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Mal envió a Tamar para que congregara al resto de los Soldat Sol y buscara más
armas de fuego que funcionaran. Mi control sobre los guardias era tenue por decir
algo, y en caso de que hubiera problemas deberíamos tener pistolas preparadas;
esperaba que los soldados del sol me siguieran siendo leales.
Conduje al Apparat hasta su habitación yo misma, con Mal y Tolya siguiéndonos.
Una vez en su puerta, dije:
—Dentro de una hora dirigiremos los servicios juntos. Esta noche, me marcharé
con mis Grisha y tú aprobarás nuestra partida.
—Sol Koroleva —susurró el Apparat—. Os ruego que no regreséis tan pronto a la
superficie. La posición del Oscuro no es fuerte. El chico Lantsov tiene pocos
aliados…
—Yo soy su aliada.
—Os abandonó en el Pequeño Palacio.
—Sobrevivió, sacerdote. Es algo que deberías comprender.
Nikolai tenía intención de poner a salvo a su familia y a Baghra, y después
regresar a la batalla. Esperaba que hubiera tenido éxito, y que los rumores de él
sembrando el caos en la frontera norteña fueran ciertos.
—Dejemos que se debiliten el uno al otro, veamos de qué lado sopla el viento…
—Le debo a Nikolai Lantsov más que eso.
—¿Es la lealtad lo que os impulsa? ¿O la codicia? —me presionó el Apparat—.
Los amplificadores han aguardado incontables años a que los unáis, ¿y no podéis
esperar unos pocos meses más?
Cerré la mandíbula con fuerza ante aquella idea. No estaba segura de qué era lo
que me impulsaba, si era mi necesidad de vengarme o algo mayor, si era el ansia por
capturar al pájaro de fuego o mi amistad con Nikolai. Pero no importaba demasiado.
—Esta también es mi guerra —dije—. No voy a esconderme como un lagarto
bajo una roca.
—Os suplico que escuchéis mis palabras. No he hecho nada salvo serviros
fielmente.
—¿Al igual que servías al Rey? ¿Al igual que servías al Oscuro?
—Soy la voz del pueblo. Ellos no eligieron a los Reyes Lantsov ni al Oscuro. Os
eligieron a vos como su Santa, y os amarán como su Reina.
El simple sonido de aquellas palabras me resultaba agotador.
Eché un vistazo por encima del hombro hacia donde Mal y Tolya aguardaban a
una distancia respetuosa.
—¿Tú lo crees? —le pregunté al sacerdote. La pregunta me había atormentado
desde la primera vez que había escuchado que estaba reuniendo aquel culto—. ¿De
verdad crees que soy una Santa?
—Lo que yo crea no importa —respondió él—. Eso es lo que nunca habéis
comprendido. ¿Sabíais que han comenzado a construir altares para vos en Fjerda? En
Fjerda, donde queman a los Grisha en la hoguera. Hay una línea muy fina entre el
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