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Ruina y ascenso - Leigh Bardugo

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Vi el momento en que regresaba la razón. Su cara se contorsionó por el horror

ante lo que había querido hacer, y alguna parte de él probablemente seguía queriendo.

Su cuerpo temblaba por el deseo de alimentarse.

Sus ojos negros se llenaron de unas sombras parpadeantes. ¿Eran lágrimas?

Apretó los puños y echó la cabeza hacia atrás. Los tendones de su cuello se tensaron,

y soltó un grito reverberante de impotencia y rabia. Lo había oído antes cuando el

Oscuro invocaba a los nichevo’ya, el rasgamiento en el tejido del mundo, el grito de

algo que no debería existir.

Se elevó en el aire y se lanzó directamente hacia la Sombra.

—¡Nikolai! —grité. Pero ya había desaparecido, tragado por la bullente

oscuridad, perdido en el dominio de los volcra.

Oí unos pasos y al girarme vi a Mal, Harshaw y Zoya corriendo hacia mí, con

Oncat aullando y corriendo entre sus piernas. Harshaw había sacado el pedernal, y

Mal se estaba descolgando el rifle.

Zoya tenía los ojos muy abiertos.

—¿Era un nichevo’ya?

Negué con la cabeza.

—Era Nikolai.

Se detuvieron en seco.

—¿Nos ha encontrado? —preguntó Mal.

—Lleva siguiéndonos la pista desde que nos fuimos de la Rueca.

—Pero el Oscuro…

—Si fuera una criatura del Oscuro, ya estaríamos muertos.

—¿Cuánto hace que sabes que nos sigue? —quiso saber Zoya, enfadada.

—Lo vi una vez en la mina de cobre. No había nada que pudiéramos hacer.

—Mal podría haberle clavado una flecha —señaló Harshaw.

Le clavé un dedo.

—A ti no te abandonaría, así que tampoco voy a abandonar a Nikolai.

—Tranquilos —dijo Mal, dando un paso hacia delante—. Ya se ha ido, así que no

tiene sentido pelear por ello. Harshaw, vete a hacer un fuego. Zoya, hay que limpiar

el urogallo que hemos atrapado. —Ella lo miró fijamente, pero no se movió, así que

él puso los ojos en blanco—. De acuerdo, alguien tiene que limpiarlo. Por favor, ve a

buscar a alguien para ordenárselo.

—Será un placer.

Harshaw volvió a guardar el pedernal en la manga.

—Están todos locos, Oncat —le dijo—. Ejércitos invisibles, príncipes

monstruosos. Vamos a prenderle fuego a algo.

Me froté los ojos con la mano mientras se alejaban.

—¿Tú también vas a gritarme? —le pregunté a Mal.

—No. He querido disparar a Nikolai muchas veces, pero ahora parece un tanto

ruin. Aunque tengo curiosidad por ese anillo.

www.lectulandia.com - Página 211

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