Ruina y ascenso - Leigh Bardugo
la pérdida ni la culpa, ni la preocupación. Quería ser dura, calculadora. Quería notener miedo. Bajo tierra, aquello había parecido posible. Allí, en el bosque, con esagente, no estaba tan segura.En algún momento debí de haberme quedado dormida, porque desperté hacia elfinal de la tarde, cuando el sol ya se estaba ocultando tras los árboles. Tolya estaba ami lado.—Tamar ha regresado —dijo.Me senté de golpe, completamente despierta, pero Tolya tenía el rostro ceñudo.—¿No se ha acercado nadie a ella?Sacudió la cabeza, y yo cuadré los hombros. No quería que nadie viera midecepción. Debía sentirme agradecida de que Tamar hubiera logrado entrar y salir dela ciudad sana y salva.—¿Mal lo sabe?—No —dijo Tolya—. Está llenando cantimploras en el arroyo. Harshaw y Stiggestán vigilando. ¿Los aviso?—Podemos esperar.Tamar estaba reclinada contra un árbol, bebiendo agua de un vaso de hojalatamientras los demás la rodeaban para escuchar su informe.—¿Ha habido algún problema? —pregunté. Ella negó con la cabeza.—¿Y estás segura de que estabas en el lugar correcto? —dijo Tolya.—En el lado oeste del mercado de la plaza. Llegué pronto, me quedé hasta tarde,hablé con el tendero, observé el mismo maldito espectáculo de marionetas cuatroveces. Si el puesto estuviera activo, alguien debería haberme hablado.—Podríamos probar mañana —sugirió Adrik.—Debería ir yo —dijo Tolya—. Has estado allí mucho tiempo. Si vuelves aaparecer, la gente podría darse cuenta.Tamar se secó la boca con el dorso de la mano.—Si apuñalo al titiritero, ¿llamaré mucho la atención?—Si lo haces en silencio, no —replicó Nadia.Sus mejillas se pusieron rosadas cuando todos nos giramos para mirarla. Nuncahabía oído a Nadia hacer una broma. Básicamente había sido el público de Marie.Tamar se sacó una daga de la muñeca y la hizo girar, equilibrando su punta sobreun dedo.—Puedo ser silenciosa —dijo—, y piadosa. Dejaré que las marionetas vivan. —Bebió otro sorbo de agua—. También he escuchado algunas noticias. Grandesnoticias. Ravka Occidental se ha declarado a favor de Nikolai. —Aquello captónuestra atención—. Están bloqueando la orilla occidental de la Sombra —continuó—.Así que si el Oscuro quiere armas o munición…—Tendrá que atravesar Fjerda —terminó Zoya.Pero era mucho más que eso. Significaba que el Oscuro había perdido la zonacostera de Ravka Occidental, su fuerza naval, y el ya de por sí difícil acceso a Ravka.www.lectulandia.com - Página 72
—Ravka Occidental ahora —dijo Tolya—. Tal vez Shu Han venga después.—O Kerch —sugirió Zoya.—¡O ambos! —gritó Adrik.Casi podía ver la esperanza que recorría nuestras filas.—Entonces, ¿qué haremos ahora? —preguntó Sergei, tirándose ansiosamente dela manga.—Esperemos un día más —dijo Nadia.—No sé —dijo Tamar—. No me importa volver, pero hoy había oprichniki en laplaza.Aquello no era una buena señal. Los oprichniki eran los soldados personales delOscuro, y si estaban rondando la zona teníamos buenas razones para alejarnos tanpronto como pudiéramos.—Voy a hablar con Mal —dije—. No os pongáis demasiado cómodos. A lo mejortenemos que estar preparados para partir por la mañana.Los otros se dispersaron mientras Tamar y Nadia se alejaban en busca de susraciones. Tamar estaba haciendo girar su cuchillo continuamente, claramentefanfarroneando, pero a Nadia no parecía importarle.Avancé en dirección al sonido del agua, tratando de aclarar mis pensamientos. SiRavka Occidental se había declarado a favor de Nikolai, era una clara señal de queestaba sano y salvo, y causándole más problemas al Oscuro de lo que nadie en laCatedral Blanca podía imaginar. Me sentía aliviada, pero no estaba segura de cuáldebería ser nuestro próximo movimiento.Cuando llegué hasta el arroyo, vi a Mal agachado en una zona poco profunda,descalzo y descamisado, con los pantalones remangados hasta las rodillas. Estabaobservando el agua, con gesto de concentración, pero en cuanto me oyó acercarme sepuso en pie de un salto y se lanzó a por su fusil.