseos, aliviando el dolor ofrece el<br />

cielo en un instante; el halo y la magia merodeaban. La amo.<br />

-Le dejé las decisiones de ordenar la cena, el vino, el menú<br />

de los temas a tratar. Me enfoqué en el brillo especial de su<br />

mirada esa tarde. Pedía ayuda a Saavedra , su creación, y el<br />

bebé encuentro recién creado por mi amiga. De pronto,<br />

clarito vi una chispa blanquiazul saltando de su ojo<br />

izquierdo. -Mira tú ojo ha iluminado el cuadro de Don<br />

Quijote.<br />

-Ah, no lo había visto. Es un súper cuadro. Por cierto así me<br />

dice José, dice que estoy iluminada toda, que soy la luna,<br />

que brillo y luego me hace el amor.<br />

-Qué bonito, pero en serio vi chispas saltando de tus ojos.<br />

planeaba su futuro taller, la posibilidad de vivir en la playa<br />

122<br />

123


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Arline había ordenado una carne exquisita, el restaurante era<br />

argentino, el paladar fue universal, la combinación dio paso<br />

al orgasmo gastronómico. Las delicias subían de tono, los<br />

labios del Quijote se movían y dictaban las siguientes líneas.<br />

Sin ser consciente de mí, ni del tiempo, ni del físico, inicié la<br />

ilusión de mi mejor amiga.<br />

-Tus dientes son pequeños, blancos y perfectos.<br />

Contuve el deseo sobresaltado al beso en sus labios rojos<br />

mientras ella se llevaba las manos a los ojos diciendo . . .<br />

-Creo que te estoy usando, siempre había soñado con un Día<br />

de San Valentín así ¿Tú no?<br />

Asentí creyéndolo. Yo ya estaba en el papel que debería<br />

seguir, no dudé de las sensaciones diferentes que emanaban,<br />

no sé exactamente de dónde ni por qué. Suspiré sin tensión,<br />

segura de mí, segura de que aquella mujer no era mi amiga;<br />

se había convertido en un personaje cósmico que de pronto<br />

entra a la cuarta dimensión a cumplir sus anhelos, ella me<br />

124<br />

Mujeres cósmicas<br />

había escogido a mí. Me sentí honrada al saberme objeto de<br />

sus experimentos. -¡No hay problema! Me encanta este<br />

momento.<br />

Jamás imagine el desenlace. Me entregué al amor,<br />

especialmente en esa fecha. Era día del amor además yo<br />

solía vivir dentro de él..<br />

La observé con detenimiento, el vestido rojo llamaba<br />

poderosamente mi atención. Remonté la plática hacia<br />

nuestro reciente viaje a Huatulco, intenté complacerla ya lo<br />

dije, pero al parecer recordar algunos detalles enfadosos la<br />

molestaba. Me vi gozando su enojo, a cada minuto observar<br />

su femineidad extasiaba. No sé en qué momento ella confesó<br />

el sueño erótico, dijo haber besado las tetas de Marisol y<br />

tímidamente cambió la conversación, ahora traía la sensación<br />

de la temperatura perfecta que experimentó al amamantar a<br />

sus dos críos, esa confesión subía y bajaba la barba del Don<br />

Quijote, deseaba volverse loco una y otra vez. La calidez de<br />

la confesión obligó a seguir el asunto con más seriedad.<br />

125


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Me enamoré, en unas horas estaba perdidamente enamorada<br />

de Arline, enamorada de la creación. El beso cósmico<br />

estallaba. Sin piel. Lucy parecía sacada de una combinación<br />

de historias entre tejidos olivo, y Polvos de manzana.<br />

Suspiré arrastrando sus alargados pies hacia los míos,<br />

poseyendo sus blancas uñas, ordenando la eternidad del<br />

momento en la escritura, ella obedeció ciegamente, vaya<br />

ciega.<br />

Qué locura y cuánta verdad en el segundo. El flechazo había<br />

llegado sólo a mí y al parecer a otro idiota. Este tonto del<br />

Querubín que sólo lanza sin percatarse de los diálogos<br />

humanos. Lo odié por un instante. El Querubín lanzaba el<br />

flechazo hacia direcciones equívocas.<br />

-He usado a Lucy, he confesado sin inhibiciones, tengo que<br />

irme. Es mejor que huya de todo esto, no me interesa. Mis<br />

polvos de manzana han funcionado a la perfección.<br />

-Arline, no huyas. Esto no es lo que tu mente está<br />

Mujeres cósmicas<br />

fabricando. No temas, el beso cósmico está sucediendo, muy<br />

a pesar de ti, de mí.<br />

El editor llegó al restaurante justo en el clímax, ya flechado.<br />

Arline apuraba a Alberto a recogerla de aquel lugar, él<br />

llegaría a rescatarla de sí misma, sus hijos le pondrían los<br />

pies en la tierra, el fastidioso trabajo le absorbería el<br />

momento mágico. Ella sería silencio con su creación de la<br />

tarde. Hablaría del tema con el cuerpo, con sus actos, sin el<br />

habla. Olvidaría dentro de su ingenuidad que un día fue otra<br />

con Don Quijote, y San Valentín. Después en abril<br />

confesaría su odio hacia mí, tendría que morderme los labios<br />

para no gritar que lo que le pasaba eran espejos en reflejos<br />

del amor. Además hube de cargar al perrito chihuahua que<br />

una vez fue armiño, sobarle la espalda para que se tragase el<br />

erotismo de la escena bajo el árbol, la mesa de madera puesta<br />

de vinos y quesos, la dedicatoria en Andrea Bocelli en “El<br />

Silencio de la espera” que conjuntaban la perfección al beso<br />

que no llegó. Era sólo un beso, donde las tocadas musicales<br />

126<br />

127


Hilda Yaneth Sotelo<br />

alcanzaban al perrito que no atinó otra cosa que ponerse a<br />

temblar. Ella mencionaba a la “Mujer con armiño” al verme<br />

con el pequeño animal en brazos, yo recordaba la noche de<br />

las velas verdes, blancas, rojas, la noche cuando la cera<br />

ardiente fue a dar desordenada al mantel guinda que recién<br />

había adquirido, una de tantas noches nuestras en la<br />

Medieval en París, era ella, era ella, Arline y yo habiamos<br />

estado juntas varias vidas, era mi esposa, yo su caballero de<br />

chaleco negro, caballo fino y lentes intelectuales. Cuando<br />

fallecí su corazón dolido se vació, desde entonces me ha<br />

buscado, ahora me encuentra en cuerpo de mujer y le<br />

escribo, la atrapo. Mis letras la seducen, la enloquecen.<br />

Cometimos el error de involucrar a Marisol en nuestro amor;<br />

es testigo y lo ve con sordidez, congraciada en la pasión<br />

invisible para su corazón, risible en su moral, observaba<br />

quisquillosa, burlona, oscura, esa maldad que nos alcanza a<br />

cada mujer durante las patadas en el juego, en la cancha de<br />

los siglos. Marisol anhela alcanzar nuestra pasión y se<br />

Mujeres cósmicas<br />

entromete hasta separarnos.<br />

Después Arline, sumamente nerviosa me exigiría retirarme<br />

de su casa, daba la espalda a la posibilidad de un abrazo,<br />

daba la frente al lavado de trastos, al zinc relleno de rutina,<br />

comida vieja, sopas largas, jabón sin espuma. La vi mostrado<br />

la espalda, apresurada gritando, como siempre: -¡vete, vete,<br />

vete, mañana por la tarde hablamos por favor ahora vete!<br />

Busca tu identidad en otra parte. Lárgate.<br />

Unas horas luego en mi cama, donde la capacidad de<br />

voltearlo todo a placer me era regalada, lo hice. No sé cómo<br />

pero ella estaba retando al contacto con los labios, pero no<br />

era ella, eran otras, varias incontables mujeres, parecían<br />

pedir ayuda, aquello no era un beso de amantes, era una<br />

súplica de auxilio. El ruego que suavemente movía la lengua,<br />

estrujaba su cabello, movía las gruesas manos, señalaba a la<br />

recámara, apuraba el siguiente paso.<br />

¿Y yo? Segura de que Arline huiría mil veces, y de que<br />

128<br />

129


Hilda Yaneth Sotelo<br />

aquello formado desde las dos, en los espejos, se podría<br />

deshacer sin mayor dificultad, aventé al cesto de la pasión<br />

terrenal, ahí donde he depositado las expresiones sexuales<br />

que terminan por echar a perder las relaciones. Era un cesto<br />

medio lleno, vi los recientes depósitos y estos últimos olían a<br />

serpiente, dejaban la perfecta huella en las camas desechas,<br />

el aroma penetrante de una gigante víbora que huye sin<br />

enterarme de su partida. Dando paso al tantra, la meditación,<br />

la paz al sofocar el ensordecedor ruido de las creaciones<br />

humanas. Lucy parecía morir, el zurrón gozaba regresar.<br />

Arline degustaba la letra que días después vomita<br />

incontenible; confunde y acusa a Lucy de bruja, hechicera, la<br />

pierde, la nubla, la piensa, la odia, quiere borrarla, se refugia<br />

en el estudio de pintura, agrega el morado que pretendió<br />

vencer a la angelical Lucy. Lucy abandona la cancha del<br />

juego, se enrosca en el rosa de Los Chamulas, no comprende<br />

ninguna de las acusaciones de Arline que ha roto su relación<br />

de amor con José alegando que Lucy lo había traído creado<br />

Mujeres cósmicas<br />

de las fauces de Neptuno, aborrece a Lucy. Ahora Arline<br />

ciega de ignorancia, arrebata las cualidades que ella misma<br />

había puesto en Lucy, según ella, la destruye frente a sus<br />

amigas pero en el fondo se está destruyendo a si misma, sin<br />

remedio. Presa de una aberrante indiscreción cuenta en la<br />

cancha su versión de los hechos, el amor momentáneo del 14<br />

de febrero la enorgullece hasta la blasfemia.<br />

Marisol despojada de La Negrita corre hacia el ácido que<br />

avienta Arline lo aplaude. Manipula a su antojo, olvida las<br />

virtudes. Lucy en los sueños exorcisa a Marisol hasta verla<br />

montada en un elefante blanco.Lucy comprende que<br />

empoderar a las mujeres es una tarea difícil, mostrar los<br />

mundos ocultos a los ciegos y abrirles los ojos suele<br />

convertirse en el viacursis de viacrusis. Escoge entre el<br />

poder y la libertad. Lucy decide ser libre y al cabo de varios<br />

meses de encierro, sufrimiento físico, sacrificio corporal, las<br />

alas surgen. Se transforma en el dragón de blancura<br />

exquisita que regresa a la serpiente cuando sea necesario. La<br />

130<br />

131


Hilda Yaneth Sotelo<br />

trasmutación en Arline es lenta,<br />

Marisol juega su parte, a veces sucia, otras limpia, quiere<br />

ganar, se aferra a triunfar en lo individual.<br />

Un año después arrepentida, pide perdón por la blasfemia, el<br />

chisme, por haber faltado a los Cuatro Acuerdos, por intentar<br />

destruir una creación que le había sido entregada desde los<br />

puntos más elevados del cosmos. Habla claro consigo<br />

misma, admite una escandalosa verdad para otros, una<br />

pacífica y transparente confesión para su Ser que aquietado<br />

fluye al amor, al beso, a la pasión, al perdón, a la discreción.<br />

Mujeres cósmicas<br />

José sigue enamorado de Arline sonríe disfrutado el triunfo<br />

de su equipo mexicano de fútbol varonil y femenil, en sus<br />

ojos se refleja la mirada eterna. Parece el cuento dedicado a<br />

la luna, fingía estar preocupado, consternado por la vida, un<br />

poco acabado, pero en cuanto sonrie la bondad asoma su<br />

mirada. Yo no lo había conocido antes, pero si lo vi, lo vi<br />

por unas cuantas horas antes de su transformación. Alcancé<br />

a vislumbrar a Arline pero no la pude besar, sigo leyendo<br />

sin soñar. Ya entrada en la lectura de la página ochenta,<br />

acomodada en el sillón café, la posibilidad al amor entre<br />

ella y yo existe, existe al igual que la policía mujer<br />

timbrando cerca, ordenándome bajar el volumen del<br />

televisor o permitirle la entrada para ver el encuentro, el<br />

partido de las Mujeres cósmicas. Me levanto desdeñosa sin<br />

comprender qué pasaba, palpé el reloj y noté que se había<br />

detenido a las 5:15pm., era martes, algunas amigas que me<br />

visitaron el domingo platicaban que viajarían a Huatulco,<br />

Oaxaca; al menos eso entendí, al instante comprendí que<br />

132<br />

133


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Mujeres cósmicas<br />

pateaban mi presencia. Yo creí haber colgado el teléfono al<br />

hombre viejo, el teléfono que se formaba con el dedo<br />

meñique y pulgar de mis manos, no fue así, había dejado la<br />

4 ¿MACHO YO?<br />

bocina descolgada en dirección a mis labios, el hombre<br />

seguía al otro lado, esperando, no moví nada, absolutamente<br />

nada, indiferente fui directo al sillón, el colchón de un sueño<br />

de fantasmas que balbucean. Mi mano derecha parecía<br />

perder el meñique, estaba adormilado a sostener el libro de<br />

mi vida. Ah, el fantasma casi lo olvido. Las claves de la<br />

lectura de mi vida están en mis sueños, qué sueño, reposaré<br />

antes de continuar.<br />

Eloísa jugaba con el cigarillo al conversar en la mesa del<br />

estómago; el diálogo se derretía a la versión del encuentro<br />

de las mujeres en Huatulco. El fuego azul traspasa las<br />

palabras en el corazón de Eloísa, mujer mestiza de curvas<br />

pronunciadas, morena claro, perfecto rostro, en juventud, no<br />

atinaba a entretenerse entre tanta magia en Arline. Llovía a<br />

cántaros como ahora, se anunció la tormenta, saboreamos los<br />

mismos tacos rodeados de aguacate, carne asada, tripitas,<br />

queso, mucho queso, tabaco también, después del alimento,<br />

del impresionante paralelismo, después de observarnos<br />

detalladamente. Comíamos la gracia de Eloísa, ese perfil<br />

zapotecto, la altura europea, el cabello lacio recogido, a la<br />

manera de la maestra de español que es.<br />

Comíamos sus experiencias en Puerto Rico, su visita a una<br />

134<br />

135


Hilda Yaneth Sotelo<br />

extraña isla donde fungió de Avatar, masticábamos<br />

suavemente el sorbido del popote en el té, meneábamos las<br />

pupilas, la invertíamos para ver adentro. La sonrisa<br />

encantadora de Eloisa no daba margen a la distracción. O<br />

palpábamos el corazón o gozábamos de su perfecta<br />

dentadura, su mirada lanzando chispas atrapadoras de<br />

comprensión, deseo, congenio. Pues ni uno ni otro fue tan<br />

importante como lo que sucedió después.<br />

Las horas comieron el tiempo, el sol se asomó, la nubes<br />

negras despejaron nuestras esceneas. Llegó Marisol<br />

desvelada. Apenas si había dormido cinco horas en tres días,<br />

yacía en otro plano. Su cuerpo no supo cómo procesar los<br />

descubrimientos, esos descubrimientos que la llevaban a huir<br />

de ella, la mantenían en vigilia constante, lista para atacar, a<br />

quién, a qué, no lo sabía. Lucy había transfigurado a un gurú<br />

en exclusiva para Marisol. El trabajo de sanación estaba<br />

hecho. Marisol dormía al despertar del otro lado, debería<br />

soñar e interpretar sus respuestas desde el subconsciente.<br />

Mujeres cósmicas<br />

Lucy deambula por la calle George Dieter y la Zaragoza en<br />

El Paso, Tx. Numerosos soñantes son testigos de su osadía al<br />

colarse por las ventanas y querer vivir en la luz del sigo XXI.<br />

–Es una señora que castañea su cola de coralillo y luego te<br />

pregunta si estás preparado para trasmutar y te muerde las<br />

extremidades a Marisol la tocó y desde entonces cambia el<br />

surrón.<br />

Eloísa miró profundamente a Marisol, el furioso sol tocaba<br />

su rostro, ella no se percataba. Cómplices el sol y Eloísa<br />

enseñaban a Marisol los secretos de la otra belleza, la belleza<br />

de soportar los rayos calientes y anaranjado. –Recibir el sol<br />

es precioso, Marisol, no temas, no escamarás tan fácilmente,<br />

el sol es medicina para el alma. Entraba en la piel de Eloísa,<br />

extrayendo los secretos, especialmente uno, una confesión<br />

emanó en cuanto Eloísa abandonó sutilmente el fuego<br />

amarillo y se refugió en la sombra. Ahí, en la sombra,<br />

huyente. Ella, la que traza otra realidad que trae encima, nos<br />

sorprendió. Habló de un sueño reciente, un sueño erótico,<br />

136<br />

137


Hilda Yaneth Sotelo<br />

pero enriquecedor. Tenía pene grande, pene que no sabía<br />

manejar, no sabía qué hacer, con semejante dotación divina.<br />

Se hizo consciente de su masculinidad, a la vez decidía<br />

orinar su nombre en la calle. Sobre el pavimento trazó E L O<br />

I S A, pausado, grande y claro. Pretendía dejar huella, lo<br />

meneaba con jubileo pero sin lujuria, su cuerpo ignoraba<br />

bajezas, era curioso explorador, era el puberto inquieto a<br />

quien impartía clases, frotante. Despertó con la sensación de<br />

ser un hombre, estando en mujer. Ningún destello lesbio se<br />

asomó, fue sincera, dudó de su femineidad, no lo permitió,<br />

en cambio ha sido más fuerte, comprensiva hacia los seres<br />

que llevan ese adorno tan simpático, esa escultura muy suya<br />

y tan de Eloísa. Después de las carcajadas, de acusarla de<br />

corriente, de X batote, de interpretar sus sueños, y ya<br />

entradas, nos contó de otro sueño que sucedía a la par del<br />

encuentro España contra Alemania. Claro, su obvia genética,<br />

esa mezcla, esa huída de su abuela de la guerra civil<br />

española, esa llegada a México con la madre de Eloísa en<br />

Mujeres cósmicas<br />

brazos, la buena fe y el amor de su hermoso abuelo zapoteca<br />

acogiendo a su abuela, esa historia, ese reconciliado<br />

mestizaje, todo eso le iba a España, su equipo ganador y el<br />

triunfo en el Mundial de Fútbol 2010 era el mismo triunfo de<br />

su vida emocional, su vida en mujer, su ser en mujer rumbo<br />

a la brujez típica de los 40’s.<br />

La tarde que antecedió al sueño, Eloísa disfrutó del fútbol.<br />

Gozó la reunión sin expresarse. Solía llevar el rostro sin<br />

mueca temerosa a los estragos en las líneas de expresión.<br />

Eso no la eximía de llevar el corazón sin malicia, sano de<br />

amor natural y sexo. Ayudaba en cuanto podía a otras,<br />

contribuía con su presencia al avance de las Diosas y al<br />

reconocimiento del peyote y ayahuasca en la tierra. Conocía<br />

a mujeres explotadas, de autoestima baja, divorciadas,<br />

injustamente acusadas de abortar, mujeres satanizadas de<br />

odio social histórico. Eloisa había nacido cósmica, es<br />

maestra, terapeuta, bailarina de flamenco y sanadora<br />

espiritual. Decidida poco a poco se ha transformado en<br />

138<br />

139


Hilda Yaneth Sotelo<br />

maestra de Ser en mujer.<br />

Despertó a la otra realidad al ganar su equipo. El triunfo del<br />

mundial 2010 despertó el sueño claro de macho. El balompié<br />

y el poder filtrado hasta el tuétano de los huesos.<br />

Nos describió su sueño, al hombre, hombre que veía entre<br />

sombras, hombre sensual vestido de blanco, mostraba el<br />

contorno del rostro, el porte, el semblante, la silueta, saltaba<br />

con su narrativa vivaz alegría al saberse libre en su dormir.<br />

Una leve línea se asomó a la frente, la invisible expresión<br />

quería conocer al hombre de la aventura soñada. Las tres<br />

mujeres de Huatulco, now were 4, Eloísa las completaba,<br />

platicaban entusiastas a las afueras del Barrigas sobre la calle<br />

Zaragoza. 4 eran los puntos cardinales, los colores base, las<br />

estaciones del año. Lucy necesitaba la cuarta mujer de<br />

identidad tibia.<br />

El iphone de Arline reposaba en la mesa redonda, los<br />

cigarillos se habían extinguido, el sueño de Eloisa<br />

Mujeres cósmicas<br />

continuaba con la descripción exacta de Nepomuceno, de La<br />

Crema, el caballero millonario era el proveedor de esa<br />

imagen, de ese sueño: Jacinto.<br />

-¿Cómo es posible que hayas soñado a Nepomuceno; ese<br />

hombre que describes es idéntico al amigo de mi José? No lo<br />

puedo creer, las frases, el peso, la estatura, el cabello, la<br />

ropa.<br />

Arline buscó nerviosamente alguna fotografía de<br />

Nepomuceno. Las dos mujeres abrieron sus labios, los<br />

unieron en la sorpresa del momento, ese hombre<br />

fotografiado de perfil a media luz, era exactamente el mismo<br />

hombre del dormir Eloiso. Ahí el tiempo no existió, ahí llegó<br />

el propósito de la reunión, los espíritus zapotecas, el espacio<br />

se contrajo, redujo el logo del misterio de los sueños, las<br />

cuatro mujeres lejos de los egos se congraciaron; estaban a<br />

punto de conocer la consciencia colectiva.<br />

Nacía la tarde, el sol se manifestaba. Estábamos las cuatro en<br />

140<br />

141


Hilda Yaneth Sotelo<br />

mesa redonda, barrigas satisfechas por el hallazgo. Nos<br />

difuminamos en el tiempo, viajamos entre los deseos, el<br />

futuro y los sueños. Lucy imperiosa, poderosa imprimía<br />

velocidad al tejido, sus ojos brincaban tal sus ideas.<br />

Conectaba, conectaba hasta trasmitir lo que el ruido<br />

entorpecía. Eloisa saturada de deseo sexual aún no<br />

comprende el mensaje. Fue la jirafa que lo ve todo desde<br />

arriba y sólo baja a mordisquear el alimento verde. Cuatro<br />

jirafas saltarían a la taza del café árabe cuatro años después;<br />

justo el año 2014, el año del Amor y la Amistad, el año de<br />

Mujeres cósmicas.<br />

Eloisa sin pensarlo dos veces, va a Huatulco en los próximos<br />

días, llega traída por José, Arline, Nepomuceno, Marisol,<br />

Marco Vinicio, la lleva su abuelo Zapoteca. El abuelo<br />

integra en su corazón la danza prometida, el reencuentro con<br />

sus raíces. Jacinto está sobrio, la reconoce entre la<br />

penumbra, en el Dreams, la sigue, quiere verla. Ella no cree<br />

en los milagros pero en este, específicamente en este, sí.<br />

Mujeres cósmicas<br />

-Qué bonita es Eloisa, ¿verdad? su piel es muy suave.<br />

-Ay no, creo que le hace falta pasión azul, es muy alta para<br />

ser verdad es sexosa oscura.<br />

Arline con el ojo de la visión completamente entorpecido,<br />

nublado busca errores en Eloisa; interviene en esta realidad,<br />

habla mal de Eloisa a Jacinto. Jacinto enamorado sueña a la<br />

mestiza de piel canela, la toma entre sus brazos, lame el<br />

cuerpo hasta despertar borracho buscándola, a cambio<br />

encuentra a José y Arline burlandose de la vida, drogados de<br />

odio.<br />

El sueño de Eloisa no se materializa en la tercera dimensión,<br />

en esta que lees, pero en aquella, que trazó Eloisa ya está, lo<br />

puedo ver, accedamos a ello, existe por lo mismo, por<br />

nuestra voluntad, por voluntad divina. Quedan los actos, los<br />

efectos mariposa. Tiene en sus manos el tejido, la travesía de<br />

una realidad a otra. Arline no lo comprende, no lo cree, se<br />

desentiende, se aleja, se refugia en su felicidad, es humana,<br />

142<br />

143


Hilda Yaneth Sotelo<br />

es mujer disfrutando de los placeres, el momento. Arline<br />

lleva la algarabía, las voces de su cabeza, se ensimisma. Se<br />

pinta las uñas de rojo, los labios chillan al deshacer el beso<br />

de José ardiendo. Es egoísta, no hay tal conexión. Toma los<br />

hilos de las imágenes de Eloisa, los enreda en forma de<br />

esfera pesada, por ahí los deja abandonados. En unos días el<br />

pecado de omisión regresa en forma de pelos que se enredan<br />

en sus corvas. Ella lo ignora. Se ignora.<br />

La otra historia, el otro estambre color amarillo, color<br />

naranja, también la sustrajo Arline. Marisol y Marco Vinicio<br />

no se llaman, no se saben. Han terminado a voluntad de la<br />

bruja.<br />

-Tú has sacado del juego a Marisol, eres una estúpida<br />

vengativa, ahora expulsas a Eloisa.<br />

-Pero yo qué hice.<br />

-Qué dejaste de hacer mejor dicho. Tan sencillo como<br />

Mujeres cósmicas<br />

que antes ella lo había visto en sus sueños.<br />

-Yo no soy casamentera, además, a mí qué me importa esa<br />

tipa, a ella le sobran galanes y propuestas.<br />

-Entonces, no juegues Arline, deja de cabecear el balón<br />

asistiendo a las reuniones y escuchando las historias de otras.<br />

Has de despojarte de esa estorbosa envidia que está<br />

pudriendo el encuentro. Ve a lo tuyo alejate del chisme,<br />

queda en casa, pule tu vida, tus talentos, entra en la<br />

prudencia y no intervengas ni con el pensamiento.<br />

-Lucy, yo te admiro, eres mi Diosa, me encantas. Te seguiré<br />

en silencio.<br />

-Arline, tú puedes hacer de tu tiempo lo que te venga en<br />

gana, eres libre; mientras no admitas haberte enamorado<br />

locamente de mí, tu vida seguirá siendo un infierno.<br />

Continuarás odiando a tu vástago, repetirás los errores de<br />

antaño. Arrepiéntete, absurda.<br />

advertir a Jacinto de la presencia de Eloisa en el Dreams y de<br />

144<br />

145


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Arline se ha marchado, regresa a la realidad de su casa: sus<br />

