Ruina y ascenso - Leigh Bardugo
La casa del propietario era magnífica, un edificio perfecto, muy bien mantenido ycoronado con una cúpula blanca. Casi me sentí culpable cuando Harshaw rompió unaventana y se metió dentro para abrir las puertas.—Dinero nuevo —dijo Zoya mientras recorríamos las habitaciones demasiadodecoradas, con cada estante y repisa repletos de figuritas de porcelana y recuerdos.Genya tomó un cerdo de cerámica.—Qué horror.—A mí me gusta este sitio —protestó Adrik—. Es agradable.Zoya hizo un sonido como de arcadas.—A lo mejor el bueno gusto llega con la edad.—Tan solo tengo tres años menos que tú.—Entonces a lo mejor estás condenado al mal gusto.Los muebles estaban cubiertos por sábanas. Misha quitó una de ellas y corrió deuna habitación tras otra arrastrándola tras él, como si fuera una capa. La mayoría delos armarios se hallaban vacíos, pero Harshaw encontró una lata de sardinas que abrióy compartió con Oncat. Tendríamos que enviar gente a las granjas vecinas parabuscar comida.Cuando nos aseguramos de que no había otros ocupantes, dejamos a David,Genya y a Misha para que comenzaran a reunir materiales para fabricar lumiya ypolvos explosivos. Los demás volvimos a embarcar en la Garcilla para hacer el crucede vuelta hacia Ravka.Teníamos planeado reunirnos con los Soldat Sol en el monumento a SanktaAnastasia que había sobre una colina baja que se elevaba sobre lo que una vez habíasido Tsemna. Gracias a Anastasia, Tsemna había sobrevivido a la terrible enfermedadque se había cobrado la mitad de la población de las aldeas vecinas. Sin embargo,Tsemna no había sobrevivido a la Sombra. Esta se la había tragado cuando losdesastrosos experimentos del Hereje Negro crearon el Nocéano.El monumento resultaba espeluznante, una enorme mujer de piedra que seelevaba desde la tierra, con los brazos extendidos y su mirada benevolente fija en lanada de la Sombra. Se rumoreaba que Anastasia había librado de la enfermedad aincontables aldeas. ¿Habría hecho algún milagro, o simplemente era una Sanadoratalentosa? ¿Había alguna diferencia?Llegamos antes que los Soldat Sol, de modo que aterrizamos y preparamos elcampamento para la noche. El aire seguía siendo lo bastante cálido como para nonecesitar tiendas, y extendimos nuestros sacos junto a los pies de la estatua, cerca deun campo irregular lleno de rocas rojas. Mal se llevó a Harshaw con él para tratar debuscar presas para la cena. Había escasez de animales, como si se sintieran tanrecelosos del Nocéano como nosotros.Me cubrí los hombros con un chal y bajé la colina hasta el borde de la orillanegra. Dos días, pensé mientras miraba la niebla oscura que bullía. Era lo bastanteconsciente como para no pensar que comprendía lo que me esperaba. Cada vez quewww.lectulandia.com - Página 208
trataba de predecir mi destino, mi vida daba un vuelco.Oí unos arañazos suaves detrás de mí. Me giré y me quedé paralizada al ver aNikolai sobre una roca alta. Estaba más limpio que la vez anterior, pero llevaba losmismos pantalones andrajosos. Sus pies terminados en garras se aferraban al borde dela roca, sus alas sombrías batían el aire con suavidad, y su mirada era negra e ilegible.Esperaba que volviera a mostrarse, pero no sabía muy bien qué hacer. ¿Nos habríaestado observando? ¿Qué habría visto? ¿Cuánto habría entendido?Me metí la mano en el bolsillo con cuidado, temerosa de que cualquiermovimiento repentino lo sobresaltara. Extendí la mano con la esmeralda de losLantsov descansando sobre mi palma. Él frunció el ceño, y a continuación plegó lasalas y saltó silenciosamente de la roca. Era difícil no alejarse. No quería tener miedo,pero su forma de moverse era inhumana. Avanzó hacia mí con los ojos concentradosen el anillo y cuando estuvo a menos de medio metro de distancia, inclinó la cabezahacia un lado.A pesar de los ojos negros y las líneas oscuras que subían por su cuello, seguíateniendo un rostro elegante: los pómulos finos de su madre, la fuerte mandíbula quedebía haber heredado de su padre el embajador. Su ceño se incrementó, y acontinuación extendió las garras y cogió la esmeralda.