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Ruina y ascenso - Leigh Bardugo

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haciendo que se me humedecieran los ojos.

—Primero vómito, y después lágrimas —dijo Nikolai, acercándose a mí—. No

me digas que he perdido el toque.

—Tan solo me alegro de que estés vivo —dije, pestañeando rápidamente para

secarme los ojos—. Aunque estoy segura de que podrás conseguir que la cosa

cambie.

—Yo también me alegro de verte. Corría el rumor de que estabas bajo tierra, pero

más bien parecía que te hubieras desvanecido por completo.

—La sensación era de haber sido enterrada viva.

—¿Sigue ahí el resto de tu grupo?

—Solo estamos nosotros.

—¿No querrás decir que…?

—Esto es todo lo que queda del Segundo Ejército. El Oscuro tiene a sus Grisha y

tú tienes a los tuyos, pero… —Dejé de hablar.

Nikolai inspeccionó la cubierta. Mal y Tolya estaban sumidos en una

conversación con un miembro de la tripulación de Nikolai, ayudando a atar cuerdas y

maniobrar con una vela. Alguien había encontrado una chaqueta para Mal, pero

seguían faltándole las botas. David estaba pasando las manos por la cubierta, como si

estuviera tratando de desaparecer en ella. Los demás habían formado grupos

pequeños: Genya estaba con Nadia y los demás Etherealki. Stigg había tenido que

quedarse con Sergei, que se desplomó sobre la cubierta, con la cabeza enterrada entre

las manos. Tamar se estaba ocupando de las heridas de Harshaw mientras Oncat le

clavaba las garras en la pierna, con el pelo erizado. Era evidente que a la gata no le

gustaba volar.

—Todo lo que queda —repitió Nikolai.

—Un Sanador eligió permanecer bajo tierra. —Tras un largo minuto, pregunté—:

¿Cómo nos has encontrado?

—En realidad, no lo he hecho. Las milicias han estado saqueando nuestras rutas

de contrabando. No podía permitirme perder otro cargamento, así que fui tras

Luchenko. Entonces vimos a Tamar en la plaza, y cuando nos dimos cuenta de que el

campamento que iban a atacar era el vuestro, pensé: ¿por qué no ir a por la chica…?

—¿Y las armas?

Él sonrió.

—Exacto.

—Gracias a los Santos que tuvimos la previsión de dejarnos atrapar.

—Estuvo muy bien pensado por vuestra parte. Os alabo.

—¿Cómo se encuentran el Rey y la Reina?

Él resopló y dijo:

—Bien. Aburridos. No tienen mucho que hacer. —Se ajustó el cuello del abrigo

—. La pérdida de Vasily fue un golpe muy duro.

—Lo siento —dije. En realidad, no había pensado demasiado en el hermano

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