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Revista Digital Valencia Escribe, número 7, 3ª era. Septiembre 2023

La Revista del Colectivo Valencia Escribe, llena de relatos, poemas, microrrelatos, menudos relatos, reseñas literarias y consejos de escritura. No te pierdas el especial "La canción del verano".

La Revista del Colectivo Valencia Escribe, llena de relatos, poemas, microrrelatos, menudos relatos, reseñas literarias y consejos de escritura. No te pierdas el especial "La canción del verano".

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Revista digital de

Valencia Escribe

Nº 7

Tercera Era

Septiembre de 2023

Especial

La canción del

verano


© Todos y cada uno de los derechos de las obras literarias, fotografías o ilustraciones

publicadas en esta revista pertenecen en exclusiva a sus autoras y autores.

Colaboraciones: revistadigitalvalenciaescribe@gmail.com

EQUIPO RDVE

Coordinación, imágenes y corrección: Amelia Jiménez, Ana Marben y Luis Jurado

Ilustración portada: Vivian Rodríguez (Cas)

Maquetación: Ana Marben

Página 2

Revista digital de Valencia Escribe


Índice

Editorial ............................................................................................................ 5

Actividades de Valencia Escribe ....................................................................... 7

MONOGRÁFICO: La canción del verano

Vacaciones de verano, de Ana Marben ........................................................ 12

Aquellas maravillosas canciones, de Amalia Martínez-Alia .......................... 13

Buscando en el baúl de los recuerdos, de Marisa Martínez Arce ................. 14

No era miedo, de Rafael Blasco López .......................................................... 14

Aquí no hay playa, de Miguel Moliné............................................................ 15

La barbacoa terapéutica, de Irene Lado Monserrat ...................................... 15

Invasión macedónica, de Aurora Rapún Mombiela ...................................... 17

Pasión nocturna, de Maria Grazia Scelfo ...................................................... 17

Roxanne, de José Antonio Giménez .............................................................. 19

MICRORRELATOS

Bohemian Rhapsody, de Rafa Sastre ........................................................... 22

Contrahechizo, de Sonia Mele Puerto ........................................................... 22

El meteorito, de Manuel Serrano ................................................................. 23

Llamado al orden, de Mari Moliner .............................................................. 23

Azul cielo, de Ginés J. Vera ......................................................................... 24

CONSEJOS PARA ESCRIBIR MEJOR

Cómo construir tu marca personal, por Mari Moliné .................................. 25

Nº 7 Página 3


POEMAS

El miedo, de Alicia Muñoz Alabau ................................................................ 28

La mirada, de Alicia Muñoz Alabau ............................................................... 29

RELATOS

El mosquit de l’estiu, de Pepe Sanchis ........................................................ 32

Imposible, de Francisco Pascual ................................................................... 33

En verano una brizna de amor entre ovinos, de Azucena Tejado ................ 34

MENUDOS RELATOS

Para X, de Bambi, la del oso ......................................................................... 38

NOVELA POR ENTREGAS

Otra oportunidad. Capítulo 7. Primera noche en..., de Lucrecia Hoyos ...... 42

LA ENTREVISTA

A Edmundo Díaz Conde, autor de Mamá, por Ginés J. Vera ............. ......... 46

CRITICAS DE CINE, SERIES Y LIBROS

Un legado sentimental y otros..., por Maria Grazia Scelfo ........................... 50

Entre los muertos, por Miguel Moliné .......................................................... 51

BIBLIOTECA DE VALENCIA ESCRIBE ............................................................ 53

Página 4

Revista digital de Valencia Escribe


Editorial

E

n ocasiones, nos preguntamos por qué escribimos. En un mundo cada vez más

lleno de novelas, ensayos y antologías de todo tipo, nos parece que nuestros

textos no tienen nada más que añadir. ¿O sí?

Los miembros del equipo editorial sentimos que la literatura está en nuestra sangre, al

igual que la música, que ambas corren por nuestras venas y, sin ellas, seríamos agua y,

por lo tanto, seres diluidos, sin sentido ni propósito en la vida.

Por ello, al acercarse el estío, propusimos el tema de La canción del verano para nuestro

monográfico. En estos meses de canícula han ardido las calles al sol del poniente y algunos

nos hemos encerrado en nuestras casas con el ventilador o el aire acondicionado por

encima de nuestras posibilidades, olvidándonos de barbacoas y gozaderas. Con la mano

arriba y la cintura sola, hemos pasado las noches bailando al son de las letras, porque

sabemos que hay que empezar de cero para tocar el cielo y escribir cuesta.

Continuamos en nuestro número 7 con la novela por entregas de Lu Hoyos (se está poniendo

de lo más interesante) y contamos con nuevas plumas adolescentes, que desean esconder

sus nombres con seudónimo. Nos habéis enviado poemas de puño y letra, os habéis

inspirado en canciones de 4.40 o en fotos cenando en Marbella.

Gracias por seguir colaborando con la revista y por hacer, de este número, una edición

tan especial. Y recordad que nos vemos muy pronto.

El equipo editorial

Nº 7 Página 5


Imagen de Pexels en Pixabay

Página 6 Nº 7

Tercera Era


Actividades

de

Nº 7

Tercera Era

Página 7

Pexels


Encuentro-Recital Amig@s de Valencia Escribe

Para reencontrarnos o para vernos por primera vez. Para escucharnos. Nos reuniremos el próximo

jueves 5 de octubre, a las 19:30h. en LA CASA de Patraix.

Estás invitad@, tanto si eres ya de Valencia Escribe como si quieres conocernos. La entrada es

libre (con consumición obligatoria).

Si quieres participar en el micro abierto y leernos alguna de tus creaciones (poema, micro, adivinanza...

algo cortito) escríbenos a <revistadigitalvalenciaescribe@gmail.com> para que organicemos el

tiempo.

¡Te esperamos!

Página 8

Revista digital de Valencia Escribe


Y antes de acabar octubre, tenemos una cita con el Maratón de Microrrelatos en Massamagrell.

¡Ya la octava edición!

Preparad vuestros bolígrafos y tened la mente despierta, que este es un auténtico desafío literario.

¡No faltéis!

Nº 7 Página 9



La canción del

verano


Llegó el verano y, con él, las tan ansiadas vacaciones. O no. Porque en esta revista nunca

descansamos. Entre copas y risas, estuvimos hablando de la canción del verano. ¿Cuál es la de

este año?

Cri cri cri cri.

Ni idea.

No sabemos si andamos perdidas o es que ahora ya no existe ese fenómeno que inundó de

colorido los veranos de nuestra juventud (no hace tanto tiempo, ¿eh?).

Así que decidimos que el tema extra del número que saldría a las puertas de otoño fuera

ese: LA CANCIÓN DEL VERANO. Así, cuando el calor se prolongue o las primeras lluvias nos

inunden podremos leer los retazos de una estación que, quizá, se resista a acabar.

Lo que pedimos fue que os dejarais inspirar por Sonia y Selena (Yo quiero escribir toda la

noche), por Georgie Dann (Mami, qué será lo que tiene el género negro) o Proyecto Uno (Ahí está,

ahí está, se la llevó el tiburón de la editorial) o cualquier otra idea que se os pasé por la cabeza.

Por la mía, leídas todas vuestras maravillosas contribuciones, ha pasado esto:

Vacaciones de verano

Ana Marben

Vacaciones de verano para mí, caminando por la arena

junto a ti… canturreaba embargada por la felicidad.

De fondo el telediario daba noticias sobre catástrofes

mundiales y debates políticos interminables. Por fin iba

a poder descansar, después de ocho largos meses en

jornada continua. Bikini en la maleta, pareos, vestidos,

chanclas… Poco más. Cogí las llaves del coche y el

mando a distancia para apagar la tele. Congelada me

quedé al ver la previsión del tiempo. La Dana se había

adelantado este año y estaba focalizada en el Mediterráneo.

Maldita idea de decidir coger las vacaciones en

septiembre, porque así nos evitamos las aglomeraciones

de agosto, cariño.

Página 12

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Revista digital de Valencia Escribe


Aquellas maravillosas canciones

Amalia Martínez-Alia

Las emociones me pueden. Está claro que no estoy en el mejor momento de mi vida, pero sé que son

mi punto débil. Y mira que intento no dejarme llevar por ellas, pero nada, al final sucumbo como una

verdadera idiota.

Así me va, san Diazepam es el que consigue el milagro de no dejarme arrastrar por ellas. Si no fuera

por él, me ahogaría en un mar de lágrimas.

Uf, qué intensa he empezado. Bueno, tampoco os asustéis demasiado. Al fin y al cabo, sigo aquí, y con

la ilusión de que la Musa (otra santa de mi devoción) consiga llevarme a buen puerto en la nave donde

me he embarcado.

Pero tengo un problema importante. Cuando comienzo, me cuesta encontrar el momento de apagar

motores y dejarme mecer por los brazos de Morfeo.

¡Qué difícil desconectar, cuando a tu mente no dejan de acudir las palabras a borbotones!

