Ruina y ascenso - Leigh Bardugo
podrían activarlos tan tarde como se atrevieran durante el ataque, y si algo me pasabaen la Sombra, tal vez tuvieran la luz suficiente como para salir. Habían reclutado todala cristalería del dueño de la granja: cálices, vasos, copas para vino y licor, unaelaborada colección de jarrones, y un plato hondo en forma de pez.La mesa del té estaba llena de tornillos y arandelas, y Misha estaba sentado conlas piernas cruzadas en una silla acolchada de seda, desmontando alegremente unasmonturas y organizando las tiras y trozos de cuero en cuidados montoncitos.Harshaw se había encargado de robar la comida que pudiera encontrar en lascasas vecinas, un trabajo que se le daba perturbadoramente bien.Trabajé junto a Genya y Misha la mayor parte del día. En los jardines, losVendavales practicaban para crear una capa acústica. Era una variación del truco quehabía utilizado Zoya tras el derrumbe, y esperábamos que nos permitiera entrar en laSombra y ocupar nuestras posiciones en la oscuridad sin atraer la atención de losvolcra. Sería una medida temporal con suerte, pero tan solo necesitábamos que durarael tiempo suficiente como para realizar la emboscada. De vez en cuando notaba uncrujido en las orejas y todo el sonido parecía amortiguarse, y después oía a Nadia contanta claridad como si estuviera en la habitación conmigo, o la voz de Adrikretumbando en mi oído.El estallido de los disparos flotaba hacia nosotros desde el huerto donde Mal y losgemelos estaban eligiendo a los mejores tiradores de los Soldat Sol. Teníamos que sercuidadosos con la munición, así que utilizaban las balas con moderación. Más tardelos oí en el salón, examinando las armas y la munición.Preparamos la cena con manzanas, queso duro y un pan negro y amargo queHarshaw había encontrado en alguna despensa abandonada. El comedor y la cocinaeran un desastre, así que hicimos un fuego grande en la chimenea del enormerecibidor y organizamos un picnic improvisado, tirados en el suelo y los sofás de sedahúmedos, y tostando trozos de pan ensartados en las ramas retorcidas de losmanzanos.—Si sobrevivimos a esto —dije mientras movía los dedos de los pies cerca delfuego—, voy a tener que buscar la forma de compensar a esta pobre gente por losdestrozos.Zoya resopló.—Se verán obligados a redecorar. Le estaremos haciendo un favor.—Y si no sobrevivimos —observó David—, todo esto quedará tragado por laoscuridad.Tolya apartó a un lado un cojín florido.—Tal vez sea lo mejor.Harshaw tomó un sorbo de sidra de la jarra que Tamar había llevado de la presa.—Si sobrevivo, lo primero que voy a hacer es volver aquí para nadar en untanque de esta cosa.—Calma, Harshaw —dijo Tamar—. Te necesitamos despierto mañana.www.lectulandia.com - Página 214
Él gruñó.—¿Por qué las batallas siempre tienen que ser tan temprano?Refunfuñando, le pasó la jarra a uno de los Soldat Sol.Habíamos repasado el plan hasta que todos estuvimos seguros de saberexactamente dónde estar y cuándo. Entraríamos en la Sombra al amanecer. LosVendavales irían primero, para extender la capa acústica y ocultar nuestrosmovimientos de los volcra. Había oído a Nadia susurrando con Tamar porque noquería que Adrik fuera con ellos, pero esta había estado a favor de incluirlo.—Es un guerrero —había dicho—. Si haces que crea ahora que es menos, jamássabrá que puede ser más.Yo estaría con los Vendavales, por si acaso algo salía mal. Los tiradores y losdemás Grisha nos seguirían.Habíamos planeado la emboscada en el centro de la Sombra, casi justo entreKribirsk y Novokribirsk. En cuanto viéramos el esquife del Oscuro, yo iluminaría elNocéano, doblando la luz para mantenernos invisibles. Si eso no lo hacía detenerse,nuestros tiradores lo harían. Menguarían sus filas, y después era misión de Harshaw ylos Vendavales crear el caos suficiente como para que los mellizos y yo pudiéramossubir al esquife, encontrar a los estudiantes y rescatarlos. En cuanto estuvieran asalvo, yo me ocuparía del Oscuro. Esperaba que no me viera llegar.Genya y David se quedarían en Tomikyana, con Misha. Sabía que el chicoinsistiría en ir con nosotros, así que Genya le había echado un somnífero en la cena.Ya estaba