Ruina y ascenso - Leigh Bardugo

lisseth021116
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Me había olvidado de la enorme joya que llevaba en la mano. Me la quité y laguardé en el bolsillo.—Nikolai me lo dio en la Rueca. Pensaba que tal vez lo reconociera.—¿Y lo hizo?—Creo que sí. Antes de tratar de comerme.—Por todos los Santos.—Echó a volar hacia la Sombra.—¿Crees que quería…?—¿Suicidarse? No lo sé. A lo mejor para él ahora es como una casa devacaciones. Ni siquiera sé si los volcra lo verían como una presa. —Me recliné contrala roca en la que había estado Nikolai tan solo unos minutos antes—. Trató de hacerque lo curara, pero no funcionó.—No sabes lo que podrías ser capaz de hacer cuando se unan los amplificadores.—¿Quieres decir después de matarte?—Alina…—No vamos a hablar de esto.—No puedes taparte la cabeza con la manta y fingir que esto no está pasando.—Puedo, y lo haré.—Estás siendo una cría.—Y tú estás siendo noble y abnegado, y me están entrando ganas deestrangularte.—Bueno, es un comienzo.—No tiene gracia.—¿Qué se supone que tengo que hacer? —preguntó—. No me siento noble niabnegado. Tan solo estoy…Levantó los brazos.—Hambriento.—¿Estás hambriento?—Sí —respondió bruscamente—. Estoy hambriento, y cansado, y muy seguro deque Tolya va a comerse todo el urogallo.No pude evitarlo, y rompí a reír.—Zoya me lo advirtió. Ella también se pone de mal humor cuando tiene hambre.—No estoy de mal humor.—Bueno, molesto —me corregí gentilmente.—No estoy molesto.—Tienes razón —dije, tratando de contener mis risitas—. Desde luego estás másrabioso que molesto.Me cogió la mano de improvisto y me acercó para besarme. Me mordisqueó unaoreja, con fuerza.—¡Au!—Te he dicho que tenía hambre.www.lectulandia.com - Página 212

—Eres la segunda persona que trata de morderme hoy.—Pues ya verás. Cuando volvamos al campamento, voy a pedir que nos cuentenel Tercer Relato de Kregi.—Yo voy a decirle a Harshaw que prefieres los perros.—Y yo voy a decirle a Zoya que no te gusta su pelo.Seguimos de ese modo mientras volvíamos a la Garcilla, provocándonosmutuamente, sintiendo que una parte de la presión de las últimas semanasdesaparecía. Pero mientras el sol se ponía, miré por encima del hombro hacia laSombra y me pregunté si quedaría algo humano más allá de sus orillas, y si podría oírnuestra risa.Los Soldat Sol llegaron entrada la noche, y solo tuvieron unas pocas horas de sueñoantes de que saliéramos al día siguiente. Se sentían recelosos mientras entrábamos enla Sombra, pero esperaba que estuvieran mucho peor, aferrándose a sus iconos yentonando plegarias. Cuando dimos los primeros pasos en la oscuridad y dejé que laluz nos rodeara en una oleada, lo comprendí: no necesitaban suplicarle a sus Santos.Me tenían a mí.La Garcilla flotaba muy alto, sobre nosotros, dentro de la burbuja de luz quehabía creado, pero había preferido viajar por la arena para practicar doblando la luzdentro de los confines de la Sombra. Para los Soldat Sol aquella nueva muestra depoder era un milagro más, una prueba más de que yo era un Santa viviente. Recordélo que me había dicho el Apparat: No hay un poder mayor que el de la fe, y no habráun ejército mayor que uno conducido por ella. Rezaba por que tuviera razón, por noser una líder más tomando su lealtad y pagándoles con muertes inútiles y honorables.Nos costó la mayor parte del día y de la noche cruzar la Sombra y escoltar a todoslos Soldat Sol hasta la orilla oeste. Para cuando regresamos a Tomikyana, David yGenya la habían ocupado por completo. La cocina tenía el aspecto de haber soportadouna tormenta. Los fogones estaban llenos de cacerolas humeantes, y habían llevadoun enorme hervidor de la sidra de presa para utilizar como refrigerador. David seencontraba sentado en un taburete junto a la gran mesa de madera, dondeprobablemente los sirvientes habrían estirado masa tan solo unas semanas antes.Ahora estaba llena de cristal y de metal, manchas de alguna sustancia similar a labrea, e incontables botellas de un lodo amarillo de olor horrible.—¿Esto es completamente seguro?—Nada es completamente seguro —dijo David.—Qué tranquilizador.David sonrió.—Me alegro.En el comedor, Genya había dispuesto su propio espacio de trabajo, donde estabaayudando a fabricar botes para la lumiya y eslingas para transportarlos. Los demáswww.lectulandia.com - Página 213

Me había olvidado de la enorme joya que llevaba en la mano. Me la quité y la

guardé en el bolsillo.

—Nikolai me lo dio en la Rueca. Pensaba que tal vez lo reconociera.

—¿Y lo hizo?

—Creo que sí. Antes de tratar de comerme.

—Por todos los Santos.

—Echó a volar hacia la Sombra.

—¿Crees que quería…?

—¿Suicidarse? No lo sé. A lo mejor para él ahora es como una casa de

vacaciones. Ni siquiera sé si los volcra lo verían como una presa. —Me recliné contra

la roca en la que había estado Nikolai tan solo unos minutos antes—. Trató de hacer

que lo curara, pero no funcionó.

—No sabes lo que podrías ser capaz de hacer cuando se unan los amplificadores.

—¿Quieres decir después de matarte?

—Alina…

—No vamos a hablar de esto.

—No puedes taparte la cabeza con la manta y fingir que esto no está pasando.

—Puedo, y lo haré.

—Estás siendo una cría.

—Y tú estás siendo noble y abnegado, y me están entrando ganas de

estrangularte.

—Bueno, es un comienzo.

—No tiene gracia.

—¿Qué se supone que tengo que hacer? —preguntó—. No me siento noble ni

abnegado. Tan solo estoy…

Levantó los brazos.

—Hambriento.

—¿Estás hambriento?

—Sí —respondió bruscamente—. Estoy hambriento, y cansado, y muy seguro de

que Tolya va a comerse todo el urogallo.

No pude evitarlo, y rompí a reír.

—Zoya me lo advirtió. Ella también se pone de mal humor cuando tiene hambre.

—No estoy de mal humor.

—Bueno, molesto —me corregí gentilmente.

—No estoy molesto.

—Tienes razón —dije, tratando de contener mis risitas—. Desde luego estás más

rabioso que molesto.

Me cogió la mano de improvisto y me acercó para besarme. Me mordisqueó una

oreja, con fuerza.

—¡Au!

—Te he dicho que tenía hambre.

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