De pronto, recuerdo el pegadizo estribillo de una de las canciones que marcaron los veranos de mi

añorada juventud, y comienzo a cantar y bailar como una posesa:

—Yo quiero escribir toda la nocheeee, escribe, escribe, escribe…

Muerta de risa, con los brazos en alto, pluma y papel en mano moviendo a buen ritmo las caderas, mi

mente me transporta a las verbenas donde disfrutaba con amigos.

Todo ha cambiado, relaciones, música. Ahora lo que se lleva es el perreo, para sacar los trapos sucios

de tu pareja.

Yo tampoco soy la misma, me siguen gustando a rabiar el baile y la música, pero como veis, he cambiado

hasta el estribillo de aquella canción por lo que ahora más me llena. Escribir me ayuda tanto, que

casi lo necesito para respirar.

Nº 7 Página 13


Buscando en el baúl de los recuerdos

Marisa Martínez Arce

En la fiesta de Blas todo el mundo salía con unas cuantas copas de más, pero

aquellas quedadas de verano se habían convertido en un clásico de la pandilla.

Sangría, copas y la Barbacoa eran lo más ¿quién podía resistirse a eso? Su chalet

estaba junto a la playa y en el de al lado veraneaba Ana, una negra jamaicana

que estaba de infarto y por la que todos bebíamos los vientos. Después de

comer Eva María se fue buscando el sol de la playa y me dijo que fuera con ella,

pero estaba acalorado y le dije que no. Claro, después de todo lo que habíamos

comido y con un sorbito de champán, me sobraba hasta el bañador, entonces

María Isabel insistió: coge tu sombrero y póntelo, vamos a la playa… Esa chica, creedme, podía resultar

muy insistente y fui. Un bañista, ignorante de lo traicionero que puede llegar a ser el Mediterráneo, comenzó

a gritar ¡Help! Y aquello pudo terminar en una autentica Tragedy, pero no, afortunadamente todo

quedó en un susto. Volvimos a casa e hicimos un guateque, con canciones lentas. Yo siempre sacaba a

bailar a Lola, con la que más tarde compartiría mi vida tras impactarme las flechas del amor. Así transcurría

todo en aquellos tiempos en los que nadie quería que llegara el final del verano.

No era miedo

Rafael Blasco López

El autobús de la línea noventa y tres circulaba por la avenida del Cid en su recorrido habitual.

Treinta y cinco heavies metal lucían a bordo sus cazadoras de cuero con tachuelas y sudaderas con los

nombres de sus bandas favoritas. Se dirigían a Mestalla, donde los legendarios Iron Maiden darían su

primer concierto en Valencia. El vehículo se detuvo en la parada siguiente cuando una única persona

alzó su mano en la acera. Las puertas se abrieron y el pasajero depositó las monedas exactas del precio

del billete. Ataviado con pantalones muy anchos, mostrando la goma de su slip y a punto de resbalar por

su cadera, caminaba por el pasillo con su característico bamboleo. Su camiseta holgada mostraba una

foto de Bad Bunny, sobre ella una gruesa cadena de oro. El reguetonero ajustó su gorra y alzó la mano

para sujetarse a la barra, evitando así una posible caída por la inercia del arranque. Como si se hubiera

activado un mecanismo automático, todos los rockeros duros corrieron hacia el fondo del vehículo ocultando

sus miradas; algunos hasta hicieron amago de tirarse por las ventanas. El recién llegado les interpeló

sonriendo sintiéndose poderoso.

—¿Tanto miedo les doy?

Uno de los heavies le respondió tapando su rostro.

—No es miedo, es que…

Lo que parecía timidez y pavor terminó cuando todos cantaron a

una señalándole el sobaco:

—¡En la guagua se quedó el olol de tu perfume…!

Página 14

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Aquí no hay playa

Miguel Moliné

—Vaya, vaya —murmuré para mí mismo—. Aquí no hay playa.

Otro año que elijo un destino vacacional por sorteo. Harto de que mi familia se quejara siempre, cogí el

mapa de carreteras y pregunté a mi mujer:

—Dime un número del uno al cien.

—El cuarenta y uno, mi edad.

—Vale. Cristina, elige una letra de la a a la efe.

—La e, de estupidez humana.

—Gracias, maja. Y tú, Guille, un número del uno al cuatro.

—El tres.

Así que abrí la página 41 de la guía Campsa (vale que es del año 2007,

pero los pueblos de España siguen siendo los mismos), busqué el recuadro E3 y puse mi dedo encima:

Griegos.

¿En serio en España hay un pueblo que se llama Griegos? Bueno, al menos la provincia de Teruel nos

quedaba cerca. Los niños se quejaron un poco cuando supieron que no había playa.

—Seguro que tienen una piscina municipal, no os preocupéis.

Ejem. Mientras buscaba una casa rural, me enteré de que Griegos es el pueblo más frío de España. Ni

piscina ni piscino, como diría mi difunta madre.

Insistí en que trajeran alguna sudadera y hasta hemos encendido la chimenea. Aquí no hay playa, pero

no está nada mal para pasar unas vacaciones durante la ola de calor.

La barbacoa terapéutica

Irene Lado Monserrat

Era un agost de 1994 i la Marta s'havia inscrit a un curs mensual d'alemany a Bonn per a millorar

aquesta llengua, però sobretot perquè sempre havia tingut ganes de visitar aquesta ciutat, capital de

l'antiga República Occidental d'Alemanya, ciutat natal de Ludwig van Beethoven i bressol de les famoses

gominoles d'Haribo.

Pel matí, assistia a classes i a la vesprada participava de les diferents activitats organitzades per la

mateixa Universitat de Bonn: visites culturals, classes de cuina, ball, cinema, excursions pels pobles

dels voltants,etc.

S'allotjava en una residència d'estudiants compartida amb uns altres de diferent procedència, principalment

asiàtica: Taiwan, el Japó, Indonèsia o Tailàndia, però també d'altres països del món com el cas

de la Jeema, procedent de la zona dels llacs de Lahti, Finlàndia, encara que temporalment estudiava a la

universitat de llengües estrangeres de Hèlsinki.

Contràriament als tòpics que alguna gent sol tindre envers els pobles nòrdics, la Jeema no era gens

Nº 7 Página 15


freda ni distant en el seu tracte, sinó més aviat alegre i molt oberta. De seguida va congeniar amb la Marta

i des que es van conéixer a la cuina que compartien en la residència sempre entaulaven conversa. La

Marta va aprendre coses de Finlàndia que li van portar a conéixer millor aquest llunyà i fred país i a canviar-ne

la seua visió preconcebuda. Al seu torn, la Jeema, sorpresa que la Marta parlara tan bé l’anglés i

l’alemany, somrient li deia que solament complia els típics tòpics espanyols quant al físic, però no en la

seua manera d'actuar i li deia: «No sembles espanyola».

Encara que la Jeema no sabia castellà, sí que coneixia la tornada de l’encomanadissa cançó de l'estiu

del Giorgie Dann, La barbacoa. No entenia molt bé el que significava la lletra, tot i que es podia fer idea

per la similitud del títol amb la paraula anglosaxona barbecue.

Moltes vegades, durant el desdejuni, coincidia també amb elles, el Konzo, un japonés alt i espigolat

d'Osaka, que encara que era bastant tàcit, agradava de participar en la conversa.

La compenetració d'aquest trio era tan gran que quan arribaven a la cuina, un darrere d'un altre començaven

a taral·larejar la tornada:

La barbacoa

La barbacoa

¡Cómo me gusta

La barbecue!

La Marta es divertia molt escoltant aquestes versions a la finlandesa i a la japonesa i a vegades els corregia

mentre reia dins seu.

La cançó va cobrar sentit, quan en una de les activitats, incloses en el Rahmenprogramm (programa

d'activitats extraescolars), la universitat va organitzar unes jornades gastronòmiques de convivència i entre

elles, una barbacoa on es van degustar diferents tipus de salsitxes alemanyes. Per a sorpresa de

molts, tots tres van començar a cantar cridant i sense parar de riure fins a contagiar els altres que també

es van unir a cantussejar la famosa tornada encara que no n’entengueren ni un borrall.

Des que s’acomiadaren en acabar el curs, la Marta ja no va saber res més de la Jeema fins que un dia

va rebre una sol·licitud d'amistat de Facebook i aquesta li va contar que, per motiu de treball del seu marit,

ella i els dos fills s'havien traslladat a viure a Munic.

Van passar dos anys i un estiu la Marta va decidir fer un viatge pels països bàltics. Aprofitant que

anava a Tallinn i li quedava molt a prop Hèlsinki, li va escriure per Messenger per si per casualitat trobava

la Jeema i es podien veure. Per sort, la Jeema ara vivia a Tampere, a dues hores de la capital. Es va

produir el retrobament i van xarrar sobre el que havia passat durant aquests darrers anys. La Marta va

saber que la falta de contacte per part de la Jeema estava justificada. Mentre la Jeema li contava, la Marta

l’escoltava, empatitzant amb ella tot el que podia. Així va descobrir que després d'aqueixa llarga malaltia,

que havia superat després de llargues sessions de quimioteràpia, ràdio, pèrdua dels cabells i tots els

altres efectes secundaris derivats d'aquest dur tractament, ara portava dos implants mamaris.

