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Ruina y ascenso - Leigh Bardugo

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—De acuerdo —dije, avergonzada por el temblor de mi voz—. No me has

preguntado acerca de las sombras.

—¿Debería?

No pude resistirme. Tal vez solo quería ver cómo iba a reaccionar. Retorcí los

dedos, y las sombras se alejaron de las esquinas.

Los ojos de Mal siguieron su camino. ¿Qué esperaba ver en él? ¿Miedo? ¿Furia?

—¿Puedes hacer más? —preguntó.

—No. Es solo algo así como un eco de lo que hice en la capilla.

—¿Te refieres a salvar las vidas de todos?

Dejé que las sombras cayeran y me pellizqué el puente de la nariz con los dedos,

tratando de mantener a raya una oleada de náuseas.

—Me refiero a utilizar el merzost. Esto no es poder de verdad. Es solo un truco de

feria.

—Es algo que le arrebataste —dijo, y me pareció que no estaba imaginando la

satisfacción en su voz—. No voy a decir una palabra, pero no deberías ocultárselo a

los demás.

Podría preocuparme por eso más tarde.

—¿Y si los hombres de Nikolai no están en Ryevost?

—¿Crees que puedo rastrear a un pájaro mitológico gigante, pero no puedo

localizar a un príncipe bocazas?

—Un príncipe que ha logrado eludir al Oscuro durante meses.

Mal me examinó.

—Alina, ¿sabes cómo logré dar en el blanco al disparar en el Hervidor?

—Si me dices que es porque eres así de bueno, me voy a quitar la bota para

pegarte con ella.

—Bueno, es que soy así de bueno —dijo con una tenue sonrisa—. Pero le pedí a

David que metiera un escarabajo en la bolsita.

—¿Por qué?

—Para poder apuntar con mayor facilidad. Lo único que tuve que hacer fue

rastrearlo.

Alcé las cejas.

—Eso sí que es un truco impresionante.

Se encogió de hombros.

—Es el único que conozco. Si Nikolai sigue con vida, lo encontraremos. —Hizo

una pausa, y después añadió—: No voy a volver a fallarte. —Se giró para marcharse,

pero antes de cerrar la puerta, dijo—: Intenta descansar. Si me necesitas, estaré fuera.

Me quedé ahí de pie durante un buen rato. Quería decirle que no me había fallado,

pero en realidad aquello no era cierto. Le había mentido acerca de las visiones que

me atormentaban. Me había apartado cuando más lo necesitaba. Tal vez los dos le

habíamos pedido al otro que renunciara a demasiadas cosas. Fuera justo o no, sentía

que Mal me había dado la espalda, y alguna parte de mí le guardaba rencor por ello.

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