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Ruina y ascenso - Leigh Bardugo

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siguió sus órdenes. El cuerpo de Mal se encontraba cerca del mío, así que busqué su

mano con la mía y nuestros dedos se entrelazaron. Oí un sollozo a mi otro lado y

busqué la mano libre de Zoya para agarrársela también.

BUM. Esa vez el túnel entero rugió con el sonido de las rocas cayendo. Oí a la

gente gritando en la oscuridad, y los pulmones se me llenaron de polvo.

Cuando el ruido cesó, Mal dijo:

—Nada de lámparas. Alina, necesitamos luz.

Era difícil, pero encontré un rayo de luz solar y lo hice brotar en el túnel.

Estábamos todos cubiertos de polvo, con los ojos muy abiertos y asustados. Hice un

recuento rápido: Mal, Genya, David, Zoya, Nadia y Harshaw… con Oncat aferrada a

su camisa.

—¿Tolya? —gritó Mal.

Nada. Entonces…

—¡Estamos bien!

La voz de Tolya provenía de detrás de la pared de roca caída que bloqueaba el

túnel, pero era fuerte y clara. Me llevé la cabeza a las rodillas, aliviada.

—¿Dónde está mi hermano? —chilló Nadia.

—Está aquí, conmigo y con Tamar —respondió Tolya.

—¿Y Sergei y Stigg? —pregunté.

—No lo sé.

Por todos los Santos.

Esperábamos otro estallido, que el túnel se derrumbara sobre nosotros. Pero no

pasó nada, y comenzamos a escarbar hacia la voz de Tolya mientras él y Tamar

cavaban desde el otro lado. Unos momentos después vimos sus manos y sus caras

sucias devolviéndonos la mirada. Se apresuraron a entrar en nuestra sección del túnel.

En cuanto Adrik bajó las manos, el techo que había por encima de donde él y los

mellizos habían estado se derrumbó en una nube de polvo y rocas. El chico estaba

temblando violentamente.

—¿Has sujetado la cueva? —preguntó Zoya.

Tolya asintió con la cabeza.

—Formó una burbuja cuando oímos la última explosión.

—Vaya —le dijo Zoya a Adrik—. Estoy impresionada. —La euforia invadió el

rostro del chico y ella gruñó—. Lo retiro. Dejémoslo en una aprobación reticente.

—¿Sergei? —llamé—. ¿Stigg?

Silencio, y el movimiento de la gravilla.

—Voy a probar una cosa —dijo Zoya, y alzó las manos. Oí un chisporroteo en las

orejas, y el aire pareció humedecerse—. ¿Sergei? —dijo. Su voz sonaba

extrañamente distante.

Entonces oí la voz de Sergei, débil y temblorosa, pero clara, como si estuviera

hablando justo a mi lado.

—¡Aquí! —jadeó.

www.lectulandia.com - Página 64

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