Abans d'acomiadar-se, després de passar el dia juntes a

Hèlsinki, li va confessar: «Saps? Quan pitjor ho passava i

creia que no me n’eixiria, de seguida buscava en Youtube La

barbacoa. Cada cop que l’escoltava transportava els meus

pensaments a aquells moments on no paràvem de riure i em

sentia una altra persona diferent i amb més ganes per a continuar

lluitant».

Aleshores, la Marta la va començar a taral·lejar mentre la

Jeema, somrient, l’acompanyava.

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Invasión macedónica

Aurora Rapún Mombiela

La noche ochentera empezó como todas las canciones del verano,

con un estribillo reproducido en la radio una y otra vez,

hasta que se pega.

Pero esta vez la cosa ha ido a más. La Mari, la vecina de abajo,

que se ha instalado en mi riñón, dice que no se va a dormir y se

ha subido al hígado porque hay una tía allí que ha montado una

fiesta y que bebe absenta y mojitos de menta. Dice que quiere

ligarse a uno con boquita de fresa, para hacer una macedonia o

algo así. Pero, además, otras criaturas han invadido mi organismo y hacen cola a las puertas del hígado

porque les han dicho que vengan con quien quieran. Han acudido de todas partes: del estómago, cuatro

holandeses con una bolsa de hielo, de su dúplex en mis pulmones, una colla de Castellón y desde mi corazón,

siete primos de Sabiñánigo.

Esta mañana, me estallaba el cerebro, que es el único que no ha sido invadido, así que he ideado un

plan que, afortunadamente, ha funcionado.

He aplicado terapia de choque: primero, leer un libro, pero no una lectura de verano, sino La vida:

instrucciones de uso, de Georges Perec. Segundo, escuchar de fondo Radio 3.

En media hora ya desfilaban fuera de mi organismo los ochenteros modernos de las narices, que no

se han enterado, por mucho que lo hayan gritado a los cuatro vientos, de que en una noche ochentera lo

que se bebía era cerveza.

Más relatos de Aurora en: https://lahistoriaestaentumente.wordpress.com

Pasión nocturna

Maria Grazia Scelfo

Es una noche tranquila y la ciudad está sumergida en un profundo silencio. En su pequeño estudio,

cuya ventana da a un hermoso y frondoso jardín, rodeada de libros y con una taza de café humeante,

Rocío se encuentra frente al ordenador, su gran aliado. El brillo de sus ojos refleja, como siempre, una

pasión inagotable por las palabras y también el deseo de poder plasmarlas en el papel. Es una escritora

incansable, imaginativa, con historias siempre originales corriendo por sus venas.

Aquel día, mientras la luna brilla en el cielo estrellado, una idea revolucionaria la embarga: quiere escribir

toda la noche, dejando fluir su creatividad sin restricciones, embargada por el silencio profundo de

esa noche, para ella mágica, sin interrupciones, rodeada de estrellas. Durante el día puede concederse

pocas horas, pues tiene que aprovechar el tiempo que le queda entre el trabajo, las tareas de la casa y la

atención que le exige su pareja Inés. Es una mujer completamente diferente a Rocío. Lamenta que dedique

más tiempo a la lectura y a la escritura que a ella. Ya que a Inés le gusta mucho salir de fiesta, ir a la

discoteca y bailar toda la noche. Y muy a menudo lo hace dejando a Rocío sola.

Nº 7 Página 17


Con el ordenador listo y la hoja Word en blanco ante sus ojos, Rocío se adentra en un mundo mágico

donde las palabras se apoderan de ella. Sus dedos bailan sobre las teclas y, en su movimiento, crean personajes

vivos e historias emocionantes. Las horas pasan y las letras se deslizan por el papel, formando

oraciones que expresan lo que ella decide, les insufla vida propia. Sueños y realidad se entrelazan y los

personajes cobran vida propia.

En su escritura, Rocío encuentra la total libertad. Cada palabra que escribe es una oportunidad para

transmitir emociones, sentimientos... A medida que avanza en la noche, su determinación crece y su pasión

arde más intensamente.

El reloj marca las horas sin piedad y las palabras fluyen sin cesar. Las sombras de la noche se funden

con su creatividad y cada instante la acerca más a su objetivo: escribir toda la noche.

Rocío experimenta momentos de éxtasis literario. Cada párrafo, cada descripción y cada diálogo son

piezas del rompecabezas que dan forma a su historia. A veces se detiene para leer en voz alta sus propias

palabras, dejando que el eco de su voz llene la habitación y le procure un placer que la deja satisfecha a

la vez que agotada. Al amanecer ha logrado su objetivo, ha escrito toda la noche disfrutando y gozando.

Aún, seguro, tendrá más historias para contar. El fuego literario sigue ardiendo en su interior, listo para

alumbrar nuevas aventuras y emociones.

Desde aquel día decidió que «yo quiero escribir toda la noche» se convirtiera en el título de su historia

más valiosa. Una historia que no solo habla de la pasión por las letras, de ese deseo que hace gozar al

escritor como nunca había pensado pudiese ocurrir, sino también del poder y la belleza de perseguir los

sueños sin límites,

Rocío ha creado una historia cuyo personaje protagonista es una mujer que, desde pequeña, había

sentido una gran pasión por la escritura y después de graduarse empieza a trabajar en una editorial. Al

poco tiempo se da cuenta de que quiere ayudar a otros jóvenes escritores y hacer realidad sus sueños.

Así que decide comenzar su propia editorial en un mundo que no se lo pone fácil. Tiene que luchar duro,

incluso con su propia familia que no quiere arriesgarse a apostar por ella, ayudándola económicamente.

A pesar de los muchos contratiempos que se encuentra en este empeño, la mujer nunca pierde de vista

su objetivo de trabajar por cuenta propia y también su sueño de ayudar a otros jóvenes escritores a

publicar sus obras. Por fin lo consigue.

Con el tiempo su editorial se convierte en un gran éxito y ella llega a ser una figura importante en el

mundo editorial.

Rocío ha escrito esa novela para demostrar que cuando se tiene pasión por algo y trabajas duro para

lograrlo, no hay obstáculos, ni tampoco existen las palabras: con esto no se puede.

Ella lo ha vivido en su propia historia.

Página 18

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Roxanne

José Antonio Giménez

Otra asfixiante noche de verano. El calor me tiene dando vueltas en la cama. Empapado. La calle es

un mar de ruidos urbanos que se cuelan por las lamas de la ventana, junto con el reflejo del luminoso de

la esquina. Oigo otro coche detenerse. Voces que no entiendo atraviesan la penumbra. Risas. Gritos. Frases

que se cruzan vetadas para mi comprensión y el motor que arranca de nuevo. La voz de una mujer

queda flotando en el aire.

Me levanto y contemplo la calle desde la seguridad que me ofrecen las contraventanas cerradas. Miles

Copeland nos insistió mucho en que no se nos ocurriera abrirlas. No es seguro. Él, claro, no pasa la noche

en este cuchitril del Boulevard de Clichy, en pleno corazón del barrio rojo de París. Un entorno muerto

durante el día, pero que, al caer la noche, se llena de vida, luces de colores y turistas atraídos por los

ecos del Moulin Rouge y el supermercado del sexo en que se convierten las calles aledañas.

Desde mi oscura atalaya, contemplo las mujeres que se resguardan de la lluvia que ha empezado a

caer. Se refugian en las esquinas, bajo los balcones y las puertas de las pensiones de mala muerte. Sus

rostros titilando entre el humo de los cigarrillos y el temblor de los neones. La ciudad de la luz, la llaman.

En realidad, una urbe de perpetuos cielos grises, perfectos para fotografiar su grandiosidad pasada, pero

que muestra su verdadera cara por la noche. Esta noche.

Yo era de los que se enamoró de la decadencia de los teatros, tascas y casonas que recorría el Cyrano

de Bergerac de Edmond Rostand. De la Roxanne, de belleza inocente y voluptuosa, a la que escribía cartas

y poemas con el nombre de otro. Y, sin embargo, mis ojos no dejan de mirar a esa otra Roxanne. La

que camina por el suelo mojado sobre dos tacones eternos. La que lleva una gabardina para ocultar lo

que enseña sin pudor ante las ventanillas de los coches. Esa Roxanne de rostro esquivo y mechas californianas,

que se convierten en fuego bajo el luminoso rojo del hostal.

¡Ah, mi Roxanne! No necesitas ponerte bajo la luz roja. Oculto entre las sombras, quisiera decirte que

esos días acabaron. Que no tienes que vender tu cuerpo esta noche. Que no tienes que usar ese vestido

esta noche. Y, como Cyrano, sueño en cantarte al oído que no tienes que caminar las calles por dinero.

