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Ruina y ascenso - Leigh Bardugo

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cristal. Vi más cuerpos que caían.

—¡Contraatacad! —gritó alguien, y el aire explotó con el ruido atronador de los

disparos, pero nosotros estábamos a salvo, fuera de su alcance. Los nichevo’ya batían

las alas, girando en arcos amplios, buscando objetivos. Los Inferni que quedaban a

bordo del esquife enviaban llamaradas al aire, pero Harshaw, oculto de ellos, les

devolvía el fuego. Oí gritos.

Entonces hubo silencio, roto solo por los gemidos y las órdenes a gritos desde el

esquife de cristal. Nuestros tiradores habían hecho bien su trabajo, y la zona alrededor

de la barandilla estaba llena de cuerpos. El Oscuro, intacto, estaba señalando a un

Mortificador, y dando alguna clase de orden. No distinguía sus palabras, pero sabía

que ahí sería cuando utilizaría a sus estudiantes.

Miré a mi alrededor para encontrar a los tiradores y a los Grisha, sintiendo su

presencia en la luz.

Un único chasquido. Los Vendavales enviaron una oleada de arena por los aires.

Hubo más gritos desde cubierta mientras los Vendavales del Oscuro trataban de

responder.

Aquella era nuestra señal. Los mellizos y yo echamos a correr hacia el esquife,

aproximándonos a la popa. No teníamos mucho tiempo.

—¿Dónde está? —preguntó Tolya mientras subíamos a bordo. Era extraño oír su

voz sin verlo.

—Quizás abajo —respondí. El esquife era poco profundo, pero había espacio

suficiente.

Nos abrimos camino a través de la cubierta en busca de una escotilla, con cuidado

de no rozar a los Grisha o a los guardias del Oscuro.

Los oprichniki restantes apuntaban con sus armas la arena vacía más allá del

esquife. Estábamos lo bastante cerca como para ver el sudor en sus frentes, sus ojos

muy abiertos. Se estremecían y saltaban ante cada sonido, real o imaginado.

—Maleni —susurraban. Fantasmas. Solo el Oscuro parecía impávido. Tenía el

rostro sereno mientras contemplaba la destrucción que yo había causado. Me

encontraba lo suficientemente cerca como para atacar, pero seguía estando protegido

por sus soldados de sombras. Tenía la inquietante sensación de que estaba esperando

algo.

—¡Agachaos! —gritó de pronto un oprichniki.

La gente a nuestro alrededor se tiró a cubierta y el aire explotó con la pólvora.

Otros dos esquifes de cristal aparecieron a la vista, llenos de oprichniki. En

cuanto entraron en contacto con la luz, se encendieron con la resplandeciente llama

violeta de la lumiya.

—¿Pensabas que acudiría a ti sin estar preparado, Alina? —dijo el Oscuro por

encima del caos—. ¿Pensabas que no sacrificaría una flota entera de esquifes por esta

causa?

De todos los que hubiera enviado solo dos habían logrado llegar, pero eso podría

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