Ruina y ascenso - Leigh Bardugo
Me había olvidado de la enorme joya que llevaba en la mano. Me la quité y laguardé en el bolsillo.—Nikolai me lo dio en la Rueca. Pensaba que tal vez lo reconociera.—¿Y lo hizo?—Creo que sí. Antes de tratar de comerme.—Por todos los Santos.—Echó a volar hacia la Sombra.—¿Crees que quería…?—¿Suicidarse? No lo sé. A lo mejor para él ahora es como una casa devacaciones. Ni siquiera sé si los volcra lo verían como una presa. —Me recliné contrala roca en la que había estado Nikolai tan solo unos minutos antes—. Trató de hacerque lo curara, pero no funcionó.—No sabes lo que podrías ser capaz de hacer cuando se unan los amplificadores.—¿Quieres decir después de matarte?—Alina…—No vamos a hablar de esto.—No puedes taparte la cabeza con la manta y fingir que esto no está pasando.—Puedo, y lo haré.—Estás siendo una cría.—Y tú estás siendo noble y abnegado, y me están entrando ganas deestrangularte.—Bueno, es un comienzo.—No tiene gracia.—¿Qué se supone que tengo que hacer? —preguntó—. No me siento noble niabnegado. Tan solo estoy…Levantó los brazos.—Hambriento.—¿Estás hambriento?—Sí —respondió bruscamente—. Estoy hambriento, y cansado, y muy seguro deque Tolya va a comerse todo el urogallo.No pude evitarlo, y rompí a reír.—Zoya me lo advirtió. Ella también se pone de mal humor cuando tiene hambre.—No estoy de mal humor.—Bueno, molesto —me corregí gentilmente.—No estoy molesto.—Tienes razón —dije, tratando de contener mis risitas—. Desde luego estás másrabioso que molesto.Me cogió la mano de improvisto y me acercó para besarme. Me mordisqueó unaoreja, con fuerza.—¡Au!—Te he dicho que tenía hambre.www.lectulandia.com - Página 212
—Eres la segunda persona que trata de morderme hoy.—Pues ya verás. Cuando volvamos al campamento, voy a pedir que nos cuentenel Tercer Relato de Kregi.—Yo voy a decirle a Harshaw que prefieres los perros.—Y yo voy a decirle a Zoya que no te gusta su pelo.Seguimos de ese modo mientras volvíamos a la Garcilla, provocándonosmutuamente, sintiendo que una parte de la presión de las últimas semanasdesaparecía. Pero mientras el sol se ponía, miré por encima del hombro hacia laSombra y me pregunté si quedaría algo humano más allá de sus orillas, y si podría oírnuestra risa.Los Soldat Sol llegaron entrada la noche, y solo tuvieron unas pocas horas de sueñoantes de que saliéramos al día siguiente. Se sentían recelosos mientras entrábamos enla Sombra, pero esperaba que estuvieran mucho peor, aferrándose a sus iconos yentonando plegarias. Cuando dimos los primeros pasos en la oscuridad y dejé que laluz nos rodeara en una oleada, lo comprendí: no necesitaban suplicarle a sus Santos.Me tenían a mí.La Garcilla flotaba muy alto, sobre nosotros, dentro de la burbuja de luz quehabía creado, pero había preferido viajar por la arena para practicar doblando la luzdentro de los confines de la Sombra. Para los Soldat Sol aquella nueva muestra depoder era un milagro más, una prueba más de que yo era un Santa viviente. Recordélo que me había dicho el Apparat: No hay un poder mayor que el de la fe, y no habráun ejército mayor que uno conducido por ella. Rezaba por que tuviera razón, por noser una líder más tomando su lealtad y pagándoles con muertes inútiles y honorables.Nos costó la mayor parte del día y de la noche cruzar la Sombra y escoltar a todoslos Soldat Sol hasta la orilla oeste. Para cuando regresamos a Tomikyana, David yGenya la habían ocupado por completo. La cocina tenía el aspecto de haber soportadouna tormenta. Los fogones estaban llenos de cacerolas humeantes, y habían llevadoun enorme hervidor de la sidra de presa para utilizar como refrigerador. David seencontraba sentado en un taburete junto a la gran mesa de madera, dondeprobablemente los sirvientes habrían estirado masa tan solo unas semanas antes.Ahora estaba llena de cristal y de metal, manchas de alguna sustancia similar a labrea, e incontables botellas de un lodo amarillo de olor horrible.—¿Esto es completamente seguro?—Nada es completamente seguro —dijo David.—Qué tranquilizador.David sonrió.—Me alegro.En el comedor, Genya había dispuesto su propio espacio de trabajo, donde estabaayudando a fabricar botes para la lumiya y eslingas para transportarlos. Los demáswww.lectulandia.com - Página 213
