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puerta mientras los demás nos situábamos tras ellos, con las manos en alto, y los
Inferni con los pedernales preparados. Ocupé mi posición en la parte trasera, lista
para utilizar el Corte si fuera necesario.
—A la de tres —dijo Mal.
Se me escapó una carcajada, y todos se giraron. Me puse roja.
—Bueno, probablemente estemos en un cementerio, y vamos salir en estampida
de una tumba.
Genya soltó una risita.
—Si hay alguien ahí fuera, vamos a darle un susto de muerte.
Con el tenue fantasma de una sonrisa, Mal dijo:
—Muy cierto. Podemos gritar «¡bu!». —Entonces, la sonrisa desapareció y
asintió con la cabeza en dirección a Tolya—. Prepárate.
Contó hacia atrás y empujaron. Las puertas de la tumba chirriaron y se abrieron
de par en par. Aguardamos, pero no hubo ningún sonido de alarma.
Lentamente, salimos al cementerio desierto. Tan cerca del río, la gente enterraba a
sus muertos por encima de la superficie, por si acaso había una crecida. Las tumbas,
dispuestas en hileras ordenadas como casas de piedra, daban al lugar la sensación de
ser una ciudad abandonada. Soplaba el viento, haciendo que las hojas cayeran de los
árboles y agitando la hierba que crecía alrededor de las tumbas más pequeñas. Era
inquietante, pero no me importaba. El aire resultaba casi cálido después del frío de las
cuevas. Por fin estábamos en el exterior.
Incliné la cabeza hacia atrás y respiré profundamente. Era una noche clara y sin
luna, y después de aquellos largos meses bajo tierra, la visión de todo ese cielo
resultaba mareante. Y había tantas estrellas… una masa resplandeciente y
enmarañada que parecía estar lo suficientemente cerca como para tocarla. Dejé que su
luz cayera sobre mí como un bálsamo, agradecida por el aire en mis pulmones, y la
noche a mi alrededor.
—Alina —dijo Mal con suavidad.
Abrí los ojos y vi que los Grisha me estaban mirando fijamente.
—¿Qué?
Mal me cogió las manos y las puso frente a mí, como si estuviera a punto de
sacarme a bailar.
—Estás brillando.
—Oh —jadeé. Tenía la piel plateada, cubierta de luz estelar. Ni siquiera me había
dado cuenta de que estaba invocando—. Ups.
Me recorrió el antebrazo con un dedo, en la zona donde la manga se había
rasgado, y observó la luz jugando sobre mi piel, con una sonrisa curvando sus labios.
Después retrocedió abruptamente y me soltó las manos como si quemaran.
—Ten más cuidado —dijo con voz firme. Hizo un gesto a Adrik para que ayudara
a Tolya a volver a sellar la cripta, y después se dirigió al grupo—. Permaneced cerca
y en silencio. Tenemos que encontrar refugio antes del amanecer.
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