Que te quiero desde que te conozco, aunque en realidad no te conozco…

Otro coche se detiene ante ti, Roxanne. Corro bajo la lluvia, como Cyrano bajo las balas. Quiero decirte

que guardes tu maquillaje por esta vez. No te preocupes, si está mal o si está bien.

···

Ante mis ojos, el café cae lentamente sobre la taza. El piloto

rojo indica que ya está llena, pero en mi cabeza solo hay

sitio para Roxanne. Soy un cuerpo vacío al que han robado

el alma. Me muevo sin rumbo entre desconocidos, hasta

que me dejo caer sin fuerzas sobre el teclado del piano que

decora el comedor. El acorde imprevisto es un aguijón que

trae consigo la realidad. Steve y Andy ríen desde la mesa.

La camarera no tanto, al ver el café derramado por el suelo.

Mi carta de amor a Roxanne se graba en los estudios Surrey

Sound, más allá del Canal de la Mancha. Como Cyrano,

la firmaré con otro nombre.

Nº 7 Página 19



Microrrelatos


Bohemian Rhapsody

Rafa Sastre

Luce la ajustada camiseta de lentejuelas de su hermana mayor, a través de

cuyo escote surge un incipiente vello pectoral. El grosor de sus piernas atenta peligrosamente

contra la flexibilidad de unas mallas fucsia que también ha tomado

prestadas, en este caso de la madre. Bajo su rizada y oscura melena, el rostro,

maquillado en exceso, presenta unos párpados pintados de azul con purpurina y

unos labios decorados de rojo femme fatale. Al fondo, sobre su cama, un póster

de Rufus Wainwright y otro de Freddie Mercury con la toga de armiño y una corona

en la cabeza.

El chico de quince años baila descalzo el tema Bohemian Rhapsody frente a la

pantalla de su portátil, mientras improvisa un playback con resultado más que

aceptable.

De pronto, la puerta de la habitación se abre y aparece por sorpresa su padre,

que le dirige una mirada repulsiva, lacerante. El chico para en seco, lo ve y sonríe,

si a esa espontánea mueca suplicando comprensión, quizá compasión, se la

puede denominar sonrisa. Detiene la música pero el padre, sin pronunciar palabra, sale cerrando de un

portazo. Se oyen sus pasos descendiendo por la escalera. Después, otro violento portazo y un automóvil

que arranca y se aleja.

El joven pliega la pantalla del ordenador y con ojos vidriosos se acurruca en el suelo, bajo la ventana.

Sabe que va a ser difícil que ese hombre sea capaz de entender algún día que él no ha elegido ser como

es, que nació así, y nadie en este maldito mundo merece sentirse culpable por ello. Y por eso y porque a

pesar de todo le quiere, el chico llora.

Relato incluido en el libro El ciego es el rey (ACEN Editorial, 2018)

Contrahechizo

Sonia Mele Puerto

Tras un agotador día de crianza, Perrault se dispuso a retomar su relato,

pero algo había cambiado. ¡No lo podía creer! El hechizo escrito la noche anterior,

inspirado en la calabaza que sirvió de cena para él y sus pequeños, se

había continuado solo:

«Bruno, al ver sus patas perrunas convertidas en manos arrebató la varita

al Hada Madrina y la partió en dos. Había observado a su alrededor.

Aquellos hermosos corceles blancos no echarían de menos sus vidas de roedor.

Admiró la elegancia de Comandante. La chica parecía más feliz. Y él…

se acostumbraría a la vida humana. ¡Con la varita del Hada Madrina rota,

no padecerán la metamorfosis inversa!».

Página 22

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El meteorito

Manuel Serrano

Los científicos afinaron sus cálculos. Los cañones láser se aprestaron para detener aquel meteorito

que, del tamaño de España, amenazaba con caer en la Tierra. Cuando llegó el momento dispararon y justo

en el instante estipulado, el meteorito se deshizo en miles de fragmentos que encontraron su propia

órbita.

Mientras en la Tierra los artífices de tan inigualable gesta se felicitaban, a cientos de miles de kilómetros

otros seres reían:

—Ya verás la cara que ponen cuando les enviemos el grande, el de verdad.

Llamado al orden

Mari Moliner

Aún no estaban puestas las calles y los dos paseábamos cogidos de la mano, sin peligro de que nos

vieran. Nos besamos una y otra vez: bajo los árboles del paseo, en el ascensor de camino a su alojamiento…

Ignorábamos cómo, al confesar nuestro amor por dos personas diferentes e inalcanzables, se habían

unido nuestras bocas.

Se abrieron las puertas del ascensor justo en el momento en que separábamos nuestros labios y nuestras

manos. Su compañero estaba allí, mirándonos, con cara de enfado:

—¿Dónde os habíais metido? ¿Qué habéis estado haciendo toda la noche? ¿Y tus amigas? —dirigió su

última pregunta a mí.

—Pues… ellas volvieron al hotel y nosotros nos quedamos en

la discoteca. Piensa que es la última vez de Adri —acerté a contestar.

—Bueno, a la discoteca puede ir más veces, pero no creo que

al obispado le guste que un diácono recién ordenado ande por

ahí hasta las siete de la mañana con una chica.

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Azul cielo

Ginés J. Vera

A Lupe, que será memoria en el olvido

No imaginó verla de nuevo en la parada de taxis del aeropuerto. Ella detuvo uno preguntándole si quería

compartirlo. Dejó que ella diese su dirección y, al llegar, aceptó apearse también allí. El barrio, incluso

la casa, le parecieron extrañamente familiares.

—¿Quiere pasar? —escuchó. Se sorprendió nuevamente al recorrer el vestíbulo y la cocina, donde le

ofreció un té matcha, su preferido. Dudó al llegar al dormitorio. Tras verla descalzarse y mirarle sentada

en la cama, encontró el valor: le confesó que le parecía muy guapa. Se lo había parecido en el aeropuerto,

donde se encontraron por casualidad. Le ilusionó facturar el equipaje a la vez.

—Eres muy guapa —le susurró. Ella asintió, le trajo un vaso de agua, una aspirina y le dejó durmiendo.

En el cuarto contiguo, lloró en silencio quitándose la peluca azul. Al poco, apareció el médico.

—¿Qué tal el viaje? —le preguntó dándole dos besos.

—Como siempre. —Hizo una pausa—. El día menos pensado, se olvidará incluso de dónde vive, si es

que no lo ha hecho ya y piensa que le seduzco cada vez que viajamos.

—Sigue dándole la medicación, recuerda que en estos casos, la memoria no se recupera del todo —le

aconsejó tomándola de la mano. Ella la retiró asustada y le acompañó a la salida.

Al despedirse, él quiso besarla en los labios.

—Puede que tenga que disfrazarme, que él piense que soy una desconocida, pero sigo y seguiré siendo

su esposa hasta el final.

Y cerró la puerta.

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Consejos

para escribir

mejor

Nº 7 Página 25


Página 26 Nº 7

Tercera Era


Poemas

Nº 7

Tercera Era

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El miedo

Alicia Muñoz Alabau

El miedo

es esa sensación amarga que se sucede tras la aventura

de estar contigo.

El miedo

son tus ojos mirándome sorprendido

porque en ese momento a ambos nos desborda el corazón.

El miedo

es un beso prestado,

no regalado, ni ofrecido,

es un beso irremediable seguido de un suspiro.

El miedo

es tu mano apretando mi pierna

mientras intento enlazar un discurso que tenga sentido.

El miedo es la promesa de no volver a vernos.

El miedo

es brillo en la noche cuando estamos juntos

y oscuridad y tinieblas tras el abandono.

El miedo

es el sinsentido de saber que no nos pertenecemos

y, sin embargo, dejarnos llevar por la pasión abierta.

El miedo, no tiene grietas por las que escaparse,

es un bloque compacto de felicidad y tristeza, a partes

iguales,

una garra aferrada al corazón que no se limita al hoy y

aún durará mañana.

El miedo es la ausencia de voluntad,

la voluntad apagada encerrada en un frasco sin oxígeno

en el que no se mantendrá ninguna llama.

Página 28

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La mirada

Alicia Muñoz Alabau

En este espejo

no miente el reflejo

de las horas vividas.

Este espejo

no magnifica los fuegos fatuos de las falsas alegrías

ni menosprecia las tristezas

ocultándolas bajo mantos de indiferencia.

En este espejo

no hay luces de tocador que disimulen las ojeras de una noche

en vela,

ni se maquillan los surcos que la vida fue arando en la tierra

de una piel madura.

Este espejo

no engaña las hipocresías ni tapa las verdades a medias

y la falta de honestidad de una sonrisa fingida.

Este espejo

no muestra más que lo obvio,

lo cierto, lo real,

lo que supura la piel a cada paso y en cada tropiezo.

Es el espejo de mi mirada

y en él se anuncia lo que siento.

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Tercera Era


Relatos

Nº 7

Tercera Era

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El mosquit de l’estiu

Pepe Sanchis

Hola, bona vesprada. Primer que res, em permetran que

em presente. Em dic Zzuumm i soc un mosquit.

