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Ruina y ascenso - Leigh Bardugo

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aguardábamos, y los sonidos de la batalla quedaron amortiguados por el zumbido de

los soldados de sombras a nuestro alrededor. Un momento después, una explosión

ensordecedora sonó en algún lugar en la distancia.

El Oscuro sacudió la cabeza.

—Bien podría costarme otra vida quebrarte, pero me pondré a ello.

Se giró y yo actué. Sujeta por los nichevo’ya no podía utilizar el Corte, pero no

estaba indefensa. Giré las muñecas, y la luz violeta de la lumiya se dobló a mi

alrededor. Al mismo tiempo, crucé el vínculo entre nosotros.

El Oscuro levantó bruscamente la cabeza y, por un momento, aunque seguía

estando invisible y sujeta por los nichevo’ya, también lo veía desde el lateral del

mástil. La chica que había ante él estaba de una pieza, sin heridas, y alzó los brazos

para emplear el Corte. El Oscuro no se detuvo a pensar, sino que reaccionó. Tan solo

fue un segundo escaso, el breve espacio entre el instinto y la comprensión, pero fue

suficiente. Sus soldados de sombras me liberaron y se lanzaron hacia él para

protegerlo. Corrí hacia la barandilla y salté por el lateral del esquife.

Aterricé sobre mi brazo herido, y el dolor me recorrió el cuerpo. El aullido de

rabia del Oscuro sonó detrás de mí. Sabía que había perdido el control sobre la luz, y

eso significaba que era visible. Me obligué a seguir moviéndome, arrastrándome por

la arena, alejándome del resplandor violeta de la lumiya. Vi a los soldados del sol y a

los Grisha luchando junto a los esquifes iluminados. Habían derribado a Harshaw.

Ruby sangraba.

Me obligué a ponerme en pie, aunque la cabeza me daba vueltas. Me agarré el

brazo herido y me interné en la oscuridad. No veía nada, ni tenía ningún sentido de la

dirección. Avancé en la negrura, tratando de hacer que mi mente funcionara, que

formara alguna clase de plan. Sabía que los volcra podían ir a por mí en cualquier

momento, pero no podía arriesgarme a utilizar la luz. Piensa, me regañé. Estaba sin

ideas. Ya no tenía los polvos explosivos. No podía utilizar el Corte. Tenía la manga

húmeda por la sangre, y mis pasos se ralentizaron. Tenía que encontrar a alguien que

me curara el brazo. Tenía que unirme a los demás. No podía huir del Oscuro como

había hecho aquella primera vez en la Sombra. Llevaba huyendo desde entonces.

—Alina.

Me giré. Era la voz de Mal en la oscuridad. Que sea un truco del sonido, pensé.

Pero sabía que la capa acústica de los Vendavales había desaparecido hacía mucho.

¿Cómo me había encontrado? Era una pregunta estúpida. Mal siempre me

encontraba.

Jadeé cuando me agarró el brazo herido. A pesar del dolor y del riesgo, invoqué

una débil luz, y vi su hermoso rostro manchado de tierra y sangre. Y el cuchillo en su

mano. Reconocía la hoja; era de Tamar, hecha por los Grisha. ¿Se lo habría ofrecido

para este momento? ¿La habría buscado él para pedírselo?

—Mal, no. Esto no ha terminado todavía.

—Sí ha terminado, Alina.

www.lectulandia.com - Página 227

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