hijos, sus reuniones, su falsedad. Ajena al mundo compartido<br />

con Eloisa, ignora su participación, tal vez jamás se de<br />

cuenta del impacto de cada una de sus decisiones. Se<br />

antagoniza, caricaturea su vida, la vida de las cósmicas, se<br />

atrapa en la mofa, la sorna, la ironía. Los figurines la acosan<br />

hasta suplicar ayuda. Arline finge no saber y enfadada,<br />

envidiosa, sigue expulsando a quienes ve bellas, la<br />

competencia le da pavor, miedo, terror. El juego<br />

esquizofrenia. 3.<br />

Eloisa ignora que Arline la saca del juego, se hospeda en el<br />

hotel Dreams, ella y su amiga han llegado después de una<br />

vomitada travesía por la sierra de Oaxaca, las emociones se<br />

contonean al compás del vehículo, menean sus vísceras, sus<br />

ajetreados ánimos, lo toman con asco, preocupación. Rita no<br />

quiere saber nada, tiene miedo, está malhumorada, sin<br />

pretensiones. Llega César, el maya del temazcal. Rita entra y<br />

en su mente se escucha whatever, sus labios emiten sonidito<br />

146<br />

Mujeres cósmicas<br />

de fastidio. Eloisa encerrada oliendo el alivio de Rita,<br />

escucha el cantar de los pájaros, eran muchos, entonaban<br />

Alma ruidosa frente al escritorio, en tono, suave, penetrante,<br />

enriquecedor. El chupamirto guía con sensibilidad, opacó el<br />

ruido de Rita, casi cae fulminado, al no sostener la algarabía.<br />

Eloisa codea a Rita, la invita a escuchar el canto enviado por<br />

las aves la acusa de loca malviajada.<br />

Los minutos pierden el sentido pero continuan leyendo en<br />

pausas, saltado de una emoción a una imagen luego a una<br />

idea, más tarde se agotan, abren el portal amarillo. Sonajas,<br />

olores inigualables les son entregados. El Ser en mujer<br />

llamada Rita responde, sale, escucha indigenistas por<br />

primera vez, está regresando al origen bañada en oro, se<br />

entrega, se concientiza de su cuerpo, lo quiere sano. Ahora<br />

Rita transforma su vida, está en paz a la fiesta, quiere a su<br />

familia en el Temazcal.<br />

Eloisa interioriza reflexiona, ¿a dónde se fue aquel sueño de<br />

Eloisa y Nepomuceno? Nadie lo sabe, los Dioses sí. Van<br />

147


Hilda Yaneth Sotelo<br />

pegados a la voluntad de las palabras emitidas por las<br />

mujeres mágicas, las mujeres en la cancha. ¿Hacia donde<br />

van los sueños? No importa el lugar exacto, lo interesante es<br />

formar otros sueños nuevos, a diario los fabricamos, son<br />

alcanzables, sonoros, sublimes.<br />

Eloisa tienen novio, Benito. Benito le miente. Iba a ver la<br />

inauguración del Mundial de fútbol 2010, rumbo a<br />

Monterrey con sus amigos, a la ciudad de ambiente, cabrito,<br />

carne asada y cerveza. Iba a lo regio, planeaba una escapada,<br />

una escapada a la mexicana, a lo macho. Él y sus amigotes<br />

“aquellitas”, las putas, mujeres cósmicas igual. El recuerdo<br />

del engaño la persigue en la sierra de Oaxaca. Todavía no<br />

puede creer que la realidad entre ella y su novio se haya<br />

tornado cruda en la infidelidad. Finge no participar en la<br />

emoción, se relaja. Ahora Eloísa y Benito discuten, ella ha<br />

decidido enfrentar la infidelidad, se traga el cuento de la<br />

mujer ofendida, lo juega. Él le suplica perdón mil veces, la<br />

ayuda a acomodar el salón de clases. Lo invita a sosegarse.<br />

Mujeres cósmicas<br />

Eloisa platica consternada su versión de los hechos, Lucy<br />

escucha paciente, amorosa, descubre una verdad que Eloisa<br />

no ha confesado. Lucy y Eloisa platican en medio del rostro<br />

de una tolvanera que recién se desata, las voces escupen el<br />

polvo. Los minutos transcurren entre los fuertes vientos que<br />

arrastran el odioso clima sin piedad, Eloisa llora la pena de<br />

la traición. Calla una brevedad, de entre los sollozos es<br />

descubierta, ella ha sido infiel y con tal descaro sigue un<br />

juego sucio, tonto. Lucy la comprende, la ama, no hay nada<br />

que reprochar a Benito, ellos se reconcilian en la rutina del<br />

trabajo. Tal para cual y para cruel.<br />

-Lucy, me siento muy pero muy ofendida, Beto no debió ir a<br />

Monterrey con esas chicas. Estoy mal escucha por favor.<br />

-Eloísa deja el papel de la cornuda que no te queda, vamos<br />

jugando limpio.<br />

-Lucy, vuela hacia mí, entra en mi mente, escucha.<br />

-Eloisa bella, has llamado a la infidelidad, llegó a ti.<br />

148<br />

149


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Mujeres cósmicas<br />

Descríbela.<br />

-La infidelidad tiene cuatro dedos sin uñas, no rasca para no<br />

dejar huella, es novia de la lealtad, la conoce perfectamente<br />

por eso la desafía.<br />

-Lucy, tú estás toda bonita, invítame al beso cósmico.<br />

-En su momento Eloisa.<br />

Eloisa lee a Eloisa, se ve. Ahora suspira pensando en la<br />

belleza, sabe de su perfil zapoteco, su altura europea, su piel<br />

canela, se conoce en el mejor momento, poder, poder.<br />

Recuerda el sueño donde vio a Nepomuceno, y la infidelidad<br />

de una mujer mayor, hermosa sin hijos, casada, es ella. Un<br />

escalofrío recorre sus brazos, hasta la palma de las manos,<br />

siente el golpeteo de la sangre en los dedos. Ha traducido esa<br />

realidad previamente trazada, acaba de vivirla. Era ella, la<br />

esposa abnegada con esposo infiel. Cada una de sus<br />

realidades es ella misma, joven, madura, anciana. No pierde<br />

noción de sus creaciones, no las pierde. En ese momento su<br />

150<br />

decisión es más firme que nunca, ahora no se trata de unas<br />

coloridas blusas, no se trata de las bolsas, ni de los zapatos<br />

que tiene que escoger. Jacinto hubiera sido el hombre a<br />

quien desea ver tan sólo como amigo, antes que convertirse<br />

en la cornuda, la engañada, mucho menos en la amante joven<br />

que tiene algo que aprender de la experiencia. La bola de<br />

hilos arrumbada por Arline le fue devuelta. Reconoce la<br />

identidad del rostro en penumbras, sabe la culminación. La<br />

clarividencia la aborda, entra en el ritmo de las mujeres<br />

cósmicas, anhela cumplir 40 años para ser bruja.<br />

Queda la mujer casada, la esposa, es ella con ella, sin hijos,<br />

hermosa, un poco amargada. La mujer joven infiel, es ella<br />

también, dos roles, dos papeles, dos creaciones. ¿Cuál<br />

escoger? ¿Ser mujer recatada, perfecta o ser joven, alegre,<br />

quita maridos?.<br />

Sabe que tiene su destino en la palma de las manos, decide<br />

mientras conversa con Lucy entre las tolvaneras del Este de<br />

El Paso. Rita sigue el juego tradicional, le es imposible jugar<br />

151


Hilda Yaneth Sotelo<br />

otro; lleva enmarcada una camiseta roja, unos jeans, los tenis<br />

alargados para darle ritmo al caminar. La pena, propone unas<br />

notas musicales en el pecho que no se abre a los hombres, no<br />

se abre por decisión. En la pequeña mesa redonda, en el<br />

departamento de Eloisa están los platos blancos; adentro un<br />

gigante hongo con almendras y espinacas; afuera la copa<br />

española y el Casillero del Diablo. Este Diablo que se<br />

escribe con mayúsculas mientras los dedos danzan llevados<br />

por las emociones.<br />

Anoche sostuvimos la reunión de las 5 a las 5:15;<br />

caminábamos lentamente entre los deseos frustrados del<br />

mejor futuro. Ante los vientos del cambio al derribar el muro<br />

de acero de tres metros de altura, el muro que divide a las<br />

gemelas, a las ciudades que se revierten, a los pueblos que<br />

un día fueron uno. Fueron recuerdo entre las prosas<br />

plasmando los momentos eternos. Susurros al escribirse, las<br />

ciudades son fantasmas, han desaparecido sin dejar rastro<br />

pero los niños se siguen bañando en el río. Las balas de los<br />

Mujeres cósmicas<br />

agentes de migración los alcanzan, aniquilan, asesinan. Rita<br />

comparte el dolor, hace de sus minutos una superficie que la<br />

protege de ver lo que sabe que existe. Añoran un día<br />

presenciar la caída del muro de la frontera entre Mexico y<br />

Estados Unidos, entre broma y broma vislumbran la mañana<br />

cuando los residentes de las ciudades gemelas, todos, tomen<br />

un mazo de acero fuerte y juntos golpeteen la decisión de<br />

instalar ese acero que apesta y concluyó por dividirnos<br />

completamente. Dice que pasó diez años sin abrazar a su<br />

madre, -no le daban la visa de turista y a mí no me daban el<br />

perdón, a ver si algún día me perdono a mi misma por<br />

aguantar la ausencia. En una ocasión mi mami y yo nos<br />

vimos a tres metros de distancia en el puente Zaragoza, fue<br />

terrible tenerla tan cerca y no poder abrazarla, tuve que<br />

regresar a casa acongojada.<br />

Rita entra a la cancha en casa de Eloisa, ahí está Lucy, los<br />

dos enormes ojos en el cielo. Traen imágenes vómitos de<br />

frustración, regaños a menores. Imágenes en apariencia<br />

152<br />

153


Hilda Yaneth Sotelo<br />

grotescas de locos masturbado a la orilla del mar y en la<br />

línea que divide a los dos países, locos vestidos de azul<br />

fuerte con dos o hasta cuatro pistolas que sostienen su<br />

camisa de fuerza, no deben salir de la cuerda idea del<br />

Holocausto, su programa es revisar los papeles para que el<br />

mojado no los bañe y vayan a despertar.<br />

El masturbado del mar de Huatulco, el mar que un día<br />

respondió a la peticiones de Arline y Marisol, ese bendito<br />

mar que manifiesta toda clase de alucinaciones, las que<br />

quieras ver, las que decidas ver. Ahora no es puro no es<br />

santo, ahora es libidinoso, lujurioso, decidido a la propuesta<br />

indecorosa hacia Eloisa y Rita. El mar vive en el desierto, a<br />

diario lo circula la larga, larga extensa y colorida serpiente<br />

de automóviles mofos prometedores de sueños Americanos.<br />

El masturbador frente al mar se retira sin éxito, se pierde de<br />

la vista cuando una gigante ola lo madrea y lo manda al otro<br />

lado de su propia psique, lo manda a la tiznada de cangrejos<br />

que trepan sus sucias piernas. Las pistolas caen, y el<br />

154<br />

Mujeres cósmicas<br />

uniforme vuela, deja al descubierto las verdaderas<br />

intenciones del los oficiales de inmigración, vivir en santa<br />

paz, amar al prójimo y dejar de servir a lo absurdo.<br />

Rita se retira. Odia a los hombres con todas sus fuerzas los<br />

quiere harto lejos. Rita ritualiza en las horas en Huatulco,<br />

acude al yoga en sánscrito que le ayuda a desahogar el<br />

mareado pasaje de sus cortas experiencias de amor y vivir en<br />

la frontera del caos. Abre su espacio en la mesa redonda, me<br />

permite penetrar, lo que se ve por fuera se parece mucho a lo<br />

que hay adentro; escalofriante belleza detectada por los<br />

presentes. En la primera mirada, el saludo familiar, el<br />

reencuentro nublado; en la segunda, la conexión impregnada<br />

del más allá. Algo, había algo qué hacer en ese instante. Mis<br />

anteojos fueron a dar a su operada vista, adivinaba con atino<br />

el alcance de mi miopía, lo sabía. Es que Rita llegaba y se<br />

iba, nos permitía ver el hielo a través de su verde mirada. La<br />

noche fue de ella. Rita es hermosa, bellísima, atolondra y da<br />

escalofríos al menor recuerdo de su estampa. La 5 lo<br />

155


Hilda Yaneth Sotelo<br />

sabíamos, Lucy percibió en Rita a una niña que veía el azul<br />

en su hermana, y el rosa en ella, la abuela esperaba, la niña<br />

se ve afuera con sus alumnos. Arline la envidia a morir,<br />

porque Rita es hermosa, cuerpo escultural, mirada<br />

nostálgica. Arline se muerde los labios de celos al saber que<br />

Rita ocupa la atención de Lucy, Marisol y Eloisa. La cascada<br />

de imágenes son regaladas voluntariamente a Lucy quien<br />

complaciente abre sus delicadas manos a tocar la suavidad,<br />

lo áspero, siente un vuelco en el centro al saberse dentro de<br />

Rita, la ama, la adora, desea depurar los recuerdos malos,<br />

recuerdos de sólidos cubos que Rita lleva impregnados en el<br />

alma.<br />

Marisol está entretenida bebiendo cantidades exórbitantes de<br />

vino. Lucy ve escaleras tiesas, forman estatuas de su<br />

presente dibujado paz en su rostro. Ha decidido no moverlas,<br />

no bajan, no suben. Se expresan con fastidio, indiferencia.<br />

La pasión en la camisa roja de Rita, solamente. El abismo en<br />

su mirada, que succiona a Lucy la lleva, la absorbe. Trago<br />

Mujeres cósmicas<br />

saliva al recordarlo. El momento fue la prosa del cabello<br />

ondulado que ahora busco en mi cabeza e imprimo. Esa<br />

prosa dedicada a la mujer de las piedras en el camino, ahora<br />

es de Rita. Rita ausente de magia, dolida. Rita en casa de<br />

Eloisa y Eloiso el escultor zapoteca del chamancito estático<br />

listo a tomar vida en ese lugar. Lucy levanta los delicados<br />

pies, vuela unos metros, le urge salir del fuego rojo que la<br />

impulsó directo al noveno infierno, el hielo quemaba, la<br />

belleza de las mujeres engaña. Juntas burlan el cinismo de<br />

saberse deseadas. Miran, por encima, no les gusta<br />

profundizar, les da pavor, verse adentro. Es que sí hay hielo<br />

que transmite frío, escalofrío atorado en algún punto. Lucy<br />

deduce congelarse un tanto, las piernas son frías, la sangre<br />

arrastrada en reptil, eleva el rostro mostrando unas pequeñas<br />

y perfectas marcas de que un día fue víbora, fría, movediza,<br />

escurridiza, calculadora, sin corazón. Debe tener cuidado<br />

Lucy cree saberlo todo, confía en Júpiter enamorado de<br />

Venus. Arline no la asiste, los celos enfermizos la encerraron<br />

156<br />

157


Hilda Yaneth Sotelo<br />

al planear la venganza, permance densa, canaliza demonios<br />

inflados, de ojos morados. El interior se congeló, el corazón<br />

fue de piedra, la mente lista a absorber imágenes sensoras<br />

censuradas a ser vividas, constantemente, en la dinámica de<br />

la vida de afuera hacia adentro hasta acumularse en la<br />

inanición, hasta convertirse en una sólida estatua que no<br />

esboza expresión en el rostro y se mueve por pura inercia al<br />

bien, a hacer el bien por el bien mismo en una sonrisa<br />

ensayada, estóica, sin el menor intento a derretirse. Rita<br />

decide repetir patrones y sistemas. El sexo es sexo, el<br />

hombre es hombre, la belleza ausente de arrugas; lleva<br />

contorno definido en ciertas medidas, los encuentros son<br />

mecánicos con flores, finas flores, negros negligés, cena rica,<br />

fina cena. Las palabras se congelan en el momento, después<br />

no viven, se acumulan en la cama. Los encuentros pasionales<br />

no provocan sensación al ser evocados, encuentros<br />

esculpidos sin futuro en las emociones del cuerpo, en las<br />

Iglesias, el vestido blanco, el anillo, la felicitación familiar –<br />

Mujeres cósmicas<br />

qué bien que te has casado, ahora tendrás hijos. Así es el<br />

temple de las hermosas que paseaban por Huatulco, ahí no<br />

había recetario, magia pura que se impactó al verlas. La<br />

magia quiso penetrar y no encontró cabida, aún no. Sus<br />

cosmos captan cuadros sin relieve, retratan un encuentro sin<br />

maravilla. Lucy serpentina, debe ser línea recta, encuadrase<br />

y transmitir sin observaciones, ni emociones. Juntas las<br />

palabras en los hielos de Rita han de dinamitarse y la veo, la<br />

veo y ella definitivamente opera al igual que despierta con<br />

ojos cerrados y el hielo en su mirada. No veía verdad.<br />

Hablábamos confuso, derretíamos al presente las imágenes.<br />

Aceptaba las eternas preguntas mostrando la leve chispa. Yo<br />

callaba, inmutada atraída, hurgué la frialdad. Funcionaba al<br />

igual que en el onírico, con los ojos abiertos y los abismos<br />

hacia afuera. Lucy empezaba a cansarme. En vano intenté<br />

deshacerme de ella, iba pegada, ceñida, sus dos ojos<br />

contabilzaban cada milésima de segundo, fotografiaban<br />

acumulando la experiencia y soplando los secretos de las<br />

158<br />

159


Hilda Yaneth Sotelo<br />

mujeres. El juego, el juego.<br />

No entiendo nada. La temperatura ha subido aquí. Al<br />

parecer alguien insiste entrar a mi espacio. Creo que ha<br />

dejado de nevar pero el aire sigue confundido. El fantasma<br />

no ha emitido comentario alguno del encuentro de fútbol<br />

entre las cósmicas, encuentro jugado en experimento, como<br />

la vida. Los humanos tienen pavor a la creatividad a los<br />

juegos nuevos, porque las instituciones los han moldeado en<br />

el hierro de juicios pretensiosos, no se atreven, buscan la<br />

perfección que no existe y si uno se atreve a crear sucumbe<br />

encerrado entre barrotes de acero, en este plano estás<br />

obligado a dominar el sarcasmo, la ironía, la mofa de lo<br />

contrario de verán retrógrada; esta lectura cansa, tiene<br />

frases extrañas, inconclusas en un idioma mocho.<br />

Siguen timbrando lo mejor es que no abra, ni me muestre,<br />

veo una avalancha judaica, musulmana, o cristiana<br />

interpretando a su modo esta idea desquiciada de<br />

desaparecer al macho de la Tierra y con sus manos hará<br />

trizas a Lucy. No, no, aquí, reposando en el sillón café re<br />

160<br />

161


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Mujeres cósmicas<br />

invento las curvas que tiene por todo el cuerpo. Siguen<br />

timbrando, debo desdoblarme a la sugerencia afuera.<br />

5 SALLY: DE PIEDRAS EN EL CAMINO<br />

Ella platicaba fastidiada, se resistía a ver alguna verdad en<br />

mis palabras. Operaba al igual que despierta, con los ojos<br />

abiertos y el polvo en su mirada. Dormida, a la distancia<br />

finalmente aceptó la sugerencia de quererse, cuidarse y<br />

respetarse.<br />

Sally respondía afirmativamente a mis sugerencias del juego<br />

cósmico, ni imaginé que adentrar nuestros sexos iba a<br />

desencadenar una serie de eventos poco convenientes. Yo<br />

había pedido morir pero lo ignoraba, me interné en el Centro<br />

Médico de Especialidades la tarde del 20 de noviembre, fui<br />

por mi propio pie a remover la grasa de mi cuerpo; Salvador<br />

no autorizó mi loca idea de embellecerme, temía lo peor, -<br />

más te vale quitarte de la cabeza esa tontería mejor dame el<br />

dinero para pagar mis deudas, además te vas a creer muy<br />

poderosa con el culo prominente-.<br />

162<br />

163


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Sabiendo que no gozaría de las simpatías de mis allegados,<br />

entré sin testigos ni custodios al cuarto pre operatorio, me<br />

inyectaron al resetear los óganos, al poner mi cuerpo en cero<br />

corrí a ver a Sally. Nos encontramos en el limbo, la brecha<br />

entre el cielo y la tierra; ella y yo acordamos vernos menos<br />

en la tierra y más en los sueños. Ciudad Juárez pasaba por la<br />

sangrienta guerra y ella al parecer tenía sus días contados;<br />

mal intencionados planeaban tenderle un cuatro pero<br />

afortunadamente los descubrimos a tiempo y Sally pudo<br />

escapar varias. Lo nuestro fue la hisotria de amor en los<br />

sueños, el regreso a la inocencia, la ausencia. Nuestros<br />

fantasmas se encontraron una noche en la alfombra del<br />

apartamento sobre la calle Mesa Hills. A la mañana siguiente<br />

Lucy, la fría, lo observaría todo desde el ojo serpentino del<br />

periodista que se cree vidente, justiciero.<br />

A Sally difícilmente la reconocía; creció, y se infló las<br />

nalgas al igual que sus egos y deseos exasperantes. Le perdí<br />

la pista en el limbo, era tiempo de regresar a la realidad de<br />

Mujeres cósmicas<br />

las desiciones - ¿es verdad que anhelan morir?- Nos<br />

preguntaba un anciano, - sí, el amor no existe entre los<br />

hombres de la tierra, la vida es aburrida y monótona-,<br />

respondimos al unísono. Sally salió primero del corredor del<br />

hospital, estará anotando sus pulgares en otros planos. Años<br />

varios la vi entre el ondulado viento y los espacios del<br />

cabello. Hablábamos confuso, imprimíamos al futuro ya los<br />

hechos. Yo callaba con desánimo, hurgué la mentira en mis<br />

palabras, funcionaba al igual que en el onírico, con los ojos<br />

cerrados y los abismos allá adentro -¿a dónde vamos<br />

mujeres? Los hombres llegan-. Distraída preguntaba. Me<br />

resistía a bajar al sótano del pasado, habíamos estado juntas<br />

una y otra y otra vez. Inocentes en la pubertad jugábamos en<br />

el verde pasto, ¿nuestros vestidos? Blancos. Una casa de La<br />

Ilustración, enfrente. Ya adentro, precipitadas, inclinábamos<br />

los rostros manifiestos. Animaba sumergirme en la espiral.<br />

Olfateaba atraída por su voz. Preferí desmayarme sin<br />

regreso.<br />

164<br />

165


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Después fui mariposa, no quise escribirme, las nauseas<br />

merodeaban al menor intento de la autobiografía aquí. Huía,<br />

huía escribiendo las historias de otras, responsabilizaba a<br />

Lucy que pesada sombra me atrapa a su antojo mucho antes<br />

de verla entrar por la puerta de mi apartamento en la calle<br />

George Dieter.<br />

Una noche después de conocer a la serpiente erguida que<br />

escupe aceite verde por el hocico, varias noches después, lo<br />

irremediable. El encuentro de antaño, el encuentro que eriza<br />

mi piel, el llamado mala onda, sacude. El Rosario se rompe,<br />

revienta en los rayos del Nagual, la uñas están separadas de<br />

los dedos. Busco la serpiente, la busco en el mismo cuarto,<br />

los cuartos horizontales, amarillos, pre operatorios;<br />

finalmente la encuentro, está a los pies del cristo crucificado.<br />

Le arranco sus cuernos de toro, y libero a El Divino Niño<br />

que a su vez nos libera a las dos.<br />

-No tenemos porque sufrir- Sally susurró repetitivo -Yo te<br />

amo París y el cristo sangrante se ha roto en dos, es de yeso<br />

166<br />

Mujeres cósmicas<br />

blanco conquistador-. Rezábamos a nuestra infancia<br />

toqueteada. –No tenemos porque sufrir, no tenemos porque<br />

sufrir, no tenemos porque sufrir, el sufrimiento se ha ido, el<br />

sufrimiento se ha marchado, no tenemos porque sufrir,<br />

amemos-.<br />

Pude ver la lluvia colorida en sus palabras, los juegos, los<br />

vestidos, el globo que flotaba en los aires suaves de sus<br />

realidades. Puede ver la frágil fragancia acariciando los<br />

azulados planos hacia donde va. Amé la vida, amé el<br />

instante. Toda ella, separada de la mitad hombre, mitad<br />

animal, yo la vi. Vi reencuentros casuales revoloteando la<br />

distancia. Despejaba de piedras la flagrancia.<br />

-Merecemos ser felices-. Insinuaba.<br />

Con un hombro descubierto, el otro adornado en pétalos,<br />

anticipados los pasos se daban. Aquello fue en instantes,<br />

meneando el pensamiento, robando de mi historia la pureza,<br />

de mi alma la paz y del Rosario los hilos, las Aves, el<br />

167


Hilda Yaneth Sotelo<br />

anuncio del misterio en la Gloria, sollozaba.<br />

- ¿ Has visto algo puro en mí? Es lo mismo que tengo de ti<br />

en esta existencia sin fin.<br />

- ¿Dime a dónde voy, Lucy? Enséñame el camino del pasado<br />

Concluyendo, bendecida al descubrirte, ahora vengo.<br />

Supe que Marisol y Arline fueron a la playa. He deseado<br />

tanto descansar de las largas horas laborales en el periódico<br />

que saber a<br />

mis amigas de vacaciones conectó un chip meditativo en mí.<br />

Estoy frente a mi computadora, cierro mis ojos por un<br />

instante, calmo mi agitado corazón, borro el pensamiento y<br />

veo cuando era niña, regreso al encanto de salir a buscar<br />

piedritas, piedritas de todos colores, formas y texturas.<br />

Recuerdo que me endiosaba con el piso que veía cada uno de<br />

mis pasitos, imaginaba mil y una historias extraídas de las<br />

pequeñísimas, casi invisibles piedrecitas que pisaban mis<br />

bien formadas plantas.<br />

Mujeres cósmicas<br />

Gustaba de los personajes que tenían la capacidad de<br />

desprender los pies del suelo y volar en sábanas mágicas,<br />

muy seguido solía convertirme en uno de ellos. Al<br />

recostarme en la cama mis ojos transformaban lo que veían.<br />

Las persianas se abrían y le daban paso a la cobija mutante<br />

anaranjada brillante. El alto ropero sostenía con su fuerte, la<br />

apertura de las persianas al darme salida, al mismo tiempo<br />

mi diminuta figura salía airosa a recorrer el cielo azul de mis<br />

pensamientos. Bajaba la mirada para asegurarme de que cada<br />

uno de los castillos que emergía de los trazos de los<br />

mosaicos amarillos del piso de la recámara, aún seguían ahí,<br />

listos a recibir las palabras de esta bella mujer. Y mientras<br />

caminaba sobre las piedras me iba a la cama que celosa y<br />

protectora guardaba las imágenes de mis sueños listos a<br />

plasmar en cuentos. En eso estaba cuando una de las piedras<br />

se introdujo en mi zapato, color verde con café. Mis zapatos<br />

eran nuevos como la estadía de la piedra dentro de uno de<br />

ellos. De la nada se me ocurrió dejar la relación piedra pie<br />

168<br />

169


Hilda Yaneth Sotelo<br />

seguir su curso y sin ápice de dolor continué buscando los<br />

tesoros matutinos.<br />

Las piedras diferentes que vi en los sueños, sueños<br />

reposados en las sábanas movedizas por las patadas de placer<br />

al estar construyendo esos mundos paralelos que aún no he<br />

visto . Ya casi para volver a mi casa encontré un corazón en<br />

forma de piedra, mejor, una piedra en forma de corazón, me<br />

extrañó tanto verlo tan perfectamente formado, que lo cogí, y<br />

presa de un gran júbilo corrí hacia mi hermana mayor, quien<br />

casi siempre me esperaba lista con las palabras del próximo<br />

cuento que emanaba de su vasta y loca imaginación. Antes<br />

de poder enseñarle mis hallazgos, tenía que atenderle sus<br />

creaciones, las cuales a veces rayaban en lo absurdo, pero<br />

que con mi tierna edad, y sensibilidad casi siempre<br />

aterrizaban en el gran aplauso al término de las<br />

presentaciones de mi creativa hermanita. El día que vi el<br />

corazón de piedra pensé lo mucho que le gustaría a ella sacar<br />

historias a partir de la valiosa figura y no me equivoqué. En<br />

Mujeres cósmicas<br />

cuanto sus grandes y aceitunados ojos vieron la piedra, un<br />

impulso llegó hasta el centro de no sé dónde, pero llegó, y<br />

con su mano aprisionaba la forma de corazón, al parecer<br />

quería poseer la magia que rodeaba al mineral, y así fue, con<br />

las palmas de dio un fuerte choque queriendo pulverizar la<br />

piedra. No lo logró, no pudo poseer los secretos porque la<br />

piedra era de un material extraño jamás visto por aquel lugar.<br />

Una perversa idea saltó en chispa de su mirada,<br />

inmediatamente le advertí que ese corazón nadie lo iba a<br />

partir, a romper, ni mucho menos a convertirlo en polvo.<br />

Salté como chango, me colgué en su cuello, para entonces al<br />

querer sostenerme; la piedra rodaba hacia el nuevo sillón<br />

verde esmeralda, me solté de su nunca asegurándome de<br />

propiciarle tremendo rasguño. Uno de mis zapatos volaba. El<br />

dolor me llevó a recordar la piedrita incrustada en mi pie.<br />

Me hizo soltar un alarido que se escuchó por varias cuadras.<br />

Mi hermana me arrojó con desconcertada furia y fui a dar al<br />

sillón, mientras mi madre salía por la puerta secreta, la<br />

170<br />

171


Hilda Yaneth Sotelo<br />

puerta a la que ninguno de sus hijos teníamos acceso. Ya en<br />

el sillón con las nalgas hacia arriba crucé una pierna mientras<br />

de reojo alcanzaba a jalar con fuerza la estorbosa piedrecita,<br />

el sangrado fue profuso, y conciso. Cual fue mi sorpresa que<br />

la geometría de la herida transmutó varios contornos al<br />

brotar la sangre. Entré en profundo dolor, el llanto, los<br />

gritos, el desconcierto de mi hermana, me identifiqué con los<br />

matices de los pequeños coágulos que a veces se tornaban<br />

morados. Sentí una especie de alivio cuando me percaté de<br />

mi gusto por el horror, al mismo tiempo la ingenuidad, la<br />

liberación de ese gusto por ver mi pie sangrado, inundaron<br />

las multicoloridas formas de la herida. El incidente ocurrió<br />

tan rápido que ni el tiempo se pudo detener, y ahora estoy en<br />

un instante en otro lugar.<br />

¿Cómo llegué aquí?, ni lo sé, eso que otras han<br />

experimentado al sentir que el tiempo se detiene, no se me<br />

da.<br />

Por eso de tremendo grito mi mamá recurrió a la maestra que<br />

172<br />

Mujeres cósmicas<br />

debería ser y aconsejó a mi hermana cuidarme en lugar de<br />

zarandearme. Mis ojos inquietos, nublados por el lloriqueo,<br />

buscaban presurosos la piedra que al parecer, sí conocía el<br />

tiempo y los eventos, la piedra se había ido por instantes.<br />

Mi muy alimentada imaginación me llevó a deducir que la<br />

piedra no quería ser vista por mi madre, que sólo fue hecha<br />

para mí y que la bruja de mi hermana había podido verla<br />

porque vertió un hechizo para cruzar la barrera.<br />

Mi imaginación no estaba muy disparatada. La piedra<br />

desapareció por varios días, suficientes para que mi mamá<br />

enviase a mi hermana con la tía Lola. Agradecí no tener su<br />

presencia a mi alrededor como también salté de alegría al<br />

encontrar mi corazón en uno de los dobleces del sillón<br />

esmeralda. Los sillones fueron la piedra y la llenaron de un<br />

verde que le daba vida.<br />

Muy cuidadosa la subí al ropero más alto de mi recámara y<br />

ahí la olvidé. La olvidé igual que el dejo de mi niñez, la<br />

173


Hilda Yaneth Sotelo<br />

inocencia. También mi mente escondió los vestidos blancos,<br />

y los jugueteos ilustrados de aquella encantadora casa del<br />

pasto verde y la mujer desmayada. Mi hermana volvió presa<br />

de un tremendo llanto al saberse perseguida por varios<br />

hombres jóvenes, no entendía qué le estaba pasando, pero mi<br />

madre si lo supo, el día que mi hermana volvió ya tenía<br />

preparado un mega discurso de las relaciones entre los<br />

adolescentes, le advirtió los peligros de ser una mujer joven<br />

y de la persecución varonil que se manifiesta a esa edad.<br />

Yo no entendía muy bien las palabras porque mis hermanos<br />

ya preparaban la Tv para ver el encuentro de México<br />

Alemania. Recuerdo aquel año, 1986, apenas tendría 12.<br />

Comprendía el ambiente futbolero y de cuando en cuando<br />

me dejaba llevar, pero lo mío, lo mío, era la imaginación y<br />

las aventuras. Soñaba con los príncipes encantados de los<br />

cuentitos, soñaba con encontrarme gigantes a mi paso,<br />

gigantes que a veces eran de piedra y me hipnotizaban a la<br />

vez que me otorgaban poderes para embelecar a los demás,<br />

174<br />

Mujeres cósmicas<br />

entre ellos a mi hermana quien recién recibía un regaño.<br />

El tiempo se detuvo, no me di cuenta, el mundial del 86<br />

había perecido, habían pasado casi veintiséis años cuando<br />

conversaba con mi amiga. Supe con agrado que el tiempo si<br />

era plausible, tan plausible como el antojo. Íbamos rumbo a<br />

la calle Juárez, ahí había dejado estacionado mi coche, frente<br />

al Yanquees, el lugar que vio mis cantos, mis bailes, mi corte<br />

de cabello que apenas estrenaba, mi falda negra atada en la<br />

cintura, mi delgado lazo negro cromado, mi diminuta blusa<br />

de cuadros blancos.<br />

Iba sentada en el copiloto, escuchaba los grupos, esos grupos<br />

que ahora me encantan y los promuevo. Hablábamos de<br />

nuestra amiga rubia en común, Miara, común porque recién<br />

yo hablaba copioso con ella, la guapa, la del centro de<br />

atracción, la que se pasa de víctima. Planeaba una salida<br />

triple borrachera para ese mismo día en la noche, le dije a mi<br />

amiga conductora que por favor la invitáramos a pasear por<br />

la tarde. Fue tanta mi insistencia al divertirme con la rubia<br />

175


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Mujeres cósmicas<br />

que el eco de mi voz perturbó dentro del mismo coche que<br />

ahora lleva el pensamiento de la comitiva a llamar a la rubia<br />

para invitarla al rancho de los blancos rituales que traerán<br />

consuelo a las mentes torturadas, a las almas confundidas<br />

que han cruzado los límites, las fronteras del ser.<br />

Un hombre me había invitado a pasar el fin de semana en<br />

una lejana casa de campo. Insistía tanto que dudosa accedí,<br />

en cuanto pude, busqué cómplices que me acompañaran,<br />

ofrecía la invitación a mis amigas. Algo me detuvo de asistir<br />

a ese lugar, probablemente es ese algo que me sigue<br />

manteniendo a salvo de no ver destrucción en la zona de<br />

guerra que reporteo.<br />

La ciudad donde vivo nos ha sorprendido en medio de la<br />

faena, ahora mis compañeros y yo nos hemos convertido en<br />

reporteros y fotógrafos de una guerra declarada por el<br />

presidente de mi país. Una absurda guerra contra los<br />

traficantes de drogas. Ya se han de imaginar, esta zona sufre<br />

minuto a minuto las consecuencias de la estúpida decisión<br />

176<br />

del presidente.<br />

Ajena a las conexiones que no comprendo, alejada de las<br />

piedras, cerca de la sangre y las balas. Debo tener un<br />

angelote, estoy segura de que ese ángel que yo tengo, fue el<br />

mismo que impidió o desanimó aquel insistente hombre<br />

viejo, nefasto, asqueroso de mencionar, el de la invitación al<br />

rancho. Qué bueno, ahora comprendo que fue lo mejor.<br />

Alguna estridencia emanaba de aquellas propuestas. La de<br />

invitar a Miara, la rubia a salir de noche y la de ir aquella<br />

casa de campo.<br />

Eso veía cuando la estación de radio 107.5 tocó la ranchera<br />

de los bajos, la rola latió despacio, la conductora sintonizó<br />

otra canción, me dijo que la rancherita estaba muy mamerta.<br />

Me burlé de la frase, inquirí sobre el significado mientras mi<br />

mente trazaba la futura noche, en algún antro conversado lo<br />

pendiente con la güera, esa güerilla escurridiza, Miara, esa<br />

rubia que tiene algo muy importante que decirle a mi vida.<br />

177


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Lo sabe, ella más que nadie sabe qué tiene, de dónde vine,<br />

qué necesita. Da vueltas en sí misma, ensimisma a los demás<br />

para luego voltearlos a verse dentro, es raro, jamás me había<br />

sucedido algo así, deseo ponerle atención y ayudarle en sus<br />

problemas olvidándome de los míos, es extraño, es cierto.<br />

Quizá sólo quiera diversión, ni lo pienso, lo vivo. Ya ni<br />

analizo, recuerdo que el antro de la noche no sucedió, El<br />

Yanquees, ahora comprendo, no hubo punto de reunión,<br />

ahora entiendo, serán los próximos días los que nos lleven a<br />

ver el manual del misterio, el fuego danzante de letras<br />

embriagadas, mantras, lecturas, al descubrir esos interesantes<br />

y plenos personajes mezclados con las chispas en la brazas<br />

que abrazan las ilusiones de las mujeres cósmicas iniciadas,<br />

esas mujeres que han confundido el camino, esas mujeres<br />

que ilusamente se sienten enamoradas de la carne de otros,<br />

desean, se apasionan, buscan, se humillan, piden a gritos<br />

salir de ahí, ser rescatadas. Están locas, bien locas, pero<br />

además son subjetivas y supersticiosas pero las adoro, las<br />

Mujeres cósmicas<br />

extraño. Por lo pronto veo la foto de las universitarias; estoy<br />

con las otras jugadoras de fútbol. Estamos rodeando al<br />

maestro barbudo, que fuma pipa perfumada. Nos juntamos<br />

ese día, en el salón de clase, alguien nos fotografió, me<br />

olvidé y de pronto aquí veo esa imagen. Las mismas mujeres<br />

universitarias nos reuniríamos, sí, pero varios años después.<br />

Recuerdo la mesa redonda, encima la ensalada con harto ajo,<br />

la ensalada que me quiere y me dice corazón. La misma<br />

ensalada que llenó mi aliento a rancio ajo, el ajo que impidió<br />

el beso prohibido. El beso cósmico.<br />

Saboreaba mi cena, en curva, hablaba de sueños, me ponía al<br />

tanto de su vida, Fátima, la bella Fátima. Éramos once<br />

mujeres, un hombre. Acordarnos vernos después de casi<br />

trece años. Asistimos a la universidad, juntos cursamos las<br />

materias de Ciencias de la Comunicación, nos fotografiamos<br />

rodeando al maestro cultural, el maestro embajador del arte<br />

en la frontera, lo quiero, lo admiro. Llevábamos largos sacos,<br />

suéteres tejidos de colores raros, las miradas inquietas listas<br />

178<br />

179


Hilda Yaneth Sotelo<br />

para trasladarse trece años al futuro. Lo logramos, habíamos<br />

acordado enlazar las vidas desde otros tiempos, hablábamos<br />

decididamente a no dejarnos, no soltar los lazos. Lo<br />

prometimos y en la libertad del vivir, del amor, hemos vuelto<br />

a tocar nuestras palabras, cada uno a su estilo, a su manera.<br />

Aún conservamos los egos pero esa noche ha sido corta, muy<br />

corta. Conversábamos al unísono, las voces chocaban, se<br />

besaban, deseábamos ponernos al día. Tomás el amigo<br />

casado con la cubana nos veía en trance, en la emoción<br />

imperante, en aquel espacio, preguntaba amablemente, sabía<br />

de nosotras. La ensalada pareció eterna, las uniones también<br />

lo eran. Entregué el corazón al éxtasis. Chiquitita selló el<br />

pacto. Dije estar puesta a mover ese corazón pragmático que<br />

olvidó ver el mundo en espiral. Mis ideas emergían de la<br />

mente, dejaron de brotar del corazón, no recuerdo desde<br />

cuándo. Es que me arrepentía de haber prometido una<br />

ensalada para la reunión, iba a ver a mis compañeras de la<br />

universidad después de trece años de no hacerlo. Envié un<br />

Mujeres cósmicas<br />

mensaje por Facebook a la anfitriona y me respondió con<br />

sonoro amor. Me dijo pondría harto ajo a la ensalada, esa<br />

ensalada que tanto me gusta. Muy bien, pensé, muy bien.<br />

Llegué a la reunión pasadas las ocho de la noche, ahí en la<br />

mesa redonda estaban mis amigas, vi a Fátima, la abracé,<br />

después a Diamante quien recién había llegado de España, se<br />

casó con un madrileño, se mudó y jamás regresó por estas<br />

crueles tierras que la vieron nacer. El ajo picaba mi lengua,<br />

la plática de Fátima también. Contaba de un sueño pasado<br />

tres años atrás. Soñó con un hombre, su enamorado, soñaba<br />

en la claridad de su voz, la sonrisa, el amor, las vidas<br />

pasadas, el romance jamás experimentado. Soñaba a amar<br />

sin saberlo, soñaba mirarse en él, en sus manos velludas, en<br />

su pecho firme y protector. Fátima nos sorprendió al<br />

confesarnos haber conocido a ese hombre en persona, lo<br />

conoció varios meses después de soñarlo. El ex esposo<br />

enfureció al saberse suplantado, había querido ser el único<br />

sin saber que nunca fue. Armó tal zafarrancho a las afueras<br />

180<br />

181


Hilda Yaneth Sotelo<br />

del hotel donde Fátima y su sueño reposaron que al hombre<br />

del subconsciente no le quedó de otra que marcharse, siendo<br />

él una figura pública, tan pública como sus canciones, su<br />

estampa y su fama. No confesó el nombre de aquel<br />

misterioso amor. Recuerdo mi mente racional al aplaudir la<br />

decisión de Fátima de abandonar un amor prejudicial, e<br />

intercambiarlo por el presente novio, quien la adoraba,<br />

cuidaba a sus hijos y le contribuía económicamente, aunque<br />

no lo amara. Me tacharon de desilusionada, no me importó.<br />

Mujeres cósmicas<br />

todos desde arriba. El vestido negro, encima de mi delgado<br />

cuerpo, el ajo seguía ahí. Lo supe porque besé a mi amigo<br />

Meny, lo besé intensamente en la boca, a la par traté de besar<br />

a la anfitriona, pero me advirtió de los estragos del ajo en mi<br />

lengua, confesó haber preparado la ensalada con harto ajo a<br />

propósito para no caer entre mis besos. No atendí al<br />

principio, ahora lo recuerdo. Meny y yo jugueteábamos a los<br />

amantes, escuchábamos música mientras me mostraba el<br />

diseño de la próxima novela de Cecilia: Exilia<br />

El ajo se incrustó en mi lengua, el aburrimiento me abordó.<br />

Observé palmo a palmo el siguiente paso. No me quedó de<br />

otra, ingerí tanto alcohol como risas, mofas, puntos de vista<br />

y no sé qué tantas tonterías más. Salí a tomar mi copa, aire<br />

fresco para mis venas allá afuera, la sangre palpitaba<br />

circulando a gran velocidad, queriendo sorber cada instante<br />

de la reunión. Mis amigas fumaban tabaco, asqueroso<br />

tabaco. Igual fumé un poco. Mis zapatos elevaban mi<br />

cintura, mis piernas se alargaban por el tacón alto, veía a<br />

De pronto decidimos formatear una película porno, nos<br />

reíamos en cada absurda y broma escena, reflejamos un<br />

chiste, un buen chiste, sin malicia, sin imágenes ni<br />

movimientos amorfos, jugamos, jugamos, nos reímos, nos<br />

reímos. Entregaba el corazón al ambiente, al presente. Meny<br />

se marchó, había bebido mucho la últimas mil horas de su<br />

vida, estaba en pijama cuando le llamé que viniera a la<br />

reunión, no la pensó dos veces y en diez minutos lo vi frente<br />

a mí platicando, besándonos como hacía mucho tiempo,<br />

182<br />

183


Hilda Yaneth Sotelo<br />

besando la ilusión, la amistad libre, el amor de amigos que se<br />

comen con la lengua sabor a ajo y tequila. En el beso<br />

escuché lo que su pensamiento recordaba, clarito lo escuché,<br />

hablaba de una fotografía del pacto donde las mujeres<br />

llegaron al momento suspendido, quise abrir los ojos de los<br />

sueños pero las voces eran muchas, pesaban, honraban la<br />

estridencia. El índice les advertía tomar turnos, las mujeres<br />

cesaron guiando sus quejidos hacia la palma de las manos,<br />

llevaban la pócima. La pantera me seguía. Las palabras sin<br />

coordinación emanaban desde los sentidos haciendo suya la<br />

otra realidad, la cedida por los dioses.<br />

Pensé que se refería a la reunión de las mujeres ahí<br />

presentes, las gritonas que no sabían callarse. Repetí una a<br />

una las palabras que había escuchado en su boca, él negó<br />

rotundamente temerle a la pantera, ignoró las pócimas pero<br />

le gustó la prosa, le encantó saberme dentro de él. Meny me<br />

abrazaba al amar.<br />

La reunión se esfumó el recuerdo de Meny también.<br />

184<br />

Mujeres cósmicas<br />

Desperté enseguida de Tomás. Apurada, a la usanza de mi<br />

acelerada vida, busqué mi vestido. Salté de la cama, sólo<br />

llevaba ropa interior, la presencia de Tomás no inmutó, en<br />

realidad lo veía como hermano, y así fue, Tomás ni volteó a<br />

contemplar las líneas de mi cuerpo. Trepé el vestido negro y<br />

salí despavorida rumbo a la casa editora, mi trabajo, iba<br />

tarde. Flechazos de varias noches anteriores cuando<br />

habíamos asistido a la presentación Las Otras Batallas de los<br />

fotógrafos llegaban implacables. -La presentación del libro<br />

del Corazón, los estantes, ¿qué veo? Alguien se asoma por<br />

los estantes, creo recordar esa sonrisa, esa mirada, pero, pero<br />

él está muerto, es Arturo, anciano preguntando si quiero<br />

morir, no lo sé, no lo sé aún. Voy manejando, debo estar<br />

loca. ¿Por qué pienso en Arturo? La estrella, los fantasmas<br />

de tantos muertos en la frontera, ¿dónde están? ¿A dónde<br />

van los muertos? No tengo porque sufrir, soy libre, la vida es<br />

muy corta, muy corta. Merzco ganar, la fama espera<br />

impaciente, lo sé, lo intuyo.<br />

185


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Después el día, el desayuno que consistió en un medio<br />