També m'agradaria parlar-los del meu pare, Shummm. I

és que des que era a penes un projecte de mosquit, el meu

pare va ser sempre un exemple a seguir. Fins a la seua

mort, víctima d'un assassinat amb paper de diari, la seua

vida va resultar exemplar. En les seues últimes paraules,

encara va tindre temps d'explicar-me que haver mort

d'aquella manera, amb fulles de diari (l'ABC, concretament)

tenia un mèrit incalculable. Res a veure amb morir

inhalant un esprai verinós comprat en qualsevol Mercadona.

Sempre recordaré que en el seu últim estiu tenia una

autèntica fixació amb els mosquits tigre, aqueixos malparits,

deia ell, que havien degradat la raça mosquiteril fins a

extrems inacceptables. Em va fer entendre amb tot luxe de

detall les diferències entre els comuns i els tigres, fent-me veure que nosaltres, els mosquits de tota la

vida, teníem una funció totalment coherent amb la nostra existència. En canvi, ells, els tigres, es limitaven

a fer el mal pel mal, i denigraven la funció que Déu ens havia reservat als mosquits.

Potser arribats a aquest punt vostés es pregunten quina és aqueixa funció. De la millor manera possible,

i dins dels estrictes límits que els editors d'aquesta revista digital ens han imposat, intentaré explicar-li'l.

Perquè resulta que les nostres picades als humans, sobretot en les plaents nits d'estiu, més o menys

a partir de la màgica nit de Sant Joan, tenen un sentit molt més ecològic, molt més relacionat amb la

cura del medi ambient del que vostés imaginen. Segons em comptava el meu pare, sense la nostra molesta

existència i els nostres sinistres brunzits nocturns, la raça humana seria moltíssim més depravada,

si cap, del que és en l'actualitat. Sabent-se lliure de nosaltres, amb tota seguretat, empraria les nits d'estiu

per a barbacoes i truites mitjançant, ocupar aqueixes hores que Déu ha destinat al descans de totes

les seues criatures, a acudir a les platges, a les terrasses d'estiu, a les boniques muntanyes, a les florides

valls, en fi, a qualsevol lloc on, en comptes de protegir i acaronar els recursos naturals, amb el descuit

propi que els caracteritza, provocar incendis, embrutar qualsevol lloc i destruir, en suma, la meravellosa

Naturalesa en el seu estat primigeni.

...els mosquits de tota la vida,

teníem una funció totalment

coherent amb la nostra

existència.

Bé, com estic esgotant el contingent de paraules establit, ja m'acomiade

de vostés. Si aquest estiu noten la meua presència sonora o directament

la meua picada, no s'enfaden, pensen en el que els he dit i consideren

als humils mosquits com a vertaders servidors i guardians de

l'obra divina. I perquè vegen que els mosquits no discriminem a ningú

en raó del seu sexe, edat o religió, i que igual piquem als espanyols en

la seua diversitat autonómica que als europeus en general, inclosa els anglesos aqueixos del brexit i que

amb el nostre contacte boca-pell adquirim coneixements educatius i culturals, els oferisc una mostra del

ric vocabulari que he aconseguit atresorar aquest estiu.

Adeu, adiós, agur, adeus, arrivederci, good bye, au revoir, auf Wiedersehen.

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Imposible

Francisco Pascual

Pepe había oído que la ciencia avanzaba de manera espectacular en ese campo, pero nunca llegó a

imaginar hasta qué punto. Todo comenzó cuando quiso adquirir un robot que lo ayudara en las tareas

de la casa. Vivir solo tenía el peligro de dejarse llevar y acabar navegando en un mar de ropa sucia, pila

de la cocina llena de platos y cubiertos por meter en el lavavajillas, habitaciones sin recoger, aspiradora

sin pasar, baños por limpiar y un largo etcétera. Lo que no sabía era que también en esos aparatos

existían los géneros. Estos japoneses…, qué jodidos. Decidió comprar una hembra, lo encontró gracioso.

Venía sin montar, pero la tienda especializada, como oferta especial de lanzamiento, le enviaba unos

técnicos para que la pusieran en funcionamiento. El manejo era sencillísimo y el aparato una maravilla.

Todo estaba más limpio que una patena; a Pepe le costaba reconocer su apartamento. No podía haber

hecho mejor compra, ojalá se hubiera decidido antes.

Pero había algo que le comenzaba a preocupar. Era…, parecía…, demasiado humana. Poseía un rostro

inusualmente bello, su perpetua sonrisa era cautivadora, su contorno resaltaba unas curvas mareantes.

Pepe no quería admitirlo, por supuesto que aquello era algo contra natura, quizá una aberración,

algo de lo que avergonzarse, y tampoco acertaba a adivinar cómo podía haber ocurrido tal cosa,

pero… no le quedaba más remedio que reconocer que estaba enamorado hasta las trancas de su robot

hembra.

Abducido por la situación, sin poder quitársela del pensamiento

durante las horas que pasaba fuera de casa, pretendió

hablar con ella con toda la seriedad del mundo, confesarle

sus sentimientos, liarse la manta a la cabeza y que

cada cual pensase como le diera la gana, pero el rechazo fue

inmediato. La negativa, con su voz aún metálica e impersonal,

no dejaba lugar a dudas.

Pepe se enrabietó por la negativa. ¿Cómo podía ella negarse?

Los humanos eran seres superiores a esas complejas,

aunque simples máquinas; aquella afrenta no podía consentirse.

Sabiéndose su amo, intentó besarla, hacerle el amor

(aunque, ¿cómo?), y entonces ocurrió: de la garganta de la

robot comenzaron a salir chillidos estridentes parecidos a

una sirena de alarma, al tiempo que se movía con rapidez

en dirección a la cocina. Ella cogió un cuchillo jamonero y lo

interpuso entre ambos. El rostro del aparato estaba demudado,

reflejaba un gesto de rabia, de odio. Pepe estaba aterrado

al ver la punta del cuchillo acercándose peligrosamente

a su cuello. Él no tenía

conciencia de haber intentado

nada malo, puesto

que solo era un robot bellísimo, sí, pero solo eso. Sin embargo, aquel

cacharro reaccionaba en todos los sentidos como un ser humano

muy cabreado. Jodidos japoneses.

...pretendió hablar con ella con

toda la seriedad del mundo,

confesarle sus sentimientos,

liarse la manta a la cabeza...

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Sus ojos, antes de un azul intenso, ahora eran como dos rayos láser dispuestos a partirlo por la mitad.

Pepe retrocedió tropezando con todo mientras la máquina avanzaba hacia él con el cuchillo amenazante.

De pronto, ella dio un increíble salto, lo agarró por el cuello y levantó el arma, dispuesta a asestarle

el golpe definitivo. En ese momento, Pepe sintió como si le estallara el cráneo y aulló de dolor.

Cuando abrió los ojos, comprobó que era de noche, miró el reloj y vio que eran las tres de la madrugada.

Le dolía la cabeza de una forma terrible y estaba cubierto de un sudor frío que le provocaba temblores

por todo el cuerpo. Estaba tendido en el suelo de su habitación, se había caído de la cama y golpeado

el cogote. A duras penas, consiguió encender la luz de la lamparilla. Entonces, sus ojos se posaron

en una caja de embalaje que estaba en el suelo: en ese instante lo comprendió todo.

Nunca creyó en premoniciones, brujerías, hechizos y demás zarandajas, pero aquella pesadilla que

acababa de tener le desmontaba su pertinaz incredulidad. Fue como un aviso que era menester tener en

cuenta, una velada advertencia de lo que podía ocurrir.

En ese momento, tomó la decisión: aunque tuviera su apartamento hecho una pocilga, aunque tuviera

que seguir navegando entre mares de ropa sucia y cubiertos por lavar, aunque se lo tragara la inmundicia,

iba a devolver a la tienda ese robot de última generación, con un bellísimo rostro de mujer de

grandes ojos azules, que unos técnicos le iban a montar al día siguiente.

En verano una brizna de amor entre ovinos

Azucena Tejado Chamorro

Marieta rabieta sale la primera de la cuadra. Es muy espabilada y no entiende ese oscuro vicio de Mariano

de encerrar a las ovejas a cobijo en pleno mes de julio, tiene muy presentes aquellos tiempos en los

que vivía libre y pasaba la noche en el corral, eso sí con la puerta abierta de la casilla o la cuadra como

dicen los más modernos, porque Casildo y su vecino Ambrosio dejan el rebaño al raso en el corral, nunca

solas en el campo, no sea cosa que algún lobo se haga con semejante manjar y se queden sin rebaño. Al

atardecer las meten debajo del tinado de paja y escobas secas, un lugar ideal para divisar las estrellas y

sus movimientos en las noches de verano y si la noche se pone un poquito fresca en la madrugada, porque

ya se sabe que por Gredos norte incluso en agosto por las noches hay que extender la manta y guardar

las patitas a buen recaudo en la cuadra para que no se entumezcan

las pezuñas, eso siempre por decisión de cada animal, unos entrarán

a la cuadra y otros no.

