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Ruina y ascenso - Leigh Bardugo

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huertos a través de las grandes ventanas en arco. Vi que había un libro abierto en el

escritorio, y miré las páginas.

—Es un diario —explicó Mal—. Estadísticas sobre la cosecha de primavera, el

progreso de los árboles híbridos.

—Sus gafas —dije, cogiendo la montura de alambre dorado—. Me pregunto si las

echará de menos.

Mal se reclinó contra el borde de piedra del estanque.

—¿Alguna vez te has preguntado cómo hubieran sido las cosas si los

Examinadores Grisha hubieran descubierto tu poder en Keramzin?

—A veces.

—Ravka sería diferente.

—A lo mejor no. Mi poder era inútil antes de encontrar al ciervo. Sin ti, tal vez no

hubiéramos localizado a ninguno de los amplificadores de Morozova.

—Tú serías diferente —señaló.

Aparté las delicadas gafas a un lado y examiné las columnas de números y

escritura ordenada. ¿En qué clase de persona me podría haber comprendido? ¿Me

habría hecho amiga de Genya, o simplemente la vería como una sirvienta? ¿Tendría

la confianza de Zoya? ¿Su arrogancia sencilla? ¿Qué habría sido el Oscuro para mí?

—Puedo decirte lo que habría pasado —dije.

—Adelante.

Cerré el diario, me giré hacia Mal y me senté en el borde del escritorio.

—Habría ido al Pequeño Palacio, donde me habrían mimado y consentido. Habría

cenado en platos de oro, y jamás me habría esforzado en utilizar mi poder. Hubiera

sido como respirar, como siempre debería haber sido. Y con el tiempo, me hubiera

olvidado de Keramzin.

—Y de mí.

—De ti nunca. —Alzó una ceja—. Bueno, tal vez —admití, y él se rio—. El

Oscuro hubiera buscado los amplificadores de Morozova, sin éxito, sin esperanza,

hasta que un día un don nadie, un huérfano otkazat’sya, viajara hacia el hielo de

Tsibeya.

—Estás asumiendo que no muero en la Sombra.

—En mi versión, nunca te envían a la Sombra. Cuando cuentes tú la historia,

puedes morir trágicamente.

—En ese caso, continúa.

—Ese don nadie, ese chico irrelevante, ese huérfano patético…

—Ya lo pillo.

—Sería el primero en encontrar al ciervo después de siglos de búsqueda. Así que,

por supuesto, el Oscuro y yo viajaríamos a Tsibeya en su enorme carruaje negro.

—¿Por la nieve?

—Su enorme trineo negro —me corregí—. Y cuando llegáramos a Chernast,

conducirían a tu unidad hasta nuestra exaltada presencia…

www.lectulandia.com - Página 217

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