pasado tomate y pastel de carne, dos huevos estrellados y un<br />

rico espagueti acompañado de café veracruzano,<br />

conversábamos de las recientes vacaciones a la sierra de<br />

Oaxaca y Huatulco, el electo presidente municipal, algunas<br />

lecturas recientes, la tremenda borrachera del día anterior y<br />

lo sacrificado y riesgoso de ser periodista en la ciudad más<br />

violenta del mundo. Al unísono la distante voz y el apuro<br />

veían el reloj, tendría que estar en la redacción del periódico<br />

muy pronto. Supliqué por una liga para el cabello<br />

repartiendo mi atención entre la cotorra de mi amiga, el<br />

sorbo del aromático café veracruzano y mis ganas de zurrar.<br />

De un santiamén abandoné la silla de la mesa redonda<br />

dirigiéndome al baño, le dije a mi amiga que aprovechara el<br />

tiempo, que siguiera la conversación que recién me llevaba a<br />

casi no comprenderla. Salí del baño muy aliviada de haber<br />

sacado la piedra café oscuro de mi estómago. Confundida en<br />

la magia imaginaria y el temor de verme obligada a cambiar<br />

Mujeres cósmicas<br />

mi estilo de vida que adoraba. Rendía pleitesía a las<br />

aceleradas imágenes de “buen periodismo”. La delicada y<br />

café cobija llamó mi atención, yacía en la alfombra de la<br />

sala, junto con una almohada. Con el dedo índice froté mi<br />

sien queriendo robar algo que ahí se posaba, ahí en ese lugar<br />

en esa estancia estaba la imaginación de aquella niña de la<br />

piedra en el zapato. Ni tanta exigencia pudo regresar a mi<br />

mente los símbolos una vez dominados en la infancia., los<br />

sueños escapados entre tantísimos reportajes dedicados a<br />

esclarecer la verdad, la versión objetiva, esa versión que<br />

concluía después de infinidad de vueltas, preguntas, sagaces<br />

preguntas, miradas exploradoras, intuición femenina bien<br />

dirigida a sustraer la verdad de los fulanos, féminas que<br />

entrevistaba, nada en mi profesión había sido ingenuo,<br />

blanco, rosa, salmón, nada de eso, pero el vestido que ahora<br />

llevo sí; los vestidos del pasado destellaban inquietando mi<br />

certera mente, no renunciaré a la razón, la creatividad es para<br />

pendejos, yo soy muy inteligente para caer en esas curvas<br />

186<br />

187


Hilda Yaneth Sotelo<br />

imbéciles en esas realidades que no veo, no palpo.<br />

Desde que me inicié en el periodismo responsabilizaba a este<br />

de haberme extraviado y en cuanto podía repetía la misma<br />

frase una y otra vez -a mí el periodismo me perdió, me<br />

perdió hoy. Ya estaba algo distante de la niña que buscaba<br />

piedras, muy seguido la olvidaba por completo, ni que decir<br />

de aquellas escenas parisinas de vidas pasadas que ni por<br />

error admito en mí.<br />

Seguí frotando con fuerza la vena verde que salta de mi<br />

frente y el dedo índice dejó de circular, se sentía adormecido,<br />

lo chupé, quería regresarle la vida, lo volví a mi frente, ahora<br />

al centro y nada, nada de nada.<br />

-¿Qué juego perverso es este, quién me roba el alma?<br />

De pronto el flash azul saltó de la cobija café oscuro, era yo,<br />

juro que era yo platicando con una maestra, la fastidiosa, la<br />

odiosa juzgoncita. No lo podía creer, mi objetividad se<br />

esfumaba, planté los dos pies para asegurarme de evidenciar<br />

Mujeres cósmicas<br />

los datos. Estaba tan acostumbrada a comprobar cada<br />

renglón de mis reportajes que la información suelta carecía<br />

de importancia. Quise evidenciar lo que veía, cerré los ojos<br />

con fuerza para que la imagen no se escapara, la voz, la voz<br />

me asaltó de pronto. Era la voz de mi amiga propinando<br />

tremenda regañada a una de sus alumnas de nombre Jazmín.<br />

Relacioné el nombrecito con las flores preferidas de una<br />

mujer de mi familia, no recordé de quién en el instante.<br />

Levanté el micrófono del panel de la presentación de mi<br />

reciente libro La Guerra por Juárez Toda mi familia estaba<br />

presente, eso me llenaba de orgullo, y felicidad. Le compartí<br />

a mi amiga la experiencia mientras ella complaciente<br />

sonreía, satisfecha de verme protagonista, rodeada de mis<br />

seres queridos. Comprobaba una vez más su capacidad de<br />

predecir el futuro durante el dormir. Recordé a la princesa<br />

Jazmín de la infancia, me había identificado con ella desde la<br />

primera vez, era independiente romántica, le agradaban las<br />

cosas verdaderas, tenía el don de hablar, era por eso que en<br />

188<br />

189


Hilda Yaneth Sotelo<br />

la visión llevaba un micrófono, y la sensibilidad a flor de<br />

piel. La voz sonaba, subía y chillaba, le permití hablar<br />

aleccionaba, advertía, se preocupaba. Al final acepté, toleré<br />

admití y me entregué a la mentada magia para ser, para<br />

emerger para traer a esa niña de la piedra en el zapato. Moví<br />

la cobija café y no pasó nada. Suspiré aliviada de no estar<br />

alucinando.<br />

Abrí los ojos que inmediatamente voltearon a la izquierda,<br />

las persianas de la recámara eran blancas, arriba un cursi<br />

cuervo café claro adornaba el inicio de la persianas. No sabía<br />

dónde estaba, estaba perdida, no era la primera vez que<br />

quedaba en calidad de bulto al tomar incontables cervezas,<br />

no lo era, en otras ocasiones me habían llevado a lugares<br />

inciertos, mi voluntad se esfumaba en la séptima copa, lo<br />

sabía y sin embargo el límite no se presentaba. Un día leí que<br />

el cruce del límite era la locura, he querido experimentar, me<br />

he extralimitado una y otra y otra vez y la locura no llega,<br />

bueno al menos esa locura de internarte en el manicomio no<br />

Mujeres cósmicas<br />

ha llegado, espero no llegue. Aquí he reporteado, hemos<br />

narrado el declive de los abismos terrenales, algunos de mis<br />

compañeros si no es que todos, bajan al infierno en instantes,<br />

lo retratan en la palabra, lo fotografían, lo graban en video,<br />

ellos, los reporteros y los fotógrafos regresan. Los abismos<br />

arrastrados también siguen volviendo, devolviendo para<br />

desafiarse a si mismos, dicen que la próxima rebasará a la<br />

anterior. Primero había sido un decapitado colgado en el<br />

puente, después dos, más tarde cuatro. Más tarde una<br />

amenaza, una fatídica, triste y materializada amenaza,<br />

asesinato de un querido compañero. Es que eso no tiene<br />

límite, ni se toca el fondo. El horror ha quedado cromo<br />

plano, también la vida diaria de esta ciudad que ha hecho<br />

polvos las manzanas. Mi estampa sigue intacta, alguien la<br />

protege desde el más allá, lo agradezco.<br />

Estaba segura que Juárez había sido un laboratorio, lo<br />

recordé al estar observando la cursi curva cortina de la<br />

recámara de mi amiga, cuando vi las blancas persianas, mi<br />

190<br />

191


Hilda Yaneth Sotelo<br />

mente repartida recordando a Maximiliano Cohen le dio<br />

orden al caos, supo en un instante que estaba en el<br />

departamento de la maestra de prepa quien lo sabe todo, al<br />

menos esa impresión da. Vaya viaje, vaya sueño. Recordaba<br />

a una tal Lucy pero no conecté el nombre con ningún rostro,<br />

era lejano, ni borroso. La piedra en el zapato, los cuentos<br />

trazados en mi imaginación, las peleas sobre el sillón<br />

esmeralda, la infinidad de amores, de orgasmos, Cohen, el<br />

poeta, Ángel, el escritor, el fotógrafo, el hombre casado<br />

muerto de cáncer, la Ciudad de México, El Reforma, los<br />

asaltos, la mariguana, el vino tinto, las mujeres, las novelas,<br />

los ensayos, los errores. El laboratorio, la muertas de Juárez,<br />

los autógrafos, los asesinatos, el narcotráfico, la<br />

maquiladora, los arrebatos, los decapitados, las<br />

presentaciones, las guerras, la redacción, los apellidos<br />

similares, los premios el pleito en la montaña, el sexo en el<br />

piso, la universidad, los evangélicos, la devastación de la<br />

tierra, la Furia Musical, el grupo Primavera, aquella noche,<br />

Mujeres cósmicas<br />

aquella 36 noche, aquel lugar, aquel café, aquella piedra,<br />

aquella cadena que arrastraba inclemente abriendo la herida<br />

en mi pie izquierdo. Aquel micrófono, Jazmín, la historia,<br />

los presidentes municipales, los gobernadores, el chaparro<br />

Napoleón, los partidos políticos, las deducciones, las<br />

controversias, los afanes, las únicas bolsas de mano, las<br />

investigaciones, las llamadas telefónicas, los mensajes de<br />

texto, las conversaciones, la ausencia de alimento, las<br />

amigas, los que me quieren, las tortas españolas, Madrid, el<br />

aburrido, las atractivas viejas, las parisinas tardes, los<br />

sótanos, las notas ocultas, la doble vida, los libros de El<br />

Vicentillo, el triste, el vacío, el desconsolado paso por aquí,<br />

el paso caminaba lento, quería descubrir eso. Todo todo eso<br />

había sido un sueño, un mal y buen sueño que ahora se apaga<br />

para dar a las paralelas trazadas en mi infancia. Los espanta<br />

sueños llegaron pero ahora no espantan la materialización<br />

voluntaria de mi cosmovisión.<br />

Paralelo al hallazgo de las emocionantes señales disfruto una<br />

192<br />

193


Hilda Yaneth Sotelo<br />

rola grupera al tanto de la transmisión de la final del fútbol,<br />

pego un gran salto al escuchar la victoria de mis tíos<br />

españoles, esa madre patria que ya no lo es, eso no fue un<br />

sueño porque un brillo inusual de optimismo rodea la huella<br />

de mi dedo índice, la misma que plasmo en este momento en<br />

otros planos. El plano de colorida lluvia de palabras<br />

formadas entre los dedos de Lucy que sigue pausada en<br />

nuestros besos.<br />

Mujeres cósmicas<br />

Creo que empiezo a entender. Sally es de mente analítica y<br />

secuencial, su letra es legible y clara. Oh, qué lata. . . suena<br />

afuera, el timbre insistente. Cuánta mujer extraviada, ¿Qué<br />

desean? Penetran a mis oídos que se niegan a escucharlas,<br />

son necias, sucias. Últimamente la corrupción y la envidia<br />

rondan, regreso a la guarida, estas mujeres han enmudecido<br />

al verme, tal vez Lucy las espantó a pesar de estar oculta. A<br />

ver si dejan eso del ochenta para referirse a policías<br />

lesbianas, con eso de que hay tanta muerta violentada en la<br />

ciudad, un hombre policía no puede esculcar a las mujeres,<br />

vaya improvisados. Por si las dudas tendré esta piedra en la<br />

mano, esta piedra en forma de corazón que Salvador trajo<br />

de la Kawi.<br />

Recuerdo que cuando Salvador puso la piedra en mis<br />

manos, algo vibraba, era la llamada de Sally, urgía verme<br />

exactamente a la misma hora que el fantasma. Escogí seguir<br />

en el sillón café a la espera del verano, dormida. No sé lee y<br />

escribir a lo humano, aburren.<br />

194<br />

195


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Vi que las religiosas, las guardias y los de anaranjado se<br />

habían marchado dejando una macana, una Atalaya y una<br />

huella inconfundible de sus realidades paralelas, la otra<br />

realidad que la mismísima Sally se negaría a ver y que yo<br />

anoto en su lugar.<br />

6 EN VARIAS LUNAS<br />

ESTRELLADAS<br />

Ileana me recomendó especialmente para la iniciación,<br />

tendría que estar en la Sierra de Chihuahua a oscuras, sola<br />

completamente sola. La frase, la sugerencia suena temerosa,<br />

terror al imaginación de estar ahí, en lo alto en la rokó, la<br />

noche, esa noche en Rarámuri.<br />

La anciana de largos y huesudos dedos, la sabia medieval me<br />

llevó al principio. Viendo el tiempo escurrirse en el horror,<br />

arrodillada en el corazón de la kawí, elevé las palmas, rogaba<br />

por mis ancestros todos, suplicaba perdón mientras la<br />

pantera gemía enfadada de mi arrepentimiento, a su vez el<br />

futuro, traía el consuelo. Los cuentos del diablo de mirada<br />

roja habían invadido la realidad pacífica del ambiente. El<br />

cuerpo trémulo corrió al bálsamo que huía, la bisabuela la<br />

había enviado. La pantera llegaba antes. Fue de noche, muy<br />

196<br />

197


Hilda Yaneth Sotelo<br />

de noche. Mi agitado corazón rogaba la presencia de antaño.<br />

Años futuros soñaría a Kali, al sentir la densidad de cuerpo,<br />

los nombres y formas desaparecer en mí. La tierra, el mar y<br />

el cielo desnudarían su imponente presencia, iría más allá del<br />

maya, y los cuatro colores primarios acompañarían las<br />

historias difuminadas en la oscuridad de la montaña y<br />

escritorio. Las cincuenta cabezas ya estarían arrancadas de<br />

cada letra del abecedario, ritualizarían las nuevas formas y la<br />

muerte del miedo.<br />

La tierna mano de mi bisabuela consoló mi hombro que la<br />

esperaba, palmeó mi valentía, distrajo a la pantera de blancos<br />

dientes; me abrazó esperando por décadas, hasta ahí llegué a<br />

encontrarme con ella. La bisabuela no solo está en mis ojos,<br />

es mi rostro seguro, pleno de pertenecer a esa mágica kawí.<br />

Las sensaciones, las premoniciones arribaron a la par de la<br />

pantera.<br />

El sonido de las hojas arrastradas por el viento taladraba mis<br />

sentidos. Con la piel tuve la capacidad de contar el número<br />

198<br />

Mujeres cósmicas<br />

de árboles que me rodeaban, avisaban de las mujeres aquí<br />

presentes en el pasado, el futuro. Caminé asustada,<br />

movediza. Los temblores dejaron de ser, estaban en la tierra.<br />

Las mujeres llegaron al momento suspendido, quise abrir los<br />

ojos de los sueños pero las voces eran muchas, pesaban,<br />

honraban el ruido. El índice les advertía tomar turnos, las<br />

mujeres cesaron guiando sus quejidos hacia la palma de las<br />

manos, llevaban la pócima. La pantera me seguía, Kali<br />

custodiaba. Las palabras sin coordinación emanaban desde<br />

los sentidos haciendo suya la otra realidad, la cedida por los<br />

dioses. Los sonidos llegaron a los más sensibles, oídos que<br />

enlazarían la mente del corazón para emerger en los<br />

reencuentros sin hablarse. Meny, escuchó pero burló, la<br />

misantropía lo atrapa. Las mujeres, las mismas, llevábamos<br />

largos sacos, suéter tejido de colores raros, las miradas listas<br />

a trasladarse trece años al futuro. Lo logramos, acordamos<br />

enlazar la vida en tiempos, hablábamos decididamente de no<br />

dejarnos, de no soltar los lazos. Lo prometimos. En la<br />

199


Hilda Yaneth Sotelo<br />

libertad del vivir, del amor hemos vuelto a tocar nuestras<br />

palabras. Conversamos al unísono, las voces chocaban. La<br />

repetición volvía.<br />

El llanto emanó donde los árboles, los cubrían. El cabello<br />

largo oscuro, sacudía el polvo sin tocarlo, caminaron<br />

lentamente hacia mis sueños, los grillos las guiaban,<br />

protegían el poder de la comunicación sublime. Los dedos<br />

corrieron presurosos a concederles uno a uno sus deseos. Un<br />

grillo tomó la iniciativa, aquí está, avisa que las lunas muy<br />

pronto danzarán de alegría al ser.<br />

Les escribo, les imprimo. Descubrieron que el sufrimiento<br />

estuvo, se ha marchado de la tierra. Las leo sin remedio<br />

mientras siento las letras en cada palmo de mi cuerpo,<br />

duermo, sueño, me transformo.<br />

Las mujeres se comunicaron en el centro de la Kawí. La<br />

maestra cósmica paciente llegó. Ellas se elevaban,<br />

observaban su comportamiento desde los árboles, el viento<br />

200<br />

Mujeres cósmicas<br />

movía las hojas que caían sobre sus asombros al saberse<br />

creadoras, eternas. Luna trajo la memoria del parto, el dolor<br />

transfiguró la mueca. Diamante llevaba de la mano la brutal<br />

golpiza marcando sus mejillas, los párpados abiertos a<br />

presión. La desilusión se postró. Marisol, trajo la jovialidad.<br />

Fátima el ensueño. Ileana las premoniciones, la certeza, los<br />

escalofríos, trajo a la bisabuela Rarámuri. Ariana los bellos<br />

gatos negros, el deseo de muerte en la alegría. Mariana la<br />

paz, la discreción. Sally, ardía en el deseo, la pasión. Arline<br />

las confesiones. Eloísa y Rita traen estatuas testigos de los<br />

hechos. Diana envió la distancia amarga. Laura el<br />

conocimiento certero, la miel, la fiesta, las cartas. Ramona<br />

realiza los milagros, trajo todos los santos. Mesifag los<br />

modelos nuevos en las miradas de leonas, listas a abordar la<br />

pantera. Un ritual previo anunció la llegada de Ileana. Ileana<br />

la sensorial.<br />

- Cuando llegues me llamas. Ileana.<br />

Le dije a la mujer con quien conversaría por la tarde. La<br />

201


Hilda Yaneth Sotelo<br />

mujer de la mesa redonda de madera y sillas blancas, la<br />

mujer que se re escribe, la niña.<br />

- Ya casi cruzo el puente, nos vemos a las 4:30. ¿Qué les<br />

gusta tomar a ti y a tu hija? Yo tengo hambrecita.<br />

Mujeres cósmicas<br />

de estrellas estábamos un poco llenas.<br />

Preferimos platicar frente a la mesa redonda, Lucy admira mi<br />

cabello blanco, al menos así lo está viendo en este momento,<br />

es<br />

- -Lo k kieras k llevo de botana?<br />

- Lo k kieras<br />

- K?<br />

- Algo rico, suave<br />

-K?<br />

- Inspírate , lo que traigas está rico<br />

Dijo la mujer de la silla blanca con respaldo amarillo y<br />

pequeños ángeles de frente. No sabía qué botana llevar a la<br />

reunioncita, pero la inspiración me trajo a Kmart hablando<br />

con tantas K pues me dirigí a comprar un rico, suave e<br />

inspirador sushi. Había sugerido ir a Music under starts, pero<br />

que la mujer sin identidad casi me convence de perder la mía<br />

pero no, no, no, eso jamás, yo soy chingona. Ella piensa<br />

piensa que soy longeva, piensa que traigo respuestas, además<br />

de un muy señor lenguaje, consecuencia de mis infinitas<br />

experiencias.<br />

Había quedado de llegar a las cinco, pero mi atareada<br />

memoria llegó hasta las cinco con quince. La mujer me citó<br />

a las cuatro y media. No importa yo le iba decir que me<br />

acompañara con uno de esos hombres que lo saben todo.<br />

Él lo dijo, tengo un don, un camino que seguir. Eso del<br />

matrimonio y de tener hijos no era para mí, pero aquí estaba<br />

en aquel momento, el momento de mi desgraciado,<br />

desgarrador divorcio. El chamán me recomendó<br />

202<br />

203


Hilda Yaneth Sotelo<br />

especialmente para aquella iniciación, tendría que estar en la<br />

Sierra de Chihuahua a oscuras, sola completamente sola. La<br />

frase, la sugerencia suena temerosa, uy que miedo tan sólo<br />

imaginarme estar ahí en lo alto en la rokó, esa noche en<br />

Rarámuri. ¿Por qué me roban el alma y las palabras? ¿Por<br />

qué alguien ha escrito lo que voy a decir? Eso no se vale.<br />

Cuando llegué a las cinco con quince, esa mujer esperaba<br />

con el video de los Mayas, sugirió dejarme querer, algo<br />

dentro de mí indicaba todas las respuestas, lo sabía al igual<br />

que el hombre sabio. La diferencia es que a mí no se me<br />

notaba todavía, ella si lo notó.<br />

Insisto veía mi cano cabello, juro que lo veía, pero que<br />

atrevimiento, de verme canas a mis treinta y pico de años.<br />

Alguien lo dijo, mi cabezota blanca estaba analizando los<br />

detalles de aquel domingo de sushi con nieve. Mi pequeña<br />

hija ocupaba su mano en el celular, su cerebro estaba quieto,<br />

su cuerpo también. La mujer estornudó se sintió rara porque<br />

Mujeres cósmicas<br />

la gripa no había avisado que llegaría. Muy pronto nos<br />

inquirió, nos preguntó si alguna de las dos se sentía mal o<br />

algo así, al unísono mi hija y yo contestamos que no. La<br />

mujer nos sugirió no temer, aseguró que las alergias se<br />

transmutan en mariposas en el estómago, mariposas que muy<br />

pronto sentiríamos. Mis dientes se toparon, la mandíbula se<br />

cerró fuerte, tragaba palabras, tantas palabras que debí haber<br />

dicho, debí soltarlas para sanar a mi raza, el chamán lo dijo,<br />

ahora mis dientes lo recuerdan. Las palabras se atoraron en<br />

convocar los defectos que saltan a la vista, los defectos de<br />

los demás. Lucy veía con aprobación, la escolté, le señalé el<br />

camino, le ofrecí visitar aquel hombre, el chamán, ella<br />

aceptó encantada. Después el chamán me diría que no la<br />

quiere volver a ver porque Lucy es la bruja mayor, sería Kali<br />

y él no estaba dispuesto a arrancarse la cabeza todavía, ser<br />

chamán de la ciudad era un buen negocio. Me advirtió<br />

alejarme de Lucy, ahora comprendo por qué, es que con<br />

Lucy el habla era claro, la noche adquiría encanto entre la<br />

204<br />

205


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Mujeres cósmicas<br />

única blancura, mis dientes. Por la mañana la mujer pensaba<br />

en los dientes, qué tenían qué hacer esos dientes en su<br />

pensamiento mientras evocaba nuestro encuentro. Yo sí<br />

sabía por qué.<br />

Los dientes de la novia de Tomás, el macho, eran blancos<br />

semejante a mis líquidos pensamientos, escurridizos. Se<br />

esfumaron entre tantas quejas, decepciones, dolores, partos<br />

de muerte, presencias blanquiazules, que insisten, me siguen,<br />

enfadan a veces. Es por eso que rechinan, se topan, se cierran<br />

con fuerza, intentan no herir pero me hieren a mí.<br />

He preferido la rutina, he preferido el agobio antes que ser<br />

diagnosticada esquizofrénica de tanto que veo. Me retirarían<br />

la licencia de maestra y entonces de qué viviría.<br />

-No, he decidido no ver más, abandono este juego,este juego,<br />

si me quedo aquí enfermaré, estoy segura.5<br />

- Ileana ahora estamos en la esfera blanca. Estoy ciega en la<br />

materia pero puedo ver clarísmo tus mil personajes. Estoy<br />

206<br />

agotada, muy agotada.<br />

-Lucy, no te esfuerces. Estás loca grábatelo, loca. Le he<br />

dicho a Arline que no te escuche tanto. Yo no te creo nada.<br />

Oíste, n a d a.<br />

Lucy y yo platicábamos mientras veíamos las predicciones<br />

Mayas, esas predicciones que nos traen de cabeza, las<br />

predicciones se cumplen una a una. Tranquilizo a mi alma,<br />

reparto el mensaje, les sugiero que esta no es una etapa de<br />

destrucción, es una etapa hacia la luz. Me imagino un mundo<br />

mejor, lo he creado, he salido del enamoramiento, del amor<br />

verdadero que le tuve a mi ex esposo trailero, lo amé con<br />

todas mis fuerzas, con todo mi don. El don que surgió hace<br />

varias lunas, las mismas lunas que tendría que esperar para<br />

que me cortaran el cabello, recuerdo a mi madre diciendo<br />

que el huevo no debe levantarse durante la menstruación<br />

porque jamás lo hará. Un buen día lo intenté y evoqué a mi<br />

madre en la razón. El huevo no se levantó. Cuando las lunas<br />

llegaban mi cabello era despuntado para incitarlo a crecer<br />

207


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Mujeres cósmicas<br />

más. Así fue, así es.<br />

Ahora lo que se levanta y crece es mi corazón, me ha llevado<br />

tres años en completar este noventa por ciento de quien soy,<br />

he pasado lágrimas, derrotas, miedos y sufrimientos, entre<br />

tanto estudié una carrera para ser maestra de primaria, lo que<br />

soy ahora. El sueldo me permite vivir en Estados Unidos, tan<br />

costoso. Del sueldo vivimos mis dos hijos y yo. Yo que casi<br />

me fui, yo que dejé de amar desde hace algunos años. Dirijo<br />

mis calculados pasos a satisfacer la necesidad inmediata, esa<br />

necesidad de abrazo sexual, esa necesidad de comer, de reír,<br />

de hablar. Así he vivido pues se vive por estos rumbos, se<br />

despierta uno a la misma hora, despierto a mis hijos<br />

puntualitos deben estar en su escuela a la hora indicada,<br />

jamás faltan ni llegan tarde. Han ganado premios por<br />

asistencia, honores. Medito y practivo yoga religiosamente,<br />

no tengo vicios, no intoxico mi cuerpo.<br />

Me he entregado de lleno a mis hijos, a mi casa y a mi<br />

trabajo. He decidido estar, llevar mi vida en el estar, el Ser lo<br />

208<br />

dejo para despuecito. Aunque a veces las ganas de encerrar<br />

las estrellas en cajas de cristal me ganan. Me gustaría poder<br />

levantar el huevo durante mi menstruación, sería todo un<br />

reto. El día que lo logre haré un gran pastel para mis<br />

adoradas creaciones, mis hijas, mis hijos. La luna llena será<br />

testigo. Traduciré las cinco quince de la cita, en un billete de<br />

veinte dólares y otro de cinco para mi reina adorada, esa<br />

adolescente con ojos de estrella que se los cubre de amarillo<br />

cuando quiere. Las estrellas no son amarillas, en realidad son<br />

azules, lo digo yo. Yo soy la Diosa de mi casa, eso le musito<br />

al Facebook, traga identidades. Quiero que me vean, fuerte<br />

líder. En el fondo propongo un descanso y elevarme al<br />

espacio minuto a minuto. No quiero creer, no lo creo, esa<br />

magia está afuera con las cursis de mis amigas que recién<br />

visitaron Oaxaca. Desde allá me recordaron, me llevaron con<br />

ellas mientras La Negrita iba a la izquierda de esta mujer con<br />

quien platico ahora, esta mujer que está a mi izquierda<br />

también, creo verle ojos diamante, de serpiente. Ella no,<br />

209


Hilda Yaneth Sotelo<br />

sirve al silencio femenino. Apenas el sábado se había<br />

sentado a mi derecha, insistía en abrirme al amor, ni me<br />

inmuté al escuchar la sugerencia, hablé de mi hijo que amo,<br />

la mujer adivinó que tal vez mi hijo cuando fuese mayor<br />

lograría abrirme al amor, sería demasiado tarde, estaría<br />

físicamente cansada. Al amor que se refería era al amor<br />

eterno, infinito del todo. No lo comprendí en aquel instante.<br />

Estábamos en una reunión cuando lo dijo, un aniversario de<br />

bodas, una fiesta que amenizaba el cielo repleto de estrellas<br />

y la noche de julio, observé cada estrella y un orb de esas<br />

bolas blancas que a veces se cuelan en las fotografías, el orb<br />

hizo las veces de luna mientras mis amigas veían el rostro<br />

sufrido de un alma en pena. Esa bola blanca se posó arriba<br />

de la cabeza de la mujer enojada, la real, la rubia. Ella y yo<br />

iremos al perdón en algún momento, en algún minuto<br />

cuando hayamos dejado los egos, los odios, los poderes<br />

transmitidos, la noche, cubierta del cielo azul, tan estrellado<br />

que alguien afuera estrelló un coche. Habiamos estado todas<br />

Mujeres cósmicas<br />

juntas en la Catedral de San José, desde allá traemos la<br />

rivalidad, una negra noche enajenamos el alma, los detalles<br />

no te los digo porque sería como darte ideas, lo que deseo es<br />

que comprendas que hay eventos que el humano no debe<br />

repetir.<br />

Estoy comprendiendo el enojo que ha atorado a esa rubia<br />

mujer, ahora lo entiendo mientras Marisol carga su bolsa con<br />

tres estrellas, comió dos y pidió otras tres para llevar. Al<br />

siguiente día necesitó una estrella, la puso en su corazón.<br />

Esa mañana Marisol había estado furiosa, muy furiosa de un<br />

evento que supuso equivocado. Marisol desarrolló la<br />

sensibilidad de los delfines, soñaba con ellos y luego los<br />

traía a la realidad. Una noche después de su regreso de<br />

Oaxaca abordó el crucero rumbo al<br />

esplendor, iba muy feliz con su adorado esposo, durmió<br />

dieciocho horas seguidas, soñaba con jovencitas orientales<br />

desnudas entre el transparente mar, soñaba con delfines que<br />

210<br />

211


Hilda Yaneth Sotelo<br />

le hablaban. Durante el desayuno su esposo impresionado le<br />

señalaba la danza de los delfines, los reales, los que sustrajo<br />

de sus sueños. Era imposible que en altamar eso estuviese<br />

sucediendo.<br />

-Ileana en cuanto decidas ser cósmica podrás ver tus<br />

universos paralelos, después sabrás, la realidad te hablará,<br />

así exactamente cómo ahora le habla a Marisol en este plano<br />

físico.<br />

-Lucy, estoy confundida, ahora amo, pero no sé exactamente<br />

cómo accesar mis realidades paralelas para tomar mejores<br />

desiciones.<br />

-Sigue caminando, tu corazón está a punto de disolverse en<br />

filamentos de colores que van directo a la fuente. Piensa con<br />

el corazón, vuelve a pensar con el corazón.<br />

Marisol comía su avena, los niños chinos se asomaron<br />

alborotados, así permanecieron hasta hoy, esta noche de<br />

estrellas bailarinas del espacio sideral, estrellas de los ojos<br />

Mujeres cósmicas<br />

de mi reina, mi mujer, mi hija, esa pequeña que me salva con<br />

su sonrisa que me conquista con su mirada a su vez las otras<br />

mujeres me son ajenas porque me fastidian. Marisol, Arline,<br />

Sally, Eloísa, y sobre todo Lucy, son alucinadas que no<br />

saben vivir, gozar de la realidad.<br />

Es que no había más que decir, los festejados físicamente<br />

bellos, la hermosa mujer de blanco ajena al orbe que la<br />

miraba con desdeño, envidia retorcida, celo. Esa mujer<br />

atrapada en el orbe acudía a las rivalidades silenciosas, esos<br />

sentimientos la alimentaban. Ni modo, cada bolsita en su<br />

perfecto lugar. Dos amigas mías rezaban por el alma de<br />

aquella desencarnada. Muy bien, yo sigo con lo mío. La<br />

fiesta terminó. Y cada una de ellas soy yo.<br />

Llego a mi casa a las cinco veinte de la mañana, estoy<br />

desvelada, duermo poco y corro a mi yoga, el refugio de mi<br />

ser.<br />

El orb de la rubia Miara, mujer atrapada ensimismada que<br />

212<br />

213


Hilda Yaneth Sotelo<br />

seguirá ahí, si no se percata en otra creación, una creación<br />

menos aberrante, una creación transcendental. Si que tengo<br />

poder, tengo el don de ver a otros, puedo voltear los ojos del<br />

que me escucha, los puedo dirigir a lo que yo veo, río, me<br />

burlo de todos porque yo sé más, mucho más. Marisol y los<br />

festejados, la otra fiesta, la belleza, las estrellas, el pozole,<br />

Tomás el macho, los dientes blancos en la sonrisa de la<br />

novia, la guapa Eloísa, han quedado en el recuerdo. La boda<br />

y los fantasmas son sus propios fantasmas.<br />

El presente habla, dice que el momento ha llegado, a las que<br />

siento que pueden. Le sugiero a la mujer una cita en la Sierra<br />

de Chihuahua, mientras me como a la otra mujer, la otra, con<br />

la que con el hecho de hablar lo que siento por ella me<br />

entretiene, me levanta como la esponja del huevo cuando lo<br />

bates. He decidido morir y resucitar, es la promesa hacia la<br />

luz. ¿Dejaré de ser quién soy?.<br />

El orbe va tomando forma, al igual que la creación en<br />

palabra de la nueva mujer debajo de él, la moldeo a mi vista,<br />

214<br />

Mujeres cósmicas<br />

lo considero real, qué más puede ser real si no es lo que veo.<br />

A su vez, la mujer con quien platico encuentra una nueva<br />

visión de la desencarnada del orbe, aquella que nos invade,<br />

nos busca y no lo merece. La que ya murió se fue, se fugó en<br />

espera de ver la luz en la tierra. La otra, la rubia, creo que<br />

cruzó el umbral de la pena, está de regreso a la felicidad del<br />

cuerpo, así lo veo, y así es. En realidad ni me importa<br />

ninguna de ellas, las odio, yo soy mas bruja que ninguna, soy<br />

poderosa y chingona. Soy mucho más cósmica que<br />

cualquiera. La belleza me tiene sin cuidado, la magia me<br />

atrae, la brujería también, lo desconocido eriza la piel, pero<br />

es peligroso, así lo dijo mi madre que vivió entre la herencia<br />

indigenista, de hispana sólo tenía el idioma, aprendí los<br />

brebajes. La ignorancia teme a las habilidades psíquicas, son<br />

iletrada pero muy poderosa. Cuidado conmigo. Por el<br />

momento arranco las páginas futuras de mi historia, nadie<br />

me leerá, leerán a otras mujeres cósmicas mientras yo<br />

disfruto del fútbol, vierto pócimas a las ollas redondas para<br />

215


Hilda Yaneth Sotelo<br />

que gane mi equipo favorito en el 2018. México, mi don.<br />

Eso si es interesante. Logré que Arline aborrezca a Lucy, la<br />

lleno de miedo para que me obedezca ciegamente. ¡Jajajaja!<br />

qué risa, cuanto misterio. He muerto anciana miles de veces,<br />

estoy de regreso vieja por siempre, tal vez esa ha sido mi<br />

maldición por no querer despertar a una luz en un cosmos<br />

compartido. Amo mis sombras, jejejejeje.<br />

Mi abuela falleció a los ciento siete años, falleció de causa<br />

naturales. Una vez me contó de su bisabuela Rarámuri quien<br />

le había abandonado en la fría montaña durante una noche,<br />

dijo que escuchaba la tierna voz de la mujer hilvanadora, mi<br />

abuela mencionó que no se olvidó porque la voz parecía<br />

impregnada en los troncos de los árboles, era un cuento para<br />

Mujeres cósmicas<br />

instaba que me describiera ese demonio tan esculpido en su<br />

psique. Ahora no lo menciono porque corro el riesgo de<br />

desencapsularlo y entonces si que nada me rescatará de ello.<br />

Apuraba a mi abuela la costumbre de contarme lo que<br />

escuchó. Ahora yo también quiero escuchar la vocecita de la<br />

hilvanadora, muy pronto lo haré iniciando el octubre.<br />

Primero debo lavar las imágenes oscuras que me provocan<br />

miedo, mucho miedo. Es urgente que lo haga, ir a la<br />

iniciación porque mi raza cósmica espera a Ileana con la<br />

alcanzable voz de las estrellas encerradas en los polvos<br />

convertidos en cristales que llevan letras sanadoras, voces<br />

convincentes. Lo hará en varias lunas, varias lunas<br />

estrelladas.<br />

provocarme miedo o consuelo. Mi abuela repetía una y otra<br />

vez lo que la voz de la hilvanadora escribió, me robó mi<br />

psique. Los cuentos del diablo de mirada roja, el demonio<br />

femenino de la edad media encapsulado por siglos habían<br />

invadido mi atribulada estancia. Me contaba. Yo presurosa la<br />

216<br />

217


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Ah, qué genial, el centro de las cósmicas es Ileana. Debo<br />