- Page 162 and 163: dormir, inquietos. No hicimos guard
- Page 164 and 165: Ya habían limpiado y ensartado la
- Page 166 and 167: tantas veces que parecía que tuvie
- Page 168 and 169: l final, todos se quedaron, Zoya in
- Page 170 and 171: —Eso no es justo.—¡Eh! —grit
- Page 172 and 173: —¿Qué vas a darle de comer a es
- Page 174 and 175: se unían al fin, ¿sería lo basta
- Page 176 and 177: —Y la gente dice que yo estoy loc
- Page 178 and 179: puedo ofrecerte. El mismo truco de
- Page 180 and 181: entrada a la Cera Huo.Mal sacó el
- Page 182 and 183: por la noche.Harshaw inclinó la ca
- Page 184 and 185: de un saliente irregular de piedra
- Page 186 and 187: y Harshaw se pasarán toda la noche
- Page 188 and 189: Ravka. Era correcto que nos arrodil
- Page 190 and 191: La forma de mantener el oxígeno en
- Page 192 and 193: los nidos de las alondras y los ger
- Page 194 and 195: —Prácticamente justo después de
- Page 196 and 197: Un instante de pie me encontraba fr
- Page 198 and 199: manos suaves que me sujetaban. Zoya
- Page 200 and 201: Nadia sonrió.—Estaríamos oculto
- Page 202 and 203: subestimado, y a lo mejor también
- Page 204 and 205: hacer críticas no demasiado constr
- Page 206 and 207: —Sankta Alina —murmuraron.—En
- Page 208 and 209: La casa del propietario era magníf
- Page 210 and 211: Las grietas negras de su torso come
- Page 214 and 215: podrían activarlos tan tarde como
- Page 216 and 217: suerte eso es lo único que necesit
- Page 218 and 219: —¿Tenemos permitido caminar, o n
- Page 220 and 221: www.lectulandia.com - Página 220
- Page 222 and 223: Fuera, los Soldat Sol esperaban en
- Page 224 and 225: cristal. Vi más cuerpos que caían
- Page 226 and 227: Gruñí mientras la bota del Oscuro
- Page 228 and 229: Traté de apartarme, pero él me ro
- Page 230 and 231: Era demasiado. El odio, el dolor y
- Page 232 and 233: Con un movimiento rápido, clavé l
- Page 234 and 235: os sacaron de la Sombra en uno de l
- Page 236 and 237: portuarios, y había estallado el c
- Page 238 and 239: vida humana, el poder que había re
- Page 240 and 241: Era fácil mezclarnos con la muched
- Page 242 and 243: Me condujeron por un pasillo decora
- Page 244 and 245: —Y tú. Creo recordar cierta hist
- Page 246 and 247: —¿Por qué nosotros? El Oscuro
- Page 248 and 249: abía una capilla en la costa de Ra
- Page 250 and 251: bañados en miel, montones de dulce
- Page 252 and 253: estúpidos y ayudarme a recorrer la
- Page 254: LEIGH BARDUGO nació en 1932 en Jer
Me había olvidado de la enorme joya que llevaba en la mano. Me la quité y la
guardé en el bolsillo.
—Nikolai me lo dio en la Rueca. Pensaba que tal vez lo reconociera.
—¿Y lo hizo?
—Creo que sí. Antes de tratar de comerme.
—Por todos los Santos.
—Echó a volar hacia la Sombra.
—¿Crees que quería…?
—¿Suicidarse? No lo sé. A lo mejor para él ahora es como una casa de
vacaciones. Ni siquiera sé si los volcra lo verían como una presa. —Me recliné contra
la roca en la que había estado Nikolai tan solo unos minutos antes—. Trató de hacer
que lo curara, pero no funcionó.
—No sabes lo que podrías ser capaz de hacer cuando se unan los amplificadores.
—¿Quieres decir después de matarte?
—Alina…
—No vamos a hablar de esto.
—No puedes taparte la cabeza con la manta y fingir que esto no está pasando.
—Puedo, y lo haré.
—Estás siendo una cría.
—Y tú estás siendo noble y abnegado, y me están entrando ganas de
estrangularte.
—Bueno, es un comienzo.
—No tiene gracia.
—¿Qué se supone que tengo que hacer? —preguntó—. No me siento noble ni
abnegado. Tan solo estoy…
Levantó los brazos.
—Hambriento.
—¿Estás hambriento?
—Sí —respondió bruscamente—. Estoy hambriento, y cansado, y muy seguro de
que Tolya va a comerse todo el urogallo.
No pude evitarlo, y rompí a reír.
—Zoya me lo advirtió. Ella también se pone de mal humor cuando tiene hambre.
—No estoy de mal humor.
—Bueno, molesto —me corregí gentilmente.
—No estoy molesto.
—Tienes razón —dije, tratando de contener mis risitas—. Desde luego estás más
rabioso que molesto.
Me cogió la mano de improvisto y me acercó para besarme. Me mordisqueó una
oreja, con fuerza.
—¡Au!
—Te he dicho que tenía hambre.
www.lectulandia.com - Página 212