—Es…Las palabras murieron en mis labios. Nikolai me giró la palma y me deslizó elanillo en el dedo. Me quedé sin aliento, a medio camino entre una risa y un sollozo.Me reconocía. No pude detener las lágrimas que se acumulaban en mis ojos.Señaló mi mano e hizo un movimiento circular. Tardé un segundo en comprenderlo que quería decir: estaba imitando mi forma de moverme cuando invocaba.—¿Quieres que llame a la luz? —Su cara permaneció inexpresiva, y dejé que laluz se acumulara en mi palma—. ¿Así?El resplandor pareció impulsarlo a actuar. Me cogió la mano y se la presionócontra el pecho. Traté de apartarla, pero él la mantuvo en su sitio. Su agarre erafuerte, más de lo normal a causa de aquella cosa monstruosa que le había hecho elOscuro. Negué con la cabeza.—No. —Volvió a golpearse el pecho con mi mano, y el movimiento era casifrenético—. No sé lo que puede hacerte mi poder —protesté.La comisura de su boca se curvó, un débil recuerdo de la sonrisa irónica deNikolai. Casi podía oírlo decir: En serio, preciosa, ¿qué podría ser peor? Bajo mimano su corazón latía, firme y humano.Solté un largo aliento.—De acuerdo —acepté—. Lo intentaré.Invoqué un poco de luz, y dejé que fluyera a través de mi palma. Él hizo unamueca, pero mantuvo la mano firmemente en su sitio. Presioné un poco más, tratandode dirigir la luz hacia su interior, pensando en los espacios intermedios, dejando quese filtrara en su piel.www.lectulandia.com - Página 209
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trataba de predecir mi destino, mi vida daba un vuelco.
Oí unos arañazos suaves detrás de mí. Me giré y me quedé paralizada al ver a
Nikolai sobre una roca alta. Estaba más limpio que la vez anterior, pero llevaba los
mismos pantalones andrajosos. Sus pies terminados en garras se aferraban al borde de
la roca, sus alas sombrías batían el aire con suavidad, y su mirada era negra e ilegible.
Esperaba que volviera a mostrarse, pero no sabía muy bien qué hacer. ¿Nos habría
estado observando? ¿Qué habría visto? ¿Cuánto habría entendido?
Me metí la mano en el bolsillo con cuidado, temerosa de que cualquier
movimiento repentino lo sobresaltara. Extendí la mano con la esmeralda de los
Lantsov descansando sobre mi palma. Él frunció el ceño, y a continuación plegó las
alas y saltó silenciosamente de la roca. Era difícil no alejarse. No quería tener miedo,
pero su forma de moverse era inhumana. Avanzó hacia mí con los ojos concentrados
en el anillo y cuando estuvo a menos de medio metro de distancia, inclinó la cabeza
hacia un lado.
A pesar de los ojos negros y las líneas oscuras que subían por su cuello, seguía
teniendo un rostro elegante: los pómulos finos de su madre, la fuerte mandíbula que
debía haber heredado de su padre el embajador. Su ceño se incrementó, y a
continuación extendió las garras y cogió la esmeralda.
—Es…
Las palabras murieron en mis labios. Nikolai me giró la palma y me deslizó el
anillo en el dedo. Me quedé sin aliento, a medio camino entre una risa y un sollozo.
Me reconocía. No pude detener las lágrimas que se acumulaban en mis ojos.
Señaló mi mano e hizo un movimiento circular. Tardé un segundo en comprender
lo que quería decir: estaba imitando mi forma de moverme cuando invocaba.
—¿Quieres que llame a la luz? —Su cara permaneció inexpresiva, y dejé que la
luz se acumulara en mi palma—. ¿Así?
El resplandor pareció impulsarlo a actuar. Me cogió la mano y se la presionó
contra el pecho. Traté de apartarla, pero él la mantuvo en su sitio. Su agarre era
fuerte, más de lo normal a causa de aquella cosa monstruosa que le había hecho el
Oscuro. Negué con la cabeza.
—No. —Volvió a golpearse el pecho con mi mano, y el movimiento era casi
frenético—. No sé lo que puede hacerte mi poder —protesté.
La comisura de su boca se curvó, un débil recuerdo de la sonrisa irónica de
Nikolai. Casi podía oírlo decir: En serio, preciosa, ¿qué podría ser peor? Bajo mi
mano su corazón latía, firme y humano.
Solté un largo aliento.
—De acuerdo —acepté—. Lo intentaré.
Invoqué un poco de luz, y dejé que fluyera a través de mi palma. Él hizo una
mueca, pero mantuvo la mano firmemente en su sitio. Presioné un poco más, tratando
de dirigir la luz hacia su interior, pensando en los espacios intermedios, dejando que
se filtrara en su piel.
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