confundía las estaciones.<br />

Mujeres cósmicas<br />

dormir. Cerré los párpados agotados de las sombras que<br />

deambulaban justo en la ausente visión periférica que se<br />

supone debo poseer al ser mujer. La mirada voltea las hojas<br />

cuando leo y una vez dentro, la voz de Arline se colaba<br />

sugerente a un encuentro próximo en Huatulco. Jacinto<br />

urgía verme, inhalé con ahínco la propuesta a convertirla en<br />

realidad. Apagué con brusquedad el televisor que<br />

interrumpía la fantasía en el recuerdo que forzado separaba<br />

la cabeza del cuerpo en la animadversión de Arline. Yo no<br />

era Eloisa ¿por qué Joaquin querrá verme. A Arline cada<br />

mal pensamiento hacia mí le fue regresado siete veces. Abrí<br />

los ojos, encendí el juego, suspiré aliviada al ver la macana<br />

y La Atalaya sobre la mesa redonda, las enemigas estaban<br />

al asecho, virtuales, cerca de mi muro, colgadas en la<br />

hipocresía y la mentira de sus vidas. Dentro del juego, en la<br />

tv, las deportistas desprovistas de ética, y amor propio se<br />

empujaban con brusquedad hasta sangrar. El sillón café<br />

218<br />

219


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Mujeres cósmicas<br />

Juárez, lloraba desconsolada viendo de lejos las casas<br />

7 KAWÍ<br />

Cómo me hubiera gustado conocerte, bisabuela. Cuán feliz<br />

fuiste, cantando nos creaste. En tu perfecto Rarámuri le<br />

decías a la abuela que corriendo llegaría, te encontrara. Mi<br />

mirada delata tu longeva presencia. El bisabuelo dejó<br />

España, se reconcilia en la sonrisa, en la esperanza del<br />

mestizaje.<br />

-Qué bonita prosa, me imagino a una niña morena, mejillas<br />

rosadas, mirada profunda, pies veloces, al lado de su<br />

bisabuela en el continente americano, esa América que tanto<br />

extraño.<br />

-Diamante, la Kawí es nuestro origen. Regresemos.<br />

Diamante llegó a la reunión apresurando el paso en las<br />

palabras que ella misma apenas si aprendía. Después de su<br />

visita a El Paso, Tx. sin poder cruzar a su tierra natal Ciudad<br />

220<br />

pobres, destruidas, el cerro Bola: LA BIBLIA ES LA<br />

VERDAD, LÉELA, el Cristo en Anapra impregnaban de<br />

recuerdos su memoria confinada en el continente viejo. El<br />

auto iba de prisa a 60 millas por hora como lo dicta la<br />

velocidad en la gemela bien portada.<br />

El rostro que se suponía feliz por pasearse en América, ahora<br />

se torna triste, apagado. La diadema fue desatada por sus<br />

rojas manos que sentían el impacto del eterno sufrimiento, la<br />

sangre en su querida Ciudad Juárez, bajó suavemente la<br />

diadema de su cabeza, sonrió y ocultó la mirada llorosa.<br />

Al igual, su prima acongojada de sentir la desolación de la<br />

escena derramaba unas lágrimas por el reciente asesinato de<br />

un adolescente a manos de un agente de inmigración, éste<br />

había disparado a quemarropa, venenoso, abusando del<br />

poder. Los residentes de la frontera estaba hartos de tanta<br />

impunidad en ambos lados, ambos gobiernos hacían de<br />

ciegos cuando los asesinatos comprobaban una ambiente<br />

221


Hilda Yaneth Sotelo<br />

negro cerca, precisamente del puente negro. Justo a las<br />

alturas de ese lugar Diamante asomó la mirada<br />

reacomodando la diadema en su pelo, no le importó exhibir<br />

la tristeza, la prima detuvo el auto y en un filial abrazo<br />

lloraron por los muertos del presente, del pasado y del<br />

futuro. Los corazones palpitaban con fuerza maldiciendo al<br />

más reciente villano, bendiciendo a la más reciente víctima.<br />

Iban rumbo a la calle George Dieter a la reunión de los<br />

universitarios, Diamante contactó a Lucy anunciando su<br />

llegada en los próximos minutos.<br />

-Hace ya trece años que no veo a Sally, Fátima, Tomás, me<br />

muero por verles, ¡joder!<br />

-¿Qué te sirvo de tomar? ¿Vino, agua, limonada?<br />

-Cómo que vino o limonada Tía, mándame un tequila, ¡por<br />

favor! Avisa a Tomás que pase a comprar uno. Este juego<br />

me fascina.Los amo a todos y a todas. Estoy eufórica, mi<br />

alma corre.6<br />

Mujeres cósmicas<br />

Diamante platicaba de su vida en España, se había casado<br />

hacía quince años con un piloto aviador de Madrid. La vida<br />

le era bien, su esposo quedó prendado de los ojos verdes y su<br />

belleza desde el primer día que la vio en la ciudad de Los<br />

Ángeles CA. Desde entonces se convirtió en su fiel<br />

admirador, la seguía a todas partes, le prometió hacerla su<br />

esposa en cuanto ella le diera la primera oportunidad.<br />

Diamante tenía claro sus propósitos profesionales, ahorraba<br />

para cursar una maestría en Mercadotecnia en La<br />

Complutense de Madrid, así es que los arrumacos, y<br />

muestras de cariño de aquel hombre no le quitaban el sueño.<br />

Ramón al saber los planes,bendijo al cielo por facilitarle las<br />

cosas del amor con la maja de sus sueños. Antes de<br />

marcharse a Madrid ella planeaba pasar unos meses en<br />

Ciudad Juárez. A cada desprecio él se prendaba más y más,<br />

empleaba toda clase de discursos, decía ser el hijo de un<br />

prominente hombre de negocios en Madrid, eso, no lograba<br />

impresionarla sólo deseaba seguir sus estudios, su carrera<br />

222<br />

223


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Mujeres cósmicas<br />

profesional.<br />

El tiempo llegó y preparaba sus maletas hacia la frontera,<br />

Ramón recibía la noticia de que iba a ser trasladado a Europa<br />

los próximos meses, las cartas estaban en el aire, o le<br />

proponía matrimonio o se olvidaba de ella. Ajena a todo lo<br />

que su pretendiente gestaba en sus adentros, llegó a El Paso,<br />

Tx se instaló unos días en la casa de su tío materno. En unas<br />

cuantas horas Ramón llega al aeropuerto de la ciudad, había<br />

pedido prestada una avioneta para seguirla, compró un ramo<br />

de frescas rosas y la llamó desde la pista del aeropuerto,<br />

envió un taxi a recogerla. Diamante intrigada pensando que<br />

todo era una broma, accedió. Una vez dentro de la avioneta,<br />

él le propuso matrimonio después de un corto noviazgo . .<br />

Pues que te puedo decir, mira que seguirme hasta acá en<br />

avioneta y todo, que bárbaro, sí, claro que sí me caso contigo<br />

. Ramón fue el hombre más feliz, arreglaron el compromiso<br />

poniendo de testigos a los familiares de Diamante, unos días<br />

más tarde ya como esposos llegarían al piso ocho de un<br />

224<br />

edificio cerca de Barajas. Efectivamente, Diamante estudió<br />

su maestría, armaron tremenda boda religiosa donde los<br />

padres de Ramón le daban la bienvenida a Diamante<br />

incorporándola como una más de sus hijas. Juntos han ido de<br />

país en país viajando a placer de la carrera profesional de<br />

Ramón, ella ha olvidado que un día deseó estudiar, trabajar,<br />

salir. Vivió en el entorno del bendito matrimonio pasando<br />

buenas y malas. El día que Diamante y yo platicamos en el<br />

pequeño departamento en al calle Casta, se quejó de haber<br />

apolillado su intelecto so pretexto de apoyar a su marido en<br />

la vida, trabajaba en una pequeña escuela privada en Madrid.<br />

Se maestra no la llenaba, buscaba en vano algo afuera, en sus<br />

amigas, algo que ella había olvidado colocarse adentro.<br />

Añora la casa del pasado, la frontera, el cruce de los puentes<br />

internos, la base de su nacimiento seguía de alguna forma<br />

desprendida del pecho, no logró reconciliarse, mucho menos<br />

ahora que las noticias fatales de la guerra en Ciudad Juárez<br />

estaban a la orden del día. Tomás arribó a la reunión de las<br />

225


Hilda Yaneth Sotelo<br />

universitarias acompañado de una botella de tequila<br />

Cazadores. Fátima con una ensalada de atún, y dolor de<br />

estómago por los nervios de ver a Diamante después de trece<br />

años. Sally bailaba al caminar, llegó con su peinado<br />

despeinado, su atuendo negro, camuflaje porque en el fondo<br />

seguía siendo nuestra niña linda. Marisol con la panza llena<br />

de antaño y platillos exquisitos. Ramona iba con dos ángeles<br />

morados uno a la izquierda, otro a la derecha. La cubana, la<br />

entonces novia de Tomás nos acompañó por Skype atenta,<br />

segura del amor y las historias que en la reunión se<br />

enlazaban. Las demás fueron descolgando poco a poco,<br />

Arline brillaba por su malévola y frustrada ausencia.<br />

Mujeres cósmicas<br />

Noa, Noa, en Ciudad Juárez es número uno, acompañaban el<br />

llanto de la oriundas de aquella tierra, Ramona, Marisol,<br />

Diamante se fundían en un abrazo añorando el tiempo de la<br />

gloria en la Mariscal, La Cucaracha el Kentuky en la Ave<br />

Juárez. Sally, Tomás, y el resto de hijos adoptivos de la<br />

frontera sólo observábamos con respeto. La despedida del<br />

Juárez de antaño se estaba dando, ellas dejarían el dolor de<br />

ver a su tierra inhóspita, destrozada, vivirían el duelo de los<br />

asesinados, y dirían adiós a la reunión, posponiendo los<br />

enlaces. La próxima ocasión nos reuniríamos en La<br />

Medieval, un punto en forma de lago entre España e Italia,<br />

luego en París, las calles de la colonia San Antonio.<br />

Reunidos felices, comimos, platicamos, nos fotografiamos y<br />

recordamos, bailamos, y en unas cuantas horas Diamante<br />

había ingerido la mitad de la botella de tequila sin mostrar<br />

signos de embriaguez, en la algarabía recibimos la mañana,<br />

eran las siete cuando el sol se asomó a recordarnos la rutina,<br />

la fiesta se empeñaba en seguir. De pronto, Juan Gabriel y el<br />

226<br />

227


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Mujeres cósmicas<br />

sueñame, transforma mi vida con tus poderes, me urge, lo<br />

Del otro lado del pasillo una fila de hombres de playera<br />

anaranjada entraban bulliciosos al Servicio Secreto. La<br />

puerta frente a mi cuarto, no necesitaba timbre, se abría en<br />

combinación al presionar algunos códigos instalados justo<br />

encima de la manija.<br />

El ruido me hizo levantar y asomarme a la mirilla.<br />

Precavida de no ser pillada acomodé el volumen del auditor<br />

para escuchar mejor, ellos, los de anaranjado, ritualizaban<br />

como suelen hacerlo, los fanáticos del mundo, en gritos<br />

repetitivos, y esbozos que yo analizaba al dormir. Regresé al<br />

necesito ahora, sigue leyendo. Muy pronto te veré. Las amo<br />

a todas. –Diamante ya no puedo más el dolor en el centro de<br />

mi pecho es inmenso, a las las 12 de la noche despierto<br />

hueca, imagino a mis hijos abortados, el dolor de las<br />

violaciones a los niños, el espanto de la juventud extraviada,<br />

los niños en Juárez vieron la guerra, fueron testigos de la<br />

sangre derramada y las cabezas fuera. Veo la mueca<br />

bailando retorcida entre los festejos de los presidentes de<br />

México, manipuladores, saqueadores, asquerosos. Mejor<br />

sueño, Diamante, sueño.<br />

sillón sin ser olfateada, subí hasta el tope el volumen del<br />

televisor, me perdí arrepentida de ser testigo de los libros<br />

del odio humano. Lucy prometía regresar de noche. Mis ojos<br />

se agrandaban anunciándola en el color almendra. -Qúe son<br />

esas voces pegadas a la pared, Lucy, Lucy.<br />

-Diamante, estás aquí. Has despertado a la otra realidad, no<br />

has temido. Eres una auténtica cósmica. -Sueña Lucy,<br />

228<br />

229


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Mujeres cósmicas<br />

uno a uno los episodios de los corazones destinados a no<br />

verse como antes. Se empeñan a épocas de revueltas, de<br />

8 EL LAÚD DE LA SERPIENTE<br />

La distancia entraba, el sueño de la serpiente erguida<br />

marcaba mi rostro. Llamaba adentro. No pacté. Entrelazado<br />

el beso en la voz, escuché un chillido de pena. La música<br />

oriunda de Cd Juárez estremeció el recuerdo. Varias mujeres<br />

lloraban, lo irónico es que era noche de fiesta y entonaban<br />

Chiquitita y el Noa Noa, no daban crédito al terror, lloraban<br />

y las sentí. Supliqué a la pena irse, escuchó. La distancia<br />

todavía conectada había traído la alegre canción del bello,<br />

engañoso rostro. En el fondo las cuerdas del laúd incesantes<br />

a escribirse insistían narrar la historia. Dos almas habían<br />

quedado suspendidas en las páginas de la bruja del bosque,<br />

Arline.<br />

La piel del juglar desbaratado en la tragedia, fue sorprendida<br />

por la confesión que surgía de las hojas bailando contando<br />

guerra, de sangre, de odio, de miedo, de episodios oscuros,<br />

de manzanas sin árboles, de árboles sin manzanas. Con el<br />

verde bailando en la ironía, la burla, el humor negro, el laúd<br />

aclamaba su origen. Acercó su sentido al tallo del árbol<br />

olfateando la familiaridad, inició la melodía de las vivencias<br />

aquí, vivencias allá. Lucy, en otra vida, el juglar entonaba en<br />

el fondo la melodía entretenida. Las cuerdas rompieron en<br />

dolor al enterarse de la existencia de la maldad. –La maldad<br />

y el Diablo existen-. Anunciaban sorprendidas/os.<br />

Desconociendo las consecuencias de su reciente<br />

descubrimiento, invocaron a la serpiente que emanó del<br />

fondo. Ésta aceptó calmar la perversión de la bruja del<br />

bosque a cambio de heredar la musicalidad de las cuerdas y<br />

la madre madera del laúd. –Quiere madera, la serpiente<br />

quiere madera-. –Maderéatela, sopla cariños, confesiones de<br />

amores enfermizos-. Las cuerdas sin desprenderse de su<br />

230<br />

231


Hilda Yaneth Sotelo<br />

ritmo produjeron incansables y repetitivos sonidos en regalo<br />

a la serpiente. Eso fue ella, deseaba las cuerdas, la música, el<br />

aplauso, el sexo desbordado, el millón de likes; deseaba<br />

todo, comía el mundo y a las cabezas entraba por las<br />

pantallas.<br />

Planeaba fabricar una larga cabellera de donde surgiría el<br />

rostro sin género para después posarse en el árbol a esperar<br />

la luna. Las lunas que la convertirían en mujer que besa y<br />

expulsa aceite negro, aceite que pica la supuesta perversión<br />

de la bruja del bosque quien en un conjuro dejó dos almas<br />

flotando al conocerse superficialmente iguales. Los iguales<br />

están ahora en el momentáneo abrazo, ganan. Lucy los<br />

saluda, ha logrado la larga y negra cabellera, el bello rostro<br />

le sigue brotando, se crea sólo. Provoca confusión en las<br />

escrituras que han guiado a los humanos, ha sido condenada<br />

a arrastrarse. Quien se atreva a crearla erguida y humana es<br />

en sí de mente perversa, similar a la bruja del bosque.<br />

Bosque perverso de brujas, brujas de bosque perverso<br />

Mujeres cósmicas<br />

condenado que se arrastra. Conjuro que la serpiente<br />

danzante, revierte y libera para gracia de los que reconozcan<br />

su propia oscuridad, sean valientes, la esculten, la reduzcan a<br />

cinco centímetros y la vean marchar en el retrete. La<br />

serpiente, Tótem de nuestros antepasados devorados por las<br />

águilas, audacia en los poderes del bien; desaparece<br />

enemiga, colorida, bañada en ácido muriático que revienta al<br />

programa del SIDA. Es acariciada en la reconciliación del<br />

mensaje, ayuda a los dos, el bien, el mal, se ve en esos<br />

amantes atrapados en cuerpos idénticos, almas únicas<br />

diferentes, se ve en esas ciudades encerradas por pactos<br />

demoniacos ajenos a esta víbora que si le permites gesta<br />

milagros.<br />

-Gastón recordó haberse visto en distante lugar abrazando a<br />

una mujer que le señalaba el camino hacia la farmacia, de<br />

inmediato supo que ella tendría la respuesta a sus malestares<br />

estomacales. Gastón .7. soñaba abrazado a mí. Recordaba<br />

perfectamente las formas, los colores azules, rojos de la<br />

232<br />

233


Hilda Yaneth Sotelo<br />

fachada de aquel lugar. Dijo había una cruz roja en medio,<br />

arriba la silueta de una hembra de tres brazos izquierdos<br />

señalando la leyenda Fasa. Los ecos de árboles frondosos,<br />

música arrastrada, conjuros insistentes, llegaban a su<br />

aturdido dolor interno. Golpeteaba su estómago dormido.<br />

Los quince dedos de la mano izquierda de la mujer de Fasa<br />

le habían servido para entonar las cuerdas melódicas sin fin,<br />

la condición no era derramar sangre de heroes. Gastón<br />

debería personificar a Persé, la diosa de los infiernos siendo<br />

él. Desde el botiquín de primeros auxilios de Lucy, la cura a<br />

los males de Gastón saltaba. Un delfín en amor<br />

incondicional entraba por la ventana que recién abría<br />

Marisol. El laúd seguiría presente, la extraña musicalidad de<br />

las cuerdas permanecería intacta, al igual que la señal a la<br />

liberación de sus quejidos silenciosos. Quejidos que<br />

guardaban celosamente las vísceras enfermas de tanta<br />

actividad al elegir vivir homosexual. Aquí el libre albedrío<br />

se usaban parcialmente. El arbitrio había sido entregado a un<br />

Mujeres cósmicas<br />

Dios multicolor fabricado por los humanos en afán a<br />

desaparecer la especie.<br />

El laúd había trascendido los tiempos, tocaba embeleso al<br />

compás del vals en la vida de Gastón.<br />

-Gastón despierta, querido, despierta; tienes una pesadilla.<br />

No por favor, no me entrometas en tus horrores.<br />

-Shttt calla Karló, cierra tus ojos. Sígueme.<br />

Ellos se conocieron muy jóvenes, de leyendas aún no sabían<br />

mucho, tampoco de pactos, pero de amor sí, de aventuras, de<br />

sexo atrevido alimentado de imágenes propias de sus<br />

películas, su estancia en la Chueca de Almodovar. Sin<br />

límites en una frontera permisible, autorizados por el<br />

siguiente paso evolutivo, la sociedad acepta la convivencia<br />

homosexual, la oficializa en la extension. Gastón y Karló<br />

inician un romance de verano. Con la ingenuidad típica de<br />

los adolescentes escuchaban las hipnóticas cuerdas que<br />

insertaban la ilusión en la piel, la leyenda había sido escrita,<br />

234<br />

235


Hilda Yaneth Sotelo<br />

pactada desde siglos. En algún punto Persé emergería de los<br />

abismos terrenales a cobrar la deuda a Gastón, el<br />

compromiso por poseer el laúd mágico de su boscosa<br />

mirada. Arturo, la estrella naranja, estaría presente en<br />

amistad con Gastón enfermando al aceptar el beso de aceite<br />

negro; la culebra que apenas sentaba su cola en el sillón café,<br />

abría su femenil y atractiva boca al momento que Gastón<br />

ingenuamente sentado allí mismo, sucumbía al contacto<br />

mineralizado, reduciendo su composición. Persé, Karló y<br />

Gastón se instalarían a vivir en contra de los tíos machos de<br />

Chihuahua que no aceptarían un gay en su familia. Muy a<br />

pesar de los lamentos de la madre de Karló, muy lejos de su<br />

propia testosterona decidió experimentar lo que el corazón<br />

del estómago palpitaba. Serían homosexuales a voluntad de<br />

las leyendas, los figurines, los placeres, el vivir, a voluntad<br />

del amor. Aceptarían las frases emanadas de los medios de<br />

comunicación, del Ser que se dice libre y al final se atrapa,<br />

serían amigos de juerga, serían iguales afuera, iguales<br />

Mujeres cósmicas<br />

adentro, festejarían la noche de brujas religiosamente,<br />

rendirían tributo a su deidad gay asistiendo a las misas<br />

disfrazando con ello a sus Dioses, satisfaciendo a la familia,<br />

al buen decir, llevarían el ítem escondido en el regazo a la<br />

par de los sermones, los credos y los rituales. Fingirían.<br />

Gastón poseía el don de los escalofríos, la adivinatoria, los<br />

sueños lúcidos, esas capacidades que le habían sido<br />

otorgadas por Persé quien lo obligó a firmar a cambio de<br />

darle alma, corazón y vida, una vez puesto él en la tierra.<br />

Gastón lo sabía, pretendía ignorarlo; burlaba semejante trato,<br />

vivía al natural, guiado por sus instintos, deseos,<br />

compromisos diarios. Nació en el seno de una familia<br />

religiosa, católica, tradicionalista, muy unida. La niñez se le<br />

fugó hasta el regreso de Lalo, su adorado sobrino, no<br />

recordaba haber sido niño, hasta que un buen día se vio<br />

conviviendo con el pequeño. Tan olvidada quedó su infancia<br />

que Persé muy animada esperaba el día de su presencia en la<br />

tierra. Persé observaba cada segundo de la existencia de<br />

236<br />

237


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Gastón viendo infinidad de mujeres a diario movimientos<br />

acentuados, energías que penetraban su piel, su interior y ahí<br />

se quedaban, congeladas, pasmadas listas a animarse algún<br />

día. No rozaba la mano de ninguna, siendo muy bello,<br />

cuerpo escultural, ojos olivo, piel morena clara, cabello<br />

rizado, estatura mediana, pecho amplio, piernas fuertes, torso<br />

esbelto, trasero de gloria, la mujeres se desvivían para ser<br />

escogidas, Gastón jugaba, las entretenía, pretendía estar<br />

interesado pero toda su vida le pertenecía al pacto olvidado.<br />

-Viviré mi tiempo Lucy, pese a quien le pese. Amo a Karló,<br />

lo amo por sobre todos los credos. Deja de meterte en<br />

nuestro sueños he logrado que Karló me acompñe ya sabe de<br />

la dimension del no tiempo.<br />

-Gastón, no olvides que los universos se transforman más<br />

rápido ahora que en otras épocas. Elige otros roles en una<br />

sola vida, estancado apestarás.<br />

-La-la-la-la. Yo tengo lo que quiero, mis dioses apoyan,<br />

Mujeres cósmicas<br />

estoy protegido. Además soy un buen ciudadano de este país<br />

que está hecho mierda.<br />

-Gastón tu vocabulario es tu programa, dices cuerpito,<br />

porque crees ser sólo cuerpo, por alguna extraña razón<br />

anulas la existencia del espíritu. Escudriña tus palabras,<br />

vuelve tu mirada a otros mundos. Tienes varios cuerpos<br />

sutiles, no los olvides.<br />

-Lo sé, lo sé pero por ahora me gusta la ilusión del marica, es<br />

mi vida y qué; déjanos seguir soñando. Vete ahora.<br />

Durante la adolescencia Gastón exploró lo que cualquier<br />

humano joven busca, materializarse en besos fundidos,<br />

música explosiva, orgasmos, gritos, mofas, espejos,<br />

aceptación, líquidos afrodisiacos que prometen conseguir ese<br />

estado alterado de consciencia tan útil en la etapa de la<br />

incomprensión. La educación tradicionalista que enmarcó a<br />

Gastón en su estadía de humano le incitaba a guardar pudor,<br />

buen comportamiento, buenos hábitos, costumbres que<br />

238<br />

239


Hilda Yaneth Sotelo<br />

preservan la sana convivencia y cuando faltaba a alguno de<br />

sus honorables principios se sometía al ayuno, poco a poco<br />

se convirtió en el adulto juez de sí mismo. Ahí se quedó.<br />

Soñaba con militares que lo secuestraban exigiendo como<br />

único rescate cumplir sus compromisos académicos y un<br />

favor sexual. Terminaría su tesis doctoral meses después de<br />

este sueño. El sexo lo fundiría en la promesa de estar toda su<br />

vida al lado de Karló a pesar de las adversidades, ellos<br />

adquirirían una bonita casa, fundarían un decorativo hogar<br />

donde nadie, absolutamente nadie tendría cabida, sólo ellos<br />

dos, amantes de su propia historia.<br />

Antes de ello Gastón rompió el ayuno de la manda Cristiana,<br />

cuando Persé tocó la puerta, esa caricia se filtró. Gastón<br />

femeninamente se enamoró, siendo Gastón, uno a uno los<br />

gestos imitaban a la mujer, depositando en él brillos de plata,<br />

para que Karló se congelara ante su presencia. Juntos<br />

escuchaban Alma, corazón y vida. Confundido pensando en<br />

Mujeres cósmicas<br />

conquistar, corazón para querer, y vida para vivirla junto a<br />

Karló. La diosa del infierno carecía de alma y corazón, la<br />

vida se la daban todos aquellos ojos humanos que la leían, se<br />

complacía al revivirse una y otra vez. Tontos humanos cuyo<br />

pensamiento mágico integra el miedo. Persé tramó hasta la<br />

casa de la hilvanadora de letras, la que conjura en la palabra,<br />

hasta ahí llegó a la par de dos cocodrilos y de una pequeña<br />

serpiente, era Lucy adolescente, exploradora, sexosa,<br />

desafiante, rebelde, extraviada buscaba en las camas el nido.<br />

Persé orquestaba a los dos largos oscuros cocodrilos que<br />

entraban a la tarde azul cristalina, la tarde fue una alberca<br />

ovalda donde Marisol y Marco Vinicio departían,<br />

jugueteaban a vivir, a besar, a platicar, esperaban el arribo de<br />

los delfines, que antes habían sido cocodrilos en la taza de<br />

café de Arline, ese suculento café de la sierra de Oaxaca, los<br />

finos granos los leía el hada del bosque, plasmada en las<br />

ventanas de la Cabaña. La bitch en Marisol veía cocodrilos<br />

el<br />

juego imitaba las letras, deseaba tener alma para<br />

en la lectura de la taza del café.<br />

240<br />

241


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Mujeres cósmicas<br />

-¿Qué ves Marisol?<br />

-Veo unos cocodrilos, qué miedo. Ahora dime, ¿tú qué ves?<br />

Con eso de que no tienes identidad podrás inventar cualquier<br />

tontería.<br />

-Veo dos hermosos delfines. Más tarde tú también sabrás de<br />

ellos,<br />

vendrán a tus sueños y cambiarán tu vida.<br />

-¿ De qué hablas? Qué vicio el tuyo de querer transformar el<br />

mundo-.<br />

Los había visto, un enorme y escalofriante cocodrilo,<br />

después, ya no los vería más, al darse la oportunidad de<br />

conocer a La Negrita en Natividad, La Yaya en la zapoteca,<br />

el amor juvenil en Marco Vinicio. Pero como los miedos no<br />

se marchan del todo, cuál fue la gran sorpresa de Marisol<br />

que ante sus manos que gritaban ternura, se manifestaban<br />

dos adultos lagartos, adultos machos, mariposos amarillos,<br />

negros aproximadamente de seis metros de largo, de unos<br />

cuarenta años de vida, en la mitad de su fiera y mera división<br />

selvática, llegaron a Gastón rescatado, Gastón que moría de<br />

la bilis, al ver a Marisol olfateaba la esperanza de una larga<br />

vida, una espléndida estancia lejos de los hospitales. Marisol<br />

se había convertido en sanadora. El Don la realidad paralela<br />

que impregnaría el cansado corazón de Gastón, quien veía en<br />

Marisol esos primeros auxilios, el camino a seguir viviendo<br />

si lo deseaba.<br />

Persé supo del sueño chamánico en Marisol, quiso intervenir<br />

cuando el cocodrilo se había llevado unas tripas dolosas,<br />

vació la úlceras con sabor a dulce para su hocico, la colitis la<br />

atrajo principalmente al saber que la irritación emocional lo<br />

convertiría en humano por uno segundos, así es que la tragó,<br />

tragó la colitis con agrado, al igual que la úlcera péptica. La<br />

cafesosa rojiza úlcera vivió en el olfato, el tibio olfato del<br />

corazón del cocodrilo y Persé acongojada de no poder poseer<br />

a Gastón enfermo. Inocente Gastón quiere salvar a los<br />

242<br />

243


Hilda Yaneth Sotelo<br />

demonios. Carga las palabras a Persé, le enseña el camino<br />

hacia la casa de la hilvanadora y Marisol.<br />

La hiladora está preparada, ha tejido un buen enlace, los<br />

coloridos hilos saltan en la yema de sus deseos, se asusta al<br />

encuentro, lo ve innecesario, tenebroso, en la palabra lo<br />

trasciende. Gastón lee, acaricia el tejido, lo inserta en el<br />

subconsciente alguacil de realidad interna digna de<br />

explorarse. Los cocodrilos sólo devoraban lo enfermo. Los<br />

demonio se deshacen y no tienen la capacidad de trasmutar.<br />

Los tótem son nuestro único recuerdo de la naturaleza.<br />

Contribuyen en su creación a aliviar los dolores humanos,<br />

voluntariamente entregan sus dones al servicio del hombre,<br />

los prehispánicos lo sabían, el hombre de ciencia lo ignora,<br />

lo minimiza dice que es superstición, pierde gran parte de su<br />

conexión con el todo, el cocodrilo solía ser poderoso, vuelve.<br />

Gastón reposa sentando en la banca. Observa.7<br />

-Lucy, este juego entretiene. Fundaré junto con Salvador el<br />

Mujeres cósmicas<br />

Club de los pesimistas. Los que ven el mal primero, lo<br />

critican y luego perfeccionan. Sólo así emergeremos como<br />

raza dorada.<br />

-Intégrate Gastón, a estas bajuras del partido no podemos<br />

permanecer indiferentes. El ambiente en nuestra ciudad está<br />

enrarecido, no lo reconocemos pero debemos aceptarlo sin<br />

resignación y actuar.<br />

Los cocodrilos y las pesadillas se marcharon al amancer<br />

anunciando la visita de dos varones, dos amores atrapados en<br />

el pacto de Persé en aquel bosque de la bruja mala, y el laúd<br />

encantado. Llegaron al apartamento frente al Servicio<br />

Secreto que ignora los sueños de todos ellos, y les permite<br />

reunirse frecuentemente en tertulias propias de humanos que<br />

expectantes añoran el 2025, el día del cambio en la tierra.<br />

Durante la ilegible pesadilla Gastón se había topado con<br />

Arturo, tendrían unos catorce años cuando se conocieron en<br />

aquel barrio, ellos jugaban al sarcasmo, lo hicieron suyo, tan<br />

244<br />

245


Hilda Yaneth Sotelo<br />

suyo que sus vidas lentamente se transformaron en una<br />

broma. Mofaban, humillaban cada cosa que sus ojos tocaban,<br />

mordían sus labios hasta sangrar haciendo honor a lo que a la<br />

postre los enfermaría.<br />

Mujeres cósmicas<br />

y no le meciones a nadie dónde estoy ni qué hago. Te voy a<br />

decir solo una cosa: Alguien más te está soñando. –Cómo es<br />

eso, ¿la hilvanadora?, ¿Lucy¿, sí debe ser esa serpiente ojona<br />

culo sucio la que me esta fabricando, la odio-.<br />

Ellos amarían a los espanta sueños. Las formas que se<br />

instalan en las drogas, en el alcohol, y te alejan de la<br />

plenitud. Mares de basura se reunieron en la palabra, sus<br />

sueños fueron deshilvanados, ahora se observan atónitos. La<br />

hilvanadora de sus sueños, se marchó hace mucho, sus guías<br />

espirituales y los ángeles los esperan pacientes. Ellos<br />

deciden hilvanar en la espera, deciden tomar la aguja que los<br />

pincha en el intento al cocer sus dones, poco a poco lo están<br />

logrando. -¿Qué haces aquí Gastón, no debes estar?. En este<br />

lugar solo estamos los muertos, la clase de hilvanado no es<br />

para ti, tú ya estás hecho. –Quiero cocer mi propia historia, a<br />

quién demonios he seguido hasta hoy, ayúdame, por favor,<br />

qué hilos nos mueven. –No puedo decirte nada, me prohiben<br />

hablar con los vivos, ahora vete, sigue soñando que me viste<br />

246<br />

Para Gastón y Karló la vida fue ración de despojos en<br />

migajas sobre la mesa de madera, antes había sido plena,<br />

llena de optimismo, felicidad, amor, procreación. El camino<br />

escogido los limita al fuerte, los encarcela en una misma<br />

pasada de orines estancados, amarillentos y penetrantes a<br />

placeres sin satisfacción. Hasta que su corazón les exiga la<br />

transformación.<br />

Karló y Gastón desean estar cerca¿Cerca de qué o de quién?<br />

Buscan una casa lejos, de los cochebombas, de la violencia<br />

de Ciudad Juárez. De las enfermedades que los aquejan,<br />

lejos de ellos; de aquellos que cantan alegremente Alma,<br />

corazón y vida. Distanciados de las masacres juveniles, los<br />

descuartizados, las mujeres muertas y violadas. Lejos de las<br />

extorsiones, los suicidios, los robos a mano armada, la<br />

247


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Mujeres cósmicas<br />

corrupción.<br />

Ellos asoman su rostro por la tarde, llegan al apartamento en<br />

la calle George Dieter, en la mano traen una bolsa de Doritos<br />

Nachos, un refresco Sprite. A la mesa los espera un pastel de<br />

carne explícito, unos panes de maíz recién horneados,<br />

ensalada al gusto. Jubilosos ingieren lentamente lo que el<br />

paladar disfruta, Karló recuerda que la hilvanadora de<br />

palabras además de cocer, parece loca, departen sentados en<br />

la silla amarilla con azul. A un lado reposa Arline<br />

recordando a José. José le envía textos, la extraña, la toca en<br />

la distancia. Arline revive las escenas una y otra vez, la<br />

narrativa adquiere profundidad, llegan a Gastón las ya muy<br />

vistas imágenes de Neptuno, el pene, los conjuros, se<br />

emociona a la par de las sensaciones de la luna, ha recordado<br />

imitarlas. Gastón es tranquilo, sabe escuchar con todos los<br />

sentidos y más, es amable, aromático, sencillo, nada<br />

complicado en apariencia, nada complicado a los demás,<br />

sólo con él se complica. La charla en la reunión sube de<br />

tono, hablan de posibles viajes al centro de la tierra, de<br />

brujerías, orgías, risas de burla al ver el rostro de Arline<br />

emocionada por la fealdad de su novio, la horrorosa mueca<br />

de bruja que maldecía a dos hombres a verse amantes.<br />

Gastón presintió la presencia de Persé en Arline, equivocado<br />

al estar segregado del todo, fragmentado en sus visiones<br />

viserales, Lucy pasaba desapercibida sigilosa. Lucy quien en<br />

un futuro corto rompería el hechizo del bosque a petición de<br />

la madre muerta de Karló. La madre Edna que aparecía a<br />

placer en los sueños de Lucy, la psíquica, que habla en<br />

dimensiones claras con los difuntos, mismos que alucinan al<br />

pretender intervenir en un mundo que ya no les pertenece, un<br />

mundo que ellos desean manipular al permitir que la persona<br />

controle al ser, esos muertos han perecido en la idea del bien<br />

y el mal que los persigue obstinado. Edna, advierte<br />

permancer al lado de su hijo para guiarlo a su salvación<br />

enterrándose ella misma en un limbo. Karló no la deja<br />

marchar y juntos, uno vivo, otro muerto conviven en el ego.<br />

248<br />

249


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Arline acompaña a Karló en el tabaco, los grillos llevan la<br />

