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suerte eso es lo único que necesitaremos. Muchos de ellos lucharon en el Primer
Ejército, así que al menos tenemos la posibilidad de que no pierdan la cabeza.
Nos llegó una risa desde el recibidor. Alguien, sospechaba que Harshaw, había
comenzado a cantar. Pero en el salón había silencio, y oí que había comenzado a
llover.
—Mal —dije—. ¿Crees…? ¿Crees que es por los amplificadores?
Frunció el ceño, comprobando la mirilla de un rifle.
—¿Qué quieres decir?
—¿Es eso lo que hay entre nosotros? ¿Mi poder y el tuyo? ¿Es por eso por lo que
nos hicimos amigos, por lo que…?
Dejé la frase inconclusa. Él cogió otra arma y abrió la recámara.
—A lo mejor eso fue lo que nos juntó, pero no lo que nos ha convertido en
quienes somos. No te convirtió en la chica que podía hacerme reír cuando yo no tenía
nada. Y ni de broma me convirtió a mí en el idiota que lo daba por hecho. Sea lo que
sea lo que hay entre nosotros, lo hemos forjado nosotros. Nos pertenece. —Bajó el
rifle y se limpió las manos con un trapo—. Ven conmigo —añadió, y me tomó la
mano para conducirme tras él.
Avanzamos por la casa a oscuras. Oí unas voces que cantaban algo obsceno al
otro lado del pasillo, unos pasos sobre nosotros mientras alguien corría de una
habitación a la siguiente. Pensé que Mal me llevaría por las escaleras hasta los
dormitorios; supongo que esperaba que lo hiciera, pero en lugar de eso me condujo
por el ala este de la casa, más allá de un cuarto de costura en silencio y una
biblioteca, hasta llegar a un vestíbulo sin ventanas lleno de palas y plantas secas.
—Eh… ¿qué bonito?
—Espera aquí.
Abrió una puerta que no había visto, oculta en la pared. En la penumbra vi que
conducía a una especie de invernadero estrecho. La lluvia caía con un ritmo constante
sobre el techo abovedado y las paredes de cristal. Mal entró y encendió los farolillos
que descansaban al borde de un estanque reflectante poco profundo. Había manzanos
en hilera junto a las paredes, y sus ramas estaban llenas de flores blancas. Sus pétalos
yacían como nieve en el suelo de baldosas rojas y flotaban en la superficie del agua.
Seguí a Mal mientras recorría el estanque. El aire en el interior resultaba
balsámico y dulce a causa de las flores de manzano, intenso por el rico aroma de la
tierra. Fuera, el viento aumentó y aulló con la tormenta, pero ahí dentro parecía como
si las estaciones se hubieran suspendido. Tuve la extraña sensación de que podríamos
estar en cualquier parte, de que el resto de la casa simplemente se había desvanecido,
y estábamos completamente solos.
Al fondo de la sala había un escritorio en una esquina, con un chal en el respaldo
de una silla de dibujo. Había una cesta de instrumentos de costura sobre una alfombra
con dibujos de flores de manzana. La mujer de la casa debía de haber ido allí para
coser y tomarse el té de la mañana. Durante el día tendría una visión perfecta de los
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