Marieta joven y cantarina espera con entusiasmo la hora de salir de

excursión o lo que es lo mismo, anhela el momento de pisar pastos y

olisquear matorrales, ansias de libertad diría Casildo, para la oveja

Marieta los matorrales son más sabrosos cuando los comparte con el

rebaño de Ambrosio, se hace la encontradiza y con su danzar atrevido

Como las ovejas son animales

muy sociables, Casildo no

entendía este comportamiento

de Marieta...

Página 34

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se coloca al lado de Ricardo, carnero del otro rebaño. Marieta inteligente y organizada, el carnero Ricardo

sensible y atento.

Dejando atrás las cualidades de estos ovinos, lo que no puede negarse es que son una pareja de lanudos

bien avenidos, algo extraño a ojos del pastor porque lo habitual es que las hembras se relacionen

más con hembras y los machos con machos, como rezaba aquel viejo estribillo de canción: «Las chicas

con las chicas, los chicos con los chicos...».

Marieta y Ricardo rompen la melodía de la norma, porque lo habitual no siempre es lo normal o lo normal

no es lo habitual. Vaya juego de palabras, vaya devaneo de sesera, aunque en cuestiones de amor la

norma melódica es que los enamorados deseen estar juntos, más tarde lo veremos.

Lo que no sabían ni Ambrosio ni Casildo era que esa estrecha relación escondía una bonita historia de

amor por eso cuando Casildo no salía en compañía de Ambrosio a pastar con sus ovejas, Marieta se ponía

mustia y cansina, se quedaba rezagada del resto del rebaño y no probaba bocado, cosa que agradecían

sus lanudos compañeros y Casildo, un tanto malhumorado por culpa de Marieta, oveja descarriada,

perdía la paciencia en su afán de unir a todo el rebaño.

Como las ovejas son animales muy sociables, Casildo no entendía este comportamiento de Marieta y al

principio pensó que estaba enferma, pero hablando con Ambrosio se aclaró el entuerto, ya que este le dijo

que los días que no pastaban los dos rebaños juntos el carnero Ricardo se quedaba rezagado y apenas

probaba bocado.

Esta conversación entre los dos pastores aclaró mucho las cosas y estuvieron de acuerdo que en temas

amorosos lo mejor es la cercanía y

¿quién les iba a decir a ellos, expertos conocedores

de rebaños de ovejas desde la

más tierna adolescencia, que los rumiantes

peludos sentían debilidad amorosa? ¿Cómo

iban a sospechar que la fortaleza emocional

aumentaba cuando se sentía cercana la

presencia del amado? La cuestión es que

esa relación entre Marieta y Ricardo era

una relación que traspasaba los límites del

mero andar deambulante en busca de pastos,

azuzados por la cayada del pastor, y

que a partir del día en el que Casildo y Ambrosio

sacaron a colación el tema del comportamiento

animal, para ir más allá de la

consabida aceptación por rutinaria de que

los animales ovinos son todos iguales y que sus comportamientos están regidos por las mismas pautas

que no son otras que las de sobrevivir, vivir como si tal o lo que es lo mismo comer, beber, dormir...

Este descubrimiento abrió el frasco de perfume y dejó salir la esencia que, al extenderse sobre el rebaño

y ellos mismos, trajo consigo mejoras económicas y se dieron cuenta que el bienestar animal revierte

en el bienestar social y económico.

Animales ovinos son mucho más que animales ovinos, felices y enamorados están más cercanos de los

animales humanos.

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Página 36 Nº 7

Tercera Era


Menudos

Nº 7

Tercera Era

relatos

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Para X

Bambi, la del oso

(13 años)

Y en nuestra siguiente vida

volvíamos a encontrarnos.

Yo iba distraída,

mirando a cualquier lado.

Y tú pasabas, con tu pelo perfecto

andando hacia mí haciendo un directo,

ahí nos chocábamos y nos dábamos cuenta

de lo tanto que nos queríamos.

Tú me invitaste a una cita,

mientras yo hablaba con mis amigas,

Ahí tuvimos la impresión de que ya nos conocíamos,

pero, ¿de qué? No lo sabíamos.

Intercambiamos números y quedamos un día

con nuestros amigos, mientras yo me reía.

Tú te empezaste a preguntar quién era

porque detrás de toda tu mierda

tu vida se hacía hasta pasajera.

Ahora nos percatamos

de lo mucho que nos importábamos.

Y nuestra mejor cita fue aquella

en la que fuimos la comidilla

de si éramos o no novios.

Eso se lo inventaron tus amigos,

pero la verdad es que no estaba mal,

a mí me sonaba genial.

Página 38

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Después de un tiempo, yo creía

que para ti era solo una hermanita,

pero un día entraste en mi habitación

y con toda tu intención, me besaste.

Para mí fue el mejor día de mi vida.

Pude hallar lo que la terquedad me había ocultado al principio:

una belleza escondida, que solo se mostraba

cuando uno estaba dispuesto a encontrarla.

Una amiga me dijo que le molabas,

me dio un ataque de ansiedad

porque no la quería traicionar,

pero tampoco mis sentimientos ignorar.

Entraste en mi cuarto y me viste llorando,

tanto que podías hasta pasar nadando.

Me preguntaste qué pasaba

y yo te dije que no era nada.

Durante la conversación

me miraste con tanta compasión

que reuní el valor para plantarte cara.

Te dije lo que sentía en realidad,

no lo que les contaba a las demás.

Y tú me diste tal abrazo

que me quedé tumbada a tu lado

Después de llorar tanto, de hecho

me quedé dormida en tu pecho.

Y cuando me levanté te vi tan mono

que te besé y se me olvidó todo.

Solo eras tú el que me importabas

y mientras que tú te levantabas,

yo me cambiaba.

Te quedaste tan embobado que te besé

hasta que todo se nos olvidase.

Y ya después de seis meses

decidí que descubrieses

lo locamente pillada que estoy por ti

aunque claramente ya lo sabías

y me confesaste que me quisiste

desde la primera vez que me viste

e intentaste llamar mi atención

chocándote en mi dirección.

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Tercera Era


Novela

por entregas

Nº 7

Tercera Era

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Otra oportunidad

Lucrecia Hoyos

Capítulo 7

PRIMERA NOCHE EN LA MASÍA DE LA TORRE

Bárbara cerró la puerta y sintió una acumulación de sensaciones contradictorias:

excitación, por un lado; vértigo, al encontrarse sola en aquella enorme casa. Se había

unido a Colla-cohabitatge huyendo de la soledad, pero esta parecía perseguirla sin remedio.

Tenía que hacer algo.

La casa contaba con diez habitaciones y un cuarto de baño en cada planta. Según

le había dicho Amalia, la habían reformado treinta años atrás, con su Paco, que era un

artista y disfrutaba modernizando lo necesario, pero respetando al máximo la belleza

antigua que poseía. Había hecho un trabajo extraordinario. Bárbara no se podía creer

que le hubiera tocado en suerte disfrutar de ella. Pero no iba a hacerlo sola. Pensaba

llenarla de gente y de vida. Aún no sabía cómo, pero lo conseguiría.

Eligió una de las habitaciones de la planta baja. Estaba al lado del baño. Era espaciosa

y tenía una cama grande, una cómoda y un armario. Todo de madera maciza

de roble. Un gran ventanal enrejado daba a un lateral de la casa en el que había varios

almendros. Hizo la cama con sus sábanas y se quedó dormida hasta que la luz del

amanecer inundó la habitación. Soñó algo extraño, estaba con una familia desconocida,

que se preparaba para una ceremonia. No conseguía recordar mucho.

Esperó a las ocho para encaminarse al Victoria a desayunar. El frigorífico de la

casa funcionaba, pero estaba vacío igual que la despensa. Pensó en ponerle remedio

aquel mismo día.

—Buenos días —la saludó Vicky con una sonrisa—. ¿Has dormido en la Torre?

—Sí y muy bien, además. Tengo que agradecerte tu información. Me encanta la

casa.

Le pidió un café con leche, zumo de naranja y tostadas con tomate y aceite de oliva

y le preguntó si tenía tiempo de sentarse a tomar un café con ella.

—Unos minutos —le contestó— enseguida empezarán a venir los clientes tempraneros.

Página 42

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—Me gustaría encontrar buena gente para compartir la casa. A lo mejor conoces a alguien

que pudiera estar interesada.

—Pues no sé, déjame que lo piense. Quizá yo misma —sonrió.

—¿Lo dices en serio?

—No sé, hace dos años que compré aquella —dijo señalando por la ventana una casa

pequeña de dos plantas—. Vivo con mi hija, es la que me ayuda a la hora de comer, está estudiando

en Valencia. De momento no puedo, pero me gustaría. Quién sabe si en un futuro…

Pensaré a ver si conozco a alguien adecuado.

En ese momento apareció Juan por la puerta y Vicky se levantó para atenderlo. Tenía

un aspecto más relajado de lo que acostumbraba. Quizá el tener algo que hacer le había animado.