habilidad a los sueños de la hilvanadora que ahora ve una<br />

pequeña serpiente de unos treinta centímetros. Al plasmarla<br />

en la palabra, un escalofrío recorre su tobillo izquierdo, el<br />

canto la consuela. Los grillos vigilarán los sueños del que<br />

duerma ahora en la lecura y al entienda. L@a lector@s tocan<br />

a los grillos en la quinta dimensión, llenan su corazón de<br />

gloria y plenitud.<br />

Gastón debe cumplir su promesa con Persé, el pacto, será el<br />

rostro femenino de la serpiente que recién decía haber<br />

crecido en tan sólo un año. Es la vestida, el transformista.<br />

Desea plasmar un beso, abre su boca de lengua aceitosa,<br />

oscura, el espeso líquido escurre por los labios. La serpiente<br />

se ha erguido, de su pecho brotan unos pequeñísimos brazos,<br />

la mano izquierda lleva quince dedos que cargan el laúd. El<br />

canto de los grillos opaca la melodía eterna, las canciones<br />

del laúd. El embrujo se recuerda. Gastón no escucha, ignora<br />

lo que se gesta esa noche, pero lo presiente y se deja llevar,<br />

250<br />

Mujeres cósmicas<br />

se deja querer, encuentra algo, ¿qué? No lo sabe aún.<br />

Los grillos siguen cantando, se han agotado, piden más<br />

refuerzos, a eso le hemos llamado plaga, una plaga de grillos<br />

custodia el ventanal de la recámara, respetan la entrada, no<br />

llegan hasta la cama, saben que dentro de cada actor algo<br />

importante sucede. La imagen de la serpiente erguida, con<br />

rostro, cuello femenino, lacia, larga cabellera negra<br />

azabache, esa creación, esa imagen es aterradora. La fea<br />

serpiente erguida quiere tener piernas humanas, se alborota<br />

al beso robado, se transforma, cree crecer en una tarde que<br />

considera un año, va muy rápido. Ha sido come pecados; y<br />

su aspecto se inflama.<br />

La hilvanadora abre los ojos, son las seis de la mañana,<br />

escupe el líquido de la serpiente erguida. Se levanta aterrada,<br />

recoge su computadora, busca vídeos pornográficos, los<br />

considera inútiles, imbéciles, violentos, no logran zafar la<br />

imagen de la serpiente erguida, se distrae, huye. Los<br />

recovecos de la sierra de Oaxaca latentes en su memoria<br />

251


Hilda Yaneth Sotelo<br />

gritan tejer desde las vidas pasadas, ella suda en la confusión<br />

de verse obligada a hilvanar sin remedio, ni negativas. Los<br />

grillos se han ido, la serpiente seguía ahí, necesitaba aparecer<br />

en el hilvanado. Gastón despierta al timbrar el despertador,<br />

Karló anuncia que lo ha visto, anuncia el sueños, ellos<br />

fueron dos almas deambulado en el dormir, Lucy los atrapa<br />

volando, sonrie sarcástica. En este momento todos se han<br />

ido. La hilvanadora desea un descanso pues este último<br />

tejido le ha dejado la boca seca, la vista cruzada y la mente<br />

confundida.<br />

Mujeres cósmicas<br />

De qué habla, he leído tres veces el capítulo VIII y solo los<br />

dormidos lo entienden, jajaja, no sé si llorar o reir.<br />

Siento abultada mi espalda, el asianto ha visto frío y<br />

cemento, los resortes del sillón café están a punto de saltar y<br />

enterrarse dentro, no sé cuánto tiempo he pasado recostada<br />

aquí soñando. He sido víctima de mi propia historia, qué<br />

espanto. No soy quien creía ser.<br />

El partido ha sido suspendido porque alguien en la banca<br />

aventó aceite de oliva en la cancha, varias jugadoras<br />

resbalaron y están heridas, una de nombre Arline, la llevan<br />

en camilla. Esperaré el desenlace, mientras tanto apago el<br />

televisor antes de que pasen las mujeres por aquí y quieran<br />

entrar, esta pantalla me pertenece.<br />

Los hombres vestidos de anaranjado se han marchado, no<br />

escucho nada. ¿Mis anteojos, donde están mis anteojos?<br />

Apenas si puedo tocar los puntos de esta historia que había<br />

sido prohibida hace siglos, ahora a nadie le importa,<br />

252<br />

253


Hilda Yaneth Sotelo<br />

caminaré mientras regreso las espirales del sillón a su<br />

lugar.<br />

¿ Hay un ligero temblor? Aquí no es área sísmica, que<br />

Mujeres cósmicas<br />

identidades, aquí metidas en dos idiomas, dos paises, el<br />

mundo blanco que nos oprime y lo negro lo entendemos<br />

poco, quién eres, -¿quieres ser Lucy?Hilvanadora.<br />

extraño, la mano izquierda se mueve a su voluntad, mis<br />

piernas no se pueden separar.<br />

¿Qué me pasa? ¡ Qué horror! ¡Qué delirios ! Es Lucy, es<br />

Lucy dentro de mí. Suena una alarma, no, es el timbre de la<br />

puerta, ajustaré mi aparato de la sordera, escucho un<br />

chillido insoportable, además huele a cosa ardiendo. Dicen<br />

que esta es mi historia pero no, me niego rotundamente a<br />

que sea. No. ¿Dónde está mi identidad?. Anhelo escapar de<br />

mi destino. Quiero que Arline confiese su amor por mí,<br />

quiero que me ame locamente, ya lo hizo, la soñé, soñé que<br />

me decía –me enamoré de ti- mientras yo le pasaba mi mano<br />

por su cabeza y peinaba su caireles de cabellera negra y ella<br />

cerraba sus ojos exitada, extasiada al beso. Oh Arline<br />

cuánto te amo, ahora te sacan en camilla del partido, has<br />

hecho daño, eres idéntica a Lucy, qué será de nuestras<br />

254<br />

255


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Mujeres cósmicas<br />

insistente cuando el detalle de la ideología del feo, el<br />

panzón, el espacioso ocupaba la pantalla, parecía saltar,<br />

descender, quiso vivir. Loca de mí, busqué con ahínco el<br />

mensaje recién brotado de la anécdota de su socialismo<br />

9 LUNA VIEJA<br />

Son casi héroes, son artistas, son personajes absurdamente<br />

idealizados que siguen inspirando. Plasmada su vida en el<br />

video en el retrato a través de otros ojos, nos persiguen. Las<br />

siete artes nos liberan, culto a la personalidad del artista,<br />

culto, culto, culto, culto, culto, culto, culto. Emana de ellos<br />

la fascinación, la música, la letra exacta. La primera vez que<br />

te vi, resonaba en mi mente mientras Joan Miró, Diana<br />

Bursztyn, Carlos Enriquez, Oswaldo Gayasamin, Pablo<br />

Picasso, Diego Rivera y Frida Kahlo eran develados ante la<br />

ingenua mirada del grupo que los observaba, jóvenes<br />

estudiantes de Mission Early College High School.<br />

Esa canción, esa misma melodía de violines, resaltaba<br />

contra Rockefeller capitalista. De su risa al saberse tirado,<br />

vaya manera de expresión libre en el país del norte. Lennin<br />

tendría que ser destruido. En otro lugar en otra casa en otro<br />

tiempo, soñaba la destrucción de un puente, la caída de los<br />

muros comunista aferrado, capitalista payaso ridículo que<br />

destruye la tierra. Los detalles no importaban, quedaba en el<br />

pasado, en eso, ellos, la nueva vista no se fijaba. ¿A quién le<br />

importan las artificios del pasado cuya heredad colinda en el<br />

desastre? Las lunas negras dan sombra, las sombras<br />

engrandecen con la luz, Lucy es luz ¿quién es su sombra?.<br />

Los jóvenes quieren paz, respeto a su identidad Mexicana,<br />

yo quiero mi alma intacta, completo, nadie tiene derecho a<br />

arrancar páginas ni propinar borrones a mi libro. Me llaman<br />

Ms Eloisa y mi libro lo escribo yo. Estoy orgullosa de mis<br />

256<br />

257


Hilda Yaneth Sotelo<br />

estudiantes, atenuan mis ánimos, me sacan de la depresión,<br />

son esperanza rosa de la vida que quiere mi vientre gestar.<br />

La fascinación ancló, ahí, con adolescentes, los puros. Ellos,<br />

los artistas que transcienden en sus colores, sus vidas, sus<br />

amores, sus amarguras, sus sufrimientos, sus penas, sus<br />

glorias, atusadas de alcohol, de comida, de sexo, de tabaco,<br />

de amor, de locura. Empecinados y obstinados egos, de<br />

mentes locas, perversas, enfermas, de cuerpos con boca de<br />

alientos fétidos consecuencia de sus abusos a la decisión de<br />

vivir al pintar la apurada vida con sus dedos, sus manos, sus<br />

vísceras al dividirse sus espíritus a trasladarse desde donde<br />

están. La nueva generación tiene la capacidad de verlos,<br />

trasladarse en el tiempo y entrevistarlos, creen y crean; son<br />

heraldos del amor, empatía, respeto y tolerancia. Buscan el<br />

cordon umbilical que los regrese a México, su madre.<br />

Transforman el pasado. Los artistas hablan siguen hablando,<br />

exigen la repetición de la fascinación mientras se encorajinan<br />

cuando alguien los interrumpe creando.<br />

Mujeres cósmicas<br />

Llevan el lujo de trasladar su presencia a Arline quien ahora<br />

sueña de día y de noche, al sentirse única, reina amada que<br />

se fotografía en ridículas poses subiendo su feo y altanero<br />

rostro al perfiles de Feisbuk. Los asquerosos le anteceden, la<br />

fascinan, la seducen, le muestran algo en secreto. Arline se<br />

instala entre los estudiantes de preparatoria, su mente se<br />

detuvo a los 16, es adolescente, inmadura, le conzco el tono,<br />

Lucy me ha enseñado a chupar voces. Arline culpa a Lucy de<br />

sus desgracias, la aborrece y planea caricaturizarla. No se<br />

devela. Lucy la muy tonta envía los párrafos anteriores a<br />

Arline, idealizando el futuro que pinta original, diferente y<br />

único. Arline patea una a una las letras, las golpea hasta<br />

sangrar.8. Había soltado el hilo rojo de la costura, lo dejó ir y<br />

a cambio se tejió un vestido entallado juvenil. Caminaba<br />

apurada hacia la música y el ruido, mientras los tacones<br />

blancos de plataforma asfixiaban sus cansados pies. Unos<br />

gigantes lentes de sol protegían la mirada oculta de las<br />

enemigas. Se veían alucinadas por las marcas, la frivolidad y<br />

258<br />

259


Hilda Yaneth Sotelo<br />

el derroche. Arline es la luna negra, respondió a Jéntu<br />

Italiano; el bufón de la época oscura había transitado el<br />

tiempo, el sólo pensamiento al recordarlo en Oaxaca con<br />

metralleta de plástico en mano, amenazando su sensibilidad<br />

la sustrajo del letargo al haber soltado las prendas que<br />

vestirían los siguientes personajes de sus conexiones.<br />

Resulta que Arline obtuvo claridad en su poder, aquella tarde<br />

mágica con La Negrita y La Yaya, confesó que los<br />

pensamientos de suicidio habían rondado su mente<br />

últimamente. No habiendo terminado de emitir el<br />

comentario, apareció a su izquierda un hombre destrozado,<br />

un hombre que se ganaba la vida payaseando en la calles. Él<br />

vestía la desgastada y sucia camisa blanca, un pantalón gris<br />

opaco, en la mano llevaba una metralleta de plástico que<br />

imitaba el sonido real de la muerte violenta, este hombre se<br />

posó a la izquierda, le ofrecía un espectáculo a cambio de<br />

unas monedas, sonreía torpemente mientras movía la cabeza<br />

en señal de haber escuchado los deseos de suicidio, una caja<br />

Mujeres cósmicas<br />

de zapatos con una abertura arriba colgaba en su pecho. El<br />

espacio era justo para dejar caer las monedas que llevarían la<br />

comida a la boca del agente que respondía a las desgracias, a<br />

la oscuridad. El bufón del 2010 se manifestaba traído desde<br />

lo más profundo de Arline confundida ayer, entonces, ahora<br />

y siempre. El bufón había sido el acarreador de juglares en la<br />

Medieval. Extraña su oficio, lo añora tanto que repite<br />

constantemente, “quiero regresar, quiero regresar” y cuando<br />

le preguntas a dónde, él se lleva la metralleta de juguete a la<br />

sien y confesa “allá, allá”. El bufón está en cualquier lugar,<br />

lo he visto entre el rostro de mis estudiantes cuando hablo<br />

inglés con acento mexicano, se mofan, me hieren; es horrible<br />

desarrollar la videncia y desnudar al individuo, quiero<br />

regresar a mí, a la Eloisa que ignora los pensamientos de<br />

otros, no me interesa comer demonios.<br />

El laúd también regresaba, José lo entona con melancólico<br />

pasado. Una cabellera larga rizada, unas medias rojas<br />

chillantes, un entrecortado vestido gris, una medieval<br />

260<br />

261


Hilda Yaneth Sotelo<br />

melodía, caminaban las calles acompañadas del bufón<br />

inseparable. La música gris movió en las cuerdas mi<br />

desanimado corazón. En el tiempo en aquel segundo nuestras<br />

miradas se habían ensombrecido. Éramos once mujeres que<br />

disfrutaban de hacer el bien a los juglares, ellos perseguían<br />

nuestros silencios, nuestras pócimas, nuestros alimentos. A<br />

cambio montaban espectaculares combinaciones musicales<br />

donde el instrumento principal era el laúd. Tan embelesadas<br />

quedamos de las cuerdas que vamos a la Trova en La Peña<br />

del Sancho Panza, el punto de reunión para nuestros<br />

atribulados pensamientos de universitarias. La fiesta nos<br />

persigue en 1995 en Ciudad Juárez. -Puedo ver, Lucy, puedo<br />

ver lo que las personas piensan, es horrible leerles la mirada<br />

y escucharles otra versión en la boca; tengo miedo de Arline,<br />

es mala, bruja, venenosa, es tu sombra. Seguro que muere de<br />

amor por ti.<br />

–Querida Eloisa, la última vez que vi a Arline iba cargado un<br />

paraguas cerrado, suplicaba ayuda.<br />

262<br />

Mujeres cósmicas<br />

-Tú no necesitas ayudar a nadie, sal de la hilvanadora, te lo<br />

ordeno ahora mismo, sal de nuestra hilvanadora, la has<br />

confundido; eres diabólica, cambiante, no puedo contigo,<br />

regrésame a mi amiga la hilvanadora.<br />

-Eloisa, eres tú la que roba mi voz; has adoptado la identidad<br />

de la serpiente. Eres tú la que se entrometió, esfúmate.<br />

-¿Qué es esto que se dice de Arline? Yo no iba a esas fiestas<br />

con las universitarias. Me encanta que Lucy y Eloisa armen<br />

bronca, tiene razón Eloisa, Lucy debe salir de la<br />

hilvanadora, ha eloquecido. Yo también extraño a mi amiga,<br />

la que va y viene. Mi amiga de tantos siglos. Lucy se ha<br />

enamorado perdidamente de mí. Jejejeje; es un juego, este<br />

perverso juego me convierte en enemiga, artista. Ya no debo<br />

continuar leyendo a Lucy, ah pero qué tentación de saber qué<br />

piensa. Debo apurar la lectura y terminar de una vez por<br />

todas con este absurdo, debo regresar con mi marido, no debí<br />

permitir que Lucy me influenciara, ni ir a Huatualco, a qué, a<br />

qué fui. Abriré una página en feisbuk, convertiré a Lucy en<br />

263


Hilda Yaneth Sotelo<br />

mi juguete virtual; la muy pedeja confía en mí, me ha<br />

enviado casi todos los escritos de Mujeres cósmicas, en<br />

realidad cree que puede llegar a nuestro subconsciente y<br />

transformarnos la vida. Jejeje, ¿qué se cree?. Le hace falta<br />

casarse, tener hijos, sufrir. Salvador tenía razón, Lucy está<br />

loca, loca de remate. Le presentaré a su pesadilla, le<br />

presentaré a The Clown 604, el sarcasmo viviente. Cada vez<br />

que la leo un torbellino me envuelve, lo logra sí lo logra, por<br />

más que me esfuerzo no he podido quitar de mi mente las<br />

líneas de mi historia en su mirada.<br />

-Arline, Arline necesitamos rescatar a la hilvanadora.<br />

-Por favor Eloisa, tú y yo no hemos sido amigas nunca,<br />

Marisol viene a mi casa, muy seguido y me dice qué actos de<br />

psico-magia hacer para deshacerme o dañar a Lucy, es<br />

fanática de Jowdoroski. Pero ni todos los conjuros del<br />

mundo harán que me olvide de ella. La tengo metida entre<br />

ceja y ceja, además tú y la otras cósmicas forman parte de un<br />

mal viaje, no entres a mi mente, te lo prohibo. En paralelo al<br />

264<br />

Mujeres cósmicas<br />

pasado medieval huíamos de la quema de casas, huíamos de<br />

los bosques encantados de nuestras creaciones, de los recién<br />

donados trucos a los juglares quienes eran diabólicamente<br />

perseguidos por la iglesia, los perseguían por considerarlos<br />

vulgares y locos. Las computadoras hicieron las veces de<br />

árboles, nuestros puntos de reunión. Las mujeres nos<br />

reuníamos en secreto, en ultra secreto a compartir hallazgos<br />

y rituales de fertilidad. En las redes sociales no podiamos,<br />

tenemos el servicio secreto siguiendo nuestros talones.<br />

Añorábamos la kawí, aquella montaña del futuro en alguna<br />

parte de otro lado del aún inexistente mundo. Acudíamos en<br />

recorrido al Valle de Fasa nos llamábamos Benandati. El<br />

valle nos abrigaba, caminábamos largas horas presintiendo la<br />

persecución. Los hombres, juglares y magos nos<br />

acompañaban hipnotizados de nuestras palabras y planes.<br />

Los hombres de negro y anaranjado nos seguían la pista en<br />

internet; les aburrimos lo que fue una amenaza de cambio y<br />

verdadera transformación de la mujer Mexicana se convirtió<br />

265


Hilda Yaneth Sotelo<br />

en peleas encarnizadas, nos dividimos, y los del servicio<br />

secreto se mudaron, ahí no había que asesinar, ni provocar<br />

accidentes, -mujeres, mujeres, entre ellas se destruyen, este<br />

trabajito fue fácil- decían. Las noches de luna llena, los lobos<br />

comían nuestras mentes, la devoraban hasta el aparato<br />

fonador que emitía sonidos, alaridos de súplica. La diosa de<br />

todos los nombres se manifestaba al complacer las<br />

peticiones, admirábamos trazar el futuro inmediato.<br />

Entonábamos el tiempo de la libertad, de renacer, un tiempo<br />

de montañas verdes, vivas, un tiempo de vestidos hermosos,<br />

alcanzables en tiendas Ross, música y alegría. Un tiempo de<br />

capacidades para recrear las imágenes a placer, un tiempo sin<br />

sufrimientos, ni heladas insoportables, tampoco desprecios.<br />

Un tiempo de aceptación, crecimiento, admiración y<br />

enseñanza mutua, un tiempo de espejos brillantes con<br />

destellos vertidos hacia arriba, hacia el presente remoto de<br />

una frontera en guerra que la eleva hacia la paz y el<br />

progreso. Las explicaciones no eran necesarias, las hadas<br />

Mujeres cósmicas<br />

turquesa hablaban nuestro idioma, afuera nada. Las hadas,<br />

eternas figuras, de vestidos finos y países verdes,<br />

melancólicos al dejarnos ir, al permitir el irremediable<br />

castigo de las brujas que somos. Afuera la maldicicencia de<br />

los poderosos, de los perfectos que persiguen a las mujeres<br />

dotadas de atributos diabólicos. Éramos trece, once mujeres<br />

dos homosexuales, bellas, en poder, duales, una. Los<br />

minutos de la quema se aproximaban, el bosque ardía al<br />

compás de la menguada luna. Corrimos hasta el desmayo,<br />

susurramos: - Sabbath, Sabbath dos mil diez-. La sensación<br />

de lejanía fue corta, planeamos reunirnos al instante sin<br />

espera. Anoche fue sábado, Fátima esperaba radiante vestida<br />

en flores rojas. Afuera una ninfa complaciendo a Neptuno en<br />

forma de estatua nos recibía. Hechizada en el amor de Joel.<br />

Nos esperaba, la reunión acordada. Gastó y Karló,<br />

recordaron el tiempo Galeano, el trastorno humeral los<br />

acompañaba, lo suyo fue la melancolía y la cólera reprimida.<br />

Ahora aparecían, estaban ausentes tratando de comprenderse,<br />

266<br />

267


Hilda Yaneth Sotelo<br />

intentando jalar el hilo, las claves de la cura al mentado<br />

desequilibrio. Gastón presenciaba a unos metros de distancia<br />

el aroma del laúd, la madera del árbol. Karló al otro lado de<br />

la puerta, ahora, ha escuchado Fascinación tres veces. El<br />

tiempo conocido, futuro, se hizo uno con el Sabbath, uno al<br />

Karló reconocer la similitud en los destinos humanos. No<br />

habla, su alma se expresa, atinado al pronunciar las recientes<br />

canalizaciones de mundo que lo penetran a antojo, de voces<br />

del infra y del supra mundo que se cuelgan en la superchería<br />

de su existencia. –Ilusiones- Decían.<br />

Comer el alma de Karló es fácil, muy sencillo, por eso sigue<br />

del otro lado de la puerta y estará hasta que estalle en cólera,<br />

se sincere y abandone las voces. Más tarde llegó Ariana al<br />

2010, la belleza, los gatos pardos, curiosos, bobos, elegantes,<br />

movedizos se escurrían en su acelerado discurso, una de<br />

palabrerías que no daba tregua a la distracción o la<br />

intervención. Marisol no llegó. Arline leía Mujeres cósmicas<br />

en honor al chisme y el veneno.<br />

Mujeres cósmicas<br />

Sally seguía afuera, no tocó la puerta, había abierto la puerta<br />

del engaño de la fama y caminaba decidida a conseguir sus<br />

propósitos más cortos. Su cámara fotográfica retrataba<br />

hermosas puertas listas a abrirse; sumida en el ostracismo<br />

fue quemada viva en la hoguera del pasado. De entre los<br />

árboles de aquel bosque que la seguía, surgían esplendores,<br />

caritas, puertas dimensionales que la esperaban. Su alma se<br />

había desprendido horas antes de la quema, deambulando<br />

encontró un hada de nombre Diana.<br />

Marisol duerme, lee con los ojos al revés. Arline no atiende<br />

recelosa del pasado medieval, amante de la destrucción, odia<br />

a Fátima, a Mariana, las odia por muñecas, bellas,<br />

encantadoras y femeninas. La lluviosa noche en las<br />

medianías del bosque, corriendo, nos percatamos del<br />

parentesco, éramos primas, primas que sacaban las manos a<br />

experimentar lo que el cuerpo dictaba y el credo prohibía.<br />

Aquella noche alguien delataba nuestro destino, un juglar<br />

dolorido enteró a los perseguidores que llevaban varias lunas<br />

268<br />

269


Hilda Yaneth Sotelo<br />

tras nuestra pista. El oscurantismo emitía sus últimos<br />

suspiros pero debería incendiar el todo maligno de una buena<br />

vez, incluyendo a los Benandati. Lo lograron, quemaron el<br />

bosque entero y la casa de madera, niños y jóvenes, cabezas<br />

rubias miradas perdidas gritaban. Un automóvil negro, una<br />

camioneta negra del futuro, un deseo, dos carreolas, dos<br />

bebés gemelos, llantos en la sonrisa de un porvenir<br />

imperioso por colarse en Lucy vaciarse en contenedores de<br />

hoyos negros, circularon en la escena. Eran Arline y Fátima<br />

soñando dormidas en sus camas, sus cómodas camas que les<br />

traen vidas, nombres, referencias aparentes, sin sentido.<br />

Neptuno allá afuera.<br />

Diamante está muy lejos. Ramona enamorada de su más<br />

reciente moreno se retira. Ilieana muere al conjurar un rancio<br />

rencor, su quijada le atora las palabras que la pudieron haber<br />

salvado la noche de la quema de brujas. Diana repite lo que<br />

Ileana telepáticamente le transmite, las palabras detienen a<br />

los verdugos presos del desasosiego que le sucede a sus<br />

Mujeres cósmicas<br />

mentes, entre tanto, Diana huye, logra escapar, se ha<br />

comunicado en los minutos del sábado pactado. Vive en la<br />

frialdad de la tecnología, en el primer mundo, sigue en el<br />

bosque rodeada de espectaculares vistas que quitan cualquier<br />

dejo de amargura al recordar el pesado invierno. Diana está<br />

en Islandia, vive en el recuerdo de las puestas de sol de su<br />

infancia, recuerdo que no se permite dejar ir. Es hada del<br />

bosque que abraza tazas de café y adopta niños de seis años<br />

que pasean solos por los autobuses de Europa. Instruye su<br />

mente en lenguas que han moldeado el pensamiento de los<br />

que viven entre colores pálidos, pieles blancas, y<br />

dimensiones extrañas. Sonríe deseando lo mejor para su<br />

México. Camina entre las bellezas naturales del alma.<br />

Mantiene la resignación de gozar lo que su gente amada no<br />

gozará por ahora. Come chile en polvo cada vez que añora el<br />

sol de Anapra, Ciudad Juárez, las puestas, el calor. Ha<br />

desarrollado la quietud, habla adentro, entra en proyectos<br />

que luego abandona para iniciar otros que después sigue<br />

270<br />

271


Hilda Yaneth Sotelo<br />

abandonado. Acompaña a su esposo a recorrer tierras únicas.<br />

Es hada poderosa, menuda, perfil frágil, orgullo pesado,<br />

competencia regia. Arma y desarma sus propias historias<br />

culminando en el amor al prójimo, bostezando ante lo<br />

imbécil, la corrupción, la patraña mundial. Es discidente, se<br />

activa ante las injusticias, sobre su pueblo que lleva cerca<br />

estado lejos.<br />

-Bah, a mí que me importa Diana, Fátima y Sally, mucho<br />

menos Arline. Mujeres tontas. Para mujer yo. A mí solo me<br />

importaba leer a Marisol y la curiosidad me ha llevado lejos,<br />

Mujeres cósmicas<br />

por un tiempo vi la luz, la vi; creí ser la versión de la<br />

hilvanadora. No sé qué me pasó. Las capas han regresado;<br />

no tengo remedio, solo espero que mi anciano millonario me<br />

herede y seré libre de él, de mí. La vida es un juego sucio y a<br />

las débiles de mente se la lleva la chingada; Arline sigue mis<br />

consejos, ha creído que la hilvanadora es Lucy, bruja. Las<br />

dividí, he logrado separarlas, tanto amor me provocaba<br />

envidia. La hilvanadora es aburrida, ya logré lo que quería de<br />

ella; hacerla dudar de sus dones, quitarle a sus amigas,<br />

meterle el miedo hasta hacerla morir lentamente. La odio.<br />

jajaja, esta novela tienen más pelos que mi gato revolcando<br />

mis piernas belludas, el truco de enredar un cordón amarillo<br />

en la cabeza de la hilvanadora salió muy bien, se ha<br />

confundido. No logrará sus sueños de grandeza, las ideas no<br />

le cuajan, juar, juar, juar. Tengo miedo, miedo de volver a<br />

ver a Lucy a los ojos, no los soporto. La hilvanadora los<br />

transmuta bien, los veo oscuros, completamente oscuros.<br />

Debo confesar que mi historia si se fugó al subconsciente,<br />

272<br />

273


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Hay un destello insistente reflejando el lente derecho, es<br />

