Ruina y ascenso - Leigh Bardugo

lisseth021116
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07.08.2023 Views

as enormes puertas del Hervidor se cerraron con fuerza, y oí una llave en la cerradura.Traté de ignorar el nudo enfermizo que notaba en el estómago y comprender lo queestaba presenciando. Nadia y Zoya, que eran dos Vendavales; Mal, y David, uninofensivo Hacedor. En la nota ponía «hoy». ¿Qué significaba?—Voy a preguntártelo otra vez, sacerdote. ¿Qué es todo esto? ¿Por qué estándetenidos mis amigos? ¿Por qué están sangrando?—Estos no son vuestros amigos. Hemos descubierto un complot bajo nuestrasnarices para destruir la Catedral Blanca.—¿De qué estás hablando?—Ya visteis hoy la insolencia del chico…—¿Ese es el problema? ¿Que no tiembla lo suficiente en tu presencia?—¡El problema aquí es la traición!Sacó una bolsita de lona de su túnica y la mostró en alto, dejando que sebalanceara entre sus dedos. Fruncí el ceño. Había visto bolsitas como aquella en lostalleres de los Hacedores. Las utilizaban para…—¡Polvos explosivos! —dijo el Apparat—. Fabricados por este sucio Hacedorcon los materiales reunidos por vuestros supuestos amigos.—Vale, pues David ha fabricado polvos explosivos. Podría haber un centenar derazones para ello.—Las armas están prohibidas dentro de la Catedral Blanca.Arqueé una ceja mirando los rifles que estaban apuntando a Mal y a mis Grisha.—¿Y qué es eso? ¿Cucharones? Si vas a hacer acusaciones…—Sus planes fueron escuchados. Adelante, Tamar Kir-Bataar. Di la verdad quehas descubierto.Tamar hizo una profunda reverencia.—Los Grisha y el rastreador planeaban drogaras y llevaros a la superficie.www.lectulandia.com - Página 30

—Yo quiero regresar a la superficie.—Querían utilizar los polvos explosivos para asegurarse de que nadie os siguiera—continuó—, para derrumbar las cavernas sobre el Apparat y vuestros fieles.—¿Cientos de personas inocentes? Mal jamás haría eso. Ninguno de ellos loharía. —Ni siquiera Zoya, por muy miserable que fuera—. Además, no tiene ningúnsentido. ¿Cómo se supone que iban a drogarme?Tamar hizo un gesto con la cabeza en dirección a Genya y al té que había junto anosotras.—Yo misma bebo de ese té —señaló ella—. No hay ninguna droga en él.—Es una envenenadora muy experimentada y una mentirosa —replicó fríamenteTamar—. Ya te ha traicionado antes en favor del Oscuro.Los dedos de Genya se aferraron a su chal. Ambas sabíamos que había verdad ensus acusaciones. Sentí un desagradable pinchazo de sorpresa.—Confiáis en ella —dijo Tamar, pero había algo extraño en su voz. No sonabatanto como si estuviera haciendo una acusación como si estuviera dándome unaorden.—Tan solo estaban esperando a reunir el suficiente polvo explosivo —continuó elApparat—. Después, tenían intención de atacar, de llevaros al exterior y entregaros alOscuro.Negué con la cabeza.—¿De verdad esperáis que crea que Mal me entregaría al Oscuro?—A él lo engañaron —intervino Tolya con voz queda—. Estaba tan desesperadopor liberaros que se convirtió en su peón.Eché un vistazo en dirección a Mal, pero no era capaz de leer su expresión. Notéla primera esquirla real de duda. Nunca había confiado en Zoya y, ¿cuánto conocía enrealidad a Nadia? Genya… Genya había sufrido demasiado a manos del Oscuro, perohabían sido aliados durante mucho tiempo. Un sudor frío me brotó en la nuca, y sentíque el pánico me atenazaba, luchando contra mi cerebro.—Conspiraciones y más conspiraciones —siseó el Apparat—. Tenéis un corazónblando, y os ha traicionado.—No —dije—. Nada de esto tiene sentido.—¡Son espías y traidores!Me presioné las sienes con los dedos.—¿Dónde están mis otros Grisha?—Están recluidos hasta que podamos interrogarlos convenientemente.—Dime que no han sufrido ningún daño.—¿Veis su preocupación por aquellos que la han traicionado? —preguntó elsacerdote a sus guardias. Me di cuenta de que lo estaba disfrutando, de que habíaestado esperando ese momento—. Es una muestra de su bondad, de su generosidad.—Su mirada se clavó en la mía—. Tienen algunas heridas, pero los traidoresrecibirán los mejores cuidados. Tan solo tenéis que pedirlo.www.lectulandia.com - Página 31

—Yo quiero regresar a la superficie.

—Querían utilizar los polvos explosivos para asegurarse de que nadie os siguiera

—continuó—, para derrumbar las cavernas sobre el Apparat y vuestros fieles.

—¿Cientos de personas inocentes? Mal jamás haría eso. Ninguno de ellos lo

haría. —Ni siquiera Zoya, por muy miserable que fuera—. Además, no tiene ningún

sentido. ¿Cómo se supone que iban a drogarme?

Tamar hizo un gesto con la cabeza en dirección a Genya y al té que había junto a

nosotras.

—Yo misma bebo de ese té —señaló ella—. No hay ninguna droga en él.

—Es una envenenadora muy experimentada y una mentirosa —replicó fríamente

Tamar—. Ya te ha traicionado antes en favor del Oscuro.

Los dedos de Genya se aferraron a su chal. Ambas sabíamos que había verdad en

sus acusaciones. Sentí un desagradable pinchazo de sorpresa.

—Confiáis en ella —dijo Tamar, pero había algo extraño en su voz. No sonaba

tanto como si estuviera haciendo una acusación como si estuviera dándome una

orden.

—Tan solo estaban esperando a reunir el suficiente polvo explosivo —continuó el

Apparat—. Después, tenían intención de atacar, de llevaros al exterior y entregaros al

Oscuro.

Negué con la cabeza.

—¿De verdad esperáis que crea que Mal me entregaría al Oscuro?

—A él lo engañaron —intervino Tolya con voz queda—. Estaba tan desesperado

por liberaros que se convirtió en su peón.

Eché un vistazo en dirección a Mal, pero no era capaz de leer su expresión. Noté

la primera esquirla real de duda. Nunca había confiado en Zoya y, ¿cuánto conocía en

realidad a Nadia? Genya… Genya había sufrido demasiado a manos del Oscuro, pero

habían sido aliados durante mucho tiempo. Un sudor frío me brotó en la nuca, y sentí

que el pánico me atenazaba, luchando contra mi cerebro.

—Conspiraciones y más conspiraciones —siseó el Apparat—. Tenéis un corazón

blando, y os ha traicionado.

—No —dije—. Nada de esto tiene sentido.

—¡Son espías y traidores!

Me presioné las sienes con los dedos.

—¿Dónde están mis otros Grisha?

—Están recluidos hasta que podamos interrogarlos convenientemente.

—Dime que no han sufrido ningún daño.

—¿Veis su preocupación por aquellos que la han traicionado? —preguntó el

sacerdote a sus guardias. Me di cuenta de que lo estaba disfrutando, de que había

estado esperando ese momento—. Es una muestra de su bondad, de su generosidad.

—Su mirada se clavó en la mía—. Tienen algunas heridas, pero los traidores

recibirán los mejores cuidados. Tan solo tenéis que pedirlo.

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