—Solo soy yo —dije, saliendo de entre los árboles.Él se relajó y volvió a agacharse, y sus ojos regresaron al arroyo.—¿Qué haces aquí?Durante un momento me limité a observarlo. Estaba perfectamente inmóvil, y depronto metió la mano en la corriente y la sacó con un pez retorciéndose en ella.Volvió a lanzarlo al agua. No tenía sentido atraparlo si no podíamos arriesgarnos aencender un fuego para asarlo.Lo había visto pescar de ese modo en Keramzin, incluso en invierno cuando elestanque de Trivia se congelaba. Siempre sabía el momento preciso para romper elhielo, dónde soltar el sedal y cuándo sacarlo. Yo lo esperaba en la orilla, haciéndolecompañía, tratando de buscar los lugares en los árboles donde los pájaros hacían susnidos.Pero ahora era diferente. El agua reflejaba la luz sobre los contornos de su rostro,los suaves músculos bajo su piel. Me di cuenta de que lo estaba mirando fijamente yme obligué a apartar los ojos. Ya lo había visto descamisado antes, y no había razoneswww.lectulandia.com - Página 73
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—Ravka Occidental ahora —dijo Tolya—. Tal vez Shu Han venga después.
—O Kerch —sugirió Zoya.
—¡O ambos! —gritó Adrik.
Casi podía ver la esperanza que recorría nuestras filas.
—Entonces, ¿qué haremos ahora? —preguntó Sergei, tirándose ansiosamente de
la manga.
—Esperemos un día más —dijo Nadia.
—No sé —dijo Tamar—. No me importa volver, pero hoy había oprichniki en la
plaza.
Aquello no era una buena señal. Los oprichniki eran los soldados personales del
Oscuro, y si estaban rondando la zona teníamos buenas razones para alejarnos tan
pronto como pudiéramos.
—Voy a hablar con Mal —dije—. No os pongáis demasiado cómodos. A lo mejor
tenemos que estar preparados para partir por la mañana.
Los otros se dispersaron mientras Tamar y Nadia se alejaban en busca de sus
raciones. Tamar estaba haciendo girar su cuchillo continuamente, claramente
fanfarroneando, pero a Nadia no parecía importarle.
Avancé en dirección al sonido del agua, tratando de aclarar mis pensamientos. Si
Ravka Occidental se había declarado a favor de Nikolai, era una clara señal de que
estaba sano y salvo, y causándole más problemas al Oscuro de lo que nadie en la
Catedral Blanca podía imaginar. Me sentía aliviada, pero no estaba segura de cuál
debería ser nuestro próximo movimiento.
Cuando llegué hasta el arroyo, vi a Mal agachado en una zona poco profunda,
descalzo y descamisado, con los pantalones remangados hasta las rodillas. Estaba
observando el agua, con gesto de concentración, pero en cuanto me oyó acercarme se
puso en pie de un salto y se lanzó a por su fusil.
—Solo soy yo —dije, saliendo de entre los árboles.
Él se relajó y volvió a agacharse, y sus ojos regresaron al arroyo.
—¿Qué haces aquí?
Durante un momento me limité a observarlo. Estaba perfectamente inmóvil, y de
pronto metió la mano en la corriente y la sacó con un pez retorciéndose en ella.
Volvió a lanzarlo al agua. No tenía sentido atraparlo si no podíamos arriesgarnos a
encender un fuego para asarlo.
Lo había visto pescar de ese modo en Keramzin, incluso en invierno cuando el
estanque de Trivia se congelaba. Siempre sabía el momento preciso para romper el
hielo, dónde soltar el sedal y cuándo sacarlo. Yo lo esperaba en la orilla, haciéndole
compañía, tratando de buscar los lugares en los árboles donde los pájaros hacían sus
nidos.
Pero ahora era diferente. El agua reflejaba la luz sobre los contornos de su rostro,
los suaves músculos bajo su piel. Me di cuenta de que lo estaba mirando fijamente y
me obligué a apartar los ojos. Ya lo había visto descamisado antes, y no había razones
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