Ruina y ascenso - Leigh Bardugo
de ellos. Nos estaban conduciendo a algún sitio.—¿Qué está pasando? —pregunté.—Esta es la parte en la que corremos —dijo Nikolai amablemente, pero pude verel esfuerzo en su cara manchada de tierra.Echamos a correr a través del bosque, tratando de mantener el ritmo mientrasNikolai iba a toda velocidad entre los árboles. No sabía adonde nos dirigíamos.¿Hacia el arroyo? ¿La carretera? Había perdido el sentido de la orientación.Eché un vistazo hacia atrás para contar a los otros y asegurarme de que estábamosjuntos. Los Vendavales invocaban en tándem, derribando árboles en el camino de lamilicia. Stigg iba tras ellos, lanzando llamaradas. David había conseguido recobrar sumochila de algún modo, y se tambaleaba bajo su peso mientras corría junto a Genya.—¡Déjala! —chillé, pero si me oyó, me ignoró.Tolya tenía a Harshaw sobre los hombros, y el peso corpulento del Inferniralentizaba sus pasos. Un soldado estaba cerca de él, con el sable desenvainado.Tamar subió de un salto a un tronco caído, apuntó con la pistola y disparó. Unsegundo más tarde, el hombre se aferró el pecho y cayó en medio de una zancada.Oncat pasó corriendo junto al cuerpo, pisándole los talones a Tolya.—¿Dónde está Sergei? —grité, justo cuando lo vi algo más atrás, con expresiónaturdida. Tamar retrocedió, esquivando árboles que caían y fuego, y lo empujó paraque avanzara. No oí lo que le estaba gritando, pero no creía que fuera nada amable.Tropecé. Mal me cogió del codo y me empujó hacia delante, y después giró paradisparar dos veces con su fusil. Tras eso, llegamos a un campo de cebada.A pesar del calor del sol del atardecer, el campo estaba cubierto de niebla.Corrimos por el suelo pantanoso hasta que Nikolai gritó:—¡Aquí!Nos detuvimos en seco, provocando salpicones de tierra. ¿Aquí? Nosencontrábamos en medio de un campo vacío con nada para cubrirnos salvo la niebla,y una multitud de hombres sedientos de venganza y fortuna pisándonos los talones.Oí dos silbidos agudos, y el suelo tembló bajo mis pies.—¡Agarraos! —gritó Nikolai.—¿A qué? —aullé.Y entonces comenzamos a subir. Las cuerdas ocuparon su lugar junto a nosotrosmientras el propio campo parecía ascender. Alcé la mirada y vi que la niebla se estabadisipando, y una enorme nave flotaba justo sobre nuestras cabezas, con la parteinferior abierta. Era una especie de barcaza, equipada con velas en un extremo ysuspendida bajo una enorme cámara de aire alargada.—¿Qué demonios es eso? —dijo Mal.—El Pelícano —dijo Nikolai—. Bueno, un prototipo del Pelícano. Al parecer eltruco estaba en conseguir que el globo no se desinfle.—¿Y has resuelto ese problemilla?—En gran parte.www.lectulandia.com - Página 80
La tierra bajo nosotros cayó, y vi que nos encontrábamos sobre una plataformaque se balanceaba hecha de alguna clase de red metálica. Comenzamos a subir, dosmetros sobre el suelo, después cuatro. Una bala rebotó contra el metal.Ocupamos nuestros puestos al borde de la plataforma, aferrándonos a las cuerdasmientras tratábamos de apuntar a la gente que nos disparaba.—¡Vamos! —grité—. ¿Por qué no nos alejamos?Nikolai y Mal intercambiaron una mirada.—Saben que tenemos a la Santa del Sol —dijo Nikolai. Mal asintió, cogió unapistola y dio a Tolya y Tamar un rápido codazo.—¿Qué estáis haciendo? —pregunté, repentinamente asustada.—No podemos dejar supervivientes —explicó Mal. Después saltó por la borda.Grité, pero él aterrizó rodando y se puso en pie, disparando.Tolya y Tamar lo siguieron, cortando a los hombres restantes mientras Nikolai ysu tripulación trataban de cubrirlos desde arriba. Vi que uno de los hombres seseparaba y huía en dirección al bosque. Tolya le metió una bala por la espalda y, antesde que su cuerpo cayera siquiera al suelo, el gigante se giró, y su mano formó unpuño que aplastó el corazón de un soldado que se cernía sobre él con un cuchillo enalto.Tamar cargó directamente contra Ekaterina. Sus hachas destellaron dos veces y lamujer cayó. El moño de la mujer se deshizo junto a su cadáver, unido a una parte delcuero cabelludo. Otro hombre levantó su pistola y apuntó a Tamar, pero Malenseguida estuvo encima de él y le cortó la garganta sin piedad. Me he convertido enespada. Y entonces no quedó nadie, tan solo cadáveres en el campo.