entretenido verlo proyectado en el televisor apagado. Al<br />

parecer suspendieron el juego, Lucy así lo dispuso, nadie<br />

sabe la razón. La oscuridad cae, son las seis cuarenta y<br />

ocho, han pasado horas, mis brazos se han alargado,<br />

pueden alcanzar la macana en la mesita de centro, a pesar<br />

de estar recostada en el sillón café, puedo presionar el botón<br />

de encendido y apagado, estoy con el objeto equivocado,<br />

esto es una linterna, ¿Aquí no hay linternas? Mucho menos<br />

encima de la mesa, aquí solo estaba un mantel redondo<br />

guinda, una Atalaya, y la macana que olvidaron<br />

acertadamente las mujeres que llegaron esta mañana. Hay<br />

cera derretida todavía caliente encima del pequeño mantel<br />

guinda, ladridos de cachorros. ¿Habré dejado, encendida la<br />

linterna? No, no, que tonta, aquí no hay velas, ni linternas.<br />

El encierro es un juego diferente, la mente me traiciona,<br />

pero los objetos no mienten, la oscuridad tampoco, debo<br />

encender una vela al menos, igual mi cansada vista apenas<br />

Mujeres cósmicas<br />

si siente la negrura, la caída del sol. No, no con la linterna<br />

es suficiente, escucho los ladridos muy cerca, alguien se<br />

aproxima ¿Dónde estoy? Tengo un fuerte dolor en el pecho,<br />

insoportable, me estoy tragando el humo de la quema, la<br />

quema en el bosque, pero eso es fantasía, auxilio, era un<br />

juego, un lindo juego de letras.<br />

Arline ha logrado convertise en la sombra, la hilvanadora<br />

debe tener el control, ni a Arline ni a Lucy le es permitido<br />

guiar, son creaciones de la mente; la hilvanadora es guia.<br />

El hada mostrará el camino hacia la salida de este<br />

laberinto en el que estoy metida. ¿En qué momento se me<br />

ocurrió recostarme en el sillón y tomar el libro de otras?.<br />

Los hombres de anaranjado cruzando la puerta cantan,<br />

dicen que el calambre en el tobillo derecho es la señal de<br />

que debo regresar al cuerpo, el calambre no llega, estoy<br />

acariciando un grillo, un enorme grillo, el cruza conmigo.<br />

Odio a los personajes por mí que se pudran en el infierno,<br />

274<br />

275


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Mujeres cósmicas<br />

yo no soy Lucy la salvadora de todos. Lucy ¿dónde estás?.<br />

Hilvanadora regresa, sé que estás bajo el manzano que ya<br />

casi da frutos; iré por ti el siguiente sueño, el siguiente año.<br />

10 HADA AFÍN<br />

Mientras escucho Deja vu de Gustavo Cerati, los recuerdos<br />

del sol solecito de Anapra llegan uno a uno. Muerdo el polvo<br />

color rojo sumergido de inmediato al estómago ya herido de<br />

ver las cosas como son. Nadie, o al menos eso asumí, nadie<br />

tenía la capacidad de ser tan práctica en las cuestiones del<br />

amor, de la vida, y del trabajo. Tal vez esta letra haya<br />

recorrido el tiempo por ahí, al igual que el tren que pasa tras<br />

la mujer que baila. Esa mujer contenta solía ser yo. Danzaba<br />

en la musicalidad del futuro, de la certeza, y del deber ser.<br />

Preparaba al intelecto con razón pura, en datos que ahora el<br />

viento y el verde bosque esfuman en el frío y en la oscuridad<br />

de las lejanías del sol, del Cristo Rey de la montaña. De<br />

aquel Cristo, la consciencia que a veces me estorba. Sin bien<br />

he merecido salirme del viacrucis también he trazado otra<br />

vía, en la terquedad de la psique. He dicho que un cambio se<br />

276<br />

277


Hilda Yaneth Sotelo<br />

avecina, que la preparación se está dando aún en medio de<br />

esta competencia que carcome el alma, aún entre los deseos<br />

de ser yo la que trascendió aquel lugar que ahora parece tan<br />

cercano. El lugar que ahora me trasciende. A veces siento la<br />

presencia de los seres elevados, de esos seres mitológicos de<br />

mis religiones, de los Dioses que han de venir uno a uno a<br />

presentarse de lo contrario no les creo. Eso, eso es lo que<br />

entorpece el cambio, de querer filtrar toditito por la mente<br />

que estalla llena de datos añejos, nombres, clasificaciones,<br />

estatus de prestigio rodeando una pieza que no tiene vida, así<br />

como los números encerrados en el infinito de mi<br />

consciencia que ha quedado estancada en algún lugar, no sé<br />

dónde.<br />

Las comparaciones fueron mi fuerte, en matemáticas solía<br />

descartar los valores de una y añadírselos a otra operación<br />

sin percatarme jamás de la abstracción que después formaría<br />

parte de mi forma de ver el entorno, comparando el árbol con<br />

el pino al no saber de la bella individualidad que encierra<br />

Mujeres cósmicas<br />

cada especie en la tierra. Fue agobiante tratar de entender las<br />

fracciones, cuando la maestra dijo que comparara, entonces,<br />

un foco se prendió en el centro de mi frente, un foco que<br />

hasta hoy no se cómo mediar, a veces quema, quiere<br />

compararlo todo. ¿He de vivir con ello siendo inconsciente?<br />

No, claro que no, necesito aclarar el origen de semejante<br />

infierno, o demonio, estoy en el proceso, caminado mientras<br />

las ideas de las producciones rondan por mi cabeza. Llego a<br />

mi silente casa, recorro las cortinas para ver por infinitésima<br />

ocasión la nieve que cae implacable, enciendo una veladora<br />

aromática, me sirvo una copa de vino, el que sea, da lo<br />

mismo, reflexiono como es costumbre, encuentro el centro<br />

de mi pecho encendido, es la llama de Dios dentro de mí, de<br />

vida, ese Dios de sensaciones, no de culpas ni juicios, ese<br />

Dios que encamina uno a uno a mis ángeles que lentamente<br />

se han instalado en mí al igual que las hadas verdes, celestes,<br />

ese verde que se parece a la botella del vino blanco que<br />

recién he servido. Está la copa frente a mí, enciendo la<br />

278<br />

279


Hilda Yaneth Sotelo<br />

computadora, la virtualidad que a veces atrapa a los<br />

distantes. Internet que mantiene a mi tierra, a mi familia<br />

cerca, esa computadora que descansa sólo por temporadas,<br />

ahí está, ahí está la hilvanadora, mi amiga del alma,<br />

escribimos brevemente según el tiempo, tomo el vino sin<br />

prisa, ya es tarde. Ella ha puesto algunas palabras claves en<br />

la conversación, me agrada platicar. Ella comprende uno a<br />

uno los tropiezos de una mujer del bosque. Una mujer que<br />

antes fue hada, bella delicada, con suaves manos, con altura<br />

a pino, con corset delgado, con ojos brillantes, sonrisa tierna,<br />

amante de las bondades, concedía deseos, de toda índole,<br />

siempre y cuando esas frecuencias de pensamientos llegaran<br />

hacia el lugar que solía ser mi estancia, era un lugar que<br />

estoy segura llevo adentro ahora. Ahí estuve por largos<br />

periodos, estuve paseado entre los delfos, las ninfas, las<br />

orugas, las mariposas, los escarabajos coloridos, las plantas<br />

danzantes, las aves soñadoras, los árboles sabios, el sol,<br />

estuve ahí y sin saberlo he regresado al mismo lugar, a ese<br />

Mujeres cósmicas<br />

lugar que antes veía frío, pero que ahora se presenta al abrigo<br />

de mis ilusiones a través de los sueños que dictan aquel<br />

pasado remoto, mágico de mi ser, hada, eso es, lo más<br />

cercano a aquel tiempo es lo que conocemos como hadas.<br />

Pero ¿qué hago? Trato de razonar la magia. Esa no se<br />

razona, sólo se vive, se siente, se alimenta. Pondré un poco<br />

de talco blanco bien oliente debajo de mi almohada, ese<br />

mismo olor entrará en la comodidad del dormir, de ahí subiré<br />

sentada en el algodón del fuerte, concentrado en forma de<br />

nube y entraré a mi mundo paralelo. El mundo que ya quiere<br />

vivir conmigo. Sólo así llegará el cambio que tanto añoro,<br />

pero esta vez sin razón aparente, cargado de emociones que<br />

no dudaré en vivir, haré de la vida presente un pasaje<br />

colateral hacia la plenitud y la libertad. Dentro de la rebeldía<br />

estará la voz más elevada que dicta vivir cada experiencia y<br />

encontrar los tintes de amor en ellas. Tal vez dentro de mis<br />

sueños vea alguna que otra verdad que había estado<br />

negándome a sentir para partir de ahí, a partir de que mueva<br />

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Hilda Yaneth Sotelo<br />

la caja y la convierta en corazón danzante, el mismo que veía<br />

en la mujer que bailaba frente al tren; a partir de entonces,<br />

prometo competir sin comparaciones deseando que la<br />

fortuna favorezca al ser que más lo necesite en ese momento,<br />

al fin y al cabo la vida es un delicioso juego que vale la pena<br />

seguir y producir. Estoy perdiendo, me he mudado, debo<br />

regresar al juego. 9. Esta realidad paralela que ahora trazo a<br />

la vista devuelta, a la mirada que sorprendida activa la niña,<br />

la infancia que hubo de quedarse entre las maletas de la<br />

mudanza al país de mi esposo. Ahora que veo surgen los<br />

Mujeres cósmicas<br />

contenido pasa por el vacío que a veces se parece al viento<br />

helado que circula las venas instaladas en el lugar perfecto<br />

por hoy. Una vez que cruza el vacío, el blanco y el negro<br />

desaparecen, dan paso a las cálidas y coloridas figuras que<br />

me acompañan a transitar el otro pasadizo lleno de<br />

agradables sorpresas, regalos, corazones, muñecas, sencillez.<br />

El pasillo me lleva al origen donde el conocimiento ya no es,<br />

pero mi ser existe, estalla en la euforia para convertirla en<br />

festejo tranquilo, dichosa de paciencia al ver mi futuro en<br />

perfectas dimensiones pero en el presente.<br />

símbolos, hay tanta andanza en la cabeza, hay traslado,<br />

pasos, nombres, lecturas ausentes de certeza, corazonadas<br />

cada vez son más lentas, opaca la cansada vista, que aferrada<br />

adentro, el mundo le parece poco. Esta realidad parte de lo<br />

alto, de arriba, de aquella casa encantada en el bosque, de los<br />

objetos movedizos que parecían no respetar el tiempo ni el<br />

espacio. Esa brecha es sanada, la cruzo, no hay lagos<br />

ardiendo, tampoco hay seres rojizos de mirada aterradora. El<br />

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Hilda Yaneth Sotelo<br />

Mujeres cósmicas<br />

Sobresaltada por el insistente timbre de la puerta pego un<br />

va desapareciendo.<br />

grito al distanciar mi cuerpo de la pequeña flama de una<br />

veladora que había guiado el camino hacia la hada, ella<br />

decide reiniciar el juego, con el control en la mano enciendo<br />

la pantalla. Hada Afín leyó los renglones mientras Gustavo<br />

Cerati era puesto a dormir el sueño profundo justo cuatro<br />

años después de que la hilvanadora escribiera la realidad<br />

paralela de la jugadora #9. Afín restituye la presea a la<br />

hilvanadora; la entrega en un inbox, un breve mensaje que<br />

al abrirse destella.<br />

Afuera los de anaranjado, las religiosas, la policía, las<br />

guardias insisten entrar a mi pequeño cuarto a disfrutar del<br />

partido que se transmite en señal única. El dolor en el pecho<br />

cesa, Arline ha abandonado la cancha, vive en terapia<br />

intensiva. La noche sigue y con ella la cápsula del tiempo en<br />

los secretos que le son develados a Lucy, en estas lineas que<br />

deleito con la yema de mi dedos e imagino con lo que me<br />

queda de luz en este reducido espacio. En el sillón café que<br />

284<br />

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Hilda Yaneth Sotelo<br />

Mujeres cósmicas<br />

Fátima, Eloisa, Sally, Ramona, Ileana y las otras danzaban<br />

en mis ojos perdidos. El paseo en el triunfo merodeaba.<br />

Éramos trece, jugábamos siendo expertas en cada una de las<br />

posiciones, las posturas, las caretas, las verdades, con sus<br />

11. LUNA LLENA<br />

Antes del Sabbath mis dedos bailaban presintiendo la danza<br />

sobre el teclado, las letras impresas en los pequeños cuadros<br />

de la computadora, la excitante danza de las vidas paralelas.<br />

Lo supe con los soplidos del viento en la ventana del sexto<br />

piso del hotel. Mi estómago avisaba de lo suyo. Llegué a la<br />

comilona, esperaba pizza con harto queso cuando mis ojos<br />

suspendieron el baile en el teclado. Caminé buscando la<br />

presencia requerida, vi los autobuses, vi a la delgada mujer<br />

universitaria que inflada de ideales me esperaba. Ondulando<br />

el cabello, sentada en la ventana, agachaba la cabeza,<br />

cansada. Imaginaba escribirse en el futuro y del cuerpo vivir<br />

las experiencias. Las siluetas de la reunión en la kawí<br />

emanaban. Marisol, Ariana, Mariana, Diamante, Diana,<br />

experiencias hasta el dos mil diez. Tomábamos el rol sin<br />

hablar, leíamos el pensamiento las emociones desde antes,<br />

sabíamos al amor en las vivencias, llegábamos ahí todas al<br />

deseo de una. Sellado en el minuto, la huída del bosque<br />

acentuaba los pasos que aplastaban los pies en la tierra. Las<br />

voces se mezclaban, interrumpían la versión original, los<br />

pareceres son varios, tantos como cabezas. El eco ubicó las<br />

huellas que aplastaban los pies, el sonido se imprimió. Las<br />

rivales arrojaron las coartadas, dejaron de competir, no<br />

corrían, ni trotaban. Sobre el plano vimos nuestras aberrantes<br />

historietas. Arline escribía la negrura de nuestras almas, en la<br />

mofa con desbaratadas estrofas. Éramos interesadas,<br />

manipuladoras, sufridas, todo, todo menos diosas en la tierra.<br />

Caminaba sobre las hojas arrastradas por el viento que<br />

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287


Hilda Yaneth Sotelo<br />

taladraba mis sentidos. Huíamos del castigo, veníamos del<br />

dolor a la cura. Con la otra voz tuve la capacidad de emitir el<br />

número de mujeres que me rodeaban. Los temblores dejaron<br />

de ser, estaban en la tierra. Los dedos volvían su ritmo<br />

extrañado, el hilado. Igual, moría de miedo, corría acelerada,<br />

me detuve, respirar, respirar, conmocionadas. La quema de<br />

brujas fue decisiva, los supuestos sabios lo asentaron, nos<br />

marcaron el rostro. Ileana tomó suavenmente la mano de mi<br />

bisabuela, sonreía apartada, indiferente. Odiaba. De pronto<br />

dio el salto cuántico. Me sumó a su imagen, me aseguró<br />

morir por un momento, prometió hacer corto el reencuentro.<br />

Sabia, adelante el lobo fue pantera, ésta fue una con la luna,<br />

la lunas eran trece, estaban a escasos metros de mí. Las<br />

podía, maravillada ellas me hablaban. 1. Luna nueva: -Soy<br />

luna negra, es imposible que me veas, me encuentro oculta<br />

tras el resplandor solar. 2. Luna creciente: -Soy visible, me<br />

puedes transpasar con tus manos, tú misma sabras de ti en el<br />

otro lado, en el cuerno de las faldas de la Virgen verde que<br />

Mujeres cósmicas<br />

extiende sus brazos. 3. Cuarto creciente: - Soy tu otra mitad.<br />

4. Cuarto creciente: -Soy concavo y convexo, he perdido la<br />

rectitud. 5. Luna llena: -Soy tú. Los bosques fueron uno en la<br />

distancia, en el tiempo, en las partículas de la luz. La luz que<br />

destella las manos de Ileana, la bisabuela Rarámuri<br />

presentes. Los lobos imitaban el nacimiento del dolor,<br />

soplaban en las sirenas que sonaban implacables fulminaban<br />

las sonrisas. Un nudo en la garganta desata el llanto Lucy,<br />

hablando me atraía, me hipnotizó al instante. Ariana<br />

reprimía el dolor de su padre muerto. Los gatos absorben la<br />

nostalgia. El aire complice nos sometía a la reunión, era<br />

sábado, en siete días sería el otro el Sabbath pactado siglos<br />

antes. El padre de Ariana fallecía en sentido contrario, se<br />

llevaba con él secretos de escondites de dinero, secretos de<br />

amor, secretos de preguntas sin respuestas. La frecuencia<br />

olía a corazón de la madre de Ariana la razón del porque<br />

fallecía exactamente el día del cumpleaños de su esposa, la<br />

madre, la mujer que lo cuidaba. La zozobra, el<br />

288<br />

289


Hilda Yaneth Sotelo<br />

arrepentimiento penetraban Ariana a tal grado que veía al<br />

padre con frecuencia, él confesaba uno a uno los secretos de<br />

su vida. El sentido contrario arrasó arrancaba carcajadas en<br />

la locura desbordada de, Ariana secaba las desconocidas<br />

lágrimas. Hablaba de ver ángeles, hablaba de sueños lúcidos,<br />

de una vida sin tropiezos. Antes leía cartas a las<br />

doncellas.10.<br />

Ahora leía a escritoras mexicanas, les creía, les admiraba.<br />

Trataba de vivir los personajes de la lectura. Manifestó a una<br />

cortesana de ojos aceituna, a una prostituta que desmembró<br />

su casa, su interior casa despejándola de cada mueble inútil,<br />

en su lugar, adquirió una cama de inmensas dimensiones,<br />

una deliciosa cama de cobertores rojos acolchonados,<br />

dorados de matices que extasiaban a los durmientes perdidos<br />

en sus senos, perdidos en su sexo estallando infinitamente,<br />

estallando hasta producir chispas que atraían a otros. Ese<br />

personaje inaudito, práctico al desechar los objetos muertos<br />

en su ejercicio diario, el personaje se instaló en Ariana quien<br />

Mujeres cósmicas<br />

repite la osadía, la describe en sus palabras.<br />

Decía que ella había sido antes y después de Fátima. El alma<br />

agradecida reconocía las cualidades de sus amigas. Las<br />

enaltecía en cuanto podía. Se decía feliz, conocedora de su<br />

rutina, de sus decisiones. Feliz de hacer lo necesario para<br />

pasar bien el tránsito en esta vida. Ariana muy a menudo<br />

evocaba a Sintini un bar de pecados y martinis. Su locutora<br />

voz llama la atención. Tomábamos Mango martinis,<br />

olfateábamos la antigua relación de nuestra almas, usábamos<br />

el mismísimo vocabulario, las ideas fueron una, el respeto<br />

subió el tono. El escenario nos mudaba, nos identificamos,<br />

no corríamos, ya no teníamos que huir por ver ángeles,<br />

hadas, ninfas, por ver el futuro en los sueños. Ya no<br />

sacrificábamos lobos, sufriendo los embates de nuestra<br />

ignorancia. No éramos perseguidas por trazar realidades<br />

paralelas, no éramos satanizadas o apedreadas por ser<br />

infieles, nadie nos juzgaba. Ausentes, alejadas de la infamia<br />

caminábamos lentamente hacia el interior del espejo. La<br />

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Hilda Yaneth Sotelo<br />

cancha tenía tres compartimentos, uno emulaba a la cocina, a<br />

la izquierda un pequeño espacio era dedicado al piano<br />

blanco, las pinturas, las plantas. Y el corredor nos sorprendió<br />

volando en voces que callaban y fueron dotadas de la<br />

capacidad de ver en el sentir. Entramos por la puerta de<br />

madera adornada de cuerpos esbeltos dorados. El menú de la<br />

noche nos mostró el retorno a Florencia Italia. El aroma del<br />

Ser y de la flor. Lasaña, ensalada, pay de queso, fresas y<br />

vino suave. Fátima repetía los detalles de su más reciente<br />

amor, su gran amor. Sus ojos cambiaron de color al<br />

descubrir los Milagros a punto de manifestarse. Le<br />

permitimos expresarse, era nuestra deuda porque siglos atrás<br />

la ignorábamos. Ella representaba la compilación de una<br />

doncella de la Edad Media. Una doncella del alma noble.<br />

Esa noche fue la anfitriona que callaba al perro con tan sólo<br />

tocar la ventana, como en el tiempo donde solía esconder a<br />

su mascota, un Papillon faldero, que iba a todas partes<br />

callando los andares de la doncella, se ubicaba debajo del<br />

Mujeres cósmicas<br />

vestido azul, un vestido que transcendió el tiempo y el color.<br />

El perrito también paseó en el tren del tiempo. Murió de<br />

viejo, reclamaba su presencia, en vano le lloraba suplicando<br />

su regreso. El cuerpecito de Kamel fallecía, dentro de sí<br />

suspiró seguro de seguir a Fátima hasta acá, hoy. La doncella<br />

extrañaba las pisadas, el olor, el calor del perrito.<br />

Unos días antes del Sabbath. Lucy caminaba con Arline en<br />

un parque, dando recorridos con pasos e imágenes recientes.<br />

De pronto un hermoso, peludo y café perrito saltó al pecho<br />

de la hilvanadora. Arline supo en el instante que ese perro<br />

llevaba siglos esperando sumergirse en la espiral hacia<br />

Fátima. La hilvanadora lo rechazó, Arline le advirtió la<br />

eterna espera, se compadeció, permitió que Kamel penetrara<br />

en su aura, la noche del reencuentro fascinado se sienta en la<br />

mesa una conversación idéntica a siglos atrás. Cabizbajo,<br />

emocionado, presenció el presente.<br />

-Qué pena, se dijo.<br />

292<br />

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Hilda Yaneth Sotelo<br />

-Tanto esperar para lo mismo. Encapsulado por los pactos de<br />

los vampiros, enfermo adicto a beber sangre, muerto sin una<br />

gota de la misma, haber pasado tanto tiempo en espera, en la<br />

misma forma con el mismo cuerpo. Obsesionado con ver a la<br />

doncella, el único ser que emanó amor puro, el único ser<br />

cerca de la divinidad y sentir que ha sido víctima de sus<br />

propias creaciones. Estaba listo para transmutar a humano,<br />

esperaría el feliz embarazo de Fátima y Joel.<br />

-Me han dicho demonio femenino cuando por primera vez<br />

me extrajeron de una piedra en la montaña. Allá donde los<br />

vampiros experimentaban los caminos hacia el desarrollo de<br />

diferentes poderes. Desde entonces seguí a Joel. No sabía<br />

que él iba a estar en un escenario, cuando llegó la verdadera<br />

riqueza a su alma tan perdida por siglos. Cuando conoció a<br />

la doncella en Florencia, ese día, ese momento fue para mí la<br />

liberación. Joel desde su época de vampiro me había traído<br />

en su cuerpo, pegado en diferentes formas. Primero me uní<br />

con fuerza a su pecho mientras él tocaba el suelo para<br />

Mujeres cósmicas<br />

elevarse. Por accidente quedé en su mano derecha, quedé en<br />

forma de pequeña piedra. Fui una piedra hasta que una<br />

noche en un ritual llegó a mi un charco de sangre que<br />

absorbí sediento, por eso es que fui rojo brillante, pero el<br />

paso de los años me desgastó a una forma muy pequeña casi<br />

invisible. Joel estaba a punto de sacudirse las manos cuando<br />

notó mi presencia, me tomó con curiosidad y me llevó con él<br />

a todas partes, él supo que con el paso del tiempo y la<br />

admiración de los seres vivos yo crecía, eso lo dejó prendido<br />

de mi desarrollo. Crecí y mi brillo encandilaba los ojos<br />

humanos, el valor para intercambiarme aumentaba cada vez<br />

más. Hasta que un día una adivina que quería comprarme<br />

supo mi origen, me abrazó con calor y en un instante mi<br />

deseo de estar vivo, de respirar, de correr se había cumplido.<br />

La adivina quiso liberarme y me dio de alimento a un animal<br />

salvaje. Al estar en el interior del animal estallé con tal<br />

fuerza que penetré una de las crías que la hembra llevaba en<br />

su vientre. Desde entonces navego en cuatro patas, algunas<br />

294<br />

295


Hilda Yaneth Sotelo<br />

han sido experiencias espantosas de deambular por las<br />

llanuras, hambriento, sediento, enfermo, sólo, depredado.<br />

Hasta que el humano supo de los lazos con los animales.<br />

Vivía con una manada de lobos, y a mi grupo llegó la noticia<br />

de que los seres de dos patas largas, los seres erguidos, de<br />

espalda recta, descubrieron una forma de amansarnos y<br />

usarnos mejor. Después nos elevaron y quisieron ser<br />

nuestros amos.<br />

La primera vez que tuve amo, mi cuerpo se conmocionó de<br />

emoción, corría a lamer las manos de él, esas manos me<br />

parecían familiares muy familiares. Amaba cada línea de la<br />

palma, la olfateaba seguro de haber estado ahí mucho<br />

tiempo, seguro de deberle ser mascota. Mi amo no era feliz,<br />

lo sabía porque a veces empujaba con fuerza mi lengua hasta<br />

hacerla sangrar, nunca supe la razón. Las mascotas amamos<br />

por eso tenemos amos, somos fieles y aceptamos cada acto<br />

sin juzgarlo. El día que mi amo falleció porque se le<br />

vaciaron los pulmones de tanto trabajar, yo fallecí con él. Lo<br />

296<br />

Mujeres cósmicas<br />

seguí, hasta que su oscuridad nos perdió de vista pero lo<br />

reencontré el día que conoció a la doncella y yo iba con ella.<br />

Ya en el comedor de Fátima, traído por la hilvanadora, el<br />

sábado a las siete de la noche en punto, Kamel lentamente se<br />

despedía de sí mismo. Las mujeres presentes no lo notaban.<br />

Kamel ensimismado de hacerse consciente de su canina<br />

existencia, de lo que él había recreado por siglos, decidió<br />

avanzar sin siquiera salirse por la puerta, sin entrar en los<br />

sueños de la hilvanadora. Avanzó, en recta, decidido a<br />

desarrollarse. Se unía a las voces caninas que acompañaban a<br />

las ninfas, desaparecía entre la llama que segura marcaba el<br />

camino hacia su evolución.<br />

Los pactos, brujos enfermos de poder, los vampiros<br />

insaciables, la estancia en la montaña, las sabanas asesinas,<br />

las muertes dolorosas, las desgarradoras despedidas, los<br />

aromas de la noche de amor de su doncella, los perfectos y<br />

admirados pies humanos. Quedaron en imágenes que<br />

formaron esferas listas a abrirse en cualquier momento. Sin<br />

297


Hilda Yaneth Sotelo<br />

voltear, siguiendo la línea, Kamel, meneó la colita de alegría<br />

al encontrar en su camino al maestro que ya lo esperaba.<br />

En la mesa cada una tomó su turno, su puesto. Cada mujer,<br />

en la cita, se ubicó con inspiración angelical. Kamel quedaba<br />

en esencia.<br />

-Fátima, mi ama—dijo Kamel.<br />

Olfateó los pies enmarcados en zapatos plateados abiertos.<br />

Absorbió la tristeza de su aún rubia doncella. Quiso avisarle<br />

que los pasos de Joel estaban muy cerca, advertirle ser feliz<br />

en el ahora pero no pudo comunicarlo, era un animal aún y la<br />

hilvanadora estaba concentrada en descifrar realidades<br />

paralelas.<br />

Kamel transpiró la tristeza melancólica de la pérdida del<br />

violinista rojo. El hombre que le había enseñado a la<br />

doncella a hacer de la vida un acto, un acto en cinco<br />

renacentista, le enseñó a ser la quinta luna. Él recién había<br />

dominado el oficio, venía de una letanía vampirezca, gustaba<br />

Mujeres cósmicas<br />

de la sangre. La doncella se había enamorada del músico<br />

siglos atrás. El juglar tocaba el laud, había asomado su vista<br />

a los hoyos negros que lo sumergían al tomar sangre, el<br />

ritual preferido de su grupo. Dentro de sus creaciones<br />

trabajaba una, elevarse hasta las alturas con el cuerpo. Una<br />

vez lo logró, sólo en una ocasión pudo elevarse y se vio,<br />

amarillo, de cuerpo escamoso, lengua de lagartija de un sólo<br />

ojo en el estómago extremadamente rojo por dentro. Llevó<br />

sus palmas al vientre, lo presionó para vomitar lo que no le<br />

pertenecía, presionó tan fuerte que se provocó asfixia y<br />

ceguera, mientras una pequeña piedra yacía incrustada en su<br />

mano derecha. Desde entonces abandonó por completo el<br />

hambre por la sangre, pero ésta ejercía una rara atracción en<br />

su psique. La piedra no se movió y llegó a estar, a ser<br />

durante los tiempos venideros. El juglar, después, supo<br />

jugar, cantar, supo tocar cada instrumento que veía actuar.<br />

Había obtenido el permiso de verse en sus creaciones, eso, lo<br />

perdía constantemente y buscaba desesperado la fuente a<br />

298<br />

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Hilda Yaneth Sotelo<br />

través de Fátima quien abría sus delicados brazos a recibirlo.<br />

En sus noches de amor, Joel absorbía la fuente en luna roja,<br />

dejaba a Fátima desolada, triste, en espera de los ciclos<br />

dolosos. La doncella amaba a ese hombre, lo amó y lo<br />

amaría en el futuro. La fortuna la rodeaba cuando él<br />

aparecía. La fortuna de encontrar el significado verdadero de<br />

la existencia. Él reconocía haber estado perdido y cuando la<br />

reencontraba se impulsaba de tal forma que la felicidad<br />

perduraba hasta el terror y desear verla otra vez. Fátima tejía<br />

el camino con la ayuda de su madre. Tejió el hallazgo desde<br />

los sueños. Ella había adquirido poderes que siglos de amor,<br />

dulzura, transparencia, les otorgan a las mujeres. Así<br />

presentía el alma extraviada de aquel que un día fue<br />

vampiro. Lo atraía, le mostraba, le acariciaba el origen del<br />

amor, aún a pesar de su propio corazón humano, arriesgaba<br />

estatus, ideas, formas de pensamiento, egos, y se disponía a<br />

deshacerse de todo aquello que la atara a seguir su intuición<br />

más elevada. Lo hizo en el pasado. En esta ocasión lo volvió<br />

Mujeres cósmicas<br />

al centro; esta vez Joel aterrizó con firmeza al estar a punto<br />

de desmoronase en la vida actual. Fátima transmutó la<br />

doncella que había sido y se entregó sin reservas.<br />

La era de avanzar arrebató el placer momentaneo y la triste<br />

repetición de patrones; no podía seguir siendo la<br />

incondicional de aquel Ser que aferrado en su estadía la<br />

obligaba a regresar una y otra y otra vez al ciclo vicioso de<br />

su historia de vida. Fátima aprendería a soltarlo<br />

infinitamente, desaprendería la forma del tejido hacia él,<br />

sería completa sabiéndose alma sabiéndose mujer cósmica.<br />

Joel se percataría de la decisión de Fátima y él descubriría<br />

sólo el tejido hacia ella. Llegó un 31 de octubre por la noche;<br />

entró por la puerta de atrás y olfateó el corazón de Fátima, lo<br />

succionó, fue pasado, presente y futuro cuando en un acto<br />

Fátima vio la cabellera lacia larga, la cabellera de los sueños<br />

que se enredaba todo. El viento sopló meneando las esferas<br />

abriéndose en cabellos dorados. Desde antes, desde ahora, se<br />

enamoró arriba en el escenario de la experiencia, ignorando<br />

300<br />

301


Hilda Yaneth Sotelo<br />

el antecedente del tejido. Ella entraría a placer en el tiempo<br />

que transcurría en autobuses, trenes, autos clásicos, gigantes<br />

camiones que le mostrarían el estado de su relación con Joel<br />

en la realidad paralela que se niega a bajar de la cuarta<br />

dimensión debido a temores, miedos, patrañas humanas.<br />

Matrimonios complicados, sin amor.<br />

Desde sus inicios el familiar rostro abrazando un rojo<br />

instrumento de cuerdas, vio a Fátima desde lejos, la vio<br />

moviendo su rubio su delgada cintura. Estaban los dos en la<br />

misma calle, paralelos en el tiempo las dos líneas se volvían<br />

a juntar en un evento artístico, una y otra vez. Esta vez<br />

Kamel trazaba su propia línea, se había ido. Ya ni los perros<br />

querrán sufrir en el 2014.<br />

Fátima ya no era la doncella con largo vestido y perrito<br />

faldero. Era una mujer a punto del doloroso divorcio, una<br />

mujer valiente con dos críos a quien mantener. La madre de<br />

Fátima, desde antaño, creadora de historias de amor sin<br />

cumplir, transmitióa Fátima la romántica y oscura idea de<br />

302<br />

Mujeres cósmicas<br />

enamorarse de lo prohibido. Soñó a su hija en una gran<br />

casona que necesitaba un tren para trasladarse, la soñó con el<br />

famoso guitarrista del maná que cae del cielo. Vivían en<br />

Florencia, tenían dos hijos llamados Sam y Margot. El sueño<br />

reiniciaba el diálogo y el hallazgo, repetitivo. El sueño, el<br />

inicio del final del círculo. La madre de Fátima, sensible<br />

mujer que vive desde el dormir, enseña a Fátima en el arte de<br />

la costura, el tejido desde adentro pasea las palabras entre<br />

tren, casona, Sam, Margot, cabello largo, guitarras. Palabras<br />

mágicamente realizables en postrer momento. Liberaciones<br />

de corazones que merecen reunirse, almas gemelas cuyo<br />

tiempo de alegrías ha llegado.<br />

Las palabras coinciden. No hay duda, de la urgencia de Joel<br />

por reconocer a Fátima. Las habilidades de Fátima por<br />

rescatar el alma dolorida de Joel se apresuran; logra<br />

destrabar un presente agobiante, un presente corto con un<br />

futuro sabio.<br />

Los dos hijos del tren de Fátima y Joel son inseparables<br />

303


Hilda Yaneth Sotelo<br />

gemelos paseados en el futuro. Representan el lazo cósmico.<br />

Sam y Margot han formado un sólo nombre al florecer. Van<br />

depositando semillas de aventuras sin temor, esparciendo<br />

olor en los encuentros urgentes, reencuentros. Viven en<br />

composición proto plasmática.<br />

La premonición de la madre de Fátima se materializó de<br />

noche en medio de la algarabía, en una calle frente a El<br />

Camino Real, el hotel de los fantasmas, y los amores de<br />

Neptuno. La leyenda de los vampiros resurgió, en milésimas<br />

de segundo, sólo fue captado por Lucy. La esfera roja emanó<br />

El Valle de Fasa y los paseos nocturnos en el bosque, las<br />

cartas adivinatorias, la huída, los lobos, los rituales en la luna<br />

llena, llegaron de golpe.<br />

Las imágenes violetas de autos del futuro hicieron gala la<br />

misma noche, Joel insistía en invitar a Fátima a la cena. La<br />

cena del reencuentro de amor. Vestía de rojo, manejaba un<br />

auto rojo, el color atrajo los deseos vivientes de Joel. Fue<br />

toda sonrisa e incomprensión, jamás había experimentado la<br />

304<br />

Mujeres cósmicas<br />

atracción a tal intensidad, su cuerpo abandonó la reunión, se<br />

fue a su casa pensativa ignorando las imágenes del tren, la<br />

casona. Alejada pero tan cerca de Sam y Margot quienes<br />

gritan vivir en la tierra. El celular se desvivía en mensajes de<br />

Joel, Fátima no contestó. Emuló a la mujer que vive en la<br />

entonación, no atina a deshilvanar la historia, se refugia en el<br />

recuerdo. Desde entonces, vive arriba en la quinta<br />

dimensión. Estar aquí le es difícil hasta que el truco sea<br />

descubierto, hasta que la ilusión dé paso a la perdurable paz,<br />

hasta entonces será placentero el aquí, el ahora. -Fátima, tú<br />

has pedido entrar en la máquina del tiempo. Usarás varios<br />

artefactos conocidos y colores familiares. La rueda verde<br />

vendrá primero, ahí, accesarás a los detalles de tu historia en<br />

automóvil del pasado. Después el umbral, no temas, las<br />

muertes te rondan. El canal en forma de trailer azul abrirá su<br />

parte trasera, te sugerirá bajarte. Debes tomar una desición, a<br />

la máquina del tiempo no le gustan los tibios, ésta continúa<br />

acelerada, sin piedad. La siguiente figura y color la<br />

305


Hilda Yaneth Sotelo<br />

moldearás tú misma, serás artesana.<br />

Ya con Joel en su centro, Fátima cierra los ojos del dolor, se<br />

duerme sin despertar y ve, va hacia el cuento de ahora, con<br />

sus tiernas manos descuelga una a una las burbujas de las<br />

fantásticas experiencias, observa, se eleva y observa. La<br />

presencia de Joel le ha transmitido la forma de auto<br />

observación. En un instante Fátima se descubre, ve en su<br />

propia pantalla a Fátima aburridamente separada de su<br />

marido. Una mujer que no decidía la firma al divorcio. Joel<br />

la buscó entre la muchedumbre, la vio al cantar en una<br />

presentación con lleno total. Al terminar la actuación, Fátima<br />

hizo lo que solía hacer cuando veía las representaciones<br />

artísticas del pasado, las medievales, los veían sonreír con<br />

los ojos, sonreír en muecas de satisfacción eterna. Joel se<br />

derretía ante semejante conexión. Seguía la premonición. No<br />

soportó, le habló, la vio, le tomó la mano, le dijo no resistir<br />

verla sin tenerla, deseaba tocarla. Fátima desechaba del<br />

pudor, accedió. Joel dirigió el auto a un hotel de la ciudad,<br />

Mujeres cósmicas<br />

una vez abrazados olfatea el líquido de antaño, la sangre le<br />

fascina, se queda ahí. Afuera, la desconocida tragedia. El<br />

marido de Fátima los esperaba lleno de rabia, de furia, de<br />

presentimiento negro al perder definitivamente a su mujer.<br />

Los vio salir amándose, contentos, felices. Se abalanzó sobre<br />

Joel, le propinó tremendos golpes en el rostro, no respondió.<br />

La sensación de placer, de haber viajado en el tiempo, la<br />

sensación de haber conocido en cuerpo a su alma gemela, de<br />

haberse elevado sin verse amarillo, azul o rojo, la presencia<br />

del amor pleno, pudo más que cualquier deseo de responder<br />

a la furia. Joel perdía el permiso para verse así mismo co<br />

creado. Se marchó, Joel se marchó sin contacto posterior.<br />

Sin responder a los golpes. Se marchó llevándose lo que vino<br />

a seguir, el hilo verde de las esferas de Fátima.<br />

Joel escribe poesía, la envía a través de los finos cables oro<br />

en la red. Las cuerdas de las esferas de Joel son pardo, se ven<br />

sepia en el ciber mundo, los delgados hilos no han aprendido<br />

el secreto del desprendimiento total, es por eso que la<br />

306<br />

307


Hilda Yaneth Sotelo<br />

música, su poesía, suele doler, llorar hasta convertirse en el<br />

mar saldado y picante de los recuerdos.<br />

El divorcio llegó al fin, la fortaleza también. Joel había<br />

logrado en unos días lo que la misma Fátima deseaba hacía<br />

cinco años, divorciarse del esposo a quien nunca amó.<br />

Fátima conoce y extravía el amor real. Se refugia en sus<br />

pinturas, en su producción de video clips, en su casa, sus<br />

hijos, su corazón de mujer. A su vida llega Alan, la adora,<br />

pero ella no. Alan es un caballero, ofrece su vida a cambio<br />

de la felicidad de Fátima, la historia es la misma, el amor<br />

sigue en el aire. Las manos mágicas reinciden en la pintura<br />

de otros mundos que esperan ansiosos salir de las esferas<br />

verdes.<br />

Fátima tiene un bello consuelo, sus sueños lo son,<br />

reconstruye la convicción de comunicarse a distancia, arriba<br />

en el escenario. Con certeza desvanece las barreras entre lo<br />

real, lo onírico. Se confirma que no hay diferencia entre uno<br />

Mujeres cósmicas<br />

y otro. La distancia entre los dos mundos es corta, muy<br />

corta, casi invisible. Camina con la seguridad en el corazón y<br />

la firmeza en su mirada, su erguida figura que emana talento<br />

al tocar el piano, al cantar, al producir, al pintar. Fátima<br />

despierta sin dormirse y vuelve a la misma habitación, a la<br />

misma cama donde había cerrado los ojos del dolor. Esta vez<br />

los abre a la manifestación de Dios dentro, en su casa, en su<br />

interior rediseñado. Ahora la Vírgen le sopla al rostro. Una<br />

mañana después de leerse, después de recordarse, duerme,<br />

plácidamente, tres pequeños la custodian, la consuelan. Un<br />

viento frío invade la estancia arriba en la cama, desea<br />

despertar, no puede. El miedo transcurre mientras El Ave<br />

María se reza dentro. La inquietud recorre su mañana. La<br />

hilvanadora lo sabe, abre el libro de Fátima, le envía voz de<br />

aliento pacífico, asegurando la belleza angelical en las<br />

esferas negras dirigidas por Kali. Fátima transforma su<br />

mirada, habían sido siete años de vacas flacas; ¿qué<br />

marchaba equívoco en las líneas de su destino, qué?. Había<br />

308<br />

309


Hilda Yaneth Sotelo<br />

llorado mares separada de su alma gemela; encima de su<br />

casa muy a menudo aparecía la nube negra cargada de ideas<br />

sucidas. ¿Sufrir es la escuela en la tierra?. Se preguntaba.<br />

Septiembre transcurría lento entre parásitos y bacterias que<br />

amenzan con llevarsela a la tumba. El torrencial motivó a las<br />

sombras; los ojos de Fátima se tornaron serpentinos;<br />

ovalados de esquinas invisibles, abarcaban hasta la coronilla<br />

de donde emergía la sed de liberación. Su ex esposo debería<br />

dejar el manejo del tren; su exesposo debería soltar los hilos<br />

de la hisotoria de Fátima y Joel. Fátima invoca a Kali mezcla<br />

los colores de las esferas y de su boca saltan sendas<br />

Mujeres cósmicas<br />

se prepara a ver ángeles gigantes, líquidos que lo<br />

transforman en hombre cósmico, seguro de su herencia<br />

indígena deja el ninguneo, se convierte en alguien, sin fiesta.<br />

Las conexiones y La linterna mágica van trasformando el<br />

pensamiento de Fátima. Sincronismos, benditos<br />

sincronismos. El partido entre las cósmicas se juega de<br />

noche, los ojos del interior se abren para penetrar los mundos<br />

sutiles y descubrise oscuras. Los objetos que rodean el sillón<br />

café Luis XV montado en el concreto, forman una veloz<br />

espiral dirigida a Giovana.<br />

cucurachas negras de reclamos pausados; reclamos de malos<br />

tratos durante el injusto matrimonio, reclamos milenarios de<br />

sus antepasadas, las bisabuelas asistían al juicio en contra del<br />

hombre quien apseumbrado se retira a reflexionar, piensa<br />

tirarse al Río Bravo, decide refugiarse en la montaña<br />

Franklin, se sienta en la piedra rumbo a las antenas que<br />

conectan a los extraterrestres; escucha el ruido en sus oidos,<br />

310<br />

311


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Mujeres cósmicas<br />

durante un sueño, me dicta que ser libélula de alas rápidas y<br />

ágiles, ver a Giovana, deshacerla de la ilusión y salvarla de<br />

la antesala de la muerte. Obedezco, ciega en la realidad<br />

terrenal obedezco. A Giovana le urge reconocerse, la mitad<br />

12 GIOVANA EN LA CAMA.<br />

Abre a la pintura del siglo XV testigo del fétido olor que<br />

emanaban los tercos cuerpos aferrados a trascender el<br />

espacio y el tiempo. La bocanada, el soplo del egocentrismo,<br />

la falsedad vitalicia reconociendo arte donde sólo los ojos de<br />

la zalamería ven.<br />

Arte distribuido en su alcoba, sus caricias, sus entornos.<br />

Patios amplios necesarios para acumular obras buenas,<br />

bellezas auténticas, estilizadas porque su mirada las saborea,<br />

sólo su vista. Ignoraba la grandeza escondida, las llaves le<br />

fueron negadas. La razón, no lo sé. Deseo mío tan obvio<br />

enlaza la clave a la llave que abre la puerta de sus<br />

estremecedoras experiencias en el tiempo. Lucy se incrusta<br />

de la semana, miércoles, el día quince, la mitad del mes,<br />

hicieron el entero, el entero esperado por siglos. Cinco para<br />

ser exactas, cinco karmático destrabado aquí, desde la cama<br />

dorada y blanca que encausa las nobles sin nobleza. La<br />

misma cama que sueña las realidades trazadas desde otro<br />

plano, realidades al fin. Realidades que me son<br />

bondadosamente abiertas. Ellas, asumen, ellas pelean las<br />

historias enlazadas, ellas defienden el punto de sus egos<br />

mientras corazones quedan atrapadas para seguir en el<br />

cuatro, el cuatro, el cuarto del truco alcanzado al cinco del<br />

cinismo. El cuerpo les encierra, las agobia intentando<br />

imitarse, intentando seguir el sarcasmo, la ironía tragándolas<br />

completas, será mejor se tragado por la serpiente. Es que, al<br />

instante, cuando sus ojos se leen, ignora los alcances, los<br />

312<br />

313


Hilda Yaneth Sotelo<br />

colores, los olores, la circunferencia perfecta en su trazo. Me<br />

deleita, me fascina el óvalo rodeando la escritura orgánica,<br />

única, ¿qué es la escritura orgánica? Es descubrir el misterio<br />

del código genético, es indagar y treparse al verdadero árbol<br />

de la ciencia, hartar la manzana y ver las herencias malditas<br />

en tus anscestros; hablar y escribir de las violaciones<br />

sexuales, la apuesta de mujeres, los asesinatos, la<br />

aberraciones, los negocios turbios, el racismo en tu familia,<br />

perdonar, sacar del corral a las bestias y encaminarlas a los<br />

hoyos negros para que sean trituradas en un satiamén.<br />

Después nada es igual, algunas traerá la mórbida realidad<br />

escondida, la viven la poetizan. Otras voltearán los ojos<br />

ofendidas, muy altaneras, pero igual de hermosas, amadas<br />

por todos los Dioses.<br />

A Giovanna no le es mostrado el ejemplo de posibilidad.<br />

Ella ocupada en su mundo de miedos ignora que una<br />

realidad paralela le fue descubierta, escrita sin posible<br />

lectura.<br />

314<br />

Mujeres cósmicas<br />

Giovana lejos del embarazo, distante de la pose, ha sostenido<br />

las convicciones lejos del chayote, no se corrompe, aborrece<br />

lo antiestético, ama la ética, el buen hablar, la cordura. Su<br />

voz convincente de lo que emana inspira al bien, aniquila las<br />

tentaciones, se entrega en guaraches indígenas y ropas de<br />

Frida Kahlo. Ama México, odia a los poderosos que apocan<br />