—¿Cómo se duerme en la Torre? —le preguntó después de saludar.

—De cine, de película de terror —dijo riendo—. No, en serio, muy bien. Pero no es esto lo

que quiero, lo estaba hablando con Vicky, quiero compartir la casa, llenarla de voces y alegría,

de vida, no soporto la soledad. Tengo que encontrar a la gente adecuada.

—¿Te sirvo yo? —dijo sin pensarlo mucho—. Aunque no sé si te aportaría mucha alegría

ni si te convengo. No, no me hagas caso.

—¿Te gustaría? Claro que me sirves. ¿Quieres dejar tu casa? Yo tengo una idea en la

cabeza. Se trataría no solo de compartir espacio y gastos sino de convivir, de crear unos

vínculos de amistad, comprensión y ayuda mutua.

A Juan le gustaron esas palabras. Él no sabía muy bien cómo sería vivir de esa manera,

ni si él sería capaz. Pero si ella lo aceptaba, no tenía nada que perder.

—Bueno, podríamos probar. Si no sale bien, me vuelvo a mi casa y en paz, pero ¿estás

segura? No sabes nada de mí. Acabo de cumplir una condena de diez años —dijo a bocajarro

y sin pararse a pensar.

—Todos tenemos un pasado —le dijo Bárbara sin sorprenderse demasiado—, me interesa

quién eres ahora. Tú tampoco sabes nada de mí. Decidido. Vamos a probar. La vida es

breve, hay que actuar si no queremos que se nos pase pensando qué hacer.

Salieron del Victoria convertidos en compañeros de casa. Bárbara se sentía feliz. Juan

no se atrevía a tanto, pero empezó a vislumbrar un rayo de esperanza.

...continuará

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La entrevista

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Tercera Era

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Entrevista a

Edmundo Díaz Conde, autor de Mamá

Por Ginés J. Vera

Nos concede una entrevista para la Revista Digital Valencia Escribe el escritor

orensano Edmundo Díaz Conde. Aunque se licenció en Derecho, afirma que

no ha llegado a ejercer jamás como abogado por convicción. Ha trabajado como

asesor editorial y colaborado, entre otras publicaciones, con El Correo de Andalucía

y la revista cultural Mercurio. Residió además de en su Ourense natal, en

Santiago de Compostela, Madrid y, actualmente, en Sevilla. Su primera novela,

Jonás el estilita, mereció el III Premio Ciudad de Badajoz. Su siguiente obra, La

ciudad invisible fue finalista del XXXIII Premio Ateneo de Sevilla. A éstas le siguieron:

El club de los amantes, El veneno de Napoleón (finalista del Premio de

Novela Histórica Alfonso X el Sabio, en 2008), El príncipe de los piratas (2013), El

hombre que amó a Eve Paradise (XLVII Premio de Novela Ateneo de Sevilla, en

2015) y La locura de la señora Bale, en 2020. A continuación, compartimos la

entrevista al hilo de su última novela Mamá (Algaida).

P.: Empecemos por el título, ya de entrada, es fácil de recordar, una sola

palabra. También es una casi universal y, lo más importante, una declaración de

intenciones. Háblanos de ese mascarón de proa, de esa mamá del libro.

R.: Mi madre fue una madre al uso; y no lo fue. Una madre de la época; y

no lo fue. El producto de una clase media baja de los sesenta; y mucho más.

Creo que mi madre tenía la fuerza de las ilusiones que nunca le faltaron, hasta

el fin. Creo que eso la definió. Era la consecuencia de sus propios sueños y de

un país aniquilado por una guerra civil. Sueños humildes; pero también sueños de grandeza. Era barcelonesa y modista.

Luego se hizo modista de Alta Costura y se estableció en Ourense, tierra que nunca la deslumbró. Quiso ser

grande. Que sus prendas se recordasen, pasar de moda lentamente, quedar un poco en el corazón de los otros. Lo

que sucedió, en pocas palabras, es que alimentó en su hijo esa idea de los sueños, de las ambiciones legítimas, de la

belleza. Así que ya éramos dos soñadores. Y con caracteres que se parecían. Figúrate. Serás grande, serás un genio,

me susurraba. Pobre mía.

P.: Tus últimas novelas han transitado por otros géneros, mucho más afines al thriller o a la novela histórica.

Imagino que cada obra es un reto; quizá, en este caso, uno doble ante esos lectores que ya te tenían un poco encasillado,

con perdón. ¿Mamá es un paréntesis necesario? ¿Volverás a eso que ahora se llama autoficción?

R.: Qué sabe uno. Mira, dos cosas.

Por un lado; el encasillamiento es lo natural en los tiempos que corren, y es hasta deseable comercialmente hablando;

sin embargo, resulta que a mí no me interesa demasiado que me encasillen por géneros. Me gusta desconcertar

y los desafíos, las aventuras. No en vano soy un tipo de pasiones. La literatura pierde mucho sin esas cosas:

desconciertos, desafíos y aventuras. Repetir fórmulas es un verdadero coñazo que se justifica en aras, como todo, de

los dividendos.

Por otro lado, tengo dificultades para saber que tipo de historia vendrá luego. ¿Y si no viene ninguna? Me explico;

nunca me había sentido tan vacío después de una novela. Nunca. Lo intuí mientras escribía Mamá. Intuí que el

ritmo de lectura y escritura que había mantenido durante decenios se agotaba, que me estaba vaciando con este libro.

Demasiada sinceridad, demasiada intensidad, todo eso.

P.: Junto a la figura de Mary Conde Mir, léase personaje, también aparecen otros femeninos como, por ejemplo,

la abuela del narrador. Háblanos de ese hilo que se cose y se ha cosido durante generaciones en los hogares. Incluso,

si te parece, además del hilo de costura, puedes añadir el merengue de milhojas. ¿Hace?

R.: Mi abuela era más catalana y más protestante aún que mi madre. Era, como muchas de las suegras de la

época, una segunda madre que se ocupaba del nieto y colaboraba en las tareas del hogar y hasta aportaba parte de

sus ahorros para que los presupuestos se equilibrasen.

Ahora bien, era un personaje en sí mismo. Y, como todos los buenos personajes, las dificultades forjaron su

destino. Se afincó en Galicia por necesidad, huyendo de la guerra. Siempre echó de menos Cataluña. Se acercaba a

Las Burgas, las célebres fuentes termales de Ourense, porque a menudo se dejaban caer por allí turistas catalanes

con los que podía practicar su idioma natal.

En cuanto al merengue del milhojas, es rigurosamente cierto. Se permitía ese pecado de glotonería; pero sólo los

domingos.

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Su beatería protestante hacía de ella una mujer poco porosa, poco influenciable, poco flexible; pero qué arte el

suyo a la hora de diferenciarse del resto de humanos… Luego, hay que ver lo paradójica que es la vida: se convirtió

en suegra de un guardia civil, nada menos. Ni en sus peores pesadillas hubiera imaginado un sino tan adverso. La

quise tanto como me influyó.

P.: Hay muchas frases curiosas, dignas de traerse aquí para que nos las comentes. Pero he elegido esta, verás

por qué. «Como los astros se alineaban y yo había optado por ir al encuentro del Señor Negro, pensé en corroborar

una sospecha». Creo que los gallegos sois muy de astros, de meigas, de lo telúrico. ¿Crees que también ha habido

algo de ello, de astral, en la aparición este año de esta historia en concreto?

R.: Ese oportuno diagnóstico tuyo sobre el carácter galaico… en fin, me resulta nostálgico. Ahí sí me siento yo

muy gallego, ¿ves?, muy de mi tierra: en la mirada melancólica. Y ello, pese a que el Sur, después de casi treinta

años viviendo en Sevilla, me ha regalado el humor y el optimismo. Pero, en relación con tu pregunta… Hombre, es

hermosa la asociación que haces; pero soy poco de astros. Me influyen más la belleza y el azar que la alineación de

los astros. No soy nada supersticioso, para serte franco. Incluso me deja un poco lánguido comprobar la importancia

que le dan las jóvenes generaciones a un tema tan infantil como la astrología.

P.: Que Mamá está basado en hechos reales no es hacer spoiler, lo leemos en la contraportada. Lo que me gustaría

es que nos hablases de ese empujoncito, llamémosle así, que le ha dado la revista Vanity Fair a la memoria de

Mary Conde Mir. Y, en parte, a su legado, no sé si de rondón a la promoción de esta novela, de manera indirecta.

¿Nos lo comentas?

R.: Bueno, mis representantes contactaron con la revista para venderle un producto, en apariencia, muy sugestivo.

El caso es que yo recordaba bien a la clienta predilecta de mi madre: Ángeles Abad. Una profesora de instituto

que en el Ourense de aquellos tiempos llamaba la atención por los modelos de Alta Costura que exhibía. Naturalmente,

toda su ropa la diseñaba y cosía mi madre. Su hija y yo nunca perdimos del todo el contacto. Es más, cuando

murió mi madre, me escribió un mail muy sentido que ocupa un lugar de relevancia en la novela. En ese mail, precisamente,

me comentaba que su madre conservaba docenas de aquellas prendas como oro en paño.

