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Ruina y ascenso - Leigh Bardugo

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Me condujeron por un pasillo decorado con armas de guerra y mapas de la

Sombra. Iban a tener que cambiarlos. Me pregunté si alguna vez crecería algo en

aquellas arenas muertas.

—¿Os quedaréis con él? —le pregunté a Tamar. Nikolai tenía que estar

desesperado por encontrar gente a su alrededor en quien pudiera confiar.

—Durante un tiempo. Nadia quiere hacerlo, y todavía hay algunos miembros

vivos del Vigésimo Segundo.

—¿Nevsky? —Negó con la cabeza—. ¿Stigg logró escapar de la Rueca?

Volvió a negar con la cabeza. Había otros por los que preguntar, listas de

fallecidos que tenía miedo de leer, pero aquello tendría que esperar.

—Yo quizás me quede —señaló Tolya—. Depende de…

—Tolya —dijo bruscamente su hermana. Él se ruborizó y se encogió de hombros.

—Tan solo depende.

Llegamos hasta unas pesadas puertas dobles, cuyos mangos eran dos águilas

gritando.

Tamar llamó. La habitación estaba a oscuras, iluminada solo por el resplandor del

fuego en la chimenea. Tardé un momento en distinguir a Nikolai en la penumbra. Se

encontraba sentado enfrente del fuego, y su botas pulidas estaban sobre el cojín de un

taburete. Había un plato de comida delante de él, junto a una botella de kvas, aunque

yo sabía que prefería el brandy.

—Estaremos fuera —dijo Tamar.

Nikolai se sobresaltó ante el sonido de la puerta cerrándose. Se puso en pie e hizo

una reverencia.

—Perdóname. Estaba perdido en mis pensamientos. —Entonces sonrió antes de

añadir—: Territorio desconocido.

Me recliné contra la puerta. Un desliz. Cubierto de encanto, pero un desliz de

todos modos.

—No tienes que hacer eso.

—Claro que sí. —Su sonrisa flaqueó, e hizo un gesto hacia las sillas, junto al

fuego—. ¿Me acompañas?

Crucé la habitación. La larga mesa estaba cubierta de documentos y fajos de

cartas adornadas con el sello real. Había un libro abierto sobre la silla. Lo apartó a un

lado y nos sentamos.

—¿Qué estás leyendo?

Echó un vistazo al título.

—Una de las historias militares de Kamenski. En realidad tan solo quería mirar

las palabras.

Recorrió la cubierta con los dedos. Tenía las manos estropeadas con cortes y

arañazos. Aunque mis cicatrices se habían desvanecido, el Oscuro había marcado a

Nikolai de una forma distinta. Todavía había unas débiles líneas negras que recorrían

cada uno de sus dedos, donde las garras se habían abierto camino a través de la piel.

www.lectulandia.com - Página 242

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