bostezando, aovillado junto a la chimenea, y esperaba que siguieradurmiendo mientras salíamos por la mañana.La noche avanzó. Sabía que necesitábamos dormir, pero a nadie le apetecíademasiado. Algunos decidieron acostarse cerca del fuego en el recibidor, mientrasque otros fueron entrando en la casa en parejas. Nadie quería estar solo aquellanoche. Genya y David tenían trabajo que hacer en la cocina. Tamar y Nadia habíandesaparecido temprano. Pensaba que Zoya escogería a algún Soldat Sol, peromientras yo salía por la puerta ella seguía observando el fuego, con Oncatronroneando en su regazo. Me abrí camino por el oscuro pasillo hasta el salón, dondeMal estaba comprobando por última vez las armas y la equitación. Era extraño ver lasmontañas de pistolas y munición en la mesa de mármol, junto a las miniaturasenmarcadas de la señora de la casa y una bonita colección de tabaqueras.—Ya hemos estado aquí antes —dijo.—Ah, ¿sí?—Cuando salimos de la Sombra por primera vez. Nos detuvimos en el huerto, nomuy lejos de esta casa. La reconocí antes, cuando estábamos disparando.Lo recordaba, aunque parecía otra vida. La fruta de los árboles había estadodemasiado pequeña y amarga como para comerla.—¿Cómo les ha ido hoy a los Soldat Sol?—No han estado mal. Solo unos pocos tienen mucha puntería, pero si tenemoswww.lectulandia.com - Página 215
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podrían activarlos tan tarde como se atrevieran durante el ataque, y si algo me pasaba
en la Sombra, tal vez tuvieran la luz suficiente como para salir. Habían reclutado toda
la cristalería del dueño de la granja: cálices, vasos, copas para vino y licor, una
elaborada colección de jarrones, y un plato hondo en forma de pez.
La mesa del té estaba llena de tornillos y arandelas, y Misha estaba sentado con
las piernas cruzadas en una silla acolchada de seda, desmontando alegremente unas
monturas y organizando las tiras y trozos de cuero en cuidados montoncitos.
Harshaw se había encargado de robar la comida que pudiera encontrar en las
casas vecinas, un trabajo que se le daba perturbadoramente bien.
Trabajé junto a Genya y Misha la mayor parte del día. En los jardines, los
Vendavales practicaban para crear una capa acústica. Era una variación del truco que
había utilizado Zoya tras el derrumbe, y esperábamos que nos permitiera entrar en la
Sombra y ocupar nuestras posiciones en la oscuridad sin atraer la atención de los
volcra. Sería una medida temporal con suerte, pero tan solo necesitábamos que durara
el tiempo suficiente como para realizar la emboscada. De vez en cuando notaba un
crujido en las orejas y todo el sonido parecía amortiguarse, y después oía a Nadia con
tanta claridad como si estuviera en la habitación conmigo, o la voz de Adrik
retumbando en mi oído.
El estallido de los disparos flotaba hacia nosotros desde el huerto donde Mal y los
gemelos estaban eligiendo a los mejores tiradores de los Soldat Sol. Teníamos que ser
cuidadosos con la munición, así que utilizaban las balas con moderación. Más tarde
los oí en el salón, examinando las armas y la munición.
Preparamos la cena con manzanas, queso duro y un pan negro y amargo que
Harshaw había encontrado en alguna despensa abandonada. El comedor y la cocina
eran un desastre, así que hicimos un fuego grande en la chimenea del enorme
recibidor y organizamos un picnic improvisado, tirados en el suelo y los sofás de seda
húmedos, y tostando trozos de pan ensartados en las ramas retorcidas de los
manzanos.
—Si sobrevivimos a esto —dije mientras movía los dedos de los pies cerca del
fuego—, voy a tener que buscar la forma de compensar a esta pobre gente por los
destrozos.
Zoya resopló.
—Se verán obligados a redecorar. Le estaremos haciendo un favor.
—Y si no sobrevivimos —observó David—, todo esto quedará tragado por la
oscuridad.
Tolya apartó a un lado un cojín florido.
—Tal vez sea lo mejor.
Harshaw tomó un sorbo de sidra de la jarra que Tamar había llevado de la presa.
—Si sobrevivo, lo primero que voy a hacer es volver aquí para nadar en un
tanque de esta cosa.
—Calma, Harshaw —dijo Tamar—. Te necesitamos despierto mañana.
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