Ahí se activó todo. Un profesional fotografió las prendas para Vanity, mientras la TVE de Galicia se encargaba

de dar cuerpo a la noticia y de filmar los vestidos y a la propia Ángeles Abad.

Quiero pensar, tan pudorosa como era, que a mi madre no le habría disgustado esa promoción extra de su trabajo,

como bien dices.

P.: Como en toda buena novela, hay aventura, misterio, amor, drama e incluso un secreto que va a acompañar

a los lectores más allá del punto final. Ese personaje al que aludes como Señor Negro queda en la sombra. No sé si

eternamente o has decidido, en algún momento, dentro de unos años (casi como el hecho de publicar esas cartas

entre él y Mary Conde), revelarlo para cerrar el círculo.

R.: No tengo la menor intención de divulgar ese nombre. Casi lo juraría con una mano sobre cualquier libro sagrado

(risas). ¿Por qué? Bueno, en parte porque así se lo prometí. Fue un pacto de buena fe entre caballeros: él me

permitía publicar las cartas, sin su firma (la firma del pseudónimo que utilizó al principio de su carrera); y yo me

comprometía a no desvelar su identidad. Por otro lado, porque ahondar en ello me trae recuerdos ingratos, dolorosos.

Y, por último, porque, ¿qué puede aportar ese dato a una historia ya cerrada sobre sí misma, aparte del puro y legítimo

cotilleo?

P.: Como última pregunta, me gustaría preguntarte por ti, por cómo te ves

ahora, tras sacar a la luz esta historia basada en hechos reales. Soy de la opinión

de que parte del autor queda en cada obra, en unas más que en otras. En Mamá,

intuyo que hay mucho; el papel es dócil, se presta a ello. De algún modo, ¿ha sido

una puerta o una ventana que has abierto o cerrado? ¿Crees que incluso pudiera

llegar a animar a algún lector a abrir o cerrar ventanas propias alentados por esta

lectura?

R.: Qué puedo decir. Desde que era jovencito, me he pasado la vida leyendo y

escribiendo, a un ritmo de lectura de doscientos a doscientos cincuenta libros

anuales. Iba encaminado hacia un sueño, ¿sabes? Ésta es la realidad, dulce y trágica.

Con cada libro escrito me he vaciado, para volver a llenarme, dispuesto a

afrontar la siguiente aventura. De repente, Mamá se interpone. Siendo novela, es

mi libro más autobiográfico. El más descarnado. El más irremediable porque, al

contrario que en mis otras novelas, en él no hay redención posible para el protagonista.

Y, de repente, me vacío y no he vuelto a llenarme desde hace meses.

¿Moraleja?: No hay moraleja. Cada cual que abra y cierre las ventanas y las puertas

a su antojo. Sólo una modesta advertencia: cada gesto tiene sus consecuencias.

Gracias a ti y a tus lectores por vuestra atención.

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Nº 7

Tercera Era


Críticas de

cine, series y

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Nº 7

Tercera Era


Un legado sentimental y otros cuentos revueltos,

de Francisco Pascual

Maria Grazia Scelfo

Un legado sentimental y otros cuentos revueltos contiene catorce relatos

cortos con un estilo que combina costumbrismo y realismo mágico. Es una

colección intrigante y variada que abarca desde oscuros misterios hasta

mundos fantásticos. Cada historia presenta giros inesperados que mantienen

al lector en vilo. Desde una trama de venganza y envenenamientos, hasta

relatos de curiosos encuentros en una cafetería y la aparición de hadas y

duendes, estos cuentos desafían las expectativas y llevan al lector a un viaje

sorprendente y emocionante. Con temas que explotan la traición, la negación

y los deseos más profundos, esta obra literaria seguramente cautiva la

imaginación y deja una impresión duradera en quienes la leen.

En cuanto a la narrativa, como se mencionó anteriormente, se presentan

diversas temáticas. Algunas, aunque con matices diferentes, se repiten con

frecuencia. El miedo, por ejemplo, es el tema dominante. A veces se trata del miedo físico, el miedo a la

muerte; en otras ocasiones, de angustia e inquietud. Igualmente relevantes son los temas de la muerte,

la locura, la maternidad negada, la soledad, la resignación, el amor, la codicia y la felicidad.

El tema recurrente del miedo es notable en estos relatos. Se manifiesta en forma de angustia en La

celada, un relato terrible, cuyo protagonista es un marido infiel y una mujer cuerda considerada como

loca. En La muñeca, la hija del protagonista tiene miedo de la muñeca y la rechaza. La realidad y la

fantasía se entrelazan con un desenlace sorprendente. Un legado sentimental, el relato más extenso,

aborda el miedo a perder la casa familiar y el temor de los posibles compradores. Vejetes, entre sueño

y realidad, destaca el miedo a la vejez y la pérdida de intimidad. Un trabajo sencillo mantiene al lector

en vilo con el miedo a la muerte y a ser descubierto. La huérfana refleja la maternidad negada, mientras

que Las horas previas presenta la muerte en mano de un asesino profesional. En Perdido, el amor

y la muerte se entrelazan en la negación. Entre fantasía y realidad la falta de inspiración y el temor a

quedar bloqueado atormentan al protagonista de Una ayuda inesperada. En Georgina, donde la muerte

es un tema subyacente, no se puede pasar por alto la locura de una anciana que aparenta ser

inofensiva y disfruta de su precioso jardín con árboles frondosos. Su sobrina Soraya la cuida. El

desenlace resulta sorprendente.

El elemento mítico de la eterna lucha entre el bien y el mal se manifiesta a lo largo de toda la colección

de relatos. Esta temática se entrelaza con los diversos aspectos de la vida humana, como, por

ejemplo, la juventud contra la vejez o el deseo de maternidad negada. Estos contrastes aportan profundidad

y dimensión a los personajes, haciendo que su experiencia sea más tangible y cautivadora.

El lenguaje utilizado por el autor es fluido y cautivador, facilitando una lectura sin interrupciones.

Las descripciones vívidas de los lugares, los paisajes y las personas añaden un nivel de realismo que

hace que la historia sea aún más envolvente. Este talento descriptivo permite al lector visualizar claramente

el entorno en el que se desarrollan los eventos, aumentando la inmersión en la experiencia de

lectura.

En conclusión, a pesar de que hay mucho más por decir, no puedo pasar por alto dos observaciones:

la manera en que se destacan las diferencias generacionales y la posibilidad actual de resolver la

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ayuda inesperada de entidades fantásticas a través de la ayuda de la inteligencia artificial.

En resumen, esta colección de relatos ofrece una perspectiva única sobre la eterna lucha entre el

bien y el mal, explorando temas universales como el miedo, la muerte, el amor y la maternidad. Con

un estilo de escritura cautivador y descripciones detalladas, el autor transporta al lector en mundos

fascinantes y emocionantes. Un legado sentimental y otros cuentos revueltos es una lectura apasionante

que deja una impresión duradera e invita a profundas reflexiones sobre la condición humana.

Valoración

Entre los muertos, de Mikel Santiago

Miguel Moliné

El verano pasado ya reseñé los dos primeros libros de la

trilogía de Illumbe, en la que este pueblo ficticio es el nexo

común. Se pueden leer por separado, pero, una vez leído el primero, hay cameos

que se suceden en el segundo y tercero y te hacen gracia.

Me lo he leído en dos días y es que los libros de Mikel Santiago te enganchan.

Cuando dicen que una novela es trepidante y adictiva, pienso que se refieren

a las de Mikel. Las tres novelas tienen en común que te atrapan y no puedes

dejar de leer. Los personajes se meten en algunos atolladeros que te mantienen

en vilo. Me ha gustado que, en esta ocasión, la protagonista fuera una

mujer: Nerea Arruti, una policía que ya sale en las dos novelas anteriores. A

pesar de todo, le encuentro ciertas similitudes con El mentiroso y no creía tan lista o tan trabajadora a

Nerea como para investigar la muerte de su amante casado, un forense con el que lleva liada un tiempecito.

Me han sobrado, no obstante, algunas cositas:

1. La parte que sucede en Londres, por inverosímil (ya me dirás cómo te dejan pasar un queso y jamón

en el equipaje de mano y otros detalles que no se pueden contar).

2. El final, final. Me sobraba un poco esa felicidad y ese nuevo giro.

3. Soy un pejiguero y me sobran palabras en cursiva y en inglés, que podrían haberse escrito en castellano,

sin problemas. ¿Y boureau? Mmm.

4. La trama es predecible en algunos momentos, sobre todo si has leído los dos anteriores.

Siendo generoso y porque la he disfrutado, le pongo 4 tinteros. Aunque seguramente la olvidaré, porque,

por más que quiera, no logro recordar quiénes eran los asesinos de las dos novelas anteriores. O

sea, que es de disfrutar y olvidar.

Valoración:

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