la ternura y las aspiraciones de su gente.<br />

El queso estaba muy fresco. Quise levantarme a probarlo<br />

pero algo lo impedía. No sé, el olor, la consistencia retractó a<br />

las manos para posarse en aquella suculenta mirada que<br />

gritaba ser comida. Acerqué un poco la nariz, olfateaba<br />

como hace mucho no lo hacía. Mi olfato meneó las<br />

consistencias y constelaciones familiares dentro, mi vista<br />

nubló por un momento los objetos, ensordecí para no<br />

palmear la verdad del impulso de llevarme el queso a la<br />

cama. De la que ama el queso. La cama donde reposo a<br />

veces del ajetreado, el tripular pensar que agobia<br />

constantemente. La dorada cama. Presa de la confusión<br />

315


Hilda Yaneth Sotelo<br />

sonreía a los lados, mi sonrisa del miércoles quedó prendada<br />

en el aroma de la mujer que se llevó la mitad de mis<br />

secretos. Alguien se ha llevado mis secretos, espero que sea<br />

para bien, espero por lo menos que los trozos sean repartidos<br />

con justicia, aquí está mi morón, listo, develado.<br />

Observo el juego desde el cielo. 11. Cada palabra sube al<br />

monte pequeño, esa tierra mía que enterró mis libros, que<br />

ahora extraigo con placer, sí, de seguro soy hablando, no<br />

importa, la vida suele ser tremendamente aburrida y ahora<br />

con tal desfachatez se presenta algo optimista. Jamás había<br />

hablado con la hilvanadora, la que se acuesta en la cama a<br />

escribir, la que también ama la fama. Apenas si cruzamos<br />

conversaciones frívolas en un par de ocasiones, eso sí, mi<br />

gran amiga Arline la refería a cada instante. -Hay alguien<br />

que te dice una posible verdad que ignoras, ¿te gustaría<br />

conocerla?- Insistía Arline. La fama de la hilvanadora había<br />

transpasdo las fronteras.<br />

Mi moreno rostro, la sobriedad en la vista que sabe a dónde<br />

316<br />

Mujeres cósmicas<br />

ser dirigida, el control en mis movimientos, las palmadas al<br />

saludar a las personalidades que conocía a diario,<br />

consecuencia de mi trabajo no permitirían delatarme ante<br />

una desconocida. Aunque me negara a leer la otra posible<br />

realidad, ella lo sabrá en cuanto estemos en contacto, estoy<br />

segura. Trataré de evitar hablar del tema, iré paseando en<br />

círculos, así sabré donde abandoné mis huellas; presiento<br />

que la escritura orgánica no se me da, los mío es el<br />

periodismo. Mi hija, el mundo mío. Adorada desde todos los<br />

tiempos, era ella por quien circulaba, al final del día sus<br />

tiernos abrazos, su inteligencia, ese corazón que había nacido<br />

débil y se fue fortaleciendo a través de los tiempos hasta<br />

llegar a convertirse en un gigante que guio a mujeres<br />

indígenas a la liberación total.<br />

Liberación iniciada, creo, desde la Edad Media. El águila<br />

hembra andaba por aquellos recovecos voladores de almas,<br />

exploradores de lo incierto. Los hombres extraviados hacía<br />

mucho tiempo. Probablemente pensaba en estructurar un<br />

317


Hilda Yaneth Sotelo<br />

decálogo de comportamiento, desde entonces soy estricta,<br />

desde antes, desde hace mucho mi rigidez reduce la visión<br />

que hoy mismo he decidido abrir sin reservas, llegando hasta<br />

los motivos más profundos, que me animan, mueven y<br />

conmueven. Siento que el tiempo ha llegado, ni un minuto<br />

más se fugará en la nada, en seguir ajena a esto que llevo<br />

dentro, esto que sólo yo sabía y ahora cuento.<br />

Recuerdo perfectamente el embarazo que tanto le entregué a<br />

Santa Margarita. Los temblores al pensar fatalidades se<br />

manifestaban sobresaltado la sobrecogida escena. Esa del<br />

famoso cuadro que ahora veo incomprensible y lejano.<br />

Llevaba el vestido verde de esperanza, mi esposo tomó la<br />

mano izquierda racionalizando la conexión, desde entonces<br />

mi mente es meticulosa, calculadora al vivir. Fue por la tarde<br />

cuando el famoso pintor llegó puntual a la cita. Nos plasmó<br />

mientras a lo lejos el olor a orines trataba de colarse por la<br />

escena, no sé si logras percibirlo después de años, no lo sé<br />

pero el queso, ese queso que quiero devorar acarreó el paseo<br />

Mujeres cósmicas<br />

de las imágenes. Apesta a orines en este momento, alguien<br />

me orinó la espalda, algún mequetrefe que no logro ver y se<br />

aparece dentro de la esfera negra que Kali hará añicos; oh<br />

no, ya lo veo, es mi primo, era mi esposo, ellos amantes,<br />

homosexuales enclocetados, nadie debe saberlo, uf, ya lo<br />

digo, lo escribo.<br />

Y pensar que mi buena amiga Arline es pintora que organiza<br />

torneos de fútbol cósmico.<br />

-Lucy, ¿qué ha pasado entre tú y Arline.<br />

-Ha pasado tiempo, sólo eso, tiempo.<br />

-¿Todavía juegan rudo?<br />

-Ve a tu vida Giovana, enseñanos a mordernos los labios<br />

para no hablar tanto.<br />

Sigue el fétido olor a orines. Veo el cuadro después de<br />

percibir el tren en su ruido, lo veo clarito, no veo la plasma<br />

del pintor, mucha gente a mi servicio, veo el rostro del<br />

318<br />

319


Hilda Yaneth Sotelo<br />

esposo, rostro muerto de emociones, rostro resignado,<br />

enfermo de contabilizar cada moneda de metal precioso que<br />

le fuese a dar más y más ¿qué? Ya no sé qué. En este tiempo<br />

él ha enfermado víctima de la vida, cada día tiene más<br />

expectativas de los demás. Desea contacto, restablecer<br />

contacto con su poder interior, pero estamos demasiado<br />

ocupados comparando con los demás y criticando. Ahora lo<br />

sé. Habíamos pecado de sensibles. Las injusticias que se<br />

cometían antes, ahora nos parecen horrendas no soportamos<br />

vivirlas, nos escondemos en el refugio. Miro el cuadro,<br />

analizo el espejo cóncavo, el mismo espejo arriba, la verdad,<br />

nos infla de apariencia manifestando lo decible ahora, el<br />

ruido, el miedo. La enorme sensibilidad, la intensa actividad<br />

mental nos impide circular en equilibro. La veladora<br />

encendida, la presencia divina anuncia e ilumina el camino<br />

de la búsqueda interior, la mía al menos. Mi Santa Margarita<br />

prometió traer a Cenami con bien, mi pequeña Cenami, ella<br />

está feliz adorable, hermosa, inquieta, perfecta.<br />

Mujeres cósmicas<br />

Hablo con acento de firmeza, mi tono, el timbre es pausado y<br />

claro. Buscaba la vida, las experiencias del cuerpo, buscaba<br />

la emoción pero también lo justo, el estatus, la estabilidad y<br />

la economía, la casa bonita, mi casa, me matrimonia, el amor<br />

llegaría luego, llegó por pausas pero llegó, llegó en<br />

momentos, unos endebles otros intensos, turbaba el corazón<br />

lo encuentros fugitivos, los deseos de saberse extraño en mi<br />

vida. La resignación, la firmeza al enterarme que el trazo<br />

mental de mi existencia proporcionaba confort, consuelo en<br />

las pláticas con mis amigas que formaban parte del<br />

imaginado futuro que llega en partes, como los recuerdos.<br />

De pronto, el encuentro del miércoles es poético, el<br />

bicentenario de mi México lindo, la anunciada fiesta después<br />

del mundial de fútbol 2010 llamaba a Arline, al contagiarme<br />

en los recuerdos transmitidos de ser a ser, de mujeres que<br />

aman profundamente, mujeres paseadas en el cosmos de las<br />

visiones transitando, embarazos prematuros, mujeres ocultas,<br />

quemadas, sufridas, resignadas, golpeadas, mujeres deseosas<br />

320<br />

321


Hilda Yaneth Sotelo<br />

de leer, de saber, que huyen en su imaginación porque la<br />

realidad le es cruel, dura, infame. Mujeres confundidas en la<br />

ilusión de los ropajes, los perfumes, las máscaras esotéricas,<br />

creyendo fielmente en la existencia de ángeles que lo<br />

arreglan todo, todo. Mujeres de luna, desnudas al sol,<br />

desnudas ante la nada transportando credos en el tren que<br />

transita paralelo, el tren volado en la locura.<br />

Creer o no creer que fui aquella Giovana de verde, cuyo<br />

embarazo le olfateaba a millón, exitando a los gays; le<br />

alteraba el sentido asqueando los desechos del cuerpo<br />

humano. Amanecía en la ternura del encargo, transcurría en<br />

el tedio de las labores sin limpieza, defendía a otras mujeres<br />

que no permitían ser defendidas. Quise vivir en la rectitud,<br />

pero perecí en el intento, el ambiente no se prestó. Arline<br />

traía novedades del queso y el libro extraviado en la<br />

montaña. El libro cercano, era redondo, blanco jugoso, lo<br />

recuerdo. La simetría perfecta, la circunferencia completa,<br />

muy completa. La textura del momento, genial e ideal.<br />

Mujeres cósmicas<br />

El índice, el dedo medio, jugaron a la experiencia, levantaron<br />

la camisa blanca, llegaron a la cama a decir los secretos. La<br />

ventana rodeada de cortinas rojas, el rojo mordido por el<br />

pequeño perro, el hermano de Kamel apareció fiel, listo a ser<br />

representado, a atestiguar el acto de la letra mía,<br />

Nepomuceno, el que guarda los secretos, abundó la estancia,<br />

dijo regresar después, no me importa, él no es mi santo. En<br />

cambio tengo una Santa, Margarita es su nombre. La puerta<br />

del baño estaba abierta, a propósito. La otra puerta obedeció<br />

instantánea, obedecía conjurando a las mujeres<br />

materializadas en una fotografía. Retratos del eterno sueño,<br />

el sueño que despierta y ahora se abre. La puerta silenciosa<br />

lenta en los ríos de las piernas enteradas de la verdad<br />

expresada, ficticias a las razones suficientes, consideradas<br />

reales. Así inicia la plática que ahora reposa descansado al<br />

dormir. El secreto era.<br />

Cenami reprendía a Giovanna, a mí, por haber llegado tarde<br />

alguna noche, además la acusaba de haber ingerido una<br />

322<br />

323


Hilda Yaneth Sotelo<br />

bebida llamada Margarita así como mi santa. Combinación<br />

de flores, con tequila, limón, y sal. La mezcla provocaba<br />

mariposas en mi estómago, tomé una, sólo una. Son nuevas<br />

para mí.<br />

Mujeres cósmicas<br />

vivía muy a mi pesar. Ahí se albergaba intensa, lista a ser.<br />

Recobré el sentido de la vista, los latidos unísonos<br />

suavizaron el encuentro con aquellas mujeres dobles, triples,<br />

cuádruples interminables, todas ellas, soy yo.<br />

Una noche soñé alguien de manos blancas como mi queso,<br />

una manos suaves femeninas alcanzaba la llave color plata,<br />

apresurada la tomé, olvidé dar las gracias, levanté el velo<br />

blanco, una blusa grande como las que me gustaba usar, una<br />

blusa de manta, otra de lino, otra de seda, incoloras, blancas<br />

o perlas, no recuerdo. Vi mis manos y eran exactamente<br />

iguales que las manos que alcanzaban la llave en las mías, la<br />

confusión notó la mente arrollada por no comprender. Los<br />

dedos que levantaban la blusa tocaron el centro, el corazón<br />

de aquella mujer, la misma mujer. Descansé el oído en su<br />

pecho que a la vez era mi pecho. El latido era tan fuerte,<br />

ensordecedor, que el olfato se alteró, la vista huyó, no vi mis<br />

actos. Dije -ya basta, ya basta, hasta aquí llegué-. Avancé en<br />

retrospectiva estuve en el hubiera. Una realidad paralela<br />

¿Ven a una? No, es sólo un cuarto, hasta hoy he visto el<br />

cuarto, me enfada tener que pensar si decido vivir lo que<br />

veo, no hay deseos en mí, pasaron, los fuegos apagados así<br />

existen por ahora sin llama. Ella la que lee la posibilidad, la<br />

hilvanadora insiste en sacarme de las cenizas pero yo solo<br />

veo a Lucy, la serpiente babeante, -juro que sus planes no le<br />

van a salir, yo soy Lucy, cada mujer lo es, lo somos, veneno<br />

veloz que corre por nuestra veneas rojas, verdes, moradas;<br />

hoy he enfermado, tengo apenas cuarenta años, sigo casada,<br />

rara vez sonrío en euforia, soy serena, perenne y morena. El<br />

cuatro es cabalístico, son cuatro las estaciones del año,<br />

cuatro los puntos cardinales, cuatro veces de diez años que<br />

me han madurado esta vida. Soy cósmica, soy bruja he<br />

contribuido al conjuro que reduciría a Lucy a su tamaño<br />

324<br />

325


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Mujeres cósmicas<br />

original de cinco centímetros. Aquí no la queremos gigante y<br />

poderosa, asusta. Necesitaba madurar, ser madre, mujer<br />

antes de serpiente emplumada. 11.<br />

El sol se asoma débil, he descansado poco. El sillón largo<br />

Luis XV de pronto fue cómodo, anoche estaba sumamente<br />

cansada, las interrupciones en la puerta, las visiones, las<br />

visitas, el soneto que arde mi pecho; el poema de Lucy,<br />

ahora lo recuerdo, alguien lo dictaba, alguien del pasado<br />

remoto, una monja lesbiana, o una novia torturada tal vez.<br />

Hablaba de un mal de amores, un don incomprendido, un<br />

hechizo, un dominio, un poder en la palabra, una renuncia,<br />

una cárcel, dolor intenso en el centro del alma por no<br />

haberse expresado lo suficiente en otros tiempos. Empiezo a<br />

comprender. He defecado a Lucy, fotografié mi hece,<br />

Giovana y Arline lo lograron; Lucy suelta mi estómago. El<br />

nublado me abraza, aprisona dulcemente, la lectura me<br />

libera y los barrotes allá afuera, ¿cuánto tiempo llevo en<br />

prisión, cuánto<br />

326<br />

327


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Mujeres cósmicas<br />

Nadie absolutamente nadie le da cobijo en este planeta, el<br />

ente, el siete hacia abajo que finaliza en forma de cuchara,<br />

13 RAMONA<br />

La propuesta era llevarlo a la mesa redonda del restaurante,<br />

estaría rodeado de cucharas plateadas colgadas de una cuerda<br />

café, unas nueve para ser exactos. Ahí le diría los planes del<br />

futuro inmediato, él con su usual ingenuidad aceptaría rentar<br />

una película cualquiera. Una vez en la estación pararíamos a<br />

ver los delfines que están justo ahí, en la entrada, después, a<br />

media noche, me diría de su enfermedad en la uretra. Yo<br />

optaría por sanarlo, no tendría un demonio que me dicta<br />

toquetear su ano y meterle el pene. Después de haber sido<br />

succionado por los hoyos negros en varias vidas, puedo en<br />

mí trasladar las historias infernales a otra parte, hacia los<br />

delfines de verdad los que bailan, cantan y son felices al<br />

llevarse la destrucción y convertirla en imaginación.<br />

Al día siguiente la luz azul ya se habría marchado muy lejos.<br />

328<br />

estaría en los abismos negros. Neptuno quien desolado, ya<br />

sin la luna, ni suicidios, no tendría más a qué llegar por estos<br />

rumbos.<br />

Ahora descubierto el lúgubre secreto de la herencia maldita<br />

humana; los niños, gozan uno a uno el minuto de su estadía.<br />

Era muy muy pequeña, tanto que duele el centro de mi<br />

frente, al forzar el recuerdo de los frijoles bailarines o<br />

saltarines, así les decía mi padre biológico a quien le debo el<br />

milagro del perdón, y mi baja estima. Bailaban formando<br />

figuras geométricas difíciles de creer o traducir. Permití que<br />

la pequeña Ramoncita, la niña de cinco años se distrajera<br />

ante la sorpresa de su otra pequeña amiga. La Negrita, en las<br />

semillas bailarinas a la noche, antes trató de llamar mi<br />

atención ataviando costosos collares. No, no lo logró. En<br />

cuanto puso los bailarines en las manos de Lucita y<br />

Ramoncita corrimos a hablar con ellos. Así la pasamos por<br />

329


Hilda Yaneth Sotelo<br />

varias horas, muchas horas de inocencia, credulidad, magia,<br />

la infancia.<br />

De pronto me ubiqué en la realidad de la violencia desatada<br />

en la frontera de Estados Unidos y México, Alán mi<br />

enamorado, en una fábrica, mi madre, mis hermanos, y las<br />

responsabilidades que adquirí a muy temprana edad no<br />

dejaban tiempo para recuerdos, ilusiones, o diversiones que<br />

otros se daban el lujo de tener.<br />

Marisol amablemente llamaba a La Negrita, la presentó a la<br />

par de unos cinco frijoles encerrados en una cajita. Esa<br />

noche, Celina la enfermera y yo veíamos con asombro cómo<br />

Marisol hablaba con cada ser encerrado en los pequeños<br />

frijolitos. Marisol visitaba lugares que luego traía en el<br />

mismo instante. Había que estar preparado para comprender<br />

los tratos de otra forma. Si no estabas atento, la magia se<br />

fugaba y ni te percatabas de que en ese instante estábamos en<br />

mundos paralelos. Casi siempre hablar con Marisol era estar<br />

atento, trucha, de lo contrario podrías terminar acusándola de<br />

330<br />

Mujeres cósmicas<br />

bruja hechicera, y eso no lo iba permitir porque yo soy muy<br />

tierna, crédula y comprensiva, eso sí, abrí mis ojos bien<br />

amplios, los oídos listos, y cada sentido preparado para ver<br />

hacia donde nos dirigíamos en esta ocasión.<br />

Lucita y La Negrita eran amigas desde Huatulco, Romancita<br />

apenas llegaba al juego, liderado por los frijoles saltarines.<br />

Por ejemplo, Lucita en un santiamén le sugirió a los<br />

saltarines en línea y estos obedecieron. Después Celina brotó<br />

del inmenso amor otras órdenes, Marisol les dijo que<br />

dibujaran el símbolo del amor, los frijoles saltarines<br />

formaron una pareja y abajo tres pequeños frijolitos ansiaban<br />

la mirada de sus padres. Habían formado una familia, tal<br />

cual. Así lo dijo Celina. Una familia típica humana, mamá<br />

papá hijitos, el símbolo, una condición que no se me ha<br />

dado, ni siento se me dará.<br />

A mis cuarenta y cinco años, sólo aspiro a seguir productiva<br />

en mi trabajo, conservar mi salud, mi cuidado personal,<br />

conservar a mi madre, mi casa, y por qué no a mis amigos,<br />

331


Hilda Yaneth Sotelo<br />

los de la vida. A eso aspiraba solamente, cuando la gente, de<br />

entre los minutos de los cansados y violentos días saltó la<br />

liebre. Así le llamo yo, cuando el cuerpo me avisa que es<br />

tiempo de amar y de pronto el macho dispuesto la hace de<br />

aparecido entre la manada y La Ramona muy puesta se<br />

entrega sin reservas. He pasado algunos años entre dos<br />

verdaderos amores, varias liebrecitas y un reciente, candente<br />

varón, que ojalá sea el definitivo, el amor que tanto he<br />

añorado, llorado y que ahora tengo, lo tengo al fin. Grito de<br />

felicidad, la felicidad esquizofrénica que absolutamente nada<br />

empaña, ni empañará , ni siquiera yo misma, mucho menos<br />

mi pasado, o el futuro que no imagino, porque he aprendido<br />

a vivir el aquí y el ahora, el eterno presente que bien nos<br />

hace, mucho bien, requete harto bien.<br />

La noche de los jummping beans, de las semillas del Álamo<br />

Sonora. La noche que conocí a La Negrita especial. La<br />

misma noche me estrenaba en el amor y en el vestido, pensé<br />

en ataviarme al estilo de siempre, antes de acudir a la cita<br />

Mujeres cósmicas<br />

con mis amigas, pero resulté muy segura de mí, el vestido<br />

suelto iba perfecto, me iba muy bien. Así es que presumí la<br />

felicidad a los cuatro vientos y aquellos vestidos que había<br />

olvidado por años, revivieron, los presumí a mis amigas.<br />

Esperé casi dos horas para internarme en los Estados Unidos.<br />

Cada día era más y más difícil entrar a los dos países, la<br />

convivencia entre los dos países se había tornado<br />

insoportable, la violencia en mi ciudad casi mata el corazón<br />

de cada poblador. Y lo digo porque por poco mi hombre y yo<br />

somos asesinados por una lluvia de balas después de<br />

entregarnos al amor. Un enfrentamiento entre los<br />

narcotraficantes y la policía federal ocurría justo afuera del<br />

motel, donde Alán y yo reposábamos después de una buena<br />

noche. Corrí asustada hacia el baño, las piernas temblaban<br />

presintiendo lo peor, los dientes rechinaban queriendo<br />

comerse unos a otros. Alán abrazaba mis miedos mi cuerpo,<br />

su temple me conmovió pensando que su corazón era de<br />

acero, jamás lo vi doblegarse o llorar o siquiera a emitir<br />

332<br />

333


Hilda Yaneth Sotelo<br />

alguna queja. Continuaba el ruido afuera, alguien aventó una<br />

bazuca y derribó todo el edificio de enfrente, las piedritas se<br />

colaron por los huecos de las ventanas, el polvo nos llegó<br />

hasta el atribulado arrepentimiento de aquel primer<br />

encuentro amoroso. Suplicaba a Alán retirarnos, pero él me<br />

advertía del peligro afuera, igual fue adentro. Recordé al<br />

señor que vende tortas de jamón, apenas lo había saludado, a<br />

la gente en el supermercado, a las casas tan cerca de ese<br />

lugar, supliqué por todos, le rogaba a Dios, a San Lorenzo<br />

protegernos de la guerra ajena, de la guerra de la corrupción<br />

de mi país, de mis gobernantes, de la insurgencia de los<br />

mexicanos, la insurgencia repetida después de doscientos<br />

años. El crimen, los de abajo en sus filas. Los gobernantes,<br />

los militares ahí. El crimen, los gobernantes también. Una<br />

gran revuelta. Los civiles de clase media baja, amándose,<br />

víctimas, asustados. Pasaron minutos eternos Alán y yo<br />

sumergimos nuestros desnudos cuerpos en la tina del baño,<br />

abrimos la llave del agua fría, un torrencial nos bañó los<br />

Mujeres cósmicas<br />

ánimos, el susto del congelamiento se iba conforme el agua<br />

era derramada hacia abajo. Los cuerpos empapados entre una<br />

mezcla de horror, miedo, susto, lágrimas. Los corazones al<br />

rojo morir, latían al escucharse hasta el cielo. Alán brindó<br />

una toalla y delicadamente secaba mi espalda, mis senos, mis<br />

piernas. Un dejo de seguridad a regresar se quedó ahí en esa<br />

extraña aventura. Hemos vuelto, infinidad de veces a<br />

amarnos. Increíble, pero ni el enterarnos de la cantidad de<br />

muertos esa noche nos detuvo, veintiún cristianos<br />

asesinados, entre ellos el señor de las tortas. Cuando<br />

finalmente cesó el estruendo de la guerra, salimos corriendo.<br />

Por mi mente pasaban miles de pensamientos, entre ellos el<br />

haberle mentido a mi hermano esa tarde. Le dije que iba<br />

rumbo a Estados Unidos a pasar el fin de semana con mis<br />

amigas del alma, con La Negrita, me sentía culpable por<br />

usarlas de esa forma, prometí ya no mentir al querer<br />

escaparme con Alán. Muy arrepentida iba rumbo a mi casa,<br />

dolida, estremecida de mi atrevimiento, tanto, tanto que<br />

334<br />

335


Hilda Yaneth Sotelo<br />

ahora voy de regreso al mismo lugar, a la misma cama, el<br />

motel que abriga la última oportunidad que le doy al cansado<br />

amor.<br />

Alán tenía varios meses rondando, escribía poemas<br />

dedicados a mí. Esta mente mecánica no sabía cómo<br />

procesar los detalles que hasta veía cursi, en el fondo las<br />

letras del poeta popular me alimentaban, recordaban las<br />

burbujas del vientre, las burbujas mariposas de la<br />

adolescencia, pero la mente, mi mente, el miedo se burlaban<br />

de semejante atrevimiento, vaya romántico. No estaba<br />

acostumbrada al amor en tono, en canto. Aquí en la frontera<br />

se hace el amor en la cama, no hay de otra forma, eso de las<br />

serenatas, los poemas es para la gente del centro de México,<br />

aquí trabajamos arduo,duro por la condiciones del clima<br />

extremoso y agreste, necesitamos estar sobre la hebra del<br />

dinero para pagar las cuentas de los servicios, especialmente<br />

el del gas que durante el invierno casi se lleva la mitad del<br />

sueldo de un mes. Los detalles románticos no tienen cabida<br />

Mujeres cósmicas<br />

en circunstancias de guerra que hemos vivido en la Ciudad<br />

de los abortos, las muertas, los asesinados. El amor circulaba<br />

en el aire, como en todas partes donde hay humanos. El amor<br />

para mí estaba ajetreado, aniquilado entre las penas malditas<br />

que causan los violadores, depredadores sexuales.<br />

Le di una última oportunidad al cansado amor. Alán<br />

trabajaba dos pisos abajo, custodiaba el material de la fábrica<br />

donde nos conocimos. Él dice que la primera vez que me vio<br />

llevaba un traje verde ejecutivo, mis uñas decoradas<br />

perfectas, y la sonrisa de siempre. Mi cabello corto, las<br />

supernalgas que me adornan fueron las encargadas de atraer<br />

su corazón. Ajena de mí, ajena de los tesoros que alberga mi<br />

cuerpo pasaba los días haciendo el bien, rezaba a diario,<br />

despertaba mis cansados ojos a temprana hora, asistía a misa<br />

religiosamente los domingos. Vivía con mi madre, siempre<br />

he vivido con ella. Tal vez el agradecimiento de haberme<br />

protegido de mi propio padre ha dejado una huella<br />

imborrable de amor infinito hacia esa mujer que sufrió tanto<br />

336<br />

337


Hilda Yaneth Sotelo<br />

o mucho más que yo. Recuerdo perfectamente el tiempo<br />

turbulento en la familia. Vivíamos a escasos metros de una<br />

iglesia, de una panadería, de una calle repleta de talleres<br />

mecánicos, de esos que arreglan los detalles de los autos<br />

averiados, -qué basurero de coches- decía mi madre al<br />

momento de bajarnos del autobús que nos llevaba y traía a<br />

todos los lugares necesarios. Vivíamos en un espacio muy<br />

reducido, nos escuchábamos los respiros unos a otros, nos<br />

topábamos los alientos, las almas se fugaban a cada instante<br />

a tomar aire afuera del cuerpo. Debió haber sido en una de<br />

esas ocasiones en que el cuerpo de mi padre biológico quedó<br />

desocupado de él, que otra alma en pena, otro ser de baja<br />

calaña atrapó su cuerpo de hombre. Lo recuerdo grande,<br />

fuerte cuando me abrazaba, me protegía, recuerdo su bigote<br />

amplio, su morena piel, sus zapatos gigantes de trabajo, dos<br />

calcetines colgando y sus uñas salidas de la cama. Lo<br />

acompañaban ronquidos de cansancio extremo, no sé de qué,<br />

porque era medio flojo. Mi madre solía acusarlo de sangre<br />

338<br />

Mujeres cósmicas<br />

lenta, o sea, de arrastrado sin remedio.<br />

Solía dormir profundo y profuso, lo recuerdo claro en la<br />

niñez. Una mujercita de cinco años extraña la paz de donde<br />

viene, Ramoncita extraña la presencia de los ángeles, de los<br />

querubines y debe acostumbrase a los sonidos que taladran<br />

los oídos, los ecos de gargantas, y de corazones cansados, los<br />

ecos de sangre palpitante que circula incesante, envenenada<br />

ya de tanto odio, de tantas imágenes pornográficas. Además<br />

de ver los calcetines colgando de los enormes zapatos, mis<br />

ojitos vislumbraban las emociones de mi padre al ver<br />

películas raras que no se parecían en nada a las caricaturas<br />

que mi mamá me ponía los sábados y los domingos, cuando<br />

descansaba de su trabajo.<br />

Entre semana mi padre nos cuidaba mientras mi madre salía<br />

a trabajar en una fábrica de costura. El mamarracho se<br />

entretenía de una forma extraña. Acariciaba a mi media<br />

hermana, después a mi medio hermano y finalmente a su<br />

propia hija de escasos cinco añitos, yo. Esa tarde, la tarde<br />

339


Hilda Yaneth Sotelo<br />

que me subí a la cama a calmar sus ronquidos dando<br />

pequeños golpecitos en el pecho para ayudarle a que no se<br />

ahogase con su propio sonido, él despertó como traído del<br />

infierno, sus ojos rojos, sus manos temblorosas buscaban<br />

desesperadas los vestigios de la mariguana que solía fumar,<br />

gritó muy alto hasta encontrar su vicio, después proyectó una<br />

de sus películas y más tarde ya estaba desgraciando el resto<br />

de mis días. Lo recuerdo encima de mi, ahogando mi<br />

cuerpecito, hiriendo todo, jadeado cual engendro del Macho<br />

Cabrío. 12.<br />

Mujeres cósmicas<br />

algunas imágenes se colaban a través de las rendijas del aire<br />

acondicionado, yo veía un destello amarillo. Olía el cielo a<br />

jabón espumoso que protegió mi inocencia, mi alma para no<br />

verla perversa. Jamás traduje la malicia de aquel acto, jamás.<br />

Tal vez por eso me fue fácil perdonar y seguir confiando en<br />

el ser humano, yo era y soy pura. Creo en el amor y el<br />

corazón humano, la agenda de los figurines del mal listos a<br />

arrancarme la bondad no fue cumplida, al menos no en mí<br />

porque sigo creyendo en la gracia de la vida, la maravilla de<br />

la existencia.<br />

¿Qué puede pensar o decir ante semejante atrocidad una<br />

pequeña? El mundo le parecía normal. Ramoncita siguió el<br />

día como si nada, hasta que lo platicó con gran naturalidad a<br />

su madre, mi madre quien sorprendida llevaba las manos a la<br />

mesa golpeando, caminaba a toda prisa, iba y regresaba al<br />

mismo lugar, se jalaba con fuerza el cabello, sólo eso<br />

recuerdo.<br />

Durante la tarde mientras mi padre extraviaba su alma,<br />

340<br />

Aquello que hacía daño no pudo haber sido mi propio padre,<br />

estoy segura de ello lo comprobé años más tarde, cuando lo<br />

reencontré en California. Él suplicó mi perdón y yo lo he<br />

liberado, no le he perdonado completamente, hay vestigios<br />

de daño en mi cuerpo que procesa lento, el estima no termina<br />

por acomodarse, soy enfermiza,<br />

quizá algún día logre borrar de mi historia la horrenda<br />

experiencia pero por ahora me aseguro de no odiar al ser<br />

341


Hilda Yaneth Sotelo<br />

humano, con eso es mas que suficiente, creo yo.<br />

¿Por qué maldecir a un desgraciado que de por sí ya lo es, al<br />

ser él mismo? ¿Por qué vejarlo, acusarlo? El perdón no sólo<br />

trae paz a mi alma, sino resignación y orgullo de saberme<br />

sana mentalmente. Vivo en la dignidad y los daños son<br />

observables. El odio que ese hombre albergaba en su<br />

corazón definitivamente no me alcanzó; la información<br />

podrida, herencia humana, no ha ganado en mí, he vencido.<br />

El día de mi muerte seré yo conmigo digna de esta decisión<br />

de no odiar, digna de tomar las riendas definitivas de mi<br />

vida, la dirección anhelada, la dirección hacia campos<br />

alegres, ya reconocidos y tan recordados por mí, la dirección<br />

del amor y el espíritu. El perdón es y está. Ahora recuerdo a<br />

los frijoles saltarines, estaban por todas partes aquella tarde,<br />

estaban esparcidos en el piso, en la mesa. Mi madre los había<br />

traído a casa y con gran sorpresa, yo los soplaba hasta<br />

hacerlos bailar.<br />

Crecí y el recuerdo de los frijoles fue enterrado, en cambio,<br />

342<br />

Mujeres cósmicas<br />

la memoria del abuso infantil siguió viva, doliente pero sin<br />

rencor. Hasta en la reunión con Celina, La Negrita y Lucita<br />

vuelvo a recordar las escenas que creí muy pasadas, no cabe<br />

duda que somos uno en fragmentos, los cuadros se empeñan<br />

en recrearse para recordar cuan valiente somos al trascender<br />

la maldad propia y de otros. El tránsito por esta ciudad<br />

donde crecí no ha sido del todo malo. La confianza de mi<br />

madre me hizo fuerte, lista para la vida. He trabajado<br />

arduamente, fui a la universidad. Después de aquella tarde<br />

mi madre escuchó mi vocecita narrando el evento, llena de<br />

furia se deshizo del desdichado de mi padre, creyó una a una<br />

mis palabras y desde entonces hemos sido una. Me convertí<br />

en su estrella, ahora ella es la estrella mía.<br />

Como han de imaginarse en el amor no he sido afortunada,<br />

me refiero al amor de pareja, al amor de hombre mujer, ese,<br />

se quedó<br />

fragmentado entre los destellos amarillos, entre la espuma<br />

de los olores de mi infancia, en el hedor de una escena rara,<br />

343


Hilda Yaneth Sotelo<br />

que no encaja en la vida de una pequeña porque desequilibra<br />

la armonía natural, el fluir de la convivencia en la tierra.<br />

En cambio el otro amor, el amor al prójimo adquirió<br />

significado constante, sonante en mi alma, en mi proceder,<br />

en la vida. El amor de Dios que está en todas partes es mi<br />

fuerte, el amor por las miradas necesitadas, la chispa que no<br />

me abandona, el fuego de regocijo al sonreír al hambriento,<br />

al miserable, al darle mi mano firme. He conocido gente<br />

muy pobre, gente que desalojó el cuerpo y permitió a otros<br />

seres espantosos ocupar el espacio que le pertenecía a todos,<br />

de la tierra, el espacio del amor, el alma que le es dotada a<br />

los humanos al nacer. El espacio de la creación que le<br />

pertenece a cada ser vivo que palpita en el planeta. La<br />

pobreza abordó a algunos humanos, los mezquinos. Entre<br />

ellos vi algunos amigos, los conocí pobres y pobres<br />

siguieron. Ni modo, a cada quien le corresponde pasearse<br />

con su mostrito.<br />

Las burbujas de colores transparentes, los olores claros,<br />

344<br />

Mujeres cósmicas<br />

limpios no los alcanzan todavía, tal vez algún día decidan<br />

voltear su mirada a las rendijas del abanico de su casa, tal<br />

vez alcancen a vislumbrar las manos que rociaron de colores<br />

la estancia de aquella niña que estaba siendo mancillada por<br />

su propio padre, de aquella niña que decidió no repetir la<br />

fealdad, la bajas pasiones provocando lo mismo en otros<br />

niños.<br />

Antes de Alan había sufrido horrores al saberme despreciada<br />

por mi novio. Estuve en amistad con él mientras su esposa le<br />

era infiel con una mujer. Él, Omar, las había sorprendido en<br />

la cama, su misma cama nupcial. Ahí en ese trance lo<br />

sobrellevé desde el amargo llanto, el estima baja, la dieta<br />

forzada, la risa exaltada, la borrachera del olvido hasta la<br />

cordura, el aburrimiento, la diversión, la resignación, de<br />

pasión, la noches acompañadas, las noches de insomnio, las<br />

de Navidad, las noches de ternura, las noches de comida<br />

china, de sushi, de limpieza, de novelas, de películas. Le di<br />

mi mano, mi presencia, mi todo. Más tarde le entregué el<br />

345


Hilda Yaneth Sotelo<br />

cuerpo, el sexo, el amor inconfundible, segura del amor. Lo<br />

amé por varios, años quince para ser exacta. Vivíamos a lo<br />

joven, yo en mi casa con mi madre y él a su casa de<br />

divorciado. Resolvía sus asuntos, sus sueños, sus deseos de<br />

ser administrador de recursos humanos en una empresa. Veía<br />

en él al futuro de cada día. Veía sus sueños que yo cargaba<br />

con dulzura y protegía con esmero, a cada deseo le sugería<br />

un plan donde estaba dispuesta a apoyarlo emocional y<br />

económicamente. Así fue, así pasó, el amor también se fugó,<br />

el amor que jamás sintió se trasladó a otra.<br />

Estoy agotada, necesito la portería, sólo observar. 12<br />

La semana de nuestro rompimiento, camino lento, la hérida<br />

en el vientre abierta; el dolor araña las paredes de mi Ser<br />

atrapado en el rompimiento. Él y yo hemos terminado, en<br />

realidad lo roto era aquel cuarto donde había visto luces, y<br />

olfateado jabón. Esas imágenes siempre llegaban a<br />

rescatarme de cualquier intento de ultraje al corazón, esta<br />

vez lloré amargamente. Levanté un poco los ánimos, juntaba<br />

346<br />

Mujeres cósmicas<br />

pieza por pieza la convivencia con Omar. Recorría los<br />

momentos para dar con el acto exacto del error, deseaba con<br />

toda mi alma saber en qué me había equivocado, pero no<br />

logré detectar el desprecio afuera, más tarde me percaté del<br />

secreto que guardaba el alma, el secreto que me ha costado<br />

tanto descubrir.<br />

Unos meses después de terminar la relación, me sometí a una<br />

liposucción que casi me cuesta la vida. Veía mi cuerpo lleno<br />

de defectos que ahora sé, sólo son producto de mi<br />

imaginación. Me veía obesa, no fui capaz de maltratarme<br />

mentalmente, pero de alguna forma los traumas se vengaban.<br />

No sé cómo lograba enfermar mi cuerpo de uno, de varios<br />

achaques. Apenas si sobreviví de la operación, me arrepiento<br />

muchísimo de haber sometido a mi cuerpo al dolor claro, mi<br />

madre lo dijo claro:- Dios mío ahí te la encargo, esto no es<br />

algo que tu hayas mandado para ella, ella mismísima entro<br />

aquí, así es que yo no tengo porque sufrir por una<br />

experiencia que ella busca y encuentra, la vanidad, el escaso<br />

347


Hilda Yaneth Sotelo<br />

amor propio-. Después de dicho, mi madre se fue del<br />

hospital a la casa y se negó a pasar la noche conmigo. Al<br />

instante le di la razón porque yo ya estaba arrepentida<br />

cuando mi cuerpo era trasladado al cuarto per operatorio.<br />

Los dolores posteriores fueron insoportables y cuando los<br />

dolores se fugaban llegaba a mí algún accidente, en una<br />

ocasión caí de golpe al piso, mi peso se llevó la pierna que<br />

hasta la fecha llora, hay un tremendo moretón que recién<br />

recordábamos Marisol y yo, al platicarle los detalles de esta<br />

nueva relación, los detalles del motel escuchados por los<br />

brincados, los frijolitos que lo oyen todo.<br />

También ellos, saben de aquel día del maltrato a mi cuerpo.<br />

El cirujano casi se desmaya junto conmigo, estuve nueve<br />

horas en el quirófano, no me recuperaba, no me podían traer<br />

del estado anestésico, mi corazón se debilitó. El trozo de<br />

carne que separaron de mi cuerpo fue traído a mí. El doctor<br />

supuso que el pedazo de carne extrañaba estar en contacto<br />

conmigo, las células vivientes el tejido fabricado por mis<br />

Mujeres cósmicas<br />

hábitos era separado por un capricho que ahora, muere junto<br />

con los rezos de mi madre que me entrega a Dios, me deja,<br />

se va. Se retira a descansar confiada de haberme entregado a<br />

Dios, reniega enojada, diciendo que la gravedad de mi caso<br />

ha sido a producto de mis decisiones. Se fue, se fue del<br />

hospital, se quedó en mí la preocupación de pensar en el<br />

destino de su vida sin mí o mejor dicho sin ella.<br />

No podía darme el lujo de estar mal, me recuperé. Tomé una<br />

bocanada de aire, suspiré y reaccioné después de muchas<br />

horas, después de las eternas horas. Al despertar la<br />

hilvanadora, estaba enseguida de la cama de recuperación,<br />

ella pasó la noche conmigo segura de verme bien. Mis<br />

piernas estaban amarradas al igual que el dolor de cabeza<br />

amarrado al sufrimiento. El oxígeno no llegaba a la sangre;<br />

la circulación fue lenta y cuadrada tan cuadrada que me<br />

encerraba en lo mismo. Cerraba los ojos imaginándome<br />

bella, delgada, hermosa. Imaginado el reencuentro con mi<br />

novio, que ajeno no atinaba a telefonearme. Él había recibido<br />

348<br />

349


Hilda Yaneth Sotelo<br />

una cirugía de garganta en el mismo hospital, a la misma<br />

hora. Luego lo supe, los atorados en el hablar. Al día<br />

siguiente la sangre con agua saltaba a borbotones mojando<br />

las vendas, la camilla, el piso. La herida atravesaba el<br />

estómago y más. Arrepentida de ver el desenlace de mi<br />

determinación a operarme, volví a mi casa, lo peor estaba<br />

por ocurrir. La recuperación la pasé entre el trabajo, la<br />

ausencia de Omar, la tristeza de mi madre, la sorpresa de mis<br />

amigos, las curaciones y los altos pagos de las<br />

mensualidades, la tremenda deuda que adquirí para pagar la<br />

liposucción y la lipeptomía había pagado casi ocho mil<br />

dólares que el banco presto soltó a mi buen crédito.<br />

La hora de la verdad llegó. No recuperé a mi novio, no<br />

adelgacé lo deseado, jamás pasé los días en tanto dolor. El<br />

resto fue la nada, el recuerdo, las luces coladas por el<br />

abanico. El resto fueron minutos de zozobra, minutos de<br />

desamor que irremediablemente quería poseer el alma. No lo<br />

permití, la vida no lo permitió. Marisol puso en mis manos la<br />

Mujeres cósmicas<br />

información de la Esperanza, una señora mayor, psicóloga<br />

que con el 1% del costo total de la cirugía regresa el regalo,<br />

el tesoro descubierto.<br />

Una mañana me encontré frente a ella, en su consultorio. Le<br />

suplicaba sanarme, le exigí que me regresara el amor de<br />

Omar. Ella escuchaba paciente, muy paciente. Una vez<br />

llorando, una vez que le expliqué mis deseos, ella gritó que<br />

me marchara por donde vine, me dijo que ese lugar no era<br />

una lugar de lectura del tarot o de brujos que prometen<br />

regresar a los amantes. Boquiabierta, sorprendida, levanté el<br />

rostro suplicando ayuda. Esperanza prometió ayudarme a<br />

recuperar eso que alguna vez perdí. La valía que yo sólo veía<br />

en los demás y que jamás vislumbraba en mí. El amor<br />

propio, la riqueza, el secreto de El Don, esa Maravilla que<br />

alguna vez ella misma halló en medio de la crueldad de su<br />

experiencia. Esperanza era una mujer entera, experimentada,<br />

realista y dispuesta a ayudar a las mujeres Ciudad Juárez. Su<br />

mirada delataba a la mujer caritativa y despreocupada por los<br />

350<br />

351


Hilda Yaneth Sotelo<br />

creados, problemas que uno misma se inventa, problemas<br />

hartos de experiencias infernales vividas en Juaritos.<br />

Esperanza cobraba barato, entregada discretamente a sanar a<br />

las mujeres, instala su consultorio en su casa, consultorio que<br />

meses después tiene que desmontar debido a la extorsión de<br />

los criminales que inundaban la Ciudad, han ahogado la<br />

buena voluntad, miles de personas como Esperanza deben<br />

abandonar sus planes de recuperación de las mujeres.<br />

Esperanza transmitió tanta confianza a mi vida, que<br />

inmediatamente después inicié los cambios. Decidida hablé<br />

con mis hermanos para que se hicieran cargo de nuestra<br />

madre, me desprendí un poco del lazo emocional con ella,<br />

dejé de prestar dinero a lo loco, dejé de ofrecer obras de<br />

caridad, si primero no había sido suficientemente caritativa<br />

conmigo. Me olvidé de las dietas, comí lo suficiente para<br />

que mi cuerpo hiciera la digestión antes de darle más.<br />

Retomé la lectura de libros constructivos, dejé amistades que<br />

sólo se acercaban a pedir. Decidí dormir las horas suficientes<br />

352<br />

Mujeres cósmicas<br />

para despertarme con energía al día siguiente. Cada acto de<br />

amor hacia mi persona era un acto de amor hacia Dios, que<br />

sin renegar de él lo seguí buscando en sus iglesias.<br />

Discretamente viví el recogimiento. El corazón se llenó de<br />

gracia. Gracias a las mismas personas que me dañaron crecí.<br />

Desafortunadamente la crisis de violencia alcanzó mi lugar<br />

de trabajo y mientras las gasas sanaban mi interior, alguien<br />

le prendía fuego a la fábrica donde trabajaba. Lo sospechado<br />

llegó, el traslado a una ciudad lejana en el norte de Estado<br />

Unidos terminó por retirar el recuerdo de Omar. Sola,<br />

completamente sola sobreviví en aquella fría ciudad de<br />

comida rápida y mujeres amargadas, quienes celosas se<br />

preguntaban el porqué de mi arreglo personal, de los detalles<br />

de mis uñas, de mi cabello. Es que a diario me esmero por<br />

mi arreglo personal, eso causa envidia en las mujeres<br />

abandonadas por sí mismas, aquella ciudad anglosajona no<br />

fue la excepción, la única diferencia, el idioma. 12.<br />

Como siempre mis ángeles salvan la estadía. Conozco a un<br />

353


Hilda Yaneth Sotelo<br />

sacerdote noble, me confieso, le digo lo tonta que fui al<br />

exponer mi cuerpo al peligro de morir, le cuento cada detalle<br />

de mi dolor, le dejo las heridas que él recoge con nobleza y<br />

Mujeres cósmicas<br />

importante arregla el descompuesto corazón de la mujer que<br />

puede y debe amar a un hombre como él. Ahora soy<br />

cósmica.<br />

resignación. De alguna forma se lleva el último jalón de la<br />

violación que sufrí en la infancia. Siento alivio, perdón, del<br />

otro perdón, siento un amor infinito y ganas inmensas de<br />

regresar a mi ciudad, a mi gente a mi cielo. Los cielos de<br />

Ciudad Juárez son los mejores del mundo.<br />

El contrato en Estados Unidos termina, regreso a la violenta<br />

urbe, regreso a la guerra, pero por dentro llevo, paz para<br />

entregar.<br />

Los días suceden, durante años de desempleo he tenido<br />

tiempo para reflexionar, para ponerme nerviosa por el futuro,<br />

para extrañar el dolor. Tiempo, para atestiguar la destrucción<br />

de los Dioses que adoraban los pobladores, tiempo para<br />

seguir en el bien, en mis rezos, en mi amor, el mismo tiempo<br />

que me trajo a Alan, quien ahora abre sus brazos, rodea mi<br />

cuerpo perfecto que lleva atractivos vestidos y lo más<br />

354<br />

355


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Han llegado miles de cartas para Lucy, veré, veré.<br />