—¡Vamos! —llamó Nikolai mientras la plataforma se elevaba. Lanzó una cuerda.Mal plantó firmemente los pies en el suelo, y sujetó la cuerda para que Tolya y Tamarpudieran trepar. En cuanto los mellizos llegaron a la plataforma, Mal enganchó eltobillo y la muñeca en la cuerda y ellos comenzaron a subirlo.Entonces vi un movimiento tras él. Un hombre se había levantado del suelo,cubierto de barro y sangre, con el sable extendido frente a él.—¡Mal! —grité. Pero era demasiado tarde; sus miembros estaban enredados en lacuerda.El soldado soltó un rugido y atacó. Mal levantó una mano inútil para defenderse.La luz se reflejó en la hoja del soldado. Su brazo se detuvo a mitad del ataque, yel sable se cayó de entre sus dedos. Entonces su cuerpo se derrumbó, cortado por lamitad como si alguien hubiera trazado una línea casi perfecta desde la parte superiorde su cabeza hasta su entrepierna, una línea que emitía un brillante resplandormientras el hombre caía en pedazos.Mal levantó la mirada. Yo estaba de pie al borde de la plataforma, con los ojostodavía relucientes por el poder del Corte. Me tambaleé, y Nikolai tiró de mí antes deque pudiera caer por la borda. Me liberé de él y corrí hasta el otro extremo de laplataforma para vomitar por el otro lado.www.lectulandia.com - Página 81
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La tierra bajo nosotros cayó, y vi que nos encontrábamos sobre una plataforma
que se balanceaba hecha de alguna clase de red metálica. Comenzamos a subir, dos
metros sobre el suelo, después cuatro. Una bala rebotó contra el metal.
Ocupamos nuestros puestos al borde de la plataforma, aferrándonos a las cuerdas
mientras tratábamos de apuntar a la gente que nos disparaba.
—¡Vamos! —grité—. ¿Por qué no nos alejamos?
Nikolai y Mal intercambiaron una mirada.
—Saben que tenemos a la Santa del Sol —dijo Nikolai. Mal asintió, cogió una
pistola y dio a Tolya y Tamar un rápido codazo.
—¿Qué estáis haciendo? —pregunté, repentinamente asustada.
—No podemos dejar supervivientes —explicó Mal. Después saltó por la borda.
Grité, pero él aterrizó rodando y se puso en pie, disparando.
Tolya y Tamar lo siguieron, cortando a los hombres restantes mientras Nikolai y
su tripulación trataban de cubrirlos desde arriba. Vi que uno de los hombres se
separaba y huía en dirección al bosque. Tolya le metió una bala por la espalda y, antes
de que su cuerpo cayera siquiera al suelo, el gigante se giró, y su mano formó un
puño que aplastó el corazón de un soldado que se cernía sobre él con un cuchillo en
alto.
Tamar cargó directamente contra Ekaterina. Sus hachas destellaron dos veces y la
mujer cayó. El moño de la mujer se deshizo junto a su cadáver, unido a una parte del
cuero cabelludo. Otro hombre levantó su pistola y apuntó a Tamar, pero Mal
enseguida estuvo encima de él y le cortó la garganta sin piedad. Me he convertido en
espada. Y entonces no quedó nadie, tan solo cadáveres en el campo.
—¡Vamos! —llamó Nikolai mientras la plataforma se elevaba. Lanzó una cuerda.
Mal plantó firmemente los pies en el suelo, y sujetó la cuerda para que Tolya y Tamar
pudieran trepar. En cuanto los mellizos llegaron a la plataforma, Mal enganchó el
tobillo y la muñeca en la cuerda y ellos comenzaron a subirlo.
Entonces vi un movimiento tras él. Un hombre se había levantado del suelo,
cubierto de barro y sangre, con el sable extendido frente a él.
—¡Mal! —grité. Pero era demasiado tarde; sus miembros estaban enredados en la
cuerda.
El soldado soltó un rugido y atacó. Mal levantó una mano inútil para defenderse.
La luz se reflejó en la hoja del soldado. Su brazo se detuvo a mitad del ataque, y
el sable se cayó de entre sus dedos. Entonces su cuerpo se derrumbó, cortado por la
mitad como si alguien hubiera trazado una línea casi perfecta desde la parte superior
de su cabeza hasta su entrepierna, una línea que emitía un brillante resplandor
mientras el hombre caía en pedazos.
Mal levantó la mirada. Yo estaba de pie al borde de la plataforma, con los ojos
todavía relucientes por el poder del Corte. Me tambaleé, y Nikolai tiró de mí antes de
que pudiera caer por la borda. Me liberé de él y corrí hasta el otro extremo de la
plataforma para vomitar por el otro lado.
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