Querida Lucy:<br />

Gracias a la publicación de Mujeres cósmicas<br />

mi madre me retiró el habla, durante semanas se negó<br />

a preparar mi lonche me quedé sin comer varias<br />

semanas, por ende he adelgazado, gracias. Me dio un<br />

chingo de verguenza el imaginar que mi ex novio<br />

fuese a leer la parte donde dice que me operé gracias<br />

a él, además, no tenías porque contar mi pasado, si<br />

bien te autoricé a que lo hicieras no me imaginé que<br />

guardaras tanto veneno hacia nosotras, tus amigas de<br />

la Universidad, no te pareces en nada a la<br />

hilvanadora de la juventud. Gracias a que mi ex novio<br />

leyó su parte me ha contactado, promete pagar la<br />

mitad de mi liposucción. Tu rompimiento con<br />

Salvador debió haber fracturado las venas que unen<br />

tu cererbo con tu corazón. Marisol y yo hemos<br />

platicado y obviamente nos emperra que andes<br />

356<br />

Mujeres cósmicas<br />

viajando por el mundo habiendo hurtado nuestras<br />

almas. Dicen que no hay mal que por bien no venga,<br />

gracias por tus ojos ovalados, ahora tal como lo<br />

predijiste soy feliz pero Marisol es cada día más<br />

desgraciada y te culpa. Rezaré por ti y la salvación de<br />

tu alma, el Padre de San Judas Tadeo me dijo que tú<br />

eras una mal hablada y las brujas, amigas de Marsiol<br />

han dicho que eres de cuidado porque los demonios te<br />

obedecen.<br />

-Ay Ramona, Ramona. ¿hasta cuándo dejarás la ingenuidad<br />

enjambrada en la religión, ¿hasta cuándo? Y Marisol sigue<br />

trabada en la ignorancia de la Yaya, ha intentado<br />

desciframe pero no lo logra. Ja, asume haberse salido del<br />

juego. El nuevo encuentro inicia hoy a las nueve de la<br />

mañana cuando nos veamos en Sanbrons.<br />

A ver a ver otra cartita para Lucy es de Arline.<br />

Carta abierta para Lucy:<br />

357


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Eres una ladrona de psiques, se supone que<br />

eras mi amiga, tú me invitaste a Huatulco y con tus<br />

Mujeres cósmicas<br />

frustraciones, vomiten hasta que encuentren sus propia<br />

linerna mágica, su faro.<br />

argucias lograste que me enamorara de ti. Marisol y<br />

yo hemos descubierto tu juego, eres serpiente<br />

retorcida, abriste puertas con tus “ realidades<br />

paralelas” que son solo para-lelas. Jejeje. Yo soy muy<br />

lista y tengo a mi lado a The Clown 604.<br />

-Bla, bla, bla. Arline de plano no madura, es cómoda e<br />

ignorante, da flojera, estás tontas me han transferido el<br />

poder, si eso hago encerrada, qué no podré hacer cuando<br />

me liberen. Según ellas ya salieron del juego. I do not think<br />

so, este juego es mío, yo lo he creado, las reglas las pongo<br />

yo y quién entra y sale depende de mi voluntad. Cartas,<br />

cartas, cartas, Eloisa, Sally, Ileana, Diamante, cartas,<br />

cartas Diana, Ysla, Edgar, Juan, Ariel, Francis, cómo si me<br />

importara saber qué piens la bola de absurdos. Las<br />

personas me tienen harta; no saben nada de sus propias<br />

vidas y asumen saber de la mía, vengan desahoguen sus<br />

358<br />

359


Hilda Yaneth Sotelo<br />

Mujeres cósmicas<br />

presentaban frente al espejo. Era un tipo de locura cuerda,<br />

cuerda porque sabía exactamente cuando detenerla. La<br />

primera vez que tomé la novela en mis manos, sentí una<br />

tremenda flojera de abrirla e iniciar la lectura.<br />

14 DE REGRESO AL NIDO<br />

Casi a punto de destruir la novela de las tres mujeres<br />

desnudas frente a la luna, llegué corriendo al teléfono a<br />

contestar la llamada de mi amiga Mesifag, me advirtió no<br />

arrancar ciertas páginas de las Mujeres cósmicas tampoco<br />

quemar la novela entera. Tal vez suena raro, pero esos<br />

personajes de las muñecas que tenían la capacidad de<br />

voltearse en trescientos sesenta grados en unos instantes,<br />

hipnotizaban. Había leído más de trece veces la novela del<br />

autor que había fallecido congelado que al final resultó se<br />

autora. Me atraía tremendamente el desafío a cualquier<br />

expresión de amor, que el escritor con el método científico.<br />

Las muñecas protagonistas de la novela, las trece muñecas<br />

regresaban al cansado semi atroz corazón roedor, se<br />

¿Por qué habría de leer si me gusta que me lean? Bueno,<br />

finalmente comprendí lo circular del pensamiento de la<br />

mujer, o sea, inicia un punto y tiende regresar al mismo<br />

lugar, en fin, para ser leída tengo que leer y una mañana abrí<br />

la primera página. La mujer morena que se veía como La<br />

Negrita, después como La Yaya, la abuela fea y bella que<br />

todos tenemos; más tarde un enredo que apenas alcanzo a<br />

comprender, tuve que tomar un lápiz para hacer anotaciones<br />

al margen, ah eso sí, color azul para no confundirme. Al<br />

principio era una mujer llamada Marisol quien comió queso<br />

y se le pegó al recordar su niñez, el mismo queso de<br />

Giovana; después una vieja enfadosa oaxaqueña le vende a<br />

Moctezuma, esa historia ya me la sé, varias hemos vendido<br />

al país y qué. Párrafos más tarde, la misma Marisol llora la<br />

360<br />

361


Hilda Yaneth Sotelo<br />

muerte de la que le hizo daño y también la muerte de su<br />

padrino infiernitos, me pregunto por qué llorar, pero en fin<br />

cada quien con sus muertitos. Pobre mujer la de la casa a<br />

oscuras con el novio cuarenta años mayor que ella, en qué<br />

andamos, me pregunto. Bueno conozco una conductora de<br />

tv, oriunda de Guadalajara a quien le encanta ser así, es más,<br />

yo misma lo soy y opino que las mujeres debemos casarnos<br />

con hombres veinte, treinta, o cuarenta años mayor que<br />

nosotras porque aquellos de nuestra edad o menores, ahí te<br />

los encargo. La conductora de tv la tiene hecha, mira,<br />

recámaras separadas, súper mansión, quinientos mil dólares<br />

al año, programa de tv en horario estelar, una figura buena,<br />

ah eso sí, busca afanosamente el amor que no sabe darse o<br />

no lo tiene con su venerable anciano esposo y en un derroche<br />

de ignorancia sus filas cada día van engrosando,<br />

afortunadamente alguien en el camino le habla del Zen, y<br />

luego de las cósmicas, el juego le ha interesado y toma<br />

mínimo, un libro para sacudirse el calor, la adoro.<br />

Mujeres cósmicas<br />

Las páginas siguientes veo a Arline, la pintora, pero cuánto<br />

ha sufrido con aquel Alberto, sin identidad, sin arraigo, ella<br />

es la hoja que lleva el viento, ese mismo viento que ha de<br />

regresarla algún día a la meta, por lo pronto es la luna<br />

enamores con Lucy, jejeje. Muy bien. A Eloísa la he amado<br />

por mestiza, tan puramente mestiza, voy camino a conocerla,<br />

platicar hasta vernos en una sola piel morena, en las infinitas<br />

palabras que formaran, enredos, admiraciones, presunciones,<br />

y seguro más, más.<br />

Ahora veo a la premio Internacional, Sally, la que habla con<br />

la piedras, la que las avienta y esconde la mano, la que vive<br />

sin saberlo. Ileana promete la iniciación que espero sea<br />

pronto, espero sea real. Es misteriosa, es mágica, murió.<br />

Fátima robó el corazón del Renacimiento, lo roba sin medida<br />

y sin piedad, yo no sé qué hace en ese programa de tv en<br />

espectáculos, con los obesos y las esqueléticas. Espero que<br />

su amor realmente se materialice en octubre. Por lo pronto<br />

ella sigue hermosa. Gastón y Karló pasan de largo para los<br />

362<br />

363


Hilda Yaneth Sotelo<br />

que les interese, ellos, tienen una experiencia que merecen<br />

vivir al igual que cada una de nosotras. Para repudio de<br />

varios, el matrimonio homosexual ya es legal jejeje, los<br />

racistas risas, aguanten, ahí tenemos ¡vivan felices los gays!<br />

Giovana sin pretensiones a la par de Fátima, la veo clara,<br />

precisa y muy recta. Tan recta que su espina dorsal en lugar<br />

de tener 33 vertebras, tiene 34, por si acaso pierde una.<br />

Mi respeto para Ramona, quien ama a mis monas, las<br />

muecas que ven a los frijoles saltarines contonearse y los<br />

perdona a pesar de todo. Con ella inicio la historia de mis<br />

muñecas, de una mujer como las anteriores, una mujer<br />

amarilla de sombrero que fabrica esferas, una mujer que<br />

eleva las plegarias a diario, un Ser que me alimenta, un Ser<br />

emergido del lugar seguro en la montaña. Este Ser<br />

depositado en un cuerpo de pechos de balón de fútbol,<br />

piernas de corredor, lista al gol de la victoria, que cuando<br />

levanta las manos le pide a la gloria compartirse a sí misma<br />

con las otras, las cósmicas, las que ahora están viendo el<br />

364<br />

Mujeres cósmicas<br />

partido. - ¿Y tú Lucy? ¿Dónde has estado este tiempo?<br />

-Mesifag, esta es la recta final, había abortado en dos<br />

ocasiones, esa víbora que supuraba aceite negro, insistía en<br />

regarlo por toda esta historia. Hizo daño, mucho daño.<br />

Desaparece Mesifag, tú y las otras son producto de mi<br />

imaginación, desaparece, me tienen harta, me persiguen en<br />

mis pesadillas. Eso me pasa por no conocerme, no tener<br />

identidad. Contaré hasta trece escucharé tu versión y luego te<br />

marcharás ¿oíste?.<br />

-No lo haré, te falta mi historia, has olvidado mi hisotria.<br />

En mí estaban las apariciones de las muñecas abandonadas<br />

en el baúl en el pueblo donde nací, el rancho olvidado<br />

escondido, los corazones bailando, eran muy pequeños, tan<br />

diminutos que con sólo aplaudir los desaparecía, los<br />

corazoncitos pertenecían a los ratones que a veces se<br />

paseaban en mis pequeños piececitos descalzos, así andaban<br />

esos pasitos de una, con escasos cinco años. Una niña<br />

365


Hilda Yaneth Sotelo<br />

apegada a su abuela, una niña que jugaba con muñecas de<br />

trapo, un trapo morado, otro rosa, otro azul, un trapo de otros<br />

trapos que la misma abuela sacaba al zurcir la forma de la<br />

mona, al tiempo que zurcía con la diminuta aguja, sus dedos<br />

afirmaban cada puntada, metían con ahínco la punta del<br />

filoso utensilio que su boca salivosa, saltaba de chirriantes<br />

chismes. Los desgastados trapos de colores que ella<br />

previamente había usado en sus vestidos comprados por un<br />

hombre en el pueblo, los trapos que sacaba a la par de las<br />

frustraciones de cada mujer de mi casa, enteraban a la<br />

pequeña de detalles que ella, la chiquita no alcazaba a<br />

comprender.<br />

De pronto quise olvidar y ubiqué a mi abuela en una<br />

hacienda, una de esas donde la humanidad ha tejido las<br />

leyendas. Cuando las haciendas llegaron a México entraron<br />

por mi nuca, y ahí se quedaron, los paseos a caballo, las<br />

largas botas de charol de mi bisabuelo, la infinidad de<br />

sirvientes que les hubiera gustado tener, todo eso entró por<br />

366<br />

Mujeres cósmicas<br />

atrás, como ladrón a robarnos la identidad. Es que estoy<br />

segura que cuando nos presentaron el espejo, el alma quedó<br />

atrapada, ahí, en el embeleso cristiano, en la Virgen, no sé<br />

dónde, sólo recuerdo que mi abuela mandó construir una<br />

gigante Virgen color barro, en la entrada de la hacienda. No<br />

es cierto, mi abuela vivía en una choza de adobe, tejía con tal<br />

rapidez como ahora escribo. El muñeco que más recuerdo es<br />

el indio, que en mi pubertad busqué para besar, pero que<br />

cuando encontré, era demasiado tarde, debíamos estar en Los<br />

Ángeles<br />

Cada vez que estoy frente al espejo, carísimo traído desde<br />

algún lugar remoto de La China, alucina los corazoncitos.<br />

Las muñecas torciendo el cuello dando vueltas, inician con<br />

el rostro cansado, desgastado, sucio, triste y lloroso, luego<br />

doblan la cabeza hacia su<br />

izquierda y lentamente giran, giran, giran, y cuando regresan<br />

con la frente al espejo ya no son aquellas caritas mugrosas,<br />

ahora son de fina porcelana, llevan el rostro rosado, las<br />

367


Hilda Yaneth Sotelo<br />

pestañas largas y claras, el cabello rizado rojizo, un lujoso<br />

gorro, son perfectas, tan perfectas que creo, sólo existen aquí<br />

en mí, frente al espejo.<br />

Mi abuela continuaba su desfile de información hasta el fin<br />

de la artesanía. Las muñecas iban directo a mí, con ellas<br />

jugaba, me entretenía, las manoseaba tanto que duele el<br />

pecho al recordarlo en cada una de las mujeres cósmicas. El<br />

hombre ocupó nuestro lugar y nos ha fabricado la identidad<br />

que fingimos aprobar, cargo en mis manos las leyes y debo<br />

custodiar que se llevan a cabo muy a pesar de que mi<br />

intelecto no está entre las páginas. Soy la muñeca vestida de<br />

blanco con balanza en mano y ciega, soy la muñeca sin<br />

manos ni cabeza, soy negra despreciada, soy bisexual, soy<br />

indígena, soy brillante, soy escritora, soy maestra, soy líder,<br />

soy investigadora, soy mujer, soy cósmica, soy humana.<br />

Juego. Soy Mesifag.<br />

Mujeres cósmicas<br />

1. Y sí, al final comprendí que el poder transferido ha<br />

enfermando, empañado la amistad expresión inequívoca de<br />

Dios. Sólo los años, los eventos la maduran, como el fruto<br />

que cae del árbol, pero este fruto del que hablo, se ha<br />

podrido. Comprendo que no es desde afuera, tiene que estar<br />

adentro, algo no funciona dentro, pero el orgullo me cegó, no<br />

pude ver.<br />

He soltado y los lazos podridos siguieron aferrados hasta el<br />

mareo. La infidelidad dio paso al sosiego, la sinceridad en<br />

mí, el temor sigue. Los delfines advertían el amor<br />

incondicional, pretendo escuchar, sigo en el teatro.<br />

Aquí voy. Juego el nueve en la cancha, soy de orgullo y<br />

otros defectos espirituales, y en la cuarta ronda, me instalo<br />

por ahora. Soy delantera, me han traicionado por ende ¿A<br />

quién traicionar? Que aburrida la traición no es delicia<br />

cuando a quien traicionas ni se percata. He decidido<br />

liberarme, ver el humano a través del contorno del alma, los<br />

destellos de cruzar el umbral de la cuadratura que no me<br />

368<br />

369


Hilda Yaneth Sotelo<br />

permitía ver, se asoman. Reposando en una cama blanca<br />

durante un paseo de verano, soy mi propio testigo, admiro el<br />

cambio interno de la mujer que ahora se permite jugar en los<br />

años mozos, los años que vuelven en cuatro cuartos, siento el<br />

mundo como una niña de diez años.<br />

2. El poder me tiene sin cuidado, la fama la veo lejos. Odio a<br />

las infieles, la moral es importante, el looking, la fiesta, los<br />

labios rojos, los hijos, la familia, la amistad. Elevar la estima<br />

de los demás, recordando mis cualidades, casi cayendo en la<br />

zalamería. La gula, la herejía, la pereza, la avaricia, la<br />

traición y hasta el limbo, los juegan otras. Ya el punto de<br />

obesidad mórbida, me es ajeno. He limpiado hasta el último<br />

gramo de polvo en mi hogar, he expulsado el hechizo de<br />

siglos, fueron las letras. Continúo en el sueño de las tres<br />

ardillas; estábamos Ramona, Marisol y yo, alguien<br />

observaba, nos veía de siglos atrás. Unos segundos eternos,<br />

después, Ramona sonreía, Marisol era tragada por una<br />

serpiente, seguimos siendo ardillas, solas las dos, yo<br />

Mujeres cósmicas<br />

asfixiaba el pequeño hocico, a punto del desmayo, ella, Lucy<br />

retiraba un conjuro, una bola de pelos que había sido<br />

incrustada en mis rodillas posteriores. Posterior a ayer supe<br />

que desde la medieval a Paris, hasta hoy, había jugado<br />

pateando las ganas de ser yo, finalmente ser yo sin ataduras<br />

internas, sin ardientes lazos en hogueras de brujas, sin<br />

acomodarme a la ficción propia de una vida de este tiempo.<br />

Ya basta, he vomitado unas bolas de pelos y letras, he<br />

expulsado el mal, ahora, el eterno presente ha llegado. El<br />

estrés adquiere una prioridad: es pintar. Juego el ocho, al<br />

fraude, la blogia dos de los aduladores. Veremos qué pasa.<br />

Seguimos terrícolas ya el payaso se fugó, llegó a manos<br />

sabias adolescentes, le incertan divertidos diálogos que yo<br />

reviso, edito.<br />

3. Sexo de juguete ha pasado. Anillos de compromiso<br />

botados a rabiar, no quiero casarme, entienden. La docencia<br />

es igual a la decencia, las vacaciones son para soltar los<br />

nudos, para despilfarrase. No quiten del camino a la maestra<br />

370<br />

371


Hilda Yaneth Sotelo<br />

de preparatoria que soy ahora. Finalmente he salido de casa<br />

de mi madre, vivo en mi propio departamento, sueño sin<br />

llorar, expreso sin café. Estoica, por fuera, bella. El poder no<br />

sirve cuando lo empleas a la mala, la belleza moderada sin<br />

gastos extremos, la ropa de marca, los maquillajes, la altura<br />

de modelo, el aspecto, ya lo tengo. La mente sabe más que el<br />

corazón hasta nuevo aviso. Juego el 10. No hay infierno para<br />

mí, los figurines los sé todos, los odio y los amo. Soy<br />

perfecta, vivo muy cerca de un ángel. Rita se ha casado, yo<br />

no.<br />

4. Viví en la ciudad del horror, he sido periodista. El<br />

periodismo es primero, después yo, la humana. Ya le fui fiel,<br />

ha dado lo mío. Conocer a las personas, amarlas, ha sido lo<br />

mejor. El poder era ajeno, las publicaciones, ¿Escribir? ¿Para<br />

qué? La vida es corta, hay que divertiste, entrar al ojo del<br />

huracán minuto a minuto, lo escribo casi a diario. Mejor<br />

dicho, la ira, el sexo, el poder de los dueños de la palabra en<br />

los medios de comunicación, ese poder es el poder que ahora<br />

Mujeres cósmicas<br />

rasguño hasta morder el brazo extranjero. Mi alma, intacta.<br />

Juego el once. Vivo arriba, a Dante lo he olvidado.<br />

5. Recién me he recuperado de un infame dolor en la<br />

quijada, me hice la muerta. Sigo captando a mi modo, ¿De<br />

qué otra forma lo haría? Ellas no saben jugar, yo lo sé todo<br />

de mi posición. Mi reina, mi rey, el yoga, mi casa, el trabajo,<br />

la prudencia, ser hembra, sólo hembra y copular por mero<br />

equilibrio, es la fórmula. Acepté jugar un momento, ellas<br />

piensan que he abandonado la cancha pero, deben recordar<br />

quién soy.<br />

¿Quién soy? De tan segura que estaba lo he olvidado. Juego<br />

el seis. Mi alma puede ver el futuro, pero no el presente.<br />

Epicuro habla, soy hereje. No se olviden de quien soy.<br />

6. Ya vivo en América. Finalmente después de quince años<br />

fuera de mi continente regreso a tierras lindas. Sigo lejos de<br />

Ciudad Juárez, mi ciudad natal. Estoy desempleada, llena de<br />

ideas, buenas intenciones, desatenciones. De entre los<br />

372<br />

373


Hilda Yaneth Sotelo<br />

recuerdos saco la bisutería de mis padres, ya está afuera.<br />

Ahora borro la memoria fatal del pasado, entro aquí, juego,<br />

sonrió, me preocupa Sally en la número once viviendo en la<br />

Ciudad más peligrosa del mundo. Ramona es mi mejor<br />

amiga pero siento que en la cancha ya veo la igualdad Divina<br />

dentro de las diferencias únicas. Soy alegre y afortunada.<br />

Juego el siete. Recién recibí el Minotauro de Diana, ¡qué<br />

alegría!<br />

Mujeres cósmicas<br />

7. Estoy en La jaula de las locas. Ellas no saben nada de<br />

nada, que fastidio. Me tienen sin cuidado. Tengo una<br />

duradera relación de veintitantos años, tantos como las ganas<br />

de enseñarles a estas tontas como jugar a tener el mejor<br />

partido del mundo. Juego afuera, sentada, observando,<br />

riendo sin abrir dimensiones al oro, pero sí llevo un loro bien<br />

cotorrón para amenizar el final del juego, que por cierto no<br />

veo llegar. Estoy en la banca.<br />

Saber que mi ciudad natal es violenta ha conmovido<br />

violencia en mí recientemente, espero que este encuentro<br />

logre llevarme a otra opción del universo que calme mis<br />

nervios.<br />

He regresado al continente viejo. Mis suegros incontinentes<br />

patalean al ver su adorado deporte en la tv. Les soy<br />

agradecida, los quiero, son mi familia. Ahora en calles<br />

parlantes, matrimonio sólido, hermanas distantes, añoro ver<br />

a mi Ciudad Juárez limpia. Desde en continente viejo Diana<br />

y yo hablamos por nuestra ciudad.<br />

374<br />

8. Escapar de la quema de brujas no fue nada, siglos después<br />

seguimos escapando de nosotras mismas, no soporto ver a<br />

los humanos en rostro de ángeles. El día que nos reunimos<br />

en el departamento de Lucy, ella parecía un bello ser traído<br />

de las alturas, ella llevaba una blusa celeste y una falda<br />

blanca. Ahí estaba Salvador que también en rostro inocente<br />

transfería belleza a los presentes, no creí nada, ese fue un vil<br />

montaje, no lo creí porque soy incapaz de ver esa parte<br />

angelical mía. En cuanto pude le confesé a Lucy mi versión,<br />

le dije que abandonara el camuflaje, ese hermoso rostro que<br />

375


Hilda Yaneth Sotelo<br />

vi aquella tarde de la reunión no podía ser verdad, auténtico,<br />

los rostros de mis visiones son amorfos, de mirada roja que<br />

se ocultan tras la no hipocresía, tras decir lo que se percibe<br />

sin reflexión alguna de las formas y las texturas que veo,<br />

creo que lo que veo es la verdad absoluta por eso la aviento<br />

sin medida, sin tacto, transgrediendo y ofendiendo todo a mi<br />

paso. Soy el espejo humeante. No tengo la menor idea del<br />

significado de abstracción, ni delicadeza en el trazo, mi arte<br />

es directo, emocional, salir del cubo de las moralejas es casi<br />

imposible, apenas si pude escaparme de la idea del suicido,<br />

trascender será difícil mientras siga encerrada en el cuadro<br />

de las ideas que triunfan cuando hiero a mis semejantes, solo<br />

hiriendo defiendo mis posturas, esas si que deben estar a<br />

salvo, mi ser no.<br />

9. Creo que jugar en el infierno me ha desgastado y cuando<br />

se trata de gastos, avisan de la prodigalidad traducida en<br />

avaricia. Debo ahorrar hasta el último pensamiento, nadie<br />

merece conocerlo. Hace poco un extraño sentimiento de<br />

Mujeres cósmicas<br />

compartir las bellezas que observaba me acompañaba en las<br />

medianías del bosque, de pronto deseé que mis seres<br />

queridos estuviesen todos ahí, lo peor, es que también quise<br />

a mis amigos presentes. ¡Oh no, que espanto! ¿Qué me<br />

sucede? Todo este conocimiento que acumulo es sólo mío.<br />

Acá en el país donde vivo, la vida es excesivamente costosa,<br />

guardo hasta las cáscaras de limón por si acaso me hacen<br />

falta o por si las puedo usar más tarde. Soy cien por ciento<br />

verde, piso el pasto con extremo cuidado para no hacerlo<br />

amarillo. Odio el fútbol, juego el cuatro que casi les tiendo a<br />

estas niñas cósmicas. La posición es incómoda. Soy baja<br />

hábil escurridiza y veloz. Debo cuidar la posición<br />

adelantada. Que desgaste, me han invitado a este juego en la<br />

distancia, entrar a lo lejos es cansado, pero lo veré cuando<br />

necesite un poco de diversión.<br />

10. Lo escrito por Lucy se ha cumplido. Ahora sin mi novio,<br />

con los sueños, las vírgenes, las palabras, las composiciones<br />

las poesías y las creaciones sigo en el caminar lento. He<br />

376<br />

377


Hilda Yaneth Sotelo<br />

tomado los hilos de mi historia, se me había encomendado<br />

que entrara en las esferas verdes, rojas, azules, ya las he<br />

recorrido sustrayendo la famosa hilada para manipular la<br />

forma del futuro. Ahora está en mis manos materializar lo<br />

que veo durante la noche. Por ahora decidí entrar en la<br />

máquina del tiempo, fui al pasado. Él y yo en los cincuenta<br />

con autos largos, crema y rosa, nieve, amor púrpura sólo<br />

amor. A veces el rojo adquiere formas en curva de los<br />

sólidos en la pasión, formas sexuales. Juego desde el<br />

principio de la creación, sé perfectamente que hacer, permito<br />

que el universo hable. Las posiciones no importan por ahora<br />

juego el 2.<br />

11. Recién descubrí la trama del karma. Ahora mi voz es<br />

estruendo, las piernas en el pasto, firmes. Ansío los<br />

encuentros, los busco poco a poco, paciente llegan. La palma<br />

de mi mano ha volteado el plano que ahora veo encima,<br />

cierro los ojos al sol incandescente, la mano derecha ya no<br />

tiembla, esta sanando al igual que el alma. El poder no toca,<br />

Mujeres cósmicas<br />

el deseo sexual desahogado, la apariencia es real, la<br />

bisexualidad en la risa al saberse afuera. Juego el cinco. Hora<br />

de la pereza y de la ira. La pelea entre los iracundos resulta<br />

en una melodía azul y roja, no he concluido al gritón cuando<br />

Arline esta con el vómito de bolas, la ira la sedujo muy poco<br />

tiempo. No es justo, apenas inicia mi romance, el encuentro<br />

con la ira. Al no coincidir en el divino y cómico teatro del<br />

iracundo, la pereza se manifiesta. Soy medio centro<br />

defensivo propicio la creación de jugadas, recupero el balón,<br />

estoy en el centro de la cancha. La luz ensordece el espacio,<br />

no logro ver a las contrincantes, creo que ya no existen.<br />

12. Era diciembre cuando mi novio se enojó sin razón<br />

aparente. No comprendía hasta entonces de que se trataba la<br />

manipulación. No puedo vivir sin él, me falta el aire hasta<br />

ahogar los pulmones. Enferme tres meses seguidos, casi<br />

muero. Habíamos quedado de rentar un apartamento, de<br />

vivir juntos, pero al parecer eso sólo sucedía en mi<br />

imaginación. Él era casado, digo, sigue casado. Las defensas<br />

378<br />

379


Hilda Yaneth Sotelo<br />

han bajado, el ataque de los virus es inminente, lo estoy<br />

permitiendo, nada tiene sentido ya. Toso, estornudo, tengo el<br />

cuerpo partido en mil años de dolor, quiten esto, por favor.<br />

Pasados los días decido jugar, tomo el tres, pero la gula<br />

gana. Como sin digerir, mientras, pateo el balón que no sé<br />

hacia donde enviar. El juego más reciente fue cuando éramos<br />

ardillas, yo no permití nada, sólo observé por unos instantes,<br />

el juego parecía diabólico, Arline gritaba enfurecida, Marisol<br />

sonreía de dientes para afuera, las palabras se le hacían nudo<br />

hasta que llegó la víbora a devorarla para convertirla en<br />

bellos delfines, ella dejó la delantera, se fue a otros planos,<br />

seguros, felices. Cuando yo la vi partir quise ir pero no me<br />

atreví, decidí seguir con mi dolor, calentando el balón en la<br />

cancha sin arrojarlo. Ahora regreso con el corazón medio<br />

atribulado, veo a Marisol a la distancia, sigo en la misma<br />

posición jugando de lleno, quiero ver mi futuro, necesito la<br />

lectura del Tarot Zen, ver si a mi vida llega el amor,<br />

mientras, lanzo tremendo pase a Arline.<br />

Mujeres cósmicas<br />

13. Sueño de hace varias noches:<br />

Soñé una boa, gigante y gente, mucha gente la rodeaba. Yo<br />

estaba en el segundo piso de una tarima improvisada,<br />

cargaba el faro que alumbraba a la serpiente; era una especie<br />

de linterna mágica. De pronto dejé la linerna en el piso<br />

mientras la boa me tragaba, saqué la mano derecha y me<br />

lleve la lámpara adentro. Las vértebras nos apretaban con<br />

fuerza y la lineterna gritaba; yo le calmé sus histerias y ella<br />

dijo que la dejara desahogarse, sus voces iban directo a<br />

gritarle a su equipo favorito de fútbol; los jugos gástricos<br />

poco a poco empañaban nuestros brillos. Vi a un perro de<br />

nombre Rokó, lo vi resbalar encima de una alcolchonada<br />

cama, dijo que iba cuesta arriba a arrancar la cabeza de las<br />

serpientes guindas y diseminar las sombras. Yo sabía que<br />

estaba dentro de un sueño e intentaba interpretarlo –Arline,<br />

debe ser Arline, oh no, Marisol, la culpa es de Marisol,<br />

seguro Salvador está en sus brujerías para que no me vaya<br />

bien en la vida, oh Dios mío, siento culpa, debo salir a<br />

380<br />

381


Hilda Yaneth Sotelo<br />

demostrarle al mundo quién soy, esa Arline con la ayuda de<br />

Giovana han destrozado mi vida, tendrán envidia-. No es<br />

cierto, deja de hacerle al tonto, es significado del sueño es<br />

otro, afirmaba la severa voz.<br />

Yo quería despertar y escribir pentágonos mensajes<br />

justificando un comportamiento para corregir mis inventados<br />

fallos. Rokó logró hartar la cabeza de la boa pero era grande,<br />

seguía viva. Mi linterna y yo nos las ingeniamos para romper<br />

las letales vértebras, cuando salimos, yo iba vestida de<br />

negro, corría al ritmo de números y letras, la audiencia me<br />

gritaba.<br />

-Lucy Lucy Lucy, desdóblate-.<br />

Escuchó al salir de la catedral. Varias noches antes, soñó el<br />

cuadro perfecto; la boa y la hoja el dibujo amarraba tres<br />

lámparas de la medieval, los juegos de la infancia instalados<br />

frente a los ojos de las mujeres que daban trazo y ánimo a las<br />

escenas. Ellas paseaban el andar por la vida, arrastraron los<br />

382<br />

Mujeres cósmicas<br />

pies hasta el centro de su país pero el corazón aún les<br />

quedaba lejos. La barañana de pensamientos colgaba letras<br />

en las repisas donde las mujeres colocan los lápices,<br />

herramienta indispensable al pintar los mejores cuadros en<br />

compañía del Arcángel Rafael.<br />

La hilvanadora claro vio fragmentos de sus sueños<br />

manifestarse en la realidad; su sombra era su continuación<br />

exacta. Se rehusaba a creerse poseedora del don del trazo<br />

ahogando los deseos sexuales. No se atrevería a pintar eso no<br />

era lo suyo, así es que, la noche del sueño despertó<br />

sobrecogida, ¿por qué su subconsciente le dictaba tomar el<br />

lápiz y plasmar las vistas, porqué le pide desdoblase si ya<br />

está en otro plano?. Y luego ¿qué hacía un ángel<br />

custodiándola todo el tiempo si ella no creía en patrañas<br />

religiosas?.<br />

Era como morir en los anhelos no alcanzados, muy a<br />

menudo se divertía deseando lo imposible, luego, sabiéndose<br />

muerta cunado soñaba se sometía a espantosos ridículos; a<br />

383


Hilda Yaneth Sotelo<br />

veces lograba sus propósitos como por ejemplo la vez que<br />

ganó el maratón de lectura al leer a pan y agua cinco días<br />

seguidos o cuando recibió premios literarios previamente<br />

arreglados.<br />

La sombra iba por la vida orgullosa de su ateísmo, leyó<br />

infinitas veces a Nietzsche. -Soy anatómica y relacional, eso<br />

es, no hay de otra. Los dioses no existen, hemos vivido<br />

engañados, somos unos perfectos idiotas, los humanos nos<br />

revolcamos en nuestros propios lodos y luego queremos que<br />

las divinidades nos limpien, bah-; pensó mientras compartía<br />

el conocimiento recién adquirido al primer bondadoso<br />

prestador de oído. Casi nadie le aguantaba el paso. La<br />

sombra carecía de amigas y su familia poco a poco decidió<br />

no interactuar con ella, no le comprendían el habla, -va<br />

confundida por la vida- solían decir al momento de una<br />

caricia comprensiva en la espalda.<br />

La hilvanadora escuchó el diagnóstico de Don Miguel, el<br />

sobador. – Tu pediste morir porque estabas muy<br />

384<br />

Mujeres cósmicas<br />

desilusionada-. Seguía soñando y entre las pesadillas cogía<br />

con chicas guapas, morenas, riquísimas.<br />

-Si me escuchaste, hace tiempo pediste morir-. Don Miguel<br />

había sido discípulo de Miguel Ruiz pero entre los sueños no<br />

había acuerdos.<br />

Lucy desvió la mirada, intentaba cerrar los oídos a la<br />

observación de Don Miguel. Emitió apenas un leve<br />

murmullo.<br />

-Sí hace tiempo me asaltaron, ahora comprendo; casi me<br />

asesinan en Ciudad Juárez, siempre se lo artribuía al<br />

desmadre de la ciudad, estuve a punto de morir, de hecho ya<br />

iba muerta. Años atrás tuve un novio le entregué mi vida y<br />

pues ahora veo que fue muy mala idea hacer eso porque el<br />

fulano solo me usaba para sus fines, ya lo perdoné. Yo<br />

quería tener una familia, hijos y casarme con él pero sus<br />

sueños y los míos eran muy diferentes. Ya lo perdoné. La<br />

sombra repetía al perdón hasta aburrir a la libélula posada<br />

385


Hilda Yaneth Sotelo<br />

ahora en los empeines. La historia del ex novio y las<br />

cósmicas debería percer, querdar encerrada en el Corralito de<br />

la ciudad que la había llevado a conocer el infierno. En el<br />

mismo espisodio encontraría la realidad de Marisol cuya<br />

vida no se había transformado ni un ápice, tragaba<br />

desesperada la carne, se veía exageradamente gorda, los<br />

episodios de la novela de sus realidades paralelas solo habían<br />

vivido en la imaginación de la hilvanadora y la realidad de<br />

las libéluas.<br />

-Oh, qué maravillosas coincidencias, te visitaron dos<br />

libélulas; ¿has leído La muerte de la libélula?. Las cosas no<br />

van a salir como las planeas, déjate llevar. Hay cuerdas de<br />

vida afuera, amárrate a varias, siente el cosquilleo del sexo, a<br />

tu edad deberías estar montada a diario. Don Miguel<br />

cambiaba el tono de las voces; emulaba a las mujeres<br />

cósmicas. Iba de un tema a otro sin aparente conexión. Lucy<br />

abrió el radar, a menudo sus sentidos se agudizaban a tal<br />

grado que penetraba la verdad del hablante. Escuchó la<br />

Mujeres cósmicas<br />

muerte que Don Miguel veía; le preocupó ignorar su propio<br />

destino, el sobador tenía razón, había pedido morir,<br />

desaparecer de la experiencia humana que le parecía<br />

repetitiva y fastidiosa. -¿El sexo?. No yo odio la condición<br />

humana, el sexo es para los pervertidos.<br />

-No necesariamente, el sexo es hermoso es como morir cada<br />

vez que lo tienes.<br />

Cuando Lucy escuchó la palabra morir supo que el sexo<br />

había sido el único lugar a donde no había ido a probar la<br />

muerte. Lloró desconsolada por el pasado tormentoso que su<br />

novio le dio, caminó varias cuadras hacia el éxtasis. La<br />

libélulas la seguían y ahí rumbo a la vida, la sombra, movía<br />

las ilustraciones de boas, linternas y variados encuentros en<br />

lecturas que incorpora dimensiones psíquicas de la<br />

experiencia entre lo inconsciente, lo real, lo imaginario y lo<br />

arquetípico muy pronto se doctoraría empleando la linterna<br />

que cada día crecía más y más.<br />

386<br />

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Hilda Yaneth Sotelo<br />

Mujeres cósmicas<br />

ACERCA DEL AUTOR<br />

Hilda Yaneth Sotelo Aguirre nace en Monclova Coahuila el 13<br />

de abril de 1972, actualmente estudia el doctroado en<br />

Educación y Cultura en la Universidad de Texas en El Paso; su<br />

biografía, datos y otros escritos se localizan en el planeta<br />

Internet.<br />

www.hildasotelo.blogspot.com<